Partida Rol por web

Una exhalación rusa salió a toda pastilla del módulo de comunicaciones murmurando, no problemo, no problemo, esa ruido es la puierta que se abrie, vienien, que vienien, a escondersie... El pequeño Noproblemo se perdió en el módulo de almacenamiento anexo a aquel donde estaba la gente. Se escuchó algún ruido apagado. Otra exhalación rusa, pero menuda surgió del módulo de almacenamiento anejo y lanzó un destornillador king size a la doctora, una llave grifa a Schmitt y un cutter grande de aspecto muy afilado a la pelirroja Bedoin (o hacia el lugar donde pensaba que estarían escondidos). Luego, el pequeño pero hiperactivo torpedo canoso se lanzó en plancha tras una caja.

Llevaba una especie de maletín con dos bombonas, todo ello relativamente manejable. Hizo bong contra el suelo al aterrizar.

Una vez oculto, manipuló las llaves para dejar paso al gas, de manera que se todo accionara cuando apretara el gatillo de la lanza, sin más. Tenía un dispositivo de chispa que lo hacía rápido y cómodo. Con muy mala leche, enriqueció la mezcla de oxígeno.

Desde donde estaba, buscó alguna conducción que pudiera agujerear para crear confusión. Solo por si acaso. Si tenía suerte y encontraba la calefacción...

El científico ante las palabras de su superiora, de responsabilidad y resolución, no puede hacer otra cosa que asentir, es una gran mujer y no puede sino sentir admiración por ella. Tienen que llegar a esa sala y eliminar la información, no es tan difícil si no fuera por los grupos terroristas árabes, tenemos que sacar esa x de la ecuación. O sea que evitarlos es su máxima prioridad.

Al escuchar el ruido procedente de las puertas de afuera se quedó paralizado, la puta x viene directa hacia nosotros, sólo pudo mirar a la doctora esperando que dijera algo o hiciera algo, así que cuando le dijo que se escondieran Bernard buscó un sitio donde ocultarse, después de descartar al menos tres lugares, ya que por puro histerismo no encontraba un escondite adecuado. Corría de un lado para otra soltando maldiciones hasta que encuentra un sitio entre dos cajas grandes, quedando encajonado y poniéndose un toldo por encima, oculto en la penumbra. Hasta sus pies llega una llave de tubo dando vueltas por el pulido suelo, lo paró con un pie, lo cogió y le hizo una seña de pulgar hacia arriba al ruso.

Intenta ver donde se ha escondido la doctora jefe y la chica de las pecas, pero en su huida loca por buscar un agujero donde meterse, las había perdido de vista. Sin tener éxito, vuelve a su guarida e intenta que su respiración no suene como un fuelle, ni el corazón sea una batucada de hiperactivos con Parkinson. Pone sus cinco sentidos en los oídos, y comprueba que puede salir por cualquiera de los dos lados de la caja como plan de fuga. Aprieta la pesada llave de metal contra su pecho hasta que los nudillos se le ponen blancos.

Aunque no estaba del todo segura de que el S.O.S. llegaba a buen puerto, Lucie, entró en el almacén satisfecha con su trabajo. Entonces aquel sonido la puso alerta e imitó a sus compañeros y buscó un lugar donde ocultarse, encontró un buen escontrijo entre una estantería y unas cajas, coloco otra caja de cartón, vacía, sobre ella y recordó su infancia jugando a construír fuertes con su hermano en el almacén de la ferretería de sus padres.

Estuvo a punto de llamar al científico para que se escondiera con ella, lo veía moverse de un lado a otro indeciso, justo cuando iba avisarle el hombre había encontrado donde meterse.

Se sobresaltó al ver como una pequeña herramienta caía al alcance de sus manos, un pequeño cutter que podría servir de rudimentaria arma, al menos estaba perfectamente afilado. Miró al pequeño ruso y le dedicó una sonrisa, además Markus pudo leer como sus labios le daban las gracias en silencio. "No Problemo" era un personaje bastante curioso pero muy hábil, en el fondo se sentía más segura con él cerca, pese al incidente con los altavoces del traje.

Entonces desplegó la hoja del cutter y permaneció quieta casi sin respirar para evitar emitir ningún ruido.

El silencio en que se sumieron tras buscar cada uno un sitio en el ocultarse hizo que, de nuevo, el sonido de la estática retumbara por todo el almacén, coreado por esos cuatro corazones corriendo desbocados. Estando como estaba, atestado de cajas a medio desembalar, otras cerradas, e hileras de estanterías con todo aquello que podían necesitar en su estancia subacuatica, quizá la idea de la doctora Mellows no era mala del todo..., o quizá la había propuesto mientras rezaba en silencio para no tener siquiera que cruzarse con aquellos hombres.

El menudo técnico de mantenimiento salió como una exhalación hacia del Almacén Secundario, sabía que allí, tras un panel protegido por un cerradura de seguridad a base de códigos, se guardaban las armas pesadas de la estación, pero ninguno de los agentes que velaban por la protección de la Base se encontraba allí, así que no se podía ni plantear acceder allí para abastecerse. Pero daba igual, por su naturaleza, era un hombre de recursos, así que, en apenas cinco latidos de corazón, había agarrado su maleta con el soplete de acetileno, un destornillador, un cutter, y una enorme llave grifa. No pudo menos que fruncir el ceño, pensando en las armas de fuego que portaban aquellos terroristas, pero no quedaba otra: tendría que servir. Sin perder un segundo, volvió a la carrera al Almacén Principal, más grande, y lanzó cada una de las herramientas deslizando por los paneles del suelo hacia donde recordaba haber visto esconderse a sus compañeros.

Justo cuando cada uno de ellos agarraba el arma improvisada provista por Markus, el mecanismo hidráulico de la puerta de deslizó. En principio, pareció no haber nadie, pero entonces, cada una por un lado de la misma, dos figuras se asomaron, empezando por el cañón de sendos subfusiles de asalto. Las pupilas de los integrantes del personal de la Base, acostumbradas a la penumbra en la que habían estado todo el rato, enseguida reconocieron a los extraños, que entraban con una linterna en un soporte en la frente, por lo que, a priori, no tendrían visión de las partes mas oscuras del almacén: traje militar de camuflaje color tierra, con botas altas, mascara tipo SWAT por las que sobresalían largas y densas barbas oscuras, cascos de tipo militar, y peto de kevlar. Y lo más inquietante, subfusiles de asalto de pequeño tamaño. Con precisión militar, los dos extraños entraron, cubriendo entre ambos toda la sala, aunque su visibilidad se limitaba a los escasos metros que les permitían las pequeñas linternas. Dieron unos pasos hacia dentro, dejando que se cerrase la puerta, y echaron un vistazo por los distintos pasillos del caos que era el almacén, para esperanza de los huidos, escondidos cada uno en los resquicios que habían encontrado de forma precipitada.
Tras unos momentos, en los que ninguno de ellos vió nada que le llamase la atención, uno de ellos, que llevaba la camisa remangada hasta casi los hombros, hizo un gesto, levantando el brazo, para que su compañero se parara: parecía haber visto algo en la zona donde la pelirroja Lucie se había ocultado bajo la caja de cartón. La respiración de todos se corto de inmediato, incluso sus corazones, mientras la ropa empezaba a pegarse a los cuerpos por el sudor.

Con terror, todos contemplaban como el terrorista, arma en mano, parecía dirigirse justo hacia el punto en el que la chica, pálida de por sí, parecía haber perdido todo punto de color, resaltando sus numerosas pecas...

El tiempo se paró en aquel almacén, mientras uno de aquellos hombres de apariencia irreal, pues la máscara les otorgaba un aire indeterminado a robot, se acercaba poco a poco, apuntando con su arma a aquella caja. Lucie podía escuchar el sonido amortiguado de unas botas acercándose, mientras la luz de la linterna se iba filtrando por alguna de las juntas de la caja de cartón. Cerrando los ojos, acompasó la respiración, mientras, sin saber bien como, conseguía doblar unos grados mas su espalda, por lo que la caja quedó casi libre, apoyada contra el suelo, como la joven francesa no estuviera allí. Markus tenía el linea a la doctora Mellows, y pudo ver como esta abría y cerraba las manos, mientras un brillo de desesperación se intuía en sus ojos. Con estupor, el ruso pudo ver como la reputada bióloga empezaba a levantarse, incluso, con sabe Dios que plan. Iba a descubrirse!!

Sin embargo, en este caso el destino quiso brindar una oportunidad a los miembros de la Base, pues el terrorista paró al lado de la caja anterior a la de Lucie, y dandole un empujón con el pie, que hizo que chocara con la de la francesa, que ahogó un grito, apuntó con la luz y el arma... a un hueco en el que había un perchero con una cazadora colgada:

— ما، معطف معطف سخيف ؟؟ !! — masculló, en voz baja con voz metalizada, a través de la máscara. El otro se llevó una mano a la oreja izquierda, y dijo algo en un susurro: al parecer tenían algún tipo de subvocalizador con el que estaban conectados con el resto de su grupo: otro handicup a tener en cuenta...

El terrorista grió sobre sí mismo, alumbrando las zonas de alrededor y, meneando la cabeza, volvió sobre sus pasos andando hacia atrás, hasta reunirse con su compañero, que, con una risa metalizada que helaba la sangre, hizo algún tipo de broma que no pudieron escuchar, y ambos se dirigieron hacia la puerta de la Sala de Comunicaciones. Se colocaron a ambos lados de la puerta, abrieron sin exponerse, y con disciplina, entraron, apuntando allí con sus armas, mientras daban algún tipo mas de información a través del subvocalizador...

Ambos asaltantes entraron dentro del pasillo de la sala de comunicaciones, cerrándose la puerta, tras ellos. La Dra Mellows se levantó despacio, mirándo alternativamente hacia sus compañeros. No se lo podía creer: con un poco de suerte podrían dar esquinazo a aquellos individuos!!

Entonces, palpablemente nerviosa, señaló hacia la puerta, asintiendo... Markus le quedaba mas cerca, así que, se acercó en silencio hacia él y preguntó, mientras el resto se acercaban de igual forma:

— Puedes hacer que la puerta no haga ese horrible ruído al abrirse?? — susurró, implorándole con sus grandes ojos almedrados.

No problemo. Qué otra cosa podría haber dicho. Tienie sistiema die acción manual por si sie estropiea el motor, ¿da? Se acercó a la puerta y, de un cajetín que había en una de las jambas extrajo una llave allen de dos dedos de diámetro. Iaquí tornillio quie liberia tracción mecánica. Hizo un esfuerzo rápido apretando los dientes tras encajar la llave allen en un hueco exagonal: aquello estaba un poco duro, porque no había hecho falta accionarlo nunca. Da. Luiego, con maniviela se muieve puerta: señaló una pequeña manivela con la que se podía mover el piñón que, aplicado a la cremallera superior de la hoja de la puerta, podía hacer que se moviera con facilidad, gracias a la ley de la palanca, pero con una lentitud exasperante, dado que la puerta era muy pesada, y la multiplicación necesaria de la poca fuerza imprimida con la manivela hacía que el vector de movimiento resultante fuera muy pequeño.

Accionaba aquello con frenesí, ñiqui, ñiqui, ñiqui, maldecía el ñiqui, ñiqui, deseaba haberlo engrasado mejor. La puerta iba más lenta que el caballo del malo. Harían falta bastantes vueltas para que cupiera una persona por ahí. Markus, sudando la gota gorda, miraba asustado a la sala de comunicaciones, donde estaban los malos.

Mientrias se abrie iesto, ponieos ahí por si pasa uno die iesos tierroristas y lie dais en la cabieza.

Ñiqui, ñiqui, ñiqui. A cada ñiqui la puerta se movía apenas un milímetro.

El momento de terror había pasado, se dio cuenta que llevaba mucho tiempo conteniendo la respiración y la soltó de golpe, sintió un alivio físico, no sabía cómo expresarlo, hasta ahora los terroristas eran una figura sacada de mi cabeza, unos implacables asesinos venidos del infierno, con visores y máscaras antigás. Pero ahora, una vez vistos, son seres humanos, son solo soldados con sus armas normales, un poco mortales, pero dentro de lo común, y ropas normales, que una chica encogida en una caja les ha engañado.

Sale de su escondrijo y le quita el camuflaje de encima a Luci, que seguía aguantando la postura y le tiendo la mano para ayudarla a levantarse e irse juntos donde se iban a reunir cerca de la puerta de salida. Le sonríe ya que ha pasado también mucho miedo y se siente más cerca de ella, sabe que podían haber muerto. De hecho tarda en soltarle la mano.

-Propongo dejar abierta la otra puerta- digo cuando estamos todos juntos y esperando que el ingeniero anule los hidráulicos, señalando la del pasillo que va hacia el almacén secundario- eso los alejaría más de nosotros, cuando vuelvan por detrás, y de la ruta que vamos a tomar- El alemán siempre está pensando en probabilidades, no puede evitarlo- se quedarán registrando el otro almacén un tiempo.

Si tuvieran más tiempo los podrían dejar encerrados en la sala de comunicaciones, pero al ver que tienen comunicadores internos, vendrían a ver dónde están y nos encontraremos a otra patrulla de frente. También está pensando que podrían cortar el suministro eléctrico, esos les daría más probabilidades de sobrevivir, ya que se conocen la base mejor que los asaltantes, pero menos de cumplir la misión, ya que habría consolas apagadas o incluso puertas bloqueadas. Siempre parece que lo que ganan por una lado lo pierden por otro. Así que se sigue estrujando el cerebro mientras esperan pasar.

Lucie sudaba en frío y le dolían los dedos de apretar el cutter, solo aflojo la mano cuando vió que desaparecían dentro de la sala de comunicaciones, su sala.

No solo tenía la mano agarrotada, todas sus articulaciones estaban en tensión y cuando trató de moverse le costó cambiar de postura. Al parecer el abrigo colgado había despistado a los maleantes por eso habían perdido interés en seguir registrando el almacén. Tenían vía libre para salir, el problema era evitar el ruido que la puerta de acceso a la Sección Central.

En ese momento se le ocurrió algo. Podría inutilizar las puertas y dejar a los indeseables esos encerrados lo que les daría una ventaja, además si al salir del almacén hacían lo mismo con las puertas siguientes evitarían que nadie les siguiera. La idea se fijó en su cabeza pero antes prefirió consultársela a la doctora*.

-¿Doctora?- Dijo en un susurro - Creo que podría desactivar el sistema de apertura del acceso a la sala de comunicaciones.*

No problemo. Qué otra cosa podría haber dicho. Tienie sistiema die acción manual por si sie estropiea el motor, ¿da? Se acercó a la puerta y, de un cajetín que había en una de las jambas extrajo una llave allen de dos dedos de diámetro. Iaquí tornillio quie liberia tracción mecánica. Hizo un esfuerzo rápido apretando los dientes tras encajar la llave allen en un hueco exagonal: aquello estaba un poco duro, porque no había hecho falta accionarlo nunca. Da. Luiego, con maniviela se muieve puerta: señaló una pequeña manivela con la que se podía mover el piñón que, aplicado a la cremallera superior de la hoja de la puerta, podía hacer que se moviera con facilidad, gracias a la ley de la palanca, pero con una lentitud exasperante, dado que la puerta debía ser muy pesada o algo, y la multiplicación necesaria para la poca fuerza imprimida con la manivela hacía que el vector de movimiento resultante fuera muy pequeño.

Accionaba aquello con frenesí, ñiqui, ñiqui, ñiqui, maldecía el ñiqui, ñiqui. Deseaba haber engrasado mejor aquel sistema cuando tuvo tiempo. Claro que eran tareas que iba dejando para poder acabar la última novela que se estuviera leyendo, de las muchísimas que tenía. Tenía demasiado vicio con la lectura, y eso se pagaba. Claro que Faulkner era Faulkner...

La puerta iba más lenta que el caballo del malo. Harían falta bastantes vueltas para que cupiera una persona por ahí. Markus, sudando la gota gorda, miraba asustado a la sala de comunicaciones, donde estaban los malos.

Mientrias se abrie iesto, ponieos ahí por si pasa uno die iesos tierroristas y lie dais en la cabieza.

Ñiqui, ñiqui, ñiqui. A cada ñiqui la puerta se movía apenas un milímetro. Era desesperante.

De repente se dio una palmada en la cabeza. ¡No problemo! Markus idiota. Hizo un click por algún lado. Maniviela para cuando hay piesión o dificultiad en guías puierta. Liberada por completo de cualquier mecanismo, empujó la puerta con algún esfuerzo pero mucho más rápido.

Mientras hacía esto, escuchó las palabras de Bernard. Puies abrie iesa puierta. Dalie al botón y el ruido diel motor los atraierá. Quié álguien lo haga... Markus priepara para bloquiear iesta cuando todos iestiemos del otro liado. Entonces habló Lucie. Todo esto era muy confuso. Markus bloquiea iesta. ¡Vamos! ¡Vamos!

Sensación de alivio, de falsa tranquilidad. No se podría explicar de otro modo la sensación y el ánimo del grupo de "proscritos" en su Base. Como pensaba Bernard, el hecho de verlos, mas que bloquearles, había desmitificado la imagen que le miedo, el pánico, había creado en la mente de cada uno de ellos, y es que como dijo alguien en algún momento, quizá en algún libro de literatura fantástica: "El miedo mata a la mente"... Pero era una tranquilidad falsa, pues los proyectiles de esos subfusiles, como les hubiera dicho Antonio, el guarda de seguridad, de haber estado con ellos, podían penetrar casi un centímetro en acero a menos de 100 metros de distancia.

Pero nadie pensaba en eso ahora, la pequeña victoria que había supuesto que los terroristas no descubrieran a la pelirroja había echado las mentes a trabajar, y se trataba de mentes muy brillantes que, en situaciones límite, estaban acostumbradas a dar el 110%: ese había sido un requisito para reclutarles para aquel trabajo. Sin embargo, lo crítico de la situación, la incertidumbre de no saber cuanto tardarían los terroristas en salir de la Sala de Comunicaciones, hacía que las ideas brotaran sin orden, tal y como se exponían en un brainstorming de un lobby de la Bolsa.

Atendiendo a la petición de la Doctora Mellows, que veía el cielo abierto pudiendo acercarse, aunque fuera un poco, al Módulo 505, el habilidoso siberiano desconectó el mecanismo mecánico que abría las puertas que daban al pasillo hacia la Sección Central, y tras un breve lapsus, aplicó un presión momentanea en la hoja de la puerta, y esta se deslizó sin apenas ruido sobre sus rodamientos. Por su parte, la mente científica del alemán, el Biologo Doctor Schmitt, trabajaba a todo tren en la posibilidad de que, cuando saliesen los asaltantes, se dirigiesen a investigar el Almacén Secundario, activando el pulsador que abría la puerta al pasillo que dirigían hacia allí: quizá así pensaran que los que quedaran aun libres de su garra se atrincheraban allí, donde además se encontraba la Armería de la Base.

La Doctora había respirado tranquila cuando Markus había abierto la Puerta hacia la Sección Central sin aquel ruido del mecanismo hidráulico que parecía tener que avisar cada vez que una puerta se abría, y, al principio, había mirado con cierta reserva a Bernard, pero, aunque levantó un dedo como para replicar, pues había pensado en la posibilidad de que los asaltantes pensaran, no que habían entrado, si no que habían salido de dicho almacén, al Principal: — Sí, podría funcionar, pues, aunque pensaran que habíamos salido de él, se dedicarían a peinar este Almacén, en lugar de volver a la Sección Central... — reconoció a su brillante pupilo. Pero entonces frunció el ceño, sucio de polvo y grasa, tras haberse tirado tras aquellas latas de aceite: — Te dará tiempo a cruzar las puertas hacia la Sección Central, y a que Markus bloquee el mecanismo para que no se abra...?? — La manera en que se mordisqueaba el labio inferior decía que no las tenía todas consigo.

Entonces fue cuando Lucie tocó un palo en el que ninguno había pensado hasta ahora: la Base era uno de los llamados "Edificios Inteligentes", y todo lo que que ocurría en la Base estaba interrelacionado, por lo que se podía controlar desde el ordenador central..., sin embargo, este se encontraba en la Sala de Control. Si quería hacerlo, Bedoin tendría que conectarse a la consola, y "hackear" el sistema: posible, aunque dificil, pero desde luego, no inmediato... Mellows miró interrogativamente a todos sus compañeros. No sabiendo nada del tema, les preguntaba, sin palabras, si era factible. O compatible con la idea de Bernard. O incluso si se entorpecerían ambas.

Mientras se tomaban los segundos que no tenían para pensarlo, la estática del sistema de megafonía chasqueó un par de veces, levemente, antes de dar paso a una voz profunda, que todos reconocieron al instante como la que, en árabe, había informado a sus hombres, preguntando por el paradero de la Doctora Mellows. Solo que esta vez, hablaba un perfecto inglés, casi tan puro como el de la propia doctora:

— Buenas tardes a todos, les habla la persona al mando en la Estación en estos momentos: tanto el Director, el Sargento Martin Harris, como su Jefe de Seguridad, el Capitan Bullock, como el Asistente del Departamento de Investigación, el Doctor Elías Monteros, así como a la mayoría de los trabajadores de la Base están en nuestro poder, así que les pido, a los que aun se encuentran en paradero desconocido, que se entreguen. Los civiles no tienen por qué sufrir daño alguno: en cuanto consigamos aquello que hemos venido a buscar, nos iremos sin causar ningún daño, siempre que no nos obliguen a ello... — En ese momento paró, dejando un par de segundos para que el mensaje calara, antes de proseguir: — Para ello, necesitamos que la Doctora Mellows se entegue y coopere. Doctora, — se dirigió a ella de forma directa — podemos hacer esto de forma fácil o difícil, en su mano está, pero le advierto que el Capitán Bullock no tiene mucho tiempo, y solo dejaremos que le trate el equipo médico si usted se dirige ahora mismo al módulo de conexión exterior... Es un tipo duro, sin duda, pero esas heridas no tienen muy buena pinta... — El sistema de comunicación se cerró de nuevo, y el silencio se hizo de nuevo en el pasillo en el que se encontraban.

Aquello fue un mazazo directo al mentón de la reputada Bióloga. El modo frío en que el extraño había planteado el trato ponía sobre los hombros de la Doctora la vida del Capitan Bullock, encargado de la Seguridad. La mujer bajó los hombros y la cabeza, y empezó a sollozar, apretando con fuerza los ojos, tras las manos con las que se los tapaba. En apenas unos segundos, tragó saliva con fuerza, despejando sus ojos, humedos, lo que hizo que el rímel se le fuese fundiendo en goterones negros: — Si me entrego, quizá el señor Bullock salve la vida, si lo que han dicho es cierto: además, además de mi, tanto el Director Harris como mi colega, el Doctor Monteros, saben los códigos para abrir el Módulo 505. En cuanto sospechen que Elías (el Dr Montero) lo sabe, no tendrá sentido que yo me esconda... A no ser que lleguemos antes hasta el módulo, y pueda destruir la información... — Volvió a cerrar los ojos con fuerza, para abrirlos y preguntar: — Que debo hacer??!! — preguntó con amargura...

El pequeño Markus, que parecía un muñeco de trapo, miró con ojos lacrimosos de lemur a la doctora. Tan inmóvil el rostro que solamente se podía ver el movimiento de un solitario lagrimón mejilla abajo.

Gilipollias, dijo con aquel susurro resonante. Sion unios gilipiollias, esos mangiantes morios de mierdia. No había temblor alguno en su voz, ni tristeza. Hablaba en un tono conversacional. Se rascó las canas abundantes. Ni casio. Si lie dias la informiación, lie da igual matiarlo. Si no sie la das, lie nieciesita vivo, así que lie atiendierá las hieridas. No problemo, doctora. ¿Da? Le dio una palmada confianzuda, apropiada para un camarada más forzudo que la bióloga. Tenía unas manos pequeñas y delicadas, pero al tacto parecían de madera de pino.

El pasillo formaba una cámara estanca por si se daba el caso de una descompresión. Como todas las habitaciones en la base, era un módulo independiente del resto, que se podía aislar tanto mecánica como manualmente (por eso de los casos de emergencia). Una vez cerrada la puerta, Markus se propuso trabarla, como si al otro lado hubiera chorrocientas atmósferas de presión, que es lo que ocurriría de haberse producido una grieta en la estructura. Intentó, además, que no se pudiera destrabar del otro lado. Eso igual era más complicado pero, oye, tenía un puñetero soplete de acetileno.

Cuando terminara con esa puerta, se pondría a destrabar la siguiente para abrir con total discreción una ranurita y poder espiar al otro lado.

El científico teme caer en la desesperanza como su compañera Ella, abatida y pensando en las consecuencias de sus actos, de todo lo que depende de ella, de las vidas que puede o no puede salvar, está en estado de shock. Bernard no sabe muy bien que decir, él no es de saber lo que decir en el momento oportuno, que coño, si hasta le cuesta ligar por internet y eso que tiene tiempo para pensar las frases. Así que hace algo sin pensar.

-¡Problemo, espera!- le grita mientras sale a la carrera, si no es capaz de decirlo con palabras, lo dirá con actos, o por lo menos eso intenta mientras esquivando cajas y saltando un palé, corre por uno de los pasillos creados por montones de material hasta el techo, mientras, iba pensando lo que iba a hacer, le daba tiempo, seguro que sí, tenía que demostrarla que estamos con ella.

Llega hasta la puerta que comunicaba con el otro almacén casi golpeándose contra la pared. Dio unas cuantas respiraciones fuertes, como quien se va a lanzar al agua congelada, y aprieta el botón de apertura de la puerta y sin mirar atrás, corre de vuelta.

Nunca ha sido un gran atleta y siente algún pinchazo en un tobillo, casi seguro que un tirón en la otra pierna, pero no puede parar, tiene que conseguirlo, aprieta los dientes así que salta sobre cajas, se apoya en un tubo y pasa por debajo hasta llegar de nuevo a la salida con el resto, jadeando, en su mano sostiene algo de metal que cogió en su loca carrera través de la nave, y se la entrega al ruso para que soldándola de este lado, entre la puerta y la pared, no puedan abrirla desde el otro, pero por aquí se pueda quitar con un martillazo.

Por si no queda clara mi postura después de todo eso, miro a la doctora y asiento enérgicamente. Seguiremos hasta el final de las consecuencias.

La francesa quedó helada, si lo que el terrorista decía era cierto su grupo era el único que podía destruir la información en el módulo 505. Todo depende de nosotros...- pensó.

-Se me ocurre que puede usted compartir con nosotros los códigos y entregarse mientras terminamos el trabajo.- Lo dijo sin emoción en su voz ni interés alguno en abandonar a la doctora a su suerte - Pero como bien dice Markus, el hecho de que usted se entregue no creo que cambie nada.- Lucie empezaba a pensar que todo terminaría, esos terroristas árabes no dejarían a nadie vivo y, tarde o temprano les encontrarían pero tenía que ser antes de borrar los datos. Meneaba su cabeza en gesto negativo mientras pensaba qué hacer.-Yo creo que debería ir a la Sala de Control y tratar de hackear el sistema para poder controlar los accesos, si lo consigo nos dará ventaja y si no... bueno, al menos lo habré intentado. En cuanto acabe os alcanzo.

Entonces Bernard actuó dejando abierta la puerta al almacén secundario, sin duda eso despistaría a los terroristas cuando salieran de la Sala de Comunicaciones. Lucie se sorprendió de la habilidad del científico y le sonrió al llegar. - ¡Guau!, bien hecho Bernard. 

Ahora estaban en la Sección Central tenían casi al lado el acceso a Sala de Control solo tenía que conseguir acceder al los sistemas a través de una consola. Lucie sabía que era una operación sumamente difícil pero creía que era en lo único que podía ayudar, se puso en marcha.

La doctora Mellows agradeció, cerrando los ojos durante unos segundos, el apoyo de sus compañeros. Era probable que, sin él, el peso de la responsabilidad le superase, pero ellos habían cerrado filas en torno a ella. Les sonrió cansadamente, mientras ellos proponían incluso planes a futuro: habían llegado, no solo a ayudarla, si no a formar parte activa en aquello que ella tenia que hacer.

Markus empezó a preparar su soplete para bloquear la puerta, mientras Bernard, cuyos nervios habían disparado su adrenalina hasta límites insospechados por él, se lanzó a una carrera ciega por el caos que era la Sala de Almacenamiento Principal hasta llegar a la puerta que daba al pasillo del Almacen Secundario, y presionó el botón que la abría, activando el mecanismo que la mantendría abierta. Sospechaban que el ruido del sistema de apertura alertaría a los terroristas, por lo que volvió incluso mas rápido que antes, agarrando algo a la carrera. Cuando llegó, cediendole la placa de metal a Markus para reforzar el cierre que este haría de la puerta que acaban de abrir, Lucie volvía a proponer a la Doctora compartiese sus secretos, de cara a tratar de asegurar que la tarea llegara a buen fin, pero Mellows volvió a negar con la cabeza:

— He de hacerlo yo, Lucie. Juré hacerlo, en caso de que surgiese una eventualidad como esta...

Cuando la francesa propuso ir sola a la Sala de Control, la doctora dudó: — Estás segura?? — preguntó — Si hay alguien allí, estarás perdida, y es posible, teniendo en cuenta que desde allí se controla casi todo lo que ocurre en la Base...

Acababa Markus de cerrar la puerta, con todos ya en el pasillo, aplicando el fuego azul al estaño y al metal, cuando escucharon abrirse la puerta al pasillo de la Sala de Comunicaciones. Unos gritos en arabe sonaron amortiguados, seguido por dos pares de botas corriendo. Parecia que, de hecho, habían mordido el anzuelo.

Markus desbloqueó de nuevo la otra puerta, aplicando presión a una de las hojas, y a traves de la breve linea de visión, la enorme Sala Central parecía vacía...

Markus aprovechó que tenía encendido el soplete (el calor en el pequeño pasillo había aumentado mucho cuando efectuó la soldadura) para dar un chuflazo a la cámara de seguridad, antes de salir. Con el soplete apagado ya, manipuló los controles de la otra puerta y la abrió una rendija, sigiloso. En no viendo a nadie...

Siegunda puierta a la dierecha. ¿Da? No gente a vista. Se le ocurrió que, quizá, podría cortocircuitar la iluminación del complejo desde ahí... ¿Intento apagar luz? Ellos conocían bien el complejo y se podrían mover más o menos a oscuras.

Su plan, si es que se le ocurría alguna manera de provocar la oscuridad, era ir directo al grano. Segunda puerta a la izquierda. Derechitos a la sección 505. En realidad, con luz haría lo mismo. Ni se le ocurrió pensar que su vida corría peligro. En el fondo se lo estaba pasando bomba.

Da, se respondió a si mismo... No problemo. Buscó una canalización de cables y apañó un buen cortacircuito: chispazo y se apagaron todas las luces. Tres segundos después, la leve luminosidad de la luz de alarma iluminó las jambas de las puertas.

Sieguimos, y se puso a avanzar tal cual, sigiloso.