Un rojo atardecer

Marca Occidental

A la mañana del segundo día de viaje, escucháis el lejano relincho de unos caballos y tras subir por la suave colina que obstruía vuestra visión, veis que casi medio centenar de rohirrim avanzan a pleno galope en vuestra dirección. Al aproximaros al pequeño ejército, este recibe la orden detenerse y acto seguido un jinete se acerca a vosotros.
El líder de la comitiva resulta ser nada más ni nada menos que Grimborn, el Señor de Bosque Sombrío, quien no tarda en saludaros con su habitual efusividad y brusquedad y con el que intercambiáis un apretón de manos y también recibís unas fuertes palmadas en el hombro que os desestabilizan y que por poco hacen que os caigáis de vuestras monturas. El noble, quien ya está al tanto de vuestras proezas debido al mensajero que Éogar le envió la misma noche que rescatasteis a Esfled, os felicita y os agrade vuestra intervención, además os comunica que le ha avisado al Rey de vuestro éxito en el rescate y que tras mandar de regreso a sus hogares a los hombres que había reclutado, él y los jinetes de su éored ahora se dirigen hacia el encuentro del Mariscal para brindarle protección adicional y asegurarse de que él y su familia regresen sanos y salvos al Abismo de Helm. Tras conversar un poco más con Grimborn, este se despide de vosotros y pone rumbo al campamento de Éogar mientras que vosotros comenzáis a avanzar en la dirección contraria hasta que la oscuridad de la noche os impide continuar más.

Luego de haber acampado en el límite entre la Marca Occidental y el Folde Oeste, os despertáis al mismo tiempo que el sol del tercer día de viaje se asoma de detrás de las lejanas colinas de Emyn Muil. Sin embargo, esta vez el camino no está tan claro ya que ante vosotros se abren dos posibles rumbos: El primero es mismo trayecto que hicisteis hace unos días y que implica avanzar por el empedrado del Gran Camino del Oeste hasta el vado del Río Nevado y luego seguir el curso del mismo río hasta los campamentos del Vado del Entaguas, mientras que el segundo consiste en ir en línea recta y atravesar las agrestes y ligeramente onduladas planicies de Oestemnet, un trayecto que os llevaría una jornada y media más de viaje que el anterior pero que sería más tranquilo y menos exigente para vuestros compañeros heridos, los cuales tendrían más tiempo para descansar.

Ante nosotros una llanura, y un sendero pisoteado una y mil veces por las monturas de los rohirrim. No conozco las distancias de estas tierras, pero Dengal y Eothred nos explican las ventajas e inconvenientes de cada ruta. Me preocupa el estado de los compañeros heridos, pero también se que Esmund nos espera en el Vado del Entaguas. Quizás no pase nada por tardar uno o dos días más. Pero también puede ser que esa demora sea importante. No lo sabemos, y en mi opinión no querría arrepentirme de haber llegado tarde después de tanto esfuerzo. 

Propongo usar el camino para acelerar nuestro paso. Si llegamos al campamento y todo está en orden, habrá tiempo de sobras de descansar con la tranquilidad del deber cumplido. Si la situación de conflicto entre los jinetes de ambos Foldes se ha reiniciado, llegar más descansados no nos servirá de mucho.

Durante las largas horas de cabalgata, aprovecho para averiguar algo más sobre Myldrid y Esmund. Me resulta interesante saber por qué un enlace entre precisamente ellos dos puede ser un símbolo tan importante para el futuro de Rohan.

- Myldrid, perdonad mi indiscreción, pero no entiendo cómo Esmund y tú llegasteis a tener una relación tan cercana. Por lo que he visto, las gentes de ambos Foldes no se juntan si no es para pelear y discutir. ¿Cómo dos jóvenes que vivían con sus familias llegásteis a conoceros, y pasar tanto tiempo juntos como para tener una amistad tan íntima? ¿No era algo mal visto por vuestros padres y hermanos?

Tras partir del campamento de Éogar con Myldrid y acampamos bien entrada la noche, habiendo avanzado muchas leguas de camino que nos separan del Vado del Entaguas. Esa primera noche la aprovechamos para presentarnos a la escudera y así no parecer desconocidos. Al amanecer nos despertamos temprano para aprovechar la jornada, ensillamos los caballos y desayunamos algo de la cena de la noche anterior y retomamos el galope.

En esas escucho como Narieth le pregunta a Myldrid por su relación con Esmund y esperando la respuesta nos encontramos a medio día a Grimborn, que ya sabía de antemano de el éxito de nuestra ayuda al Mariscal e iba en la dirección del mismo para ofrecer protección adicional en su viaje al Abismo de Helm, la gran fortaleza de Rohan. tras un intercambio de palabras proseguimos el viaje. Al final del segundo día acampamos para descansar tanto hombre y montura, esa noche decido ir a cazar alguna pieza y tras un breve tiempo vuelvo al campamento con un par de conejos y decidimos hacerlos al fuego. 

A la mañana siguiente volvemos a ensillar los caballos y antes de prepararnos para la jornada me doy cuenta de donde habíamos acampado, en el margen entre la Marca Occidental y el Folde Oeste:-Amigos tenemos dos caminos o bien el que hicimos para llegar hasta el Mariscal Éogar, que nos llevaría algo más de tres días  de viaje o bien en línea recta a través del Oestenmet pero hay que añadirle una jornada y media más al tiempo mencionado. Yo opto por el camino que ya hicimos. Qué decís el resto?

Eothred consciente de su debilidad, subió al caballo. Para no ralentizar la marcha uso cuerda para atarse a si mismo al caballo y le dijo al bardo que en caso que su mente se nublara y cayera inconsciente cogiera las riendas de su caballo. Las noches de viaje intenta cambiar los vendajes con agua caliente.

Para cuando llegan a la marca Occidental la herida ha mejorado, pero con toda seguridad quedará una cicatriz que le recordará el enfrentamiento toda la vida. Estando ensimismado en estos pensamientos Aldor lanza la pregunta. Eothred baja la mirada, no quiere ser el que retrase al grupo, pero sabe que cabalgar por el Vado de Isen no ayurará a sanar su herida.

- Creo que, aunque más largo, mas seguro es el vado del Nevado.

-A pesar de que puede parecer más antigua, la enemistad entre los Mariscales y la gente de ambos Foldes no comenzó hasta la última década del reinado de Fengel. En parte gracias a Edwin, el padre de Esmund y el Mariscal anterior a Cenric, quien mantuvo siempre su lealtad a la corona pero se negó a participar en la disputa entre Mariscales que alentaba el viejo rey -le explica Mildryd a Narieth- En cuanto a… nuestra historia, mi familia proviene del Folde Oeste, de hecho yo nací allí, pero como Galwyn, mi padre, tenía tratos con los criadores y agricultores del Folde Este y además viajaba habitualmente a Gondor debido a los negocios que hacia allí, decidió que nos mudáramos a Aldburg. Por eso, yo pasé toda mi infancia allí y fue en esos años cuando conocí a Esmund ya que como es habitual, todos los niños suelen jugar juntos, ya sean hijos de pastores, de comerciantes o inclusos de un mariscal -agrega la escudera y de inmediato podéis ver que esboza una sutil sonrisa, como si esa época fuera para ella un recuerdo alegre- Sin embargo, cuando nos hicimos mayores, la salud del Mariscal Edwin empezó a resentirse. Esmund decidió cumplir con la voluntad de su padre y comprometerse con la hija de un noble del Folde Este y mi familia, temiendo que el puesto de Mariscal le fuera otorgado a Cenric en vez de a Esmund, tomó la decisión de regresar al Folde Oeste. El resto de la historia supongo que ya la conocéis.

Habiendo decidido seguir el mismo trayecto que hicisteis antes, termináis de desayunar y levantáis el campamento. Una vez a lomos de vuestras monturas y con el suave sol de la mañana frente a vosotros, comenzáis a andar por el Gran Camino del Oeste mientras que los cascos de vuestros caballos repiquetean al pisar el viejo empedrado gondoriano.

Aunque durante los primeros días del viaje prefiero centrarme en cabalgar y descansar tal y como me han enseñado los rohirrim, guardando las fuerzas y sin forzar a la montura, una vez estamos rodeados de verdes llanuras no puedo evitar dejarme ir. Quizás es la alegría de ver el final de nuestro encargo a tocar, y me permito soltarme un poco y disfrutar. Guiada por expertos consejos de Heruwyn, hago dar carreras a mi caballo por el mar de hierba, dejándome llevar por el animal y disfrutando de ligeros galopes y el viento en la cara. Es un esfuerzo innecesario para mi cuerpo en este viaje, ya que igual que me alejo del grupo en ocasiones para disfrutar de la velocidad, también debo después recorrer el camino de vuelta. Aunque acabo haciendo más kilómetros de los necesarios, y soportando más sacudidas de las que debería, la sensación de libertad compensa de sobras el posible cansancio extra que pudiera acarrear tales ejercicios.

Sonrío más de lo habitual, y empiezo a entender el amor por los caballos que profesan las gentes de Rohan.

En el viaje de regreso Barald no habla mucho con el resto del grupo, todavía está renqueante de las heridas sufridas contra los dunlendinos y se esfuerza por seguir a sus compañeros y no caerse del caballo.

El camino se hace fácil de recordar pero sigue siendo duro aunque lo conozcamos de memoria. Por suerte ya no dependemos del tiempo que nos quede y podemos tomarnos los días que necesitemos para llegar a destino. En medio del camino le pregunto a Esfled:

-¿Cree que el Mariscal Eogar cambiará su parecer con respecto a las tribus dunlendinas?

Escucho atentamente las respuestas que ofrece Myldrid a Narieth y el resto que le han preguntado y, ahora, conocemos un poco más la situación general de la misión y entendemos en qué situación se encuentra Myldrid en este momento. 

Tras decidir el rumbo a seguir, terminamos de desayunar y me acerco a Orlin:-Esta vez tendrás un viaje de vuelta más agradable, amigo.-le digo al caballo mientras le acaricio la frente y el cuello. Compruebo el correaje de la silla de montar y, con el petate en su sitio, monto sobre Orlin:-Pongámonos en marcha amigos.-dije y le di un ligero toque en el abdomen al caballo para que empezara a caminar. 

Durante el camino observo un cambo en Narieth, al parecer está disfrutando de su montura, se aleja unos kilómetros para correr con el caballo y cuando vuelve lo hace con una sonrisa en el rostro y es algo bello de ver. A veces Orlin da sacudidas a las riendas al ver al caballo de Narieth salir corriendo, entonces me agacho, le acaricio el cuello:-En la próxima parada que hagamos saldremos a cabalgar para que te desfogues un poco.-le digo a Orlin.

Escucho la pregunta que formula Dengal a la escudera y soy yo el que responde:-Ese es un tema muy delicado, querido bardo. Haría falta un gran cambio en ambos pueblos para que las cosas mejoraran.-

Eothred, cambia de caballo conforme van haciendo paradas para que ninguno de los animales este agotado tras el viaje. Su mirada se pierde en las praderas, mientras se pregunta que pasaría si el reino estuviera unido, hasta donde podrian llegar.

Habiendo dejado ya atrás el camino secundario que lleva al poblado de Bosque Sombrío y luego el que desemboca en la fortaleza del Abismo de Helm, continuáis avanzando por el Gran Camino del Oeste mientras que el sol abandona su posición en el cénit y comienza su marcha hacia el oeste. Gracias al buen clima y a la satisfacción de saber que habéis cumplido exitosamente el encargo del Rey, la travesía os resulta mucho más amena y tranquila y a medida que os adentráis en el Folde Oeste os vais topando con más asiduidad con mercaderes que siguen vuestra misma ruta, con jinetes que patrullan los alrededores y con pastores cuyos rebaños de ovejas pastan a la vera del camino.
A la mañana de la segunda jornada de viaje avistáis en la lejanía la colina donde se asienta Edoras, incluso diríais que alcanzáis a ver los destellos dorados del techo de Meduseld, pero no es hasta el mediodía cuando alcanzáis el vado del Río Nevado. De la misma forma que habéis hecho antes, no cruzáis el vado sino que tomáis el camino de tierra que lleva hacia el noreste, el cual bordea el cauce del río durante varias leguas para luego girar hacia el norte y llevar directamente hacia el Vado del Entaguas.

Las restantes dos jornadas os resultan igual de tranquilas aunque tanto tiempo a caballo hace mella en Eothred y Heruwyn y os veis obligados a hacer unas paradas adicionales para así darles tiempo a vuestros compañeros para que recobren fuerzas.
A pesar de la ligera demora, al atardecer del cuarto día de viaje y con el tenue y agonizante sol del ocaso haciendo que las arremolinadas aguas del Río Entaguas parezcan rojizas, finalmente alcanzáis el campamento del vado. A diferencia de la primera vez que visitasteis el lugar, ahora la atmósfera parece mucho más calma y menos propensa a la violencia e incluso notáis como algunos guerreros, entre los que se destacan Ashgar y Maerstan, se encuentran compartiendo las fogatas con los jinetes de la ribera opuesta. Claramente vuestra oportuna intervención en el flitan y la presencia de Esmund han servido en gran medida para calmar los ánimos y hacer que los hombres de ambos Mariscales comiencen a dejar atrás su enemistad.

Tras atravesar el campamento de los leales a Éogar, llegáis al vado y de inmediato veis como un jinete del otro lado del río se acerca al galope, apenas tardáis unos segundos en daros cuenta que se trata de Esmund. Inmediatamente Mildryd os pide que la esperéis allí y tras espolear a su montura comienza a andar, encontrándose con su futuro esposo en la mitad del vado. Desde vuestra posición podéis ver como ambos intercambian unas miradas de sorpresa y de alegría pero ninguno de los dos pronuncia una palabra, no porque se sientan incomodos sino porque pareciera que no saben que decirse… en cierta forma os parecen unos chiquillos enamorados. Por fortuna y sin necesidad de vuestra intervención, ambos comienzan hablar en voz baja y luego de un buen tiempo charlando, se acercan a vosotros.

-Os agradezco que hayáis convencido a Éogar, amigos míos -os dice Esmund- Puede que la boda tarde mucho en celebrarse ya que antes nuestros señores deben llegar a un acuerdo pero con la mediación del Rey no tengo dudas de que eso sucederá tarde o temprano -acto seguido el capitán se gira hacia Mildryd y esta le responde con una ligera sonrisa y un gesto de asentimiento- Aun así, debemos anunciar el compromiso, empezando con nuestros compatriotas que se encuentran aquí, y como vosotros lo habéis hecho posible creemos que lo justo es que os corresponda este honor.

Cuando ve a su acompañante acercarse al caballero de Rohan y se percata de como se miran, Barald está seguro de haber hecho algo bueno, cada herida, cada gota de sudor, cada hora de insomnio, ha merecido la pena si con esta alianza se ayuda a terminar con las rencillas que desangran estas tierras.

Después del agradecimiento del chico empieza a mirar a sus compañeros rohirrin ya que cree que deberían ser ellos los responsables de anunciar este compromiso, pero al ver que ninguno se decide es él mismo quien hará los honores.

Busca con la vista un lugar elevado hasta que se percata que en medio del campamento hay un tonel con cerveza, se acerca y trás asegurarse que es solido se sube encima, carraspea un poco y toma aire.

-¡Amigos, acercaros por favor que soy portador de buenas noticias! Un poco avergonzado espera que la gente deje sus queaceres diarios y se vayan acercando, una vez que la mayoría está en las proximidades continua con su discurso, -¡Tengo el honor de anunciar un enlace que ayudará a traer prosperidad a estas tierras y a sanar viejas heridas, Esmund y Mildryd están comprometidos! Mira hacia donde está la pareja y les hace una pequeña revencia, luego coge su lanza y levantandola todo lo que puede grita a pleno pulmón, -¡¡LARGA VIDA A LOS NOVIOS, LARGA VIDA A LA MARCA!! Y espera que la multitud repita estas consignas.

La misión parecía llegar a su fin cuando ambos pretendientes se miraron y con alegría en sus rostros nos dijeron lo que quisimos oír. Una sonrisa se dibujó en mi semblante ante la buena nueva, miré a mis compañeros, aquellos con los que he sangrado y luchado a su lado, por fin parecía que volvería la paz a la Marca.

.-Bueno es saber que el compromiso se llevará a cabo y tenéis mis felicitaciones por ello, amigos.-dije con total sinceridad:-Espero que tengas razón y el Rey Thengel reduzca el tiempo de las concesiones de ambos Mariscales, Esmund. Con todo el respeto del mundo pero ambos pueden ser tercos.-añadí a continuación.

Entonces Barald se subió a un tonel para anunciar la buena nueva:-!VIVA LOS NOVIOS!! VIVA!!-dije tras el beórnida. 

- ¡¡LARGA VIDA A LOS NOVIOS, LARGA VIDA A LA MARCA!! -grito emocionada tras las palabras de Barald. Algunas voces repiten conmigo la frase, aunque pocas. Pero inmediatamente otros guerreros gritan también, y luego otros, y poco a poco todos vamos repitiendo desde ambas orillas: - ¡¡LARGA VIDA A LOS NOVIOS, LARGA VIDA A LA MARCA!! 

Parece que al fin podremos descansar con la tranquilidad del deber cumplido.

Eothred hace una bocina con sus manos y se une a las felicitaciones y gritos de la concurrencia.

-¡VIVA LOS NOVIOS!

Ante el pedido de Barald, algunos de los jinetes se van acercando al vado mientras que otros permanecen en sus lugares pero dejan sus tareas de lado y prestan atención a lo que tenéis que decir. Tras pronunciar vuestras palabras, lo primero que notáis son miradas de sorpresa y de desconcierto en ambos márgenes del río y luego el sonido de murmullos, por lo visto la noticia ha pillado desprevenidos a todos y todavía están asimilando lo que significa un compromiso entre los capitanes de ambos Mariscales. Aun así, poco a poco comenzáis a oír el sonido de aplausos y de las armas entrechocando con los escudos…

-¡Y UNA MIERDA VIVA LOS NOVIOS! -exclama con gran fuerza una voz desconocida que hace que ambos campamentos queden en silencio.

Un jinete proveniente del campamento de la gente de Éogar se acerca galopando a donde os encontráis y frena en seco a su montura una vez se halla a unos pocos metros de vosotros. El desconocido es un hombre de entre cuarenta y cincuenta años, de largo cabello rubio aunque entrecano, bigotes trenzados y barba hirsuta, va ataviado en una recia cota de mallas y porta una espada en la cintura, un escudo a la espalda y blande una larga lanza. Por sus cicatrices imagináis que se trata de un guerrero curtido y el ceño fruncido, la mueca de desprecio en sus labrios y el brillo de furia que hay en sus ojos os confirman aun más que no le ha agradado la noticia que habéis dado.

-¿¡Quien demonios os creéis para intervenir en asuntos de la Marca!? -aunque el desconocido es consciente de que algunos de vosotros sois originarios de Rohan, su mirada se centra principalmente en Barald y Narieth- ¡Por más que estos dos se casen, un matrimonio no significa nada para nosotros! ¡Los perros de Cenric deben pagar por lo que han hecho, por los parientes que hemos perdido, por los wergeld que nunca han pagado, por los robos y otras villanías que han cometido! ¡He perdido a un hermano y a un hijo a manos de esos desgraciados, deben sufrir por lo que han hecho!

Con la mirada y la voz cargadas de odio, el jinete continúa escupiendo bilis sobre los crímenes que han cometido la gente del otro margen del río. Los guerreros de Cenric comienzan a abuchearlo o a amenzarle con violencia si no se retracta mientras que los de Éogar permanecen en silencio aunque algunos parecen estar medianamente de acuerdo con sus palabras.

-Blódred, todos hemos perdido a seres queridos en estos enfrentamientos pero si continuamos así nos mataremos entre nosotros y la Marca se desangrará -le dice Mildryd con voz firme pero diplomática- No pedimos que olvides a los tuyos pero si que dejemos de pelear entre nosotros. Los Mariscales se encargarán de que los crímenes cometido por la gente de ambos lados del Entaguas sean juzgados y que nuestros muertos puedan descansar en paz.