Partida Rol por web

Al pasar junto al Escorpion, la otra figura en sombras se mantiene a un lado. Por desgracia, como la unica luz la lleva el Bayushi no logras ver nada de ella, se mantiene en la oscuridad, inclinada respetuosa.

Sigues andando y al cabos de pocos minutos encuentras tu objetivo. La posada roja es una estructura radicalmente diferente a la otra. Es un edificio de una planta, pero ornamentada construccion. La fachada es de madera roja, con diseños de aves y el resto de los muros es de buena piedra blanca. Un sencillo y elegante jardin, rodeado por un muro bajo, da mas color al lugar. 

Tambien señala su presencia importante un bushi Suzume en la puerta, que vigila atentamente la calle semidesierta Solo algunos heimins, aqui y alla, la transitan, probablemente volviendo a sus hogares. Pero ninguno se aproxima a la posada. 

Al verte, el hombre se pone en guardia. Lleva una mano a la katana, aunque sin desenvainar, adoptando una postura defensiva.

-Alto! Identificate!

Higetora miró al Suzume directamente a los ojos mientras hacía una envarada y muy ligera reverencia.- Mi nombre es Higetora, del linaje de los Kuni. Me habían mandado llamar aquí; por desgracia, mi guía se confundió de camino y me he retrasado.

Kuni .- Quizá debiera comprobar si mis improvisados guías turísticos han extendido su "generosidad" a Iuchi-san y su escolta; aunque eso es posible que lo sepas.

Bayushi: -Puedes preguntarle tu mismo... La posada se encuentra a 3 calles de aqui, un edificio de fachada roja. Agradable, en circunstancias menos... hostiles. +indica, señalando a su espalda, por donde venia, la calle principal de la aldea.

Kuni: Iré a ver si Iuchi-san necesita mi ayuda. Nos vemos mañana, Escorpión-san.

Bayushi: Hasta mañana, Kuni-san...

Dicho esto el Kuni pasa a un lado, yendo por el camino donde ustedes venian. Pasa a pocos pies de ti, aunque estas en la sombra.

El hombre estudia tus rasgos unos momentos, sin bajar la guardia. 
-Eso es extraño... pero parece que decis la verdad. Acompañadme. +No baja la guardia, indicandote que pases delante. 

La posada debia ser algo ordenado pero acogedor, dado el numero de mesas y almohadas donde sentarse, la decoracion de pinturas y la buena iluminacion. Ahora la afean los cuerpos de tres ronin, tajeados a gusto, que un par de etas estan preparando en literas para transportarlos. La sangre se encuentra por doquier en el piso, en especial toda la zona cercana a la puerta. 

Poco mas alla, se ve una mujer heimin, sollozando, junto al cadaver de una chica vestida de rosa. Cerca de ella hay otra puerta, en el extremo opuesto del salon, con un pasillo. El Suzume te indica mudamente que vallan por el mismo.

-Hasta mañana, Kuni-san...+saluda. Cuando el shugenja se aleja sin preguntar nada mas, se permite relajar un poco la tension. Al menos no ha dicho nada de la chica...+ Vamos, demonos prisa.

La pendiente es grande, de unos 45°, y a pesar de que el sendero esta trabajado, aqui y alla hay piedras que dificultan el ascenso en la oscuridad. la lampara es de alguna ayuda, pero no demasiada. Bayushi se mueve delante, con destreza, tal vez inspirado

Higetora prestó la atención necesaria para evitar los restos humanos, dedicándole una mirada más de curiosidad que otra cosa. Siguió al Bushi Suzume a la siguiente sala.

El pasillo conduce a una hilera de habitaciones, similares en estilo a las del palacio para huespedes. Es facil reconocer el objetivo, ya que hay otro bushi Suzume vigilando frente a una de ellas, un hombre que se incorpora y se pone en guardia. El otro que camina a tu espalda, dice.

-Parece ser el Kuni que nos faltaba. Dejemoslo ver al resto.

Con el asentimiento del otro guardia, este llama a la habitacion.

-Honorables invitados, Kuni-san esta aqui.

Pasan unos quince minutos, entre que Daidoji se ajusta las vendas y el Iuchi acomoda a la heimin, para luego acostarse el. Apenas han cerrado los ojos, cuando se escucha al bushi afuera llamar.

-Honorables invitados, Kuni-san esta aqui.

A buenas horas

- Adelante, Kuni-sama

Higetora saludó con una inclinación de cabeza, examinando con ojo crítico al Grulla.- Mis excusas por el retraso, el heimin que me guiaba se confundió de camino y acabé teniendo que dar un rodeo. Necesita mi asistencia en algo, Iuchi-san?

El daidoji tiene casi todo el torso vendado, y esta algo palido, probablemente por la perdida de sangre. Iuchi no esta muy distinto, todavia tiene moretones en el rostro, aunque luce bien.

De hecho si. si ud estaba afuera, debió ver el distinguible cambio que hay cuando uno llama a los espíritus kami. Sabe ud algo de eso, Kuni-san?

Higetora esbozó una media sonrisa. El Iuchi era más inquisitivo de lo que esperaba.- Que clase de plegaria en particular? Debido al rodeo que me vi forzado a hacer sin pretenderlo, tuve que elevar alguna plegaria para iluminar la noche.

Junichiro escuchaba la conversación entre los dos shugenjas sin mucho interés; su educación religiosa era bastante básica, y las conversaciones teosóficas entre sacerdotes le resultaban incomprensibles.

Iuchi asiente, aliviado. Ah, souka. Entiendo la situación perfectamente, y su estar aqui confirma que los kamis están de su lado. Ahora creo que puedo decirles que encontré un pasadizo secreto en la biblioteca. No fue obra de malicia, por favor no me tomen por alguien vulgar, sólo estaba buscando un remedio para la pequeña Suzue cuando hallé una estatua que se abre en dos y da paso a un pozo que no pude investigar, dado que no sería consecuente con nuestros honorables huéspedes.

Eso último ya intrigó más al grulla. Se estaba quedando dormido mientras los dos shugenjas hablaban, pero la revelación del Iuchi le hizo incorporarse

- ¿Un pasadizo secreto? Curioso... No estoy diciendo que debamos indagar en lo que no nos importa... Pero nadie hace ese tipo de cosas si no tiene nada que ocultar...

Higetora se abstuvo de hacer comentarios. Aunque su deber lo había entrenado para ser inquisitivo y cuestionar cualquier actitud extraña, generalmente uno no sacaba sus sospechas a relucir hasta que eran una certeza.

Sí que dirigió una mirada de soslayo bastante elocuente a la sombra que formaban los bushi Suzume al otro lado de la puerta. Las paredes tenían oídos.

La joven siguio al Escorpion en la oscuridad, caminando con cautela. El kimono estorbaba un poco, pero logro seguirlo sin caerse.