Provocaciones en el Vado

El viaje hacia Estemnet

Tal y como es vuestra costumbre, habéis designado la Casa de Cépa como vuestro punto de encuentro y es allí donde tiempo más tarde todos os volvéis a reunir, listos para el largo viaje que os espera.
Con el sol prácticamente en el cénit, montáis vuestros caballos y comenzáis a andar por las calles de Edoras en dirección hacia las puertas, trayecto en el cual sois saludados respetuosamente por aquellos que os reconocen y recuerdan vuestra cacería del troll del Folde Oeste. Una vez fuera de la ciudad y habiendo dejado ya atrás los túmulos de los antiguos Reyes de Rohan, avanzáis por el Gran Camino del Oeste hasta cruzar por el vado del Río Nevado, el cual sigue siendo transitable a pesar de que ahora es más caudaloso que antes debido al derretimiento de las nieves de las laderas de las Montañas Blancas. Sin embargo, ni bien cruzáis el vado, abandonáis el camino y tomáis la senda que lleva hacia el noreste, que es la que al principio bordea el Río Nevado pero que luego de dos días a caballo lleva directamente hacia el Vado del Entaguas, el único paso que conecta Oestemnet con Estemnet.

Mientras tomáis el nuevo camino, todos menos Barald, Galadan y Narieth recordáis que en el Vado del Entaguas se encuentra un campamento casi permanente de los rohirrim aunque con los conflictos internos que asolan la Marca ahora está dividido, con los seguidores de Éogar en la ribera oeste del Entaguas y los seguidores de Cenric en la ribera este.

Llevo mi caballo por las riendas cuando me junto a mis compañeros. Sonrío y saco un mapa.

- He estado mirando la ruta que vamos a seguir. Pero no tengo nada claro, así que confío en que me avisaréis de los peligros conforme avancemos. Ahora, partamos de aquí. La paz de la Marca nos espera, compañeros.

Subo al caballo, y ajusto mi cinturón. Me siento más ligeros en las bridas, más fácil de llevar el caballo. "Esto será un viaje placentero."

Aunque no estoy acostumbrada a pasar tantas horas sobre un caballo, la visión de los horizontes lejanos y la vitalidad de observar nuevas tierras tras cada promontorio hacen que mi cuerpo no sienta la fatiga. Earn me había hablado del precioso y cantarín Río Nevado, la belleza de las Montañas Blancas a medida que te alejas de ellas, y sobretodo de la antigüedad que rezuman de las aguas del Entaguas. Ese río debe nacer en un lugar incluso más antiguo que mi amado Lothlórien, y el anhelo de visitar su fuente me sume en un trance de sueños élficos, llenos con la historia de la edades que mi pueblo ha vivido, e imaginaciones sobre seres que se remontan al origen de la Canción.

A medida que voy cabalgando veo el vado que incontables veces crucé y que puedo hacerlo hasta con los ojos cerrados.

-No te preocupes, amigo Galadan, te será tan fácil como a cualquiera de nosotros- le contesto al gondoriano.

En el establo, limpio a Palafrén, me ayuda a pensar y prepararme mentalmente para lo que venga a continuación. Coloco la silla de montar, ajusto las cinchas y le coloco el bozal con las riendas. Antes de ir a buscar mis cosas le coloco la mano en el rostro del equino y cierro los ojos:Que nuestro viaje sea seguro y sin tribulaciones.-digo en voz baja ya que el sonido de mi voz relaja a Palafrén. 

Una vez recojo mis cosas, cojo las riendas del equino y lo saco andando del establo y nos dirigimos a la Casa de la Cepa. Allí veo como van llegando el resto y una vez estamos todos montamos en las monturas y caminamos por las calles de Édoras hasta las puertas de la ciudad. Le doy un toque a Palafrén para que cambio de paseo a trote al salir por las puertas para que ejercite las patas, dado que levaba un tiempo sin moverse, salvo para salir del establo y poco más. 

Cabalgamos por el Gran Camino del Oeste hasta alcanzar el cruce del Río Nevado, de allí cogemos el camino del noreste que nos lleva al Vado del Entaguas. Durante el camino mis compañeros hablan de trivialidades hasta que llegamos a ese punto:-Lo que más encontraremos serán bandidos si es que los Rohirrim no han acabado con ellos. Pero hay que mantenerse alerta las bestias de la Tierra media llegan incluso aquí.-dije mientras seguíamos cabalgando por el camino.

Una vez terminada la entrevista con el Rey, rapidamente nos vamos cada uno a preparar el nuestro equipo para el viaje. Una vez tengo todas las armas y pertrechos preparados me tomo un minuto para acariciar el morro de mi nuevo caballo, un joven destrero de gran tamaño que espero que me traiga fortuna en los proyectos futuros.

A continuación coloco la silla de montar y el resto de los bartulos de forma que no molesten a mi montura cuando tenga que galopar y raudo parto al lugar de encuentro donde espero ver al resto de grupo para ir en busca de soluciones para los problemas de la Marca.

Ya durante en el camino le contesto a Aldor. -Amigo mío, no creo que haya bandidos tan imprudentes para cruzarse en nuestra ruta y si los hay les daremos una buena lección. Y suelto una carcajada, no puedo evitar sentirme de buen humor rodeado de esta gente.

Sentado en el lomo de mi fiel Arofot comienza una nueva aventura y un gran número de emociones me inundaba. Estaba honrado por servir al Rey en una tarea tan importante, pero a la vez eso me hacia temerle más al fracaso. No quería fallarle a mi Rey, a mi gente, todo tenía que salir bien. Por suerte estaba rodeado de un gran equipo. Miré a cada uno de mis compañeros, no podía pedir mejores personas para compartir una aventura. 

Las palabras de Galadan me sacan de mis pensamientos. -Tendrás buenos guías mi amigo, aunque si te avisáramos de todos los peligros... ¿dónde quedaría la diversión?

Aldor expresó su preocupación al respecto de posibles bandidos y Barald respondió de manera muy acertada, si algún demente se nos cruzaba nos encargaríamos sin problema. -Después de vencer a un trol me asombra que te preocupen unos bandidos. Bromée. 

Con la nieve derretida y varios días sin lluvia, vuestra travesía por el camino del noreste resulta ser más un ameno paseo por el campo que un simple viaje y aunque las mañanas siguen siendo algo frías, la fuerza del sol primaveral os hace entrar rápidamente en calor. A vuestra izquierda veis las vastas llanuras verdes de Oestemnet, salpicadas por varias granjas y asentamientos menores y en donde innumerables manadas de caballos y de ganado bovino y ovino deambulan mientras pastan apaciblemente. Por otra parte, a vuestra derecha el terreno tiene una suave pendiente decreciente en donde se encuentran pequeñas arboledas de sauces detrás de las cuales discurre el Río Nevado en su trayecto hacia el Entaguas, a causa del deshielo las partes más bajas y pantanosas a ambos márgenes del río se encuentran completamente cubiertas de agua.

Tras unas jornadas de viaje, al atardecer del segundo día finalmente lográis avistar a la distancia el Vado del Entaguas aunque tal y como esperabais, el campamento de los rohirrim se encuentra dividido con alrededor de una veintena de jinetes de Éogar en la ribera occidental y dos docenas de guerreros de Cenric en la margen oriental. Sin embargo, desconocéis si en las tiendas que hay montadas en ambos lados del río se encuentra más gente.

Mientras que vosotros avanzáis hacia el vado, veis como los miembros de cada facción comienzan a reunirse en ambos márgenes del río hasta que de cada ribera surgen dos jinetes a lomos de sus monturas y avanzan por el vado, deteniéndose a poca distancia de sus respectivas orillas. Ambos están equipados para la guerra y mientras que el de la ribera este lleva la espada desenvainada, el de la oeste porta una lanza en descanso. Aunque al principio teméis que se trate de un duelo y que el atardecer se termine por teñir de sangre, tras escuchar las pocas palabras que os llegan a pesar de la distancia y también las risas y de los espectadores de ambas orillas, os dais cuenta de que se trata de algo diferente.
Todos menos Galadan y Narieth reconocen que se trata de un flitan, una ancestral competencia de insultos mediante las rimas y el ingenio, incluso Barald se da cuenta de ello ya que aunque en su pueblo cayó en desuso, el flitan no es exclusivo de Rohan sino que era una antigua práctica de todos los hombres del norte. Por lo general, el flitan es una competencia pacífica y en las celebraciones y reuniones los espectadores hacen uso de las risas y los aplausos para determinar al ganador, quien no solo recibe reconocimiento sino también una gran jarra de cerveza o hidromiel, la cual se suele compartir con el perdedor para que no haya enemistad. Sin embargo, en tiempos convulsos como los actuales, algunas rimas e insultos pueden malinterpretarse o llegar demasiado lejos y conducir así a la violencia…

Cuando el sol está a como mucho una hora de ocultarse y dar paso a la noche, finalmente arribáis a la parte occidental del campamento (la leal a Éogar) y tras acercaros a la orilla del Entaguas escucháis el duelo verbal de los dos jinetes, por lo que los presentes vociferan se tratan de Ashgar del Folde Oeste y Maerstan del Folde Este. El primero en hablar es el seguidor de Cenric.

“Con la fuerza de Solraudo, avanzo hacia el agua.
Canto junto Siemprebrillante, la espada invicta,
Siemprebrillante ahora resplandece, ansiosa y riendo a carcajadas”

“Vengo de las llanuras del este, soy fiel a Cenric y a su rica gente
Ofrezco tesoros relucientes y anillos de oro si te los ganas,
pero desprecio a Ashgar y solo le daré cicatrices y una rápida muerte.”

Acto seguido, el seguidor de Éogar toma la palabra.

“¡Con las piernas fuertes de Cascoférreo, yo avanzo por el vado!
Con el poder de mi lanza, perforo tu rica cota de mallas.
¡Con risas y una canción, tu sangre yo derramo!”

“Estoy con Éogar, fuerte y severo,
un guerrero probado en batalla, no un tejedor de palabras.
¡Sin embargo, piedad yo traigo, si Maerstan suplica como un perro!”

Inmediatamente, una nueva ronda de rimas comienza aunque estas son cada vez estas son más duras y crueles y si continúan así, puede que alguno de los dos reaccione violentamente y haya un derramamiento de sangre. Está más que claro que este conflicto no es problema vuestro ni seréis responsables de como acabe pero si vuestra misión es llevar la paz a Rohan, sería un buen paso calmar los ánimos entre la gente del Vado.

-Oh, justo hemos llegado al comienzo de un flitan. Galadan, Narieth, esta es una de nuestras tradiciones, presten atención y vean, han nacido muchas grandes amistades a través de esta costumbre, pero también han comenzado muchas peleas con ella. Estamos en un momento que puede ser determinante para nuestra misión.

El joven juglar pensaba que intervenir exitosamente en un flitan en una situación tan delicada podía ser útil para calmar las aguas entre los Mariscales.

Habíamos llegado justo a tiempo para presenciar una antigua tradición, el flitan. Por un momento pensé que eso podía ser bueno, pues al menos estaban luchando mediante rimas y no con armas, pero pronto me di cuenta de lo equivocado que estaba. 

Dengel se adelantó en dar una breve explicación a nuestros compañeros sobre la tradición, momento que aproveché para complementarla y explicar mi preocupación. -Se puede resumir en una competencia de insultos que, en circunstancias normales, traería risas y camaradería. Pero esos dos las están llevando al extremo, si siguen así en cualquier momento pasaran de las palabras a las espadas.

Mi mirada se pone algo sombría y mi tono de voz se pone más serio, lo que demuestra la preocupación que me causaba lo que estaba por decir. - Debemos hacer algo para evitar que eso suceda, porque en el momento que la sangre de un hermano sea derramada por otro, Rohan nunca volverá a ser la misma. 

Al vislumbrar los campamentos a ambos lados del río me alegro de haber llegado a nuestro destino. Acerco mi montura a beber en el límpio cauce, y observo que varios jinetes de Rohan se agolpan en ambas riberas. Recuerdo mis propias vigilancias en la frontera del Anduin, y la alegría que producía reencontrarse con alguna de las patrullas que retornaba tras haber cruzado el Gran Río. En un primer momento pienso que se trata de algo parecido cuando un jinete se adelanta de cada grupo,y empieza a vadear las aguas. Un intercambio de noticias, un relevo de guardia,... algo del estilo es lo que supongo que va a suceder, mientras observo a ese bravo pueblo con la puesta del sol, y entiendo la felicidad que sienten viviendo al aire libre, cabalgando sobre sus monturas por las praderas, acompañados de sus hermanos de armas. 

Pero los versos que se dirigen el uno al otro se tornan rápidamente en insultos y amenazas, y casi sin darme cuenta mis manos se posan sobre el arco. 

Dengal, el joven rohirrim que no había parado de cantar durante el viaje, y explicado historias sobre cada lugar por el que pasábamos, toca mi mano con suavidad, instándome en un ligero gesto a relajar mi actitud.

Su explicación sobre lo que está pasando da sentido a lo que veo, pero tanto él como Eothred destacan que el rito está yendo más allá de lo habitual. Ambos parecen dispuestos a intervenir, ya que la paz entre ambos grupos pende de un hilo o de una palabra mal dicha. 

- Confío en que vosotros sabréis cómo intervenir en esta extraña situación. No conozco vuestras costumbres, y no he vivido la contienda entre vuestros Mariscales. Confío en que vuestras palabras puedan calmar estas aguas, antes que se tiñan de sangre. 

El flitan, una tradición que se remonta de hace muchos años, en la cual se intercambian palabras e insutos, con rima y entonación, de normal la alegría y el jolgorio envuelven esta tradición pero en la situación en la que nos encontrábamos y ambos interlocutores parecen conocerse muy bien y saben bien que el otro no tolerará un exceso de bravuconeria e insultos. 

Eothred y Barald se preparan y yo hago lo propio para intervenir en cualquier momento en que se vea algún arma desenvainada. 

Cuando el día está llegando a su ocaso por fín podemos ver los dos campamentos del Vado del Entaguas, se ven numerosos soldados en ambas orillas preparados para la lucha, los peores augurios se ciernen sobre nosotros pero extrañamente, a medida que nos acercamos los oimos insultarse en lugar de luchar con el acero, cuando Dengal explica lo que están haciendo recuerdo que en algunos pocos pueblos mi gente todavía la utiliza para dirimir dispustas.

-Mejor luchar con la lengua que con la espada ¿pero cuánto durará esta situación antes de qué estalle en una batalla campal? Debemos evitar como sea el derramamiento de la sangre que solo haría que empeorar la situación y por tanto nuestra misión. Les digo a mis compañeros mientras encamino a mi fiel montura hacia el lugar a la vez que voy preparando discretamente mi lanza por si los rohirrim se descontrolan.
 

Llevo a mi caballo hasta la orilla, para que beba un poco. La competición de rimas me es una costumbre extraña; no he visto algo así nunca. Pero dicen que es tradición, y esa es la materia de Dengal. Eothred dice algo con mucha razón.

- Es cierto. Cuando la propia gente se vuelve contra sí misma, el pueblo estará maldito para siempre. No podemos permitir que suceda algo así. -"Y creo que tengo una idea sobre como detenerles. Aunque tal vez no sea especialmente sensato..."

Tras analizar brevemente la situación, os dais cuenta de que la mejor forma de afrontar la situación es interviniendo directamente y sin demasiadas florituras. Además, debido a la tensión del momento, puede que sea mejor que solo algunos de vosotros toméis la palabra y que el resto se quede en un segundo plano ya que sino caería mal que interrumpierais el flitan en grupo. Con toda esta información en mente, golpeáis los flancos de vuestros caballos con los talones y comenzáis a andar hacia el vado.

Aunque cuando entráis al agua todos os ignoran ya que piensan que solo sois simples viajeros que quieren cruzar el Entaguas, tras ver que os acercáis a los jinetes cada vez más miradas se centran en vosotros. Una vez que estáis lo suficientemente cerca, los dos guerreros interrumpen sus versos y os miran con el ceño fruncido.

-¿Quiénes sois y que razón tenéis para interrumpirnos? -os pregunta hoscamente Ashgar del Folde Oeste.

-¿Acaso no veis que estamos ocupados? -interviene Maerstan del Folde Este.

No era una persona que diera grandes discursos, es más, soy del tipo que va al grano y ser conciso pero sé que en este caso se requiere un nivel de labia superior al mío pero dado que ninguno de mis no había entablado convesación con ellos decidí intervenir.

Adelanté el caballo y me paré frente a los y, tras hacer una reverencia con la cabeza, dije:-Mis buenos señores, mi nombre es Aldor, Rohirrim de la Marca. Somos emisarios del Rey Thengel, con una propuesta para el Mariscal Cenric de Folde Este. Sin duda reconocerán a Narieth Linduin, como consejera del Rey.-empecé con una seguridad e yendo directo al grano:-Íbamos de camino a su encuentro cuando les vimos y nos paramos a observar.-

.-Dada la naturaleza de nuestra misión decidimos acercarnos para observar de cerca e intervenir en caso de ser necesario.-dije tras lo cual señalé a mis compañeros, dispuestos a intervenir:-Nos permitirán el paso y llevar la propuesta del Rey al Mariscal?

Me llevo la mano a la cara. ¿Acaso Aldor no recuerda que no podíamos decir que veníamos de parte del Rey y de ahí que no llevaramos sus marcas? Debo arreglar este problema antes de que se agrave.

- Esperaba no tener que hacer esto. Todos los hombres se unen bajo una amenaza común.

Agito las riendas para adelantarme a Aldor y colocarme entre ambas huestes, y entonces proclamo.

- De las praderas del sur llega un gentilhombre,
bravo guerrero, argénteo estandarte.
Pregunten, y no dirá su nombre.
Si quieren saberlo...

Sonrío con arrogancia.

- ... pregunten a sus madres.
Soldados a caballo, gritando obscenidades.
Y mientras, un sureño más valiente,
más hábil, más despierto, más perlado de bondades,
destroza sus rimas con gesto de indolente.
¿Acaso no van a hacer el esfuerzo?
¿No van a intentarlo siquiera?
Van a acobardarse ante el reto
del que lleva Minas Tirith en bandera.
Río de vuestros torpes intentos.
Río por saberme fuerte y sentirme intocable.
Atáquenme, corran el riesgo.
Y veremos quien es veloz con la lengua y quien con el sable.

Al oir como intervienen Aldor y Galadan, hago avanzar a mi caballo hasta ponerme a su par, respiro profundamente he intento que mi voz suene alta y convincente.

-Como bien han dicho mis compañeros somos enviados del gran Rey Thengel, bajo la enseña de Rohan hemos realizado grandes proezas para este reino. Que no os confunda nuestro número pues aunque somos pocos nuestros brazos son diestros y nuestros corazones valerosos. Realizo una pequeña parada para tomar aire , me estiro todo lo que puedo en mi silla de montar y con un tono de voz aún más alto ¿Acaso en estas lejanas tierras no habeis oido hablar de la muerte del troll gigante? Nosotros lo exterminamos, nuestras armas provocaron rios de sangre y cuanto más duro era el ataque de la bestia con más fiereza nos batimos hasta su destrucción.

Llegados a ese puento guardo silencio y me fijo en las caras de los presentes para ver si mi historia les ha calado.

Mis compañeros hicieron caso a mi advertencia y decidieron intervenir. Yo esperaba que los que tenían el don de la palabra lo hicieran, por eso yo no lo hacía,  pero para mi sorpresa fue Aldor el que tomó la iniciativa. Normalmente era a un hombre callado y reservado, por eso no esperaba su intervención.

Al escuchar sus palabras temí que no haya elegido las mejores y que la situación se complicara. Galadan, mi amigo gondoreano, fue rápido en apoyar lo dicho por Aldor, aunque de una forma bastante peculiar. Con suerte los presentes no tomarían sus rimas a mal y se distraerían un poco para evitar un conflicto entre ellos. 

El último en intervenir fue Barald, en un intento de disuadir al grupo allí reunido de atacarnos. Cuando terminó de hablar esperé con ansias la reacción de la gente, esperando desde lo más profundo de mi ser que mis compañeros tuvieran éxito.

Galadan también se da cuenta del error de Aldor, no debió haber dicho que nos enviaba el Rey. Si queríamos pasar desapercibido y que no se note la intención de llevar paz entre los mariscales, eso era lo primero que no había que hacer. Pero bueno, el daño ya está hecho, como se decía en casa. Luego de las presentaciones de mis compañeros avanzo con Vilfar y me presento:

-Dejenme presentarme, soy Dengal, joven juglar de La Marca tanto para sus verdes praderas como para gloriosos palacios. Si la gesta sobre el troll asesino de fieles al Rey no ha llegado a sus oídos, con gusto se las contaré, pero no sin la presencia del Mariscal, puesto que dado su estatus y nobleza debe ser quien la oiga primero- esto nos dará tal vez una oportunidad de llegar al Mariscal y tiempo para pensar algo para corregir el error de Aldor. Algo que ya se me está ocurriendo.