Partida Rol por web

Cristoff sonrió con desgana ante las pullas de la alocada joven, pese a su frialdad se le encogió el pecho cuando le habló a la huerfana y no dudó en clavarle el pulgar entre las costillas a modo de represalia. Miró a la huerfana y lamentó no poder hacer nada por la lamentable criatura. El también fue un huerfano por lo que no le era desconocida la soledad que ahora sufría, con aprehensión y cabizbajo continuó la marcha.

Había muchas cosas que pensaba sobre la ciudad y sobre su autodenominado "príncipe" ¿un bufón, un retrasado, un lobo con apariencia de mono juguetón? sin embargo no sería el despejara sus dudas, y cuando este preguntó por la joven no pudo evitar mirar hacia otro lado incomodo

¿una tonta, la chiquilla de un poderoso Voivoda? pero sobre todo no le diria que casi se carga su fuente de alimento

Sin duda ver la estupidez de aquel que se llamaba príncipe daban ganas a reclamar estás tierra pero aquella disputa no era su guerra.

Esta es Erzabet del valle de Toht, tiene una afrenta que poner en vuestro conocimiento. Al parecer los cruzados acabaron con su hermano.

Mario se mantuvo en segundo plano y en silencio. Observando la escena que acontecía a su alrededor. El Ravnos estaba muy interesado en el monasterio y en saber qué había pasado ahí y si se podría rescatar algo de lo destruido. Si el hermano de la muchacha estaba al cargo tal vez la esperanza no estaba perdida para poder encontrar lo que andaba buscando.

El camino hacia el "palacio" del principio trascurrió sin incidentes. Cosa del todo curiosa, ya que el noble esperaba algún otro encontronazo entre la joven y Cristoff, se había equivocado al juzgar el temperamento de su compañero.

El príncipe estaba ocupado con otros asuntos a la llegada del grupo, aunque Rinaldo no tuvo que esforzarse mucho para oír el último intercambio de palabras e intuir que hablaban del monasterio ¿quién seria ese monje? Sé pregunto.

Hechas ya las presentaciones por Francesco, Rinaldo se mantuvo a la espera de ver el camino que tomaban los acontecimientos.

-Qué astuto es este sacerdote... Pone en conocimiento del Príncipe, su Excelencia "Bien, Bien" la afrenta a la Tzimisce para ganarse la confianza de ambos... Sí, sí... Muy astuto... Aunque no sé cómo se tomará su Ilustrísima saber de la presencia de Demonios en su devastada tierra-, pensaba el silente Enzo, vigilante de la escena. -¿Y quién será este monje subterráneo tan enigmático...? Lividez, cabello negro como el carbón... Veremos, veremos... Esta ciudad alberga no pocos secretos y pocas respuestas tengo... Por el momento-.

Considerando que Francesco tenía la iniciativa en la conversación, se limitó a escuchar.

Erzabet sonrió a Francesco tras su pomposa presentación.  Mi padre ha decidido vengar la muerte de mi hermano borrando de la faz de la tierra el nombre de esta ciudad. Él era un simple estudioso, un monje, murió en su monasterio sin motivo alguno. Su muerte será lavada con la sangre de los extranjeros.

¡¿Cómo?! Grito Gari con voz estridente ¡¿Qué broma es esta?! Mi ciudad destruida… otra vez. Gari paseaba nervioso de un lado a otro del estrado. ¿Qué puedo hacer?  ¿Qué puedo hacer?  ¿Qué puedo hacer?  Se lamentaba mientras paseaba a largas zancadas.

Cristoff puso los ojos en blanco y se hundió de hombros cuando escuchó la rabieta de la niña

ya estamos otra vez....

-¿y cuando nos horrará su padre con su visita? enviara una notificación por adelantado o sera tan descortés cual  bárbaro de los carpatos.

Si me permiten interrumpir la conversación. ¿Qué o cual conducta es bárbara depende de la cultura y el lugar? La mutilación de órganos reproductores puede ser una conducta bárbara para el normal de los mortales, pero en cambio para la cultura hebrea es un acto normal. Incluso consideran la no circuncisión un acto pecaminoso. Cuando termina de relatar este primer ejemplo una sonrisa de satisfacción inunda el rosto del monje. El intentar mitigar el dolor con derramamiento de sangre es un acto normal en estas tierras, una forma de actuar muy alejada del ideal cristiano de “poner la otra mejilla”. Estas tierras siempre han estado sumidas en la violencia, por lo que actos violentos… Entonces el monje caya abruptamente. No es momento de filosofar, aunque el tema es apasionante. El príncipe tendrá algo que decir.

¿Qué puedo hacer?  ¿Qué puedo hacer?  ¿Qué puedo hacer? Gari tenía poco que decir continuaba paseando, dando grandes zancadas a lo largo del estrado mientras no paraba de murmurar palabras entre dientes. Esto… esto… esto… es culpa de los cruzados. Que ese Conde, duque o voivoda del valle de no nunca jamas desahogue su sed de venganza con los cruzados. ¡QUE MATE A TODOS LOS CRUZADOS, si es lo que quiere! No hare nada por impedirlo. Bien, bien, bien. Los cruzados destruyeron mi ciudad, y ese voivoda destruirá a los cruzados. Bien, bien, bien. Todo volverá a la normalidad. Gari adopta una postura regia y señala a Erzabet. Que suelten a la chica a modo de agradecimiento al voivoda.

Permiten interrumpir la conversación de nuevo. Agrega de nuevo el monje una vez que Gari ha terminado su disertación.  He de matizar un punto sin importancia en su gran decisión. Los cruzados están dentro de la ciudad, el voivoda arrasara la ciudad para terminar con los cruzados.

-Un punto nada desdeñable, Ilustrísima...-, concedió Enzo en apoyo al monje, tocándose el ala del sombrero a modo de saludo mientras miraba desde la negrura interior de su máscara al pálido consejero del Príncipe.

-Ha aumentado su cadencia... Ahora enfatiza aún más sus "bien, bien"... Extraordinariamente nervioso para el cargo, me atrevería a aseverar...-, pensó mientras se llevaba, pensativo, un dedo enguantado al labio de porcelana.

-Qué sé yo de asuntos políticos... Pero me pregunto... Parece que gran parte de esta intriga reside en vengar la muerte del hermano de la joven Erzebet, aquí presente-. Enzo dio varias palmaditas en la testa a la joven con un falso aire paternal. -Quizás, Ilustrísima, si damos con el paradero del asesino... O asesinos... La ciudad no tenga que volver a ver a su gente pasada a cuchillo... Y quizás vos contéis con un nuevo aliado en la persona del voivoda, padre de la jovencita aquí presente-. Hizo una muy teatral reverencia señalando a Erzebet. -Reverencia, niña. Estás en presencia de un Príncipe... Y no precisamente estable mentalmente...-. Las últimas palabras fueron un susurro cortante dirigido en exclusiva a la muchacha.

Aguardó la reacción del Príncipe. Tenía otra alternativa.

No soy ningún cardenal para que se refiera a mí con ese título¹, soy un simple monje de la orden Obertus². Mi nombre es Myca Vykos³, puede referirse a por mí nombre de pila.

Creo que el culpable ya los conocemos, están aquí. Están delante de nuestras narices, no hay necesidad de investigar. Myca pronuncia la frase con total tranquilidad, pero esta tiene un efecto fulgurante en Gari que empieza a moverse rápidamente por la sala mirando a un lado y a otro. La inquietud del príncipe es trasmitida a sus sequito. Los hombres de armas que atestan la sala del trono comienzan a levantarse y apoyar las manos en las empuñaduras de sus armas. Tanto usted, Príncipe Gari, como la aquí presente Erzebet, incluso su padre desde la lejanía, han deshecho este nudo gordiano sin problemas. Los culpables son los cruzados, la masa encolerizada por el olor a sangre, no hay una única persona a la cual se pueda colgar de la horca y clavar su cabeza en una pica. ¡La Cruzada es culpable!

Conocía al desdichado Farkas, un monje estudioso y dedicado, sin ningún enemigo aparte de las termitas que roían sus libros. Al ver entrar a Erzebet, de hecho, he dudado si era el que volvía de entre las cenizas. Recordáis que Erzebet dijo que había muerto “su hermano de cuna”, seguramente fueran gemelos. Pero Farkas nunca buscaría venganza.

La ira de Erzebet había ido apagándose poco a poco al ver como el príncipe apoyaba la idea de su padre de masacrar a los cruzados.  Puede que el príncipe fuera “no precisamente estable mentalmente” como decía el enmascarado, pero ese loco estaba apoyando su plan asique accedió a inclinarse como le indicaba el enmascarado.

Tampoco critico la descripción que Myca hacía de su hermano, así que el monje debía de estar en lo correcto y Farkas no tenía ningún enemigo aparte de las termitas de los libros. Seguramente Farkas había muerto en la vorágine de la batalla cuando los ánimos caldeados de los combatientes prendieron fuego al monasterio y, como había dicho Cristoff, puede que también la culpa del propio Farkas al no disponer de un refugio adecuado.

¿Qué puedo hacer?  ¿Qué puedo hacer? El príncipe seguía nervioso, paseando a grandes zancadas por el estrado. No puedo permitir que ese conde del valle de nunca jamás desahogue su rabia contra mi ciudad, y tampoco puedo darle una cabeza de turco sobre la que desahogar su rabia. ¿Qué puedo hacer?  ¿Qué puedo hacer?

-Siempre podéis abandonar la ciudad, Ilustrísima-, dijo en tono serio el misterioso Enzo.

A sus palabras siguió un silencio ominoso.

-Bromeaba-, matizó el enmascarado sin reír. -Sirve para relajar tensiones. A veces-.

Enzo ladeó la cabeza mientras sus dedos tamborileaban en su máscara evidenciando que el vampiro andaba pensativo. La influencia del monje en el Príncipe era... notable.

-Mi señor Vykos... Myca-. Se dirigió al monje, ser a todas luces más cuerdo que Flamcourt. -Imagino que la imposibilidad de centrar el crimen en un culpable hará difícil la diplomacia con el voivoda... Y la destrucción de la ciudad no considero que sea la elección deseada por vos. Ante este callejón sin salida, sólo se me ocurre una solución posible...-. Enzo se tomó un instante en carraspear, su cavernosa voz entrecortada con un áspero quejido. -...Encontrar un cabeza de turco. ¿Sugerencias?-, inquirió mirando con insondable rostro a todos los presentes.

Práctico y directo. Así era la Sombra del Canal.

Cristoff no hizo ninguna aportación a la conversación, en su opinión este asunto ni le va ni le viene.

Francesco saludo con la cabeza en un gesto de camadería a Myca cuando este se presentó.

Me temo que un incidente de tal magnitud como la masacre de un ejercito y una ciudad no pasaría desapercibido fuera de estos muros.  No tengo duda de que el Justicar enviará algún arconte a investigar lo sucedio y esto pondría en serio apuros a todos los presentes por lo que mi consejo es que se llegue a algún tipo de solución que satisfaga a ambas partes.

Francesco se giró mirando a la mujer

Quizá sería bueno concertar un encuentro con su padre y el principe para hayar la solución, mientras tanto podriamos intentar indagar algunas respuestas en la ciudad.

-Vos mismo lo ha mencionado. Los cruzados son los culpables, esa masa encolerizada como la ha llamado. A mi modo de ver los culpables directos serian sus lideres, pero eso no evitaría una guerra en nuestras narices y aunque viene aquí buscando evitar el aburrimiento, demasiado entretenimiento también cansa. Sé dirigí a Myca y termina Sonriendo a todos.

La idea de buscar una cabeza de turco como menciona el enmascarado queda en la cabeza de Rinaldo.

-Bueno, no sera necesario la presencia de ningún Arconte. No me cabe duda que daremos con una solución. Confió en el criterio del príncipe. Comenta el noble con seriedad, aunque se percibe un poco de sarcasmo. Difícil de interpretar.

- Tal vez si de alguna forma consiguiéramos hacer salir a los cruzados de la ciudad... y así dejar que sea la ira de la venganza la que los masacre sin incurrir en más daño y dolor en los ya golpeados ciudadanos de esta ciudad. - comentó Mario a modo de sugerencia. 

La mirada del que en vida fuera monje se dirigió a la muchacha y esbozó una sonrisa. Había sido él el que había detenido la masacre de la población con un truco de viejo Ravnos.