Partida Rol por web

-Vale, hablaré con ellos-le respondió a Rennor- aunque más nos vale estar preparados, no creo que sea tan "fácil" como aquel gusano... si están organizados...-dijo la semielfa encogiendose de brazos y dando media vuelta para ir a hablar con su nuevo amiguito de piel escamada.

Los kobold se reunieron con vosotros en la mesa exterior y os contaron lo que pudieron. Antes de que ellos se marcharan, en la tribu, quedaban unos 12 kobold, contándose a ellos también. La guarida esta protegida por varias trampas de foso, y respecto a los poderes de Tartuk, no tienen ni idea...

Tras el pequeño interrogatorio, los kobold se muestras alegres de que por fin vayan a volver a casa, para solucionar las cosas, y os dicen, que usaran la estatua para poder llegar hasta el jefe, y que junto a este, nos encargaremos de que la tribu vea que Tartuk nos ha estado engañando... Y luego acabaremos con él... Los tres kobold asintieron ansiosos de librarse de la tiranía del hechicero.

Tras ello, todos os fuisteis a dormir, tras cenar junto a los habitantes del puesto.

A la mañana siguiente, el grupo despertó con los primeros rayos de sol, y tras desayunar y preparar los caballos, el grupo partió hacia las cavernas Escamahollín, para ayudar a sus pequeños aliados... El viaje habíais calculado que os costaría casi un día entero, por lo que poco antes de llegar a las cuevas, tuvisteis que hacer un alto para montar campamento y descansar, llevabais casi todo el día cabalgando, a excepción de una pequeña parada, para descansar y comer. 

Los kobold permanecían sentados junto al fuego, mientras que cenabais tranquilamente, disfrutando de la tranquila noche.

- Nappik no queremos causar mal a tus congéneres ¿crees que podrías convencerlos para no luchar?

El viaje había sido, de nuevo, tranquilo, lo que venía a traducirse en largo y aburrido hasta el punto que el vaivén de los caballos se había convertido en una tediosa constante. Cuando bajó por segunda vez aquél día de la montura, esta vez definitivamente para montar el campamento y descansar, le dolían las piernas y sentía como si le hubieran azotado durante horas. Era una sensación incómoda, que le recordaba a cada paso que daba que no estaba demasiado acostumbrado a aquella práctica, y que le ponía de mal humor.

A la luz de la hoguera, sintiendo las lenguas de fuego lamer sus escamas, aquello, sin embargo, se le fue pasando lentamente. Mientras daba cuenta de una de sus raciones de viaje y acababa con las que había abierto para aquél día –queso, pan duro y frutos secos–, observaba con curiosidad a los kobolds, imaginándose que pensarían de lo que estaba por venir. 

Nakpik y sus compañeros habían demostrado ser valientes y desenvolverse bien en la cueva de los canijos, pero en esos momentos no eran a sus enemigos acérrimos en aquél paraje a lo que se enfrentaban, sino a su propia tribu, y a un hechicero posible y presumiblemente poderoso. Parecían tenerlo claro, y para evitar que aquello saliera mal estaban ellos, pero tenía que seguir siendo complicado. Al fin y al cabo, si fracasaban, las repercusiones entre los suyos serían, seguramente, muy dolorosas.

Aún así confiaba en sus posibilidades, y aquello podría salir bien. Seguramente, ni siquiera tendrían que hacer frente a demasiados. 

– Si logramos que nos lleven hasta el jefe y el hechicero, seguramente no tengamos que matar a ninguno de las otras lagartijas – dijo con una sonrisa divertida –. Pero tendremos que ser rápidos. Si ven que Tartuk puede vencer, flaquearán y nos atacaran, aunque sea por intentar no sufrir las consecuencias en caso de que el brujo gane – En cambio, si ven segura su derrota... – mostró los afilados dientes –. No habrá problemas. 

Se encogió de hombros y negó. 

– Lo que no tengo muy claro es que nos vayan a dejar entrar armados a la guarida. Y no podemos quedarnos fuera, o perderíamos cualquier posibilidad de sorprender a nuestro objetivo. Eso si puede ser un problema.

El kobold miró a Rennor y a Mal´ak y negó con la cabeza. -No, el plan es usar la estatua para poder reunirnos con el jefe... Tartuk suele estar en la antigua habitación del jefe al fondo de la cueva... La idea es llevaros hasta el jefe para que él pueda demostrar a la tribu que la maldición de Dienteafilado no es mas que una mentira por parte de Tartuk... Los demás temen al brujo, por lo que tenemos que ayudar al Jefe a recuperar la lealtad de toda la tribu... Los kobold se miran entre si dudando un momento. -No creo que llegara a haber confrontación contra nuestra gente, pero en caso de que pasara, por favor... Intentad no matar a los nuestros... Nuestra tribu esta demasiado mermada como para perder mas de los nuestros

La noche fue avanzando y los turnos para vigilar el campamento, fueron rotando, hasta que finalmente el sol amaneció, y el grupo empezó a ponerse en funcionamiento de nuevo, tras un desayuno rápido, el grupo volvió a ensillar los caballos, y continuó el camino hacia el hogar de los kobold.

Tras un par de horas avanzando, Nakpik os dijo de parar y señalo con la cabeza hacia una loma cercana. -Es allí... Con cuidado avanzasteis hacia un afloramiento de grandes rocas, entre las cuales se divisa una estrecha abertura que desciende hacia la oscuridad, fuera de la entrada de la cueva, veis una pequeña jaula hecha de ramas y palos, en la cual permanece encerrado un canijo gimoteando con los ojos fuertemente cerrados a causa de la luz solar... Conforme mas os acercáis acusáis la falta de alguna vigilancia en la entrada, pero vuestros ojos se desvían hacia un cartel de apariencia muy antigua, escrito en común. "Mina de Plata Copa de Roble" 

En ese momento, veis como un kobold de escamas negras aparece de entre las sombras de una grieta en la pared y mira dubitativo a sus compañeros kobold y a vosotros... Antes de que pudiera decir nada, Nakpik da un paso al frente mirando al vigía, y en draconico le explica que lleva a los humanos a hablar con el Jefe Escamahollín, ya que han derrotado a los canijos, y han conseguido recuperado la estatua de Dienteafilado...

El otro kobold abre los ojos con sorpresa y os mira con cierto asombro y un pequeño brillo de esperanza en su mirada. Asintiendo con la cabeza el kobol guardián se aparta de la entrada. -Esta bien... esperad un segundo que desactive los fosos... El kobold negro, avanza hacia el interior de la cueva, y se encamina hacia una puerta de hierro situada al oeste del tunel de entrada, y sacando una pesada llave de hierro, el kobol abre la puerta y al otro lado hay tres lazos de cuerda que cuelgan del techo sobre unos ganchos de hierro oxidados que hay en el suelo, uno por uno el kobol los va agarrando y los va enganchando en cada garfio, tras lo cual se da la vuelta y hace un pequeño gesto con la mano. -Podéis pasar...

Nakpik se gira hacia vosotros y sonríe con nerviosismo... -¿Listos para conocer a Jefe Escamahollín?

Nakpik parecía verlo muy fácil y aunque Rennor no creía que las cosas salieran según el plan no quiso desalentar a los kobolds. Enfundó sus armas y se cruzó el arco a la espalda para intentar demostrar confianza y parecer una amenaza. Siguió a su guía hacia la puerta de la guarida...Intentad no matar a los nuestros... la súplica retumbaba en su cabeza.

Asintió cuando estuvo preparado.

Todo estaba siendo demasiado sencillo, o al menos eso parecían transmitir los kobolds, sin embargo, al igual que el resto, no me fiaba. Seguro que había allí algún seguidor del brujo, y si eso pasaba, se iría todo al traste.

Sin embargo, tampoco podían hacer mucho más sin acabar con todos los kobolds, y eso era precisamente lo que había pedido que no hiciéramos el bueno de Nakpik. Así, seguí al resto, dispuesta a entrar en acción si alguno de ellos no estaba dispuesto a dialogar o permitir que acabáramos con ese maldito brujo. Si eso pasaba, intentaría no matar a ninguno de ellos, salvo a ese brujo

Está bien Nakpik, intentaremos dejar inconscientes a aquellos que nos ataquen. Pero ese brujo se puede dar ya por muerto. A pesar de llevar la espada a la espalda, una mano acariciaba la vaina por abajo, para ser desenfundada en caso de ser necesario.

Al igual que Rennor, asiento dispuesto a seguirles a través de esas trampas desactivadas. Por suerte, este primer escollo lo habíamos salvado gracias a el ingenioso Kobold,

La noche anterior no había querido decir nada más. Había clavado sus ojos en Nakpik, y tras unos minutos los había apartado, antes de irse a dormir. No quería dar un disgusto a la pequeña lagartija, que le había caído bien, pero sabía que las cosas no solían salir como uno planeaba, y llegado el caso, viéndose entre la espada y la pared, no iba a poder contener su fuerza ni su acero. Si los kobolds les atacaban, era probable que más de uno muriera.

Sin embargo, a las puertas de la cueva, en la entrada a la madriguera, aquella convicción vaciló. Había visto en el guardia el mismo destello esperanzado al saber que iban a enfrentarse al brujo, había visto como en aquella criatura volvía a surgir un anhelo. ¿Cómo podía matar, a sangre fría o no, a quienes sólo se movían por el miedo y buscaban la paz? Era una decisión difícil, una que tendría que tomar, a su pesar, si se daba el caso. 

– Vamos allá – dijo, intentando sonreír, alejando las manos de su arma y caminando con una tensa calma.

Guiados por el pequeño kobold este os va llevando por el interior de las galerías de la antigua mina de plata... Los tuneles son bastante estrechos e incomodos, y en algún punto teneis que avanzar de medio lado para poder pasar por una zona mas estrecha. A cada lado de los pasillos, veis un par de kobolds que asoman la cabeza mirando a Nakpik y a vuestro grupo con cierta confusión y desconfianza... Sin hacer apenas caso de ambos guardias el kobold avanza por los tuneles y en un punto el kobold os mira y señala hacia otro túnel a la izquierda, mientras habla en voz baja. -Por hay se va al templo... es allí donde solía estar la estatua... El gesto del kobold se vuelve sombrío... -Y donde se hacían los sacrificios... El kobold niega levemente con la cabeza. -Continuemos... el jefe espera en la estancia común.

Tras avanzar unos cuantos metros mas por el túnel, giráis a la izquierda y llegáis a una enorme caverna, la cual esta llena de catres de pieles en torno a humeantes fogatas, el ambiente es bastante denso debido al olor a humo, carne quemada y a un intenso hedor reptiliano... Si bien la sala cuenta con casi una veintena de catres, en la estancia solo hay siete kobold, los cuales permanecen sentados en torno a una fogata, mientras comen en silencio...

Nakpik se acerca y los kobold levantan la vista alarmados ante la presencia del grupo. -Jefe Escamahollín... Traigo a los aventureros que me ayudaron a recuperar la estatua de Dienteafilado.

Un kobold de escamas negras, con decoraciones por su cuerpo que parecen señalarlo como el jefe de la tribu, se incorpora del suelo. 

El lider kobold os estudia atentamente con la mirada durante varios segundos antes de asentir con la cabeza. -Asi que era cierto... Tenia mis dudas de que pudiera ser verdad... de normal vuestras gentes no suelen preocuparse por lo que les pueda pasar a los kobold... Pero en cambio aquí estáis... El kobold os mira a los ojos uno a unos. -Tengo la esperanza de que vuestras intenciones para con nuestra tribu sean amistosas... ¿Habéis traído la estatua de Dienteafilado?

Rennor hace una pequeña inclinación de cabeza en señal de respeto y mira hacia Shallana'ha esperando que sea ella la que de las explicaciones oportunas. El explorador se mantiene con los brazos estirados, mano sobre mano.

Mientras nos internábamos en las profundidades de la caverna, no paro de pensar en cómo la situación hubiera sido muy distinta en caso de no haber sido invitados y guiados por uno de los suyos. Por suerte, íbamos con Nakpik y parecía que el resto le tenía algo de aprecio, respeto o reconocimiento, ¿quién sabe?, el caso es que llegamos hasta presencia de su lider.

Cuando habló, imité al resto, agachando levemente la cabeza en señal de respeto

Es un honor poder hablar directamente con el jefe de los Esmahollínes. no puedo evitar sonreir antes el comentario sobre la manera de actuar de los humanos contra los kobold 

Entiendo la reticencia inicial, pues a nosotros nos pasó lo mismo. No es habitual encontrar una tribu como la vuestra, más inclinada al diálogo que a la lucha, pero parece que debemos de agradecer a Gorum el que nos hayamos encontrado mutuamente.

Una vez que, creo, ha quedado claro que lo que pretendemos es el bien común, me giro para que me entreguen la estatua aquí está la estatua. Hemos venido tanto a restituiros vuestro ídolo, como para evitar que vuestra tribu siga los pasos que determina el brujo, pues se acercan a la enemistad con nuestro pueblo y eso quiere decir guerra. Guerra y destrucción.

De esta forma, espero que puedas contener a tu gente y no se inmiscuya, pues si combatimos contra ese peligroso brujo, es fácil que pueda haber heridos, por mucho que no queramos haceros daño.

Espero unos segundos, para comprobar si ha entendido lo que quería decir. No podías cumplir la palabra dada a Nakpik si nos atacaban cuando estuviéramos combatiendo contra el brujo. Simplemente porque no podemos andarnos con tonterías contra un oponente así.

Si nos indicas dónde podemos encontrar a ese brujo, iremos y lo mataremos sin más contemplaciones. Una vez eliminado, podremos comenzar una alianza comercial beneficiosa para ambas tribus a pesar de que se que no somos ninguna tribu, el jefe dudo mucho que sepa la diferencia, y esperaba que con esa aclaración lo entendiera. ¿Está en su templo? señalo hacia el lugar donde nos había indicado Nakpik.

No osó posar un solo dedo en la espada durante todo el recorrido, pero mantuvo cerca la mano de la empuñadura, atento a cualquier movimiento que pudiera delatar una traición. No ocurrió, y lo agradeció, y al fin llegaron hasta la gran sala que era la estancia común.

Nada más llegar allí se fijó en el oscuro kobold de negras escamas que, vestido con un atuendo ceremonial, esperaba. Su posición como el líder era clara, pero no fue en eso en lo que pensó, sino en lo agradable que era, al fin, encontrarse con una criatura parecida a él. Aunque esta fuera una lagartija. Sonrió al jefe de guerra, hizo una leve inclinación imitando al resto, y asintió a las palabras de Shallana. Imperceptiblemente, además, sus dedos tamborilearon junto a su acero, nerviosos. 

Dar la estatua, mostrar sus intenciones, levantar las cartas, así, era un peligro. ¿Qué les decía que no todo había sido una elaborada trampa para tenerles dónde no pudieran escapar? ¿Qué pasaba si había traidores entre aquellas criaturas que aún con aquél ídolo prefirieran al brujo y su política de guerra? Si llegara el caso, estaría preparado, no se dejaría sorprender.

Ese día, la amenaza de los Escamahollín, de una manera u otra, acabaría.  

El líder kobold toma la estatua entre sus manos y durante unos segundos se la queda observando con cierta duda. El kobold alza la vista y mira al resto de kobold, los cuales observaban a su líder con atención.

El kobold alzo la estatua por encima de la cabeza. -Se acabo... Ya no sufriremos mas la maldición. Ante la vista del resto de kobold, la estatua se hizo añicos contra el suelo, y durante unos segundos en la cueva se hizo un silencio tenso. El lider kobold miro al grupo y una sonrisa afloro en su hocico... -Ahora si... Ahora que mi gente ha visto que no pasa nada por romper la estatua, ahora podemos ir a por el brujo... Escamahollín miro a los kobold que habían venido con vosotros. -Nakpik encárgate de que nadie entre a las habitaciones de Tartuk y prepara a la gente para marcharse por si el brujo resulta ser demasiado poderoso... Yo ayudaré a los humanos a acabar con ese condenado brujo... El Jefe se giró hacia vosotros, e izo un gesto con el hocico hacia un túnel contiguo al túnel por el que habíais llegado... -Tartuk se encuentra en las habitaciones al fondo ... Mi gente no participara en esta lucha, pero yo pienso cobrar venganza por mi tribu. ¿Estáis listos para ayudarme a matar al brujo? 

Una medio sonrisa surge en el rostro de Rennor al ver al jefe kobold destruir la estatuilla, podían haberla rotos ellos pero esa demostración le haría recuperar el liderazgo de la tribu. Preparó su arco, revisó que su espada saliera fácilmente de la vaina y asintió cuando estuvo listo.

Khastal sonrió, al final no había resultado tan difícil y parecía ser verdad que el jefe Escamahollín quería deshacerse de aquel brujo. Quizás pudieran hacer de esa alianza algo más duradero si todo salía bien.

-Vamos a ellos-dijo la semielfa preparándose para el combate

Asintió. Aquello dejaba las cosas claras, sin lugar a duda alguna. Los kobolds estaban de su parte y el brujo moriría ese mismo día. El problema de los Escamahollín, al fin, iba a quedar atrás. Se alegraba por aquellas pequeñas y valientes lagartijas.

– Adelante. 

Y el mismo se puso en marcha. Solo se detuvo antes de entrar, justo, para canalizar su poder en la espada, que brilló con un ligero fulgor.