Partida Rol por web

¡Bang!

Una bala pasó cerca del parapeto donde una de las vampiras se había escondido de aquel grupo que estaba decidido a no dejarlas pasar. La coterie se encontraba en un polígono industrial de las afueras de la ciudad, tratando de adentrarse en una nave que parecía no estar especialmente protegida hasta que media docena de hombres y mujeres salieron de diversos puntos de ella, posiblemente tras verlas por alguna cámara de seguridad. Llevaban pistolas y cuchillos y parecían bien organizados. Su objetivo allí estaba bien claro: unos documentos relacionados con los muelles de Nueva Orleans que aparentemente eran de bastante importancia y que se habían comprometido a recuperar. Lo único que sabían las Neonatas es que si estaban tan fuertemente protegidos es que valían lo suficiente como para que El Refugio se interesase por ellos.

Al iniciar aquella noche la coterie se había reunido para decidir cómo afrontar juntas una noche más de la nocturna Nueva Orleans, teniendo bien claro que de no hacerse rápido un hueco en la ciudad y no ganarse las suficientes amistades podían encontrarse pronto empaladas en algún sitio esperando la llegada del sol, así que se encaminaron a los diferentes Elíseos del Barrio Francés para comenzar a mover hilos hasta que encontraron a Butch, que terminó por ofrecerles aquel trabajo. Todas sabían que si El Refugio les debía un favor así podrían anotarse un tanto importante pero tampoco pudieron eliminar de su cabeza la posibilidad de entregar aquella información a otros poderes fáticos de Nueva Orleans. ¿Qué es lo que haría de esos docum...?

¡Bang!

Otro disparo que lanzó por los aires algunos trozos de hormigón y retumbó entre las paredes de las naves de alrededor. Tenían tres individuos a ras del suelo y otros tres en el catwalk de metal que había en el primer piso de la nave: fuera como fuese aquella misión primero tenían que encargarse de ellos de la manera que creyeran más conveniente.

En la cabeza de Marisela cualquiera que pudiese hackear la contraseña de un router con el ordenador debía saber perfectamente cómo provocar un cortocircuito. La alternativa era que alguien estampase un vehículo contra los fusibles, como en las pelis, aunque no llamar la atención de la pasma estaba en el top cinco de prioridades. No recibir un balazo iba en cabeza, a pesar de que no podía morir. Seguía siendo desagradable, en cualquier caso, y engorroso. Sangre y esas cosas. Así que su idea era que alguien le dijese a dónde tenía que disparar para que la electricidad se fuese al carajo. Con que una viese en la oscuridad —y ella podía— era suficiente. Dos, estupendo. Tres, una bendición. Tampoco podía ser tan complicado espantar a una panda de humanos armados, pero mejor hacerlo desde la distancia.

En un intervalo de varios segundos sin disparos, asomó la cabeza para responder con varios tiros de advertencia. Hizo recuento mental de las balas que le quedaban. «Recuerda llevar la cuenta».

—Si nadie tiene un plan mejor, estaría re-genial que alguien se cargase la iluminación, bombones —insistió, bajándose el pañuelo que le cubría la boca hasta la barbilla para asegurarse de que la entendían.

Marisela les había dicho que lo peor que les podía pasar —vivas o muertas— es que su cara quedase registrada en una cámara. La vástago llevaba por ello un chandal de tío con la capucha puesta y sujeta por horquillas (útil cuando uno echaba a correr), y una bandana sobre la mitad inferior de su rostro. Nada fashion o reconocible, pero estupendo para que nadie tuviese ni puta idea de quién era.

Valeria iba toda de negro, así enfundada en cuero. Bueno quien dice de cuero dice de unos leggins tipo cuero de estos baratos, por si se rompían que no fuera mucha la pérdida, pero vamos, que si había que hacer estas mierdas, mejor con estilo. Aunque el pasa montañas quitaba un poco de encanto.

-Lo que sería realmente útil, es cargarse las cámaras, ¿cómo estamos de puntería, nenas? Porque yo estoy suspensa.- Llevaba un arma encima, pero a menos que estuviera relativamente cerca, dudaba de poder acertar. -O tal vez nuestra hacker tenga alguna sugerencia mejor. Que queréis que os diga, pero yo no me quiero hacer youtuber.- Devolvió un par de tiros para intimidar mientras se reía se su propia broma.

–Por lo pronto, si me cubrís, me lanzo sobre el primero para abrirle la garganta de un tajo.- Dijo mientras sus manos empezaban a adoptar un aspecto fiero. Pronto, sus uñas no tendrían nada que envidiar a las de la argentina en longitud. –Bombón.- dijo tratando de imitar el acento de Marisela. -Tú quédate aquí con tu culito al resguardo y no asomes mucho el pico por si te lo hacen más grande de un balazo.-

—¡Aclárate, *flaca! ¿Te cubro o no te cubro?

-Como me jodan el portátil lo pagáis vosotras.- Keira estaba con la cara…Bueno lo poco que se veía de esta iluminada por la pantalla del ordenador, llevaba un pantalón de chandal y una sudadera de cuando estaba en el instituto, casi parecía que estuviera en pijama con eso puesto. Se encogió un poco sobre si misma cuando las balas desprendieron algo de hormigón…

-Joder…joder…-Se puso a teclear cosas a gran velocidad, a ver si podía detectar un fallo en la seguridad del recinto por el cual colarse. Su portátil no dejaba de minar datos de la conexión a gran velocidad, y cuando obtuvo los suficientes pudo entrar en esta con un cliente falso y sacar los credenciales y finalmente la contraseña que gobernaba las instalaciones del lugar.

-Y por esto tenemos que tener luces de llave en casa. ¿Listas?, voy a apagar las luces y las cámaras…Ahora, yo no veo nada si lo hago.- Echó mano a la pistola que llevaba en el pantalón y la preparó, por si había que darle cobertura a las que si veían en la oscuridad e iban a hacerse un festín de rajar gargantas. Casi le daba envidia. Casi.

Sun Jae se juró que nunca más iba a involucrarse en los asuntos de los demás. Y allí estaba ella, en mitad de un tiroteo con un grupo de caucásicas mal habladas que se tomaban el uso de las armas como un juego. Ella se había negado a llevar un arma de fuego, pero cedió ante los argumentos de sus compañeras y no le hizo ascos a una navaja. Intentaría no usarla.

Sun Jae vestía un chandal negro y se había echado la capucha sobre la cabeza. Para evitar las cámaras había optado por una mascarilla blanca que usaba cuando se resfriaba. Aunque ya no le hacían falta.

Cuando Valeria y Marisela dejaron de disparar, les toco el hombro a cada una:

-¿Podéis cubrirme? Creo que lo mejor sería acercarse al edificio antes de que Keira... Bueno...-sentía aquella situación completamente surrealista, pidiendo a dos chicas que dispararan por ella.

Sin esperar a una respuesta, se deslizó entre los coches sigilosamente, pasando desapercibida entre el tumulto y se pegó a una pared poco iluminada. Comprobó si el edificio tenía alguna ventana y, de ser así, esperaría al apagón para entrar en las instalaciones por alguna de ellas.

Jessie se encontraba agazapada, parapetada junto a las demás, enfundada en una chupa de cuero negra bastante gastada, y llevando, al igual que Marisela, una capucha que cubría su característica melena rubia. El resto de su atuendo consistía en unos vaqueros desgastados y unas zapatillas de deporte viejas. Estaba claro que no había querido estropear su ropa de espectáculo country habitual para una ocasión tan movida como aquella.

La rubia llevaba además consigo un arma contundente. Una escopeta que empuñaba con conocimiento, a juzgar por su postura. La llevaba colocada contra la flexura del hombro, en previsión del retroceso que podía ocasionar su posible uso. El cómo la podría haber conseguido, no era un misterio excesivo en un país como aquel, en el que cualquiera podía poseer un arma, aunque el uso que pudiera darle en aquel instante quizá no era el planteado por la Asociación Nacional del Rifle. Quizá, si se imaginaba una cara de venado estampada en la geta de cada uno de esos tipos, podía no sentir excesivos escrúpulos al disparar, y eso trató de hacer. Pero entonces una bala rebotó contra el suelo, a escasos centímetros de su carne no-muerta.

- Venga, ¡no me jodas!- profirió- El puto equipo A. Sólo falta que nos venga a buscar un puñetero negro cargado de cadenas de oro.-añadió, malhablada, emitiendo acto seguido un chasquido, sintiendo cómo, ante aquella amenaza clara, era más fácil sentir cómo le hervía la sangre. Era más fácil no pensar en escrúpulos, y ponerle una cabeza de venado a todos aquellos tipos armados en la cabeza. Actuar en defensa propia era legal, al fin y al cabo, ¿no?

- Venga, princesitas. Moved el culo. Yo me acerco y os cubro.-dijo, acuclillándose, preparada para salir a la carrera, buscando un parapeto, no muy lejos del que la cubría, pero más cercano- Ve y entra, heladito. Así nos abres la puerta. -añadió, refiriéndose a Sun Jae, cuyo nombre había confundido tantas veces con el famoso helado de multinacional de nombre similar, que había desistido de aprenderlo correctamente, llamándola símplemente "heladito". 

Y tras aquellas palabras, Jessie corrió, escopeta en mano, parapetándose de nuevo antes de disparar bien al primer tipo que fuese a por ella, bien al que pareciese más despistado o a punto de disparar a sus compañeras. 

Parecían saber lo que hacían aunque no lo suficiente como para poder impactar a las parapetadas vampiresas, al menos por el momento. Los fuertes sonidos de los disparos retumbaban en el lugar y les hicieron preguntarse cuánto tiempo tenían antes de que llegaran las autoridades, si es que iban a pasarse por aquel polígono dejado de la mano de Dios. Adquirir algún silenciador con las habilidades de Jessie en el submundo no hubiera sido una mala idea, pero con aquella escopeta poco se podía hacer.

Una vez Keira se hubo conectado a la red interna que había instalada en la nave industrial, plagada de luces controladas por enchufes WiFi a los que tenía ya pleno acceso, Sun Jae se escabulló entre los vehículos que había en el lugar mientras no dejaba de escuchar las fuertes explosiones de los disparos a su alrededor de manera sistemática, un sonido que hizo que por unos segundos perdiera la noción de su alrededor y sin embargo cuando quiso darse cuenta estaba junto a una ventana del piso de abajo de la nave. Estaba segura de que nadie la había visto y sin embargo tuvo la sensación de que algo iba mal... y su sospecha se confirmó cuando vió llegar corriendo a uno de los tipos armados que miraba hacia atrás para huir de las balas y dirigirse a una de las escaleras traseras que permitían subir arriba. La norcoreana intentó racionalizar aquello pero sintió como algo se removía con rabia en su interior y se abalanzó sobre él para agarrarle con fuerza la cabeza y hacer un movimiento de manos que le partió totalmente el cuello al hombre, que cayó de espaldas con la cabeza en una posición totalmente antinatural.

Valeria estaba planteándose si acercarse o no mientras sus dedos y uñas se iban alargando en unas garras de aspecto monstruoso que parecían capaces de abrir la carne humana con una pasmosa facilidad cuando Jessie dió un par de órdenes antes de salir a correr. ¡Bang! ¡Bang! disparó Marisela al aire cerca de ellos para cubrir a la cantante que corría entre balas intentando acercarse y buscar una cobertura. Pero aquella maniobra arriesgada no fue suficiente Jessie recibió un par de disparos al moverse que la hicieron sentir un dolor puntiagudo y profundo que supo que hubiera sido infinitamente mayor de no ser por su nueva condición inmortal. Afortunadamente volvió a parapetarse y lanzó un disparo con la escopeta hacia un grupo de ellos: uno cayó directamente al suelo y otro se agazapó tras su parapeto con un chillido de dolor al notar su carne atravesada por aquellas postas.

Marisela vio caer al tipo y supo que aquello iba a escalar muy rápido si no encontraba la manera de lidiar con ello dejando las armas de lado. Lamentablemente desconocía las capacidades de sus compañeras y parecía demasiado tarde como para cambiar de rumbo. Pero con o sin cadáveres, los disparos iban a traer atención a no ser que…

Venga, nena. Que no se diga.

La Vástago se incorporó apoyándose con las manos para saltar el murete tras el que estaba parapetada y comenzó a caminar en línea recta hacia los tipos, bajando el arma varios centímetros para acercarse con paso firme, llamando a la Sangre. Notó al instante una extraña vibración en la piel, un remolino de poder burbujeando en su pecho que la hizo sentir como si caminase por encima de los demás. La presencia de Marisela se volvió una oleada de fricción intangible, avivando en el resto un temor hacia ella que acompañaba la firmeza de sus pasos y el brillo antinatural que emanaba de sus ojos*. Buscó a su víctima, siseando aunque el sonido quedase perdido en el jaleo de la reyerta, desenmascarando bajo las sombras de la capucha la verdadera naturaleza de lo que realmente era.

Pues estaba bastante claro que nadie iba a cubrirla, ya que cada una de sus compañeras había optado por ir por cuenta propia, así que había llegado la hora de ensuciarse las manos.

-Vaalee, gracias por la cobertura, nenas.- dijo en tono irónico.

Keira había hecho bien su trabajo y una vez dentro no se vería un pimiento, pero eso no se iba a aplicar a Valeria, solo tuvo que pensar en el problema y la solución se manifestó en sus ojos. Abandonó el murete que había estado usando de cobertura para ir detrás de Marisela, con la intención de seguir cubriéndose en la medida de lo posible del fuego enemigo.

Cuando llegó a la altura de los guardias se desligó con rapidez de la línea de la argentina, y con las garras por manos, se lanzó contra la primera víctima dispuesta a abrirle en canal de un zarpazo. Su aspecto debía ser de espeluznante.

Tras aquella acción apartó su portátil, para cuando se asomó de nuevo todo era un caos violento y no sabía muy bien que hacer, así que echó mano a su revolver para cubrir a sus compañeras con dos o tres disparos, agacharse, y vigilar que nadie desde dentro se le ocurriese volver a dar las luces. Eso podría dejar muy vendidas a sus compañeras de ojos brillantes según que sucediese.

Miró con horror el cuerpo que acababa de hacer crujir entre sus manos. Una furia incontrolable había tomado posesión de su mente y no había dudado en arrebatarle la vida a aquella persona. Sintió una intensa necesidad de huir y esconderse en su apartamento, en el refugio o en la primera boca de alcantarilla que encontrara. En las cloacas no sería una amenaza para nadie. Sin embargo, no podía dejar de lado a sus compañeras, que la aceptaban como el monstruo que era. Se juró a sí misma sobrevivir, costase lo que costase, y si esos documentos aumentaban sus posibilidades los iba a conseguir.

Cambió su rumbo y, bien encaramada a la pared, se deslizó entre las sombras y se dirigió a las escaleras traseras. Si el hombre se quería refugiar allí sería porque era un lugar clave. Subió las escaleras. Ella no podía ver en la oscuridad, pero si podía tantear el terreno para sus compañeras, así  estarían prevenidas. Llegó hasta el final de los escalones y trató de forzar la cerradura de la puerta. Después de forcejear un buen rato el mecanismo cedió y se coló en el interior del edificio.

Exceptuando Keira todas avanzaron en aquella contienda para tratar de recortar distancias: Sun Jae ya se había colado en el interior del edificio cuando Marisela y Valeria se lanzaron hacia adelante. La mujer de piel color café retorció su agraciado rostro en una mueca visceral y terrible que imponía tanto o más que el color rojo que ahora brillaba con fuerza en sus ojos, lanzando una mirada que parecía venida de las profundidades del infierno a uno de los matones que lanzó un mudo grito aterrorizado y se desplomó en el suelo, quedando en posición fetal y tapándose la cabeza de puro miedo. Otro, a su lado, alzó la pistola para disparar a la Ministra pero las manos le temblaron y se quedó así, incapaz de apretar el gatillo debido a la impresión que aquello le provocaba.

Otro de los tipos enarboló su pistola hacia Valeria que corría hacia él en ese mismo instante. Un disparo certero golpeó a la vampiresa en el vientre pero ésto no le sirvió de mucho cuando las temibles garras de la Gangrel atravesaron su carne y el pistolero cayó desplomado víctima del shock provocado por el intensísimo dolor. La cantante se había parapetado como pudo pero aun así sintió como una bala provocaba una herida en un costado no lo suficientemente cubierto. Aunque Keira estaba más lejos se le notaba poco ducha en disparar y casi sufrió el impacto de un proyectil, mas la lejanía y su cobertura la salvaron por los pelos. Con ésto la problemática de los matones cesó, quedando únicamente un tipo inconsciente en el suelo por el dolor y aquel aterrorizado por Marisela, aún en el suelo.

Por su lado Sun Jae una vez dentro se percató que ahí sí que estaba realmente oscuro al no entrar nada de luz lunar y que, en consecuencia, no veía un pimiento. Tampoco creyó escuchar nada llamativo, pero entre quejidos de dolor, algún disparo que todavía se escuchaba mientras sus compañeras luchaban y aquella sensación de desasosiego que tenía en el pecho no ayudaban demasiado...

Marisela continuó caminando hasta llegar junto a su víctima, quitándole el arma de las manos y echando el seguro para a continuación guardársela. Después rebuscó entre las ropas tratando de dar con un teléfono. Lo último que les hacía falta es que llamasen a los refuerzos (si había).

—Quitadles las armas y teléfonos si llevan —dijo, antes de echar a correr hacia el interior, donde Sun se había perdido instantes atrás. Ver no iba a ser un problema para ella. Hubiese estado genial interrogar a alguno de ellos, pero el tiempo apremiaba y, si estaban heridos, no iban a ir muy lejos.

La de Albacete iba cubierta de sangre. Por el vientre resbalaba la suya, mientras que sus garras goteaban con la de su víctima, que yacía ahora inmóvil en un charco de sangre. Con la intensidad del momento no se había dado cuenta de que le habían disparado, hasta que sintió el líquido resbalar por debajo de la ropa acompañado de una creciente quemazón.

-Este desgraciado me ha convertido en un colador.- dijo al tiempo que pateaba el cadáver, resentida y dolorida.

Siguió a Marisela al interior para ayudar a buscar los dichosos documentos e irse cuanto antes de allí.

En cuanto Marisela cruzó el umbral se asió tímidamente a su brazo, sin apretar demasiado, como si el tacto de la norcoreana fuera a molestarla.

- No puedo ver en la oscuridad-musitó cerca del hombro de Marisela- ¿Hay... hay algún teléfono móvil con linterna? Si hay alguna otra cerradura que forzar, no podría hacerlo en esta oscuridad. Pero si es un problema, puedo quedarme en la puerta, vigilando.

Soltó a la chica y se apoyó en el marco, sin saber muy bien qué hacer y cómo podría ser de utilidad. Cuando vio la silueta de Valeria, recortada por la luz de la luna, se llevó una mano al pecho.

-¿Te encuentras bien?-preguntó en un hilo de voz, temerosa de que alguien pudiera estar al acecho.

Desde su posición Keira echó mano al portátil de nuevo, ya había roto la seguridad asi que ahora solo quedaba ver que más podía sacar del lugar para ayudar a sus compañeras. Se internó en los datos del lugar a ver si podía sacar algún mapa del edificio o algo que pudiera servir a sus compañeras para orientarse en el lugar, mandándoselo a sus teléfonos móviles tras encriptar el envío…No sea que alguien más estuviera husmeando en el ambiente digital del lugar. Tras aquello tomó el revólver y llevando el portátil bajo el brazo se acercó a los humanos que estaban en la parte exterior, vigilándoles con el arma preparada.

Sun Jae entró al interior pero no veía absolutamente nada, así que usó la baranda del catwalk para guiarse y bajar por las escaleras interiores hasta que tocó el suelo. Ahí vió como Marisela abría la puerta y vió lo suficiente como para acercarse a ella.

Los tipos de los que habían dado cuenta llevaban únicamente buscas que no parecían dar ninguna clase de información, ya que parecían poder únicamente comunicarse con un número que no estaba reflejado en ningún lado: posiblemente alguna clase de red propia que Keira no entendía debido a lo antiguo de aquel formato de comunicación. Aquello la terminó por obsesionar hasta el punto de que la rabiaba por dentro no poder destripar aquel sistema como hacía con una red cualquiera.

Lo que pudieron ver tanto Marisela como Valeria gracias a los Ojos de la Bestia fue una nave prácticamente vacía, llena de cajas de cartón unas encima de otras que, si alguna comprobaba alguna estaban totalmente vacías: lo único que llamó allí su atención fueron la pareja de escaleras que subían arriba, una en cada pared, y que terminaban dando a lo que debía de ser el pequeño despacho que tenía aquella nave, sin ventanas y con una única puerta metálica. Si había allí alguien más... no dieron señales de vida.

Marisela puso los ojos en blanco, gesto que por suerte quedó perdido en la oscuridad excepto para Valeria. Traerse un teléfono personal a la escena de un crimen era un reclamo a gritos para que la identificaran a una si algo iba mal. Tenía que darles una clase de «Cómo ser criminal 101» con urgencia.

—Pues claro que hay teléfonos con linterna si te quieres poner una diana en la cabeza. —Resopló. Después sacó su teléfono falso; un modelo tipo almeja con muchos años a la espalda que no tenía linterna pero emitía una luz suave. Suficiente para que sus ojos vampíricos le permitiesen moverse con soltura. —No lo pierdas. Vamos.

Asió los dedos sobre su arma y comenzó a subir mirando brevemente a la española. Era brava; sobreviviría a un par de balazos.

Soltó el brazo de Marisela y se guio con la tenue luz del teléfono. Subió una de aquellas escaleras que conducían al despacho e intentó abrir la puerta lentamente, por si alguien se había quedado rezagado. Aunque dadas las circunstancias, era poco probable que el jaleo del exterior no le hubiera alertado. Aún así, tomó las debidas precauciones y preparó la navaja.

- Por aquí-les susurró a sus compañeras.