Partida Rol por web

Juegos internos

Capítulo uno: La carretera

Cargando editor
02/12/2013, 21:59
Bill Törnqvist

Los gritos del desconocido que yace en el suelo me sacan de mi ensimismamiento. Está asustado, como si acabase de despertar de una horrible pesadilla. De repente, clava la vista en un punto situado sobre él y levanta las manos en un inútil gesto de defensa. Qué raro. ¿Estará alucinando?

Entonces, en ese preciso instante, Kim ahoga un grito y deja caer el pañuelo que sujetaba en la mano. No la han sobresaltado los terribles alaridos, eso seguro, pues ya llevaban sonando un buen rato antes de la reacción de Kim. Ha sido otra cosa.

Poco después, el hombre anónimo muere, pero yo ya no estoy prestándole atención. Mi mirada no se aparta de Kim ni un solo instante. Su mandíbula está tensa y el blanco de sus ojos es perfectamente visible. No está nerviosa: está aterrada.

«¿Qué pasa, Kim? —pienso—, ¿qué has visto?».

Cargando editor
04/12/2013, 17:09
Director

Tras esperar un rato que se os hace eterno y en el que poca cosa aclaráis, vislumbráis al fin las inconfundibles luces de los servicios de emergencia, que no os cuesta distinguir en la tintosa negrura reinante. Al poco, podéis ver como dos coches de policía, escoltados por un vehículo de bomberos y dos ambulancias, llegan hasta vuestra posición. Los bomberos se ponen en acción de inmediato, aunque para cuando empiezan el coche ya no arde, sino que se ha convertido en un amasijo de rescoldos encendidos. Los técnicos sanitarios salen de las ambulancias y se disponen a atender a los heridos y a recoger lo que quede de los que no han tenido tanta suerte. Entre todo el movimiento que se desata a continuación, un agente de policía se aproxima a vosotros. Es un hombre de mediana edad, de cabello rubio ceniza y rasgos anodinos en su rostro congestionado y rubicundo. A pesar de su aspecto poco impresionante, parece manejar bastante bien la situación, y se lo ve entregado a la causa.

Cargando editor
04/12/2013, 17:21
Teniente Graham Chesterton

Saludos. Soy el teniente Graham Chesterton, y espero que se encuentren ustedes bien —se presenta el corpulento agente—. ¿Qué ha ocurrido aquí, caballeros?

Mientras el teniente Chesterton habla con vosotros, podéis ver de reojo a uno de los miembros del personal sanitario, que se retira a uno de los lados de la calzada. Parece joven e inexperto, como demuestra el hecho de que cae de rodillas y empieza a llorar y a vomitar de forma incontenible. Sin duda, no estaba preparado para el horror que ha ocurrido esta noche.

Notas de juego

Hala, a declarar. Vosotros sabréis si se lo contáis todo o no (no miro a nadieee...).

Cargando editor
05/12/2013, 08:04
Pierce Logan

Me acerco despacio, buscando la cartera en mi bolsillo. Cuando le muestro la placa y me identifico, tuerce el gesto. No lo gustan los polis de otra demarcación en su jurisdicción, pero agradece mis esfuerzos. Cortesía profesional. Además, me conoce; mi fama me precede.

Otro punto negativo.

Le explico de manera somera lo sucedido, sin entrar en grandes detalles. Las marcas en el asfalto y la tierra lo corroboran. Le hago entrega de la documentación y los objetos que portaban: carteras, llaves, móvil roto,...

Pese a que no le hace ninguna gracia mi presencia, me trata con la formalidad respetuosa de los polis que no son de la misma jurisdicción, pero que se respetan profesionalmente. Pese a su apariencia rubicunda, casi bonachona, sus ojos ya han adquirido el duro frío del diamante. Puede que no sea un hombre de acción, pero hará cuanto esté en su mano para sacar adelante su trabajo con la mayor eficiencia.

Observo de soslayo al joven sanitario. Llora y vomita doblado sobre sí mismo, de rodillas en el suelo. No es una reacción habitual entre los nuevos (la de llorar, digo; vomitar suele ser la más común), lo que me hace pensar en que o el shock por su inexperiencia ha sido inmenso, o conocía a alguno de los yacientes.

Quizás supiera quiénes eran todos los ocupantes del coche, incluso su procedencia. Si, como ha dicho antes Bill, venían de Coppercreeck, o simplemente de correrse una juerga en el pueblo de al lado.

Le explico a Chesterton nuestra situación, solicitándole un examen médico para mis compañeros, y me comprometo a efectuar un informe al respecto, tomando declaración a todos(es más fácil hacerlo todo desde la ciudad, desde mi comisaría que hacer que los chicos se desplacen hasta el pueblo a ser oídos en declaración; no creo que les hiciera demasiada gracia), y ha remitirlo por fax desde mi comisaría a la menor brevedad.

Comienza a dar órdenes para que se nos identifique para poder localizarnos luego por si hubiera que asistir a algún juicio en la demarcación. Chesterton me da la mano y se gira para hablar algo con los bomberos.

Me acerco un momento al hombre-bilis. Tengo curiosidad.

Cargando editor
05/12/2013, 08:20
Pierce Logan
Sólo para el director

Bien, aparentemente Chesterton no se ha percatado de nada. la cámara de fotos permanece en mi chaqueta, y la llave suelta en el bolsillo pequeño del jeans, ese que todo el mundo usa para el mechero, o del que todo el mundo se pregunta para qué sirve.

Yo siempre le encuentro alguna utilidad.

Sigo dándole vueltas a qué hacía la Miranda Ashton-Clarke tan lejos de su hábitat natural con ese tipo. La teoría del grupo de trabajo de Coppercreek sigue cobrando peso.

El sanitario se vuelve a doblar y a expulsar una nueva arcada. Creo que ya ha llegado a la primera toma de lactante de su vida.

Cargando editor
05/12/2013, 08:53
Kimberly Richmond

Parecía que nunca iban a llegar pero por fin lo hacen. Policía, bomberos, ambulancia… Sólo les hace falta una canción gloriosa para hacer una entrada por todo lo grande, en plan “ya están aquí los héroes salvadores”. No han salvado una mierda. El coche lleva ardiendo varios minutos y para cuando ellos llegan ya no hay nada que hacer. Y de los dos que hay en la calzada… Quizás si se dan prisa y hacen su trabajo en vez de llenarlo todo de vómito –que de eso me encargo yo- podrían salvarles. Al menos a la chica.

- Hola –respondo sin mucho entusiasmo al saludo cuando el policía de uniforme se nos acerca. Yo aún sigo visiblemente nerviosa, como temiendo que esto no se termine nunca, inquieta. ¿Asustada? Puede que un poco. Nos ha ido por bien poco. Podríamos haber sido esos chicos que están sobre el asfalto. Mejor no pensar en ello.

Nos mira uno a uno, como inquiriendo con la mirada que le respondamos. Cuando mira a Pierce no le hace falta mucho más estímulo para sacar raudo su placa e identificarse como compañero de oficio. Bueno, al menos no me he equivocado con él. Pierce le cuenta su versión, supongo, porque se ponen los dos de palique mientras yo me dedico a observar por los alrededores. Qué oscuro está todo. No podíamos haber tenido el accidente nada más salir de la ciudad, no. Tiene que ser en mitad de la nada.

Al cabo de un rato, supongo que tras hablar con Pierce y corroborar algunos datos, se acerca a mí para preguntarme sobre lo ocurrido. ¿Es que es ciego? Ruedo los ojos en blanco y me cruzo de brazos, aunque lo que busco es abrazarme a mí misma para entrar en calor. La estufa gigante se ha apagado y se echa de menos.

- Básicamente, Pierce esquivó a tiempo a ese lunático que conducía el coche estrellado contra el árbol y no estamos muertos de milagro –pongo cara de resultar obvio que es cierto lo que digo porque no estamos entre amasijos de hierro ahora mismo. Tras esa necesaria pausa, continúo- Mire, estábamos conduciendo por nuestro carril y a lo lejos vimos el otro coche. Creo que todos nos fijamos en él, porque hacía mucho rato que no nos cruzábamos con nadie por esta carretera. Y de repente, ¡zas! Luces largas y se cruzan en nuestro carril, conduciendo directamente hacia nosotros.

Aguanto su mirada inquisitiva. Es algo natural. Cuando un policía me ve, no ve a una persona, ve a alguien que tendría que estar delinquiendo o pudriéndose en el calabozo. ¿Cómo pueden ser tan hipócritas? ¿Cuántas veces ha salido a la luz la corrupción bestial que existe en el cuerpo de policía de cualquier estado? ¿Deberían de ir con piercings y tatuajes por ello en vez de uniformados? Qué estupidez…

- Bueno, ¿nos van a llevar a casa, al hospital o qué? –le pregunto para sacarle de sus pensamientos, que seguramente serán muy parecidos a los que yo he tenido sobre él.

Cargando editor
05/12/2013, 12:46
Eli Farrow

Elisabeth se quedo quieta mientras los integrantes de la seguridad llegaban para atender al grupo, nunca se le había dado del todo bien tratar con la gente que estaba por encima de ella, profesores, policías, cualquier cosa que tuviese algo de autoridad le aterraba en menor o mayor medida. Así que simplemente se quedo quieta mientras era Pierce quien hablaba con ellos. Era la mejor decisión, el había demostrado tener mas capacidad para hacer esas cosas mientras que ella... Solo podía ayudar, y en ocasiones ni eso.

Eli piensa en acercarse a Chesterton y identificarse... ¿Era eso lo que tenía que hacer?, pero no podía, su miedo irracional a ese tipo de personas le impedía moverse. Intento dar un paso mientras de su boca escapaba un leve suspiro, pero era algo inútil. Bajo la cabeza y se cruzo de manos para rebajar el frío de la noche mientras iba caminando al coche en el que habían llegado, se sentó en el asiento trasero y se quedo allí esperando a que todo lo de fuera se solucionase solo.

Como hacía siempre. Aislada, esperando.

Cargando editor
05/12/2013, 14:45
Bill Törnqvist

Tras una larga espera, parece que por fin llegan los de emergencias. Un poco tarde, pero bueno. Si llegamos a ser nosotros los del otro coche... Prefiero no pensarlo.

Cuando el teniente Graham Chesterton se presenta y empieza a hacer preguntas, no puedo evitar torcer la boca. Me incomoda la idea de tener que hablar con él. No es que esté nervioso ni nada parecido, pero los intercambios de obviedades con autoridades incompetentes me pueden. Es una suerte que Pierce se adelante y tome las riendas de la situación, aunque creo advertir que a él tampoco le emociona demasiado. Tanto da.

Busco un lugar para refugiarme, y de repente mis ojos se cruzan momentáneamente con los de Eli. Ella finge no haberme visto y entra en el coche. Yo no me lo pienso.

—Qué pena que no hayan traído una escoba y un recogedor —bromeo al entrar en el coche por la otra puerta—. Es todo lo que les hará falta. —Suelto una única carcajada inusualmente aguda y miro a Eli, buscando en su mirada una complicidad que no encuentro—. Oye, se está bien aquí. Ahí fuera hace un frío de cojones.

Hago una pausa para mirar detenidamente a la muchacha. Joder, qué guapa es. Podría tratar de hacerle un retrato, pero no haría justicia a esos hermosos ojos azules ni a ese pelo tan bonito.

De repente, cobro consciencia de que quizá mi mirada esté siendo demasiado intensa, así que la aparto.

—Pero tú no has venido aquí a refugiarte del frío. Has venido a refugiarte de la gente. —Sonrío mientras miro a la chica de reojo durante un instante—. ¿Sabes? Mi hermana siempre me dice que si me abriera un poco más... si me diera a conocer, los demás verían la gran persona que soy. —Me encojo de hombros y vuelvo a desviar la mirada antes de proseguir—. En mi caso sé que no es verdad, pero tú... Tú, en cambio, sí que podrías aplicártelo. Tu miedo está privando al mundo de algo hermoso.

Me quedo en silencio, sin saber qué añadir. Me rasco la palma de la mano izquierda con el dedo corazón de la derecha antes de sorber por la nariz y abrir de nuevo la puerta del coche.

—Y para que no pienses que estoy intentando ligar contigo, me voy. —Pongo un pie en la carretera, pero me lo pienso mejor y vuelvo a entrar al coche, cerrando de un portazo—. ¡Uf, mejor no! Hace frío de verdad... Me quedo, pero te prometo que me estaré calladito.

Miro mi reflejo en el espejo retrovisor, pero quien me devuelve la mirada no soy yo, sino un completo extraño. Alguien siniestro. Alguien peligroso. Tal vez sí que sea yo mismo.

Cargando editor
05/12/2013, 23:31
Eli Farrow

Eli se sonrojo como una niña pequeña avergonzada, le pasaba con todo comentario minimamente halagador que la chica se viese sufrida a escuchar. Aparto la mirada con un gesto rápido y burdo para evitar entablar demasiada conversación, se encontraba ruborizada. No estaba acostumbrada a tener muchas interacciones con otras personas y no se consideraba a ella misma como algo hermoso si no mas bien todo lo contrario, se odiaba hasta lo mas profundo de su alma. Por esas razones los halagos no eran algo de su agrado, no por que los odiase o sintiese que no debiesen de ser malgastados con ella, que lo pensaba, si no por que no entendía como responder a ello. Esa situación le era desconocida, ya estaba amoldada a la idea de que iba a pasar su vida sola y sin tener que responder a esas cosas...

-Gracias... Pero no creo que nadie quiera conocer lo que hay...

La frase empezó casi en un susurro y la frase final fue casi imperceptible, mas bien parecía que se lo decía a ella misma. Mientras la chica miraba por la ventanilla del coche la oscuridad del bosque cuyos arboles estaban iluminados de una manera tenue por el crepitar de las llamas, las sombras danzaban de una manera hipnótica. El bao que salia de su boca remarcaba el hecho de que la chica estaba helada, dejo una marca que se consumía lentamente en el cristal y se acrecentaba cada vez que ella respiraba. La chica estaba quieta y sus ojos posados al otro lado en realidad no estaban viendo nada, ella estaba perdida en lo mas recóndito de su mente pensando en lo que Bill acababa de decirle. Quizás fuese verdad... O quizás era una trampa mas del destino, como todo lo que le había pasado hasta ahora.

Elisabeth sentía la mirada de Bill sobre ella, le quemaba por dentro. Pero el no era una mala persona, no lo veía como una. Y se sentía mal por estar así después de que él se esforzase por alegrar un poco aquel circo de los horrores. Así que se dio la vuelta y lo miro a la cara algo mas convencida y le dedico una sonrisa.

-Gracias. Dijo entrecerrando los ojos en un gesto algo ñoño. Luego aparto la mirada de nuevo hacia la ventana ausentandose en sus pensamientos.

Cargando editor
06/12/2013, 10:55
Luke LaPonte

Un poco ajeno a todo lo que está ocurriendo, me hago el remolón el tiempo suficiente como para que sean otros quienes tomen la iniciativa a la hora de hablar con el policía que acaba de llegar, acompañado del Séptimo de Caballería. Cuando es obvio que no puedo dilatar por más tiempo mi cooperación, suelto un resoplido de hastío, preguntándome dónde se habrán metido Eli y Bill. Pero esas personas que han muerto y la pobre chica a la que bien podrían recoger con una pala no tienen la culpa, así que doy un paso al frente, con los brazos cruzados y la mirada indecisa.

Buenas noches, oficial —¿«Oficial»? Creo que no podía resultar más evidente que mi experiencia con los agenes de policía se reduce básicamente a las películas detectivescas que solía devorar con fruición—. Verá, formamos todos parte de un grupo de psicoterapia. Nuestro terapeuta es el doctor Robert Moore, y él nos recomendó que participáramos en las actividades de convivencia para personas en riesgo de exclusión social de la doctora Jocelyn Beckett. Ya sabe, las que tienen lugar en la mansión Coppercreek... —Parezco un papagayo repelente, y no logro evitar que una parte de mí se sienta orgullosa —. Nos cruzamos con ese vehículo, un SUV de algún color oscuro, perdone que no pueda ser más conciso. Y entonces... Entonces, de repente, el SUV puso las luces largas y se saltó la línea de mediana, así, sin avisar. Por suerte, su colega Pierce Logan es un avezado conductor y consiguió salvar nuestras vidas. No... No tuvo tanta suerte con los ocupantes del otro coche...

Mientras continúo soltando mi perorata como un presentador de televisión, a mi mente vuelven imágenes enterradas en mi recuerdo. Pero esta vez, para mi sorpresa, no se trata del accidente en el que murieron mis padres... Esta vez es otra cosa. Me ruborizo y me avergüenzo de mis propios pensamientos. ¿Cómo puedo estar pensando en eso en este momento tan terrible? Tal vez sea algún truco de mi mente para tratar de rodar con el golpe de la situación. Oh, si tan solo pudiera dejar de analizar mis pensamientos a cada momento, todo sería mucho más fácil. Y menos doloroso.

Y eso es todo, me temo. Tal vez mis compañeros puedan contarle algo que yo no recuerde —mastico, en mi papel de perfecto ciudadano civilizado, mientras me giro hacia nuestro coche intacto, evidenciando que Bill y Eli están allí. Ojalá acabemos pronto con esto y podamos marcharnos de aquí. A mi asma no le vendría nada bien un resfriado. Afortunadamente, traigo una buena provisión de salbutamol, pero mejor es prevenir que curar.

Cargando editor
06/12/2013, 11:19
Teniente Graham Chesterton

Tras tomar declaración a Luke, el teniente Chesterton se dirige hacia donde están Bill y Elisabeth, y da dos débiles golpecitos al cristal de la ventanilla con su linterna.

Buenas noches. ¿Se encuentran bien? —os pregunta desde el exterior del coche, esperando a que salgáis para dar vuestra versión y vuestros datos de contacto.

Cargando editor
06/12/2013, 17:51
Bill Törnqvist

Cuando veo a Luke indicarle al teniente Chesterton nuestra ubicación, lanzo un suspiro cargado de resentimiento y tamborileo con los dedos en el reposabrazos del coche.

—Parece que al final no nos libramos —le digo a Eli con una sonrisa forzada. El agente golpea suavemente mi ventanilla con su linterna, deslumbrándome al hacerlo. Bajo el cristal sin poder evitar encoger los ojos. El muy inepto nos pregunta si estamos bien. «Estaríamos mejor si apartaras eso», pienso para mis adentros. El teniente nos pide que bajemos del coche. No podemos ir a ninguna otra parte, ya que estamos sentados en el asiento trasero, así que debe de haberlo hecho para tocar los huevos. Tomo aire y respondo a sus preguntas con monosílabos sin hacer el más mínimo intento por ocultar mi desgana. Hablar con un robot habría sido lo mismo. Cuando acaba su interrogatorio, ni siquiera recuerdo lo que me ha preguntado.

«Adiós, capullo».

Cargando editor
06/12/2013, 20:05
Eli Farrow

La situación no podía ser mas incomoda para la pobre Eli, Bill no le incomodaba, no demasiado. Pero el agente de seguridad no le caía en gracia, para nada. Se sentía vulnerable a su lado como si cualquier cosa que dijese ahora fuese a resultar nefasta.

-Estamos bien... Gracias. Dijo ella mientras abría con desdén la puerta del coche y salía al interior. Se quedo pegada a la puerta de brazos cruzados esperando a que el policía le dijese que podía partir, se sentía como un preso nada mas salir de la cárcel. Cuanto odiaba tener que dar explicaciones, ella solo quería que la dejasen en paz.

-Mis... -Eli paro un segundo de hablar y se rasco la garganta para después dejar escapar un pequeño estornudo causado por el frío- Mis compañeros ya le han dicho todo... Yo no puedo aportar nada mas, no vi nada...

Se quedo esperando en silencio para poder volver al confort relativo del interior del coche mientras se daba un poco de calor frotando sus manos.

Cargando editor
06/12/2013, 22:40
Teniente Graham Chesterton

Hmmm... —murmura el teniente Chesterton ante tu poco comprometida respuesta—. Está bien, jovencita. De acuerdo, ahora que tengo todas vuestras declaraciones, deberían ustedes acudir a una de las unidades móviles para que les hagan un chequeo preliminar. Aunque se sientan bien, podrían tener conmociones o lesiones internas de las que no son conscientes, y en ese caso habría que llevarlos al hospital. Vamos —os insta. Mientras el agente os acompaña a todos a las ambulancias, echa un vistazo de reojo a Pierce Logan, que está encarado con el joven enfermero indispuesto, y niega con la cabeza. Después se aleja hacia la carretera para examinar las marcas sobre el asfalto.

Cargando editor
06/12/2013, 22:49
Director

Pierce, mientras tu colega Graham Chesterton interroga a tus casuales compañeros de viaje, te acercas al joven enfermero que ha demostrado tan exagerada reacción. Cuando llegas a su altura, está recuperándose de sus espasmos, y te mira sombrío. Hay lágrimas en sus ojos, pero en su cara puedes ver algo más: ves miedo.

Cargando editor
06/12/2013, 22:54
Enfermero Dave

—Descuide, señor, me encuentro bien —murmura el joven, aunque no deja de temblar—. Llevo... Llevo dos semanas de prácticas, y nunca había visto nada igual... Es decir, en el hospital he visto heridas muy graves, gente que estaba muy mal... Incluso algún muerto —dice, sin excesivo afán por tener tacto—. ¿Pero tantos juntos? Y quemados hasta el hueso...

En ese momento, el enfermero vuelve a tener otra arcada. Esperas pacientemente a que acabe de vaciar su estómago. Cuando te mira, ves en su cara una enorme turbación y un gran nerviosismo.

Por favor... Solo quiero irme... Quiero irme de aquí... E-esto es muy extraño...

Notas de juego

Javi, tu habilidad de Detección de Mentiras te revela que este joven no está siendo del todo sincero contigo. Su malestar sí es genuino, pero te parece que está acrecentado por algo que se está guardando para sí...

Cargando editor
07/12/2013, 10:36
Kimberly Richmond

Tras la declaración me quedo observando el curioso cambio de escenario que ha adoptado el lugar del accidente. Donde antes parecía que nos tragaba la oscuridad de la nada, ahora está casi toda la zona iluminada con las luces de emergencia y los faros de todos los vehículos. Me quedo inmóvil donde me dejó el policía mientras él seguía su trabajo y tomaba declaración al resto del grupo. No quiero parecer asustada, así que pienso en moverme poco para que nadie se fije en mi expresión, pero lo cierto es que no levanto la vista del suelo. Mi respiración se va acelerando a medida que pasa el tiempo. ¿Cuánto tiempo más vamos a estar aquí? ¿Es que no saben que es mal lugar para pasar tanto tiempo?

Al cabo de un rato luchando con mis temores infundados, me atrevo a levantar la vista y pasearla por todos los presentes, por toda la zona. Me fijo en que Pierce está hablando con un técnico de emergencias sanitarias. Bill, Eli y Luke vienen acompañados del policía de antes que nos insta a todos a acercarnos a las ambulancias. Eso me anima. Con un poco de suerte nos llevarán al hospital o a casa y a la mierda con esta absurda excursión, así que les sigo no sin antes pasear mi mirada una vez más por los alrededores.

Cargando editor
08/12/2013, 00:19
Pierce Logan
Sólo para el director

No, no me cuadra. No se llora de esa manera por desconocidos. Que vomite, vale. Tiene un pase. El olor a pelo quemado y carne chamuscándose puede hacerte perder el apetito e, incluso, sentir aversión (en algunos casos, de por vida) por la carne.

Pero ese llanto incontrolable.

De otro lado, tenemos su kinestesis. Todo su lenguaje corporal, al completo, me dice que miente, que sí sabe algo, que se lo está callando, y que la única verdad que ha salido de su boca es que quiere salir de allí.

Le miro de arriba abajo. Busco algún signo, algún abalorio extraño, algo que me pueda dar datos de su personalidad, de sus gustos particulares, de sus afiliaciones, algo de sí que pase inadvertido pese a estar completamente visible. Miro su piel, busco cicatrices, sombras de tinta en la piel, dedos tiznados de amarillo, piercings, un glifo o cualquier otro tatuaje minúsculo tras el pabellón auditivo,...

Sus ojos reflejan el nerviosismo que contiene al pánico subyacente; efectivamente, todo esto la parece raro, pero no sé por qué (¿la situación? ¿sus acompañantes? ¿acaso conocía a los ocupantes del vehículo? ¿ha visto algo raro que se me ha escapado a mí por no conocer los contextos que a él le son tan relevantes?), pero es su imperante deseo de supervivencia, el deseo de salir de aquí, de escapar inmediatamente, lo que casi le impulsa a salirse del pellejo y correr en la noche gritando como un alma en pena.

Pero, ¿por qué? ¿O sería mejor decir de qué o quién?

Me arrodillo a su lado. Veo que el teniente me mira a lo lejos, meneando la cabeza con desaprobación. Soy un metomentodo de ciudad y este es su gallinero; por muy compañeros que seamos, las intromisiones nunca son bienvenidas.

Miro al chaval directamente a los ojos; no hay mucho tiempo, y las cordialidades nunca han sido mi fuerte.

-Oye, chico -le susurro-, no me conoces de nada, y me olvidarás en cinco minutos, pero necesito que me digas qué está pasando aquí. Estás que te mueres por largarte ahora mismo, pero no sé por qué. Estás muerto de pánico, y estás tratando de colarme la jugada de que es porque nunca has visto quemados y llevas mucho tiempo. no dudo que seas novato, pero nadie llora por un muerto que no conoce. así que conoces a alguno o algunos de los accidentados. Voy con cuatro chavales que no conozco a una terapia de grupo, yo no les importo a ellos, ni ellos a mí, pero no estoy dispuesto a perder a nadie. Me siento responsable de todos. Acabo de luchar contra el fuego por sacar a seis personas de ese amasijo de hierros, he estado a punto de convertirme en el relleno de un cubo de KFC, y cuanto más veo lo que me rodea, menos me gusta. Y tú sabes algo.

Hago una pausa dramática. Sus ojos me miran nerviosos. Le brilla la piel como a una serpiente a la luz de la luna por el sudor.

-Háblame -le pido-, dime qué es lo que te da tanto miedo.

Mi respiración se ralentiza, casi se detiene. El tigre ruge en su montaña, aguza los ojos y tensa los músculos dispuesto a saltar sobre su víctima para cobrarse una vida.

"Ayúdame a entender toda esta locura", pienso para mis adentros.

Notas de juego

Fran , te acabo de exponer un montón de datos que mi personaje buscaría en el tuyo. Si puedes aportarme cosas al respecto, aparte de lo que él mismo me diga entre jadeantes susurros (XDDDD, breve licencia poética, el control es tuyo), bueno es: a lo mejor lo que para unos es un glifo de ankh, o un kanji, resulta que para Pierce es distintivo de una banda organizada, un grupo ecoterrorista o una sexta satánica (por poner algo), o de algún grupo contrario a los que te he puesto; o simplemente es un tatuaje y no puedo extraer nada del breve interrogatorio que intento efectuarle a este tipo.

Te digo un tatuaje, como una cicatriz, un pendiente de forma especial o caprichosa, o simplemente que tiene los dedos amarillo pollo de tanto fumar nerviosamente.

Ya me cuentas.

Un abrazo.

Cargando editor
08/12/2013, 19:16
Director

No, no es eso. No los conocía de nada, señor... Yo solo... Oh, Dios, necesito irme de aquí, por favor —Te mira unos momentos, y se da cuenta de que no tienes ninguna intención de dejar que se marche hasta que conteste a tu pregunta—. No va a dejarme, ¿verdad? Es solo que... Va usted a creer que estoy loco. Y tal vez lo esté... —Se queda mirando a la nada, con el ceño fruncido, como si estuviera muy concentrado en un recuerdo—. Nada más salir de la ambulancia, iba a comprobar el estado de las personas del coche, pero mis compañeros me dijeron: «Dave, tú mejor ve a ver cómo están los supervivientes». Y vaya si les hice caso, ¡no me apetecía nada seguir viendo cómo habían quedado esos pobres! Pero entonces... —Su rostro se congestiona y te mira, como pidiéndote permiso tácitamente para guardar silencio; su voz se convierte en un susurro—. Cuando me di la vuelta y me dirigí hacia donde estaban ustedes, vi algo. No me va a creer... Vi... a alguien más. Solo que no parecía... Simplemente estaba ahí de pie, justo ahí, al lado del hombre que está en el suelo. Muy cerca de usted... Pero cuando me quise dar cuenta, ¡ya no estaba! Dios, por favor, por favor, me quiero ir... No sé qué me pasa...

En ese momento, su voz se convierte en un quejido agudo. Las lágrimas vuelven a cruzar a sus pálidas mejillas, y empieza a llorar como un niño pequeño. Sea lo que sea que haya visto, o crea haber visto, lo ha dejado completamente trastocado. De un modo u otro, estás convencido de que ahora sí que ha sido sincero, así como de que, en su estado actual, no vas a poder sacarle nada más. Suspirando, te das la vuelta hacia las ambulancias, donde el personal sanitario está terminando de hacer los chequeos a tus improbables compañeros de viaje. Pero no puedes dejar de preguntarte... ¿qué ha pasado aquí realmente?

Notas de juego

El joven Dave tiene una apariencia que se ajusta completamente a lo que se suele considerar normal: altura media, ojos oscuros, pelo oscuro ni muy corto ni muy largo... Tal vez esté un poco ojeroso y algo delgado para su estatura, pero en todo caso nada extremo ni sospechoso. No ves tatuajes ni piercings asomando por ninguna de las zonas que su uniforme deja al descubierto. Lleva una bata de manga corta de color azul con pantalones a juego y acaba de quitarse unos guantes de vinilo que le han dejado un fino polvillo blanco en las manos.

Cargando editor
08/12/2013, 19:39
Director

Después de haceros pasar a las ambulancias, os van haciendo sucesivamente diversas pruebas, de una manera bastante apresurada, todo sea dicho: pulso, presión arterial, reactividad ocular, examen a vista de posibles contusiones externas... En menos de veinte minutos han acabado con todos vosotros, y os quedáis preguntándoos, ¿esto es todo? Después de casi tener un accidente mortal, ¿se limitan a realizaros estas precarias pruebas? Cuando todos volvéis a estar fuera, en el frío de la carretera, Chesterton se reúne con vosotros.