Las Tierras Esmeralda, o Rokugán en la lengua de su pueblo, comprenden un majestuoso país de casi mil quinientos kilómetros de extensión, desde los valles arbolados y los picos nevados de las montañas de la Gran Muralla del Norte hasta la austera Muralla del Carpintero que protege su desolada frontera meridional. Más allá de la Muralla se encuentran las Tierras Sombrías, una tierra maldita corrompida por la influencia del mismísimo infierno, en la que adentrarse resulta extremadamente peligroso incluso para los héroes más legendarios. En su punto más ancho Rokugán mide casi mil kilómetros, desde el Mar de la Diosa Sol al este hasta las Arenas Ardientes al oeste. En sus confines se pueden encontrar frondosas llanuras que se rizan con el viento, brillantes como el oro a la luz del sol, bosques primigenios en los que moran espíritus extraños y criaturas peligrosas, aguas termales ocultas en cordilleras montañosas y colinas repletas de gemas y minerales preciosos. Innumerables ríos, lagos y arroyos fluyen hacia el océano, donde buceadores y pescadores capturan peces y recolectan algas y perlas. Arcos torii carmesí marcan la entrada a recintos sagrados, que coexisten con las imponentes urbes y las apiladas aldeas que sirven de escenario a la civilización humana.
Cada uno de los siete Grandes Clanes gobierna un rincón diferente del Imperio y protege la armonía natural de la tierra y los kami que allí habitan. Santuarios y templos salpican el paisaje, señalando lugares de poder espiritual y contemplación. Fortificaciones grandes y pequeñas protegen los caminos, puentes, puertos de montaña y dominios de grandes señores. A la sombra de estos castillos, las ciudades, los pueblos y las aldeas, florecen gracias al esfuerzo de trabajadores y artesanos. Más allá de los límites de la ciudad, los campesinos se afanan en arrozales y campos de cereales, o cazan y recolectan la riqueza de los bosques. Para viajar por las escasas carreteras del Imperio, los samuráis deben obtener documentos especiales y pagar un impuesto para su mantenimiento. Los carros y caballos de los mercaderes están totalmente prohibidos en las carreteras imperiales, lo que les obliga a depender de rutas comerciales especiales para transportar sus mercancías entre ciudades. Como consecuencia del tamaño del Imperio y la dificultad que supone viajar, pocos llegan a descubrir la gran diversidad de su paisaje en una sola vida.
A cambio, los ciudadanos disfrutan de una gran armonía con los ciclos naturales de las provincias a las que llaman su hogar. Los Cielos han bendecido al Imperio con cuatro estaciones, que se celebran mediante festivales y obras de arte. En primavera, la delicada fragancia de las flores de cerezo se desprende de los jardines brumosos. El verano anticipa lluvias y un calor sofocante que da paso lentamente a las brillantes hojas carmesí del otoño, los estridentes chirridos de las cigarras y los tifones de otoño. El invierno sepulta las tierras bajo grandes capas de nieve, cerrando los puertos de montaña y llevando a sus habitantes a buscar la comodidad de sus hogares al calor de la lumbre.
LOS SAMURÁIS Y LA SOCIEDAD
En Rokugán, se dice que el honor es más fuerte que el acero. Pese a que incluso la más excelsa espada puede doblarse y romperse con el calor de la fragua, la sociedad del Imperio Esmeralda se ha moldeado en las forjas de la política y la guerra durante más de mil años y aún no se ha roto. La sociedad de Rokugán sigue un patrón divinamente prescrito y que fue establecido por los diez Kami, quienes compartieron sus bendiciones celestiales con el reino mortal. Rokugán es una tierra de una estricta estratificación social, donde una mirada inadecuada en el momento equivocado puede significar la muerte. La dignidad (el concepto del estoicismo y el autocontrol exterior de un samurái), es de suma importancia en Rokugán. Perder la dignidad es perder el estatus y la reputación en la sociedad y, posiblemente, la vida.
La raíz del término samurái es, literalmente, "el que sirve". Los samuráis gobiernan el Imperio Esmeralda como nobles y señores, pero también sirven a otros, ya sea el pueblo llano de Rokugán o a samuráis de rango superior que los gobiernan como sus señores. La mayoría de los samuráis pertenecen a una de las siguientes categorías generales: bushi, que entrenan sus habilidades marciales; cortesanos, que participan en mortíferos juegos políticos; y shugenja, que actúan como sacerdotes y vínculos entre los reinos mortales y sagrados.
Gobierno y poder
Rokugán es una sociedad feudal: todas las tierras pertenecen al Emperador, que concede los derechos de administración a los campeones y señores de los Grandes Clanes, quienes a su vez transfieren las tareas de administración a los samuráis de rango inferior.
La autoridad Imperial y las pautas de vida emanan de Hantei, el Emperador, que desciende de los dioses y ocupa el Trono Esmeralda. Sus vasallos principales son los campeones gema, en especial el Campeón Esmeralda, y los campeones de los Grandes Clanes. Los campeones de clan son los señores de los Grandes Clanes, y supervisan a las familias que han jurado lealtad a su clan. Estas familias descienden de los heroicos mortales que juraron fidelidad a los Kami.
Las familias que conforman los clanes están gobernadas por los daimyô (literalmente "los grandes nombres"), los señores de las familias, que detentan el poder de la vida y de la muerte sobre sus parientes y gozan de una lealtad absoluta. Sus tierras se dividen en provincias, la unidad territorial de Rokugán, gobernadas por daimyô menores, que a su vez controlan a los gobernadores de distritos y ciudades, señores de tierras fértiles y opulentas metropolis. Los clanes y sus representantes compiten por el dominio en las cortes de estos daimyô, imponiéndose a los demás con la seda y el acero.
La senda del samurái es la senda del guerrero. La mayoría se entrenan desde que nacen para luchar por sus señores y dar sus vidas si es necesario. Cuando se disputa la posesión de un territorio, o cuando una amenaza de más allá de las fronteras del Imperio pone en peligro su propia existencia, los daimyô de los clanes movilizan sus ejércitos y luchan por su campeón o en nombre del Emperador como parte de las Legiones Imperiales. El Emperador permite que sus vasallos se queden con una parte de la cosecha anual de arroz de modo que puedan armarse para la guerra y defender las tierras que se les han confiado.
Sin embargo, no todas las guerras se ganan en el campo de batalla. Algunos samuráis expertos en las sutiles artes de la corte libran sus batallas con palabras melifluas y risillas burlonas, parapetados detrás de un abanico. Su campo de batalla es la corte, ya se trate de las cortes provinciales de una ciudad o familia, los castillos de los campeones de los clanes, o la afamada y mortífera Corte Imperial. En estos lugares de habla sutil y sinuosa, una etiqueta impecable es una defensa más férrea que la mejor katana. Los cortesanos se invitan mutuamente a reuniones privadas, donde cada uno expresa indirectamente los deseos de su clan y cierra acuerdos con honor y promesas en lugar de tinta y pergamino.
El invierno es duro en Rokugán, y no es posible librar batallas debido al frío gélido y a la nieve impenetrable. Por lo tanto, el invierno es el momento en el que las cortes están más activas, ya que no hay mucho más que hacer en que asistir a ellas. La Corte de Invierno del Emperador es un acontecimiento social muy selecto, que ofrece posibilidades y recompensas sin parangón.
Crimen y castigo
La labor de administrar las tierras en nombre del Emperador exige que los samuráis impongan la voluntad de su señor. Eso incluye las leyes del Emperador, que son recopiladas y aplicadas por el Campeón Esmeralda. Mantener el orden, la ley y la justicia en Rokugán, en ese orden de importancia, es una de las principales responsabilidades de los samuráis. En Rokugán, los crímenes son de naturaleza similar a los de cualquier otro lugar; los robos, los asaltos, los asesinatos y los incendios provocados están a la orden del día en el Imperio Esmeralda.
Para hacer cumplir la ley y mantener una sociedad ordenada dentro de sus fronteras, las provincias nombran investigadores especiales denominados magistrados. Estos magistrados son leales al clan y al daimyô, y cuentan con la ayuda de yoriki (samuráis de menor rango) y budôka (vasallos campesinos armados) para perseguir y detener a los delincuentes. Tradicionalmente, dos clases de magistrados se han ocupado de los crímenes contra el Imperio: los magistrados Esmeralda, nombrados por el Campeón Esmeralda, y los magistrados Jade, nombrados por el Campeón Jade. Los primeros investigan los crímenes que cruzan las fronteras de diferentes clanes o que involucran a figuras nacionales. Los segundos eran shugenja encargados de investigar crímenes religiosos o magia maléfica relacionada con las Tierras Sombrías, pero el cargo está vacante desde hace siglos.
Los magistrados se toman muy en serio los delitos cometidos "hacia arriba", o contra aquellos de mayor rango social y contra el orden establecido. Los crímenes cometidos "hacia abajo", como, por ejemplo, los robos a campesinos por parte de samuráis, rara vez se investigan a menos que el plebeyo agraviado cuente con el respaldo de otro samurái. La justicia criminal rokuganesa esta basada en el honor, y considera que solo una forma de prueba es válida: el testimonio de un testigo presencial, incluyendo la confesión. Los castigos más habituales para los samuráis son las multas, las reprimendas públicas y el arresto domiciliario, aunque si existe alguna duda sobre su culpabilidad, el acusado puede retar a su acusador a un duelo y la reputación del ganador se considera intachable.
Comercio y moneda
El sistema económico de Rokugán se basa en la tierra cultivada por los agricultores y protegida por los samuráis. El Emperador es propietario natural de todas las tierras, pero se las arrienda a los clanes, que a su vez las subarriendan a su daimyô de forma hereditaria. Ante las limitaciones de las carreteras, a menudo peligrosas y sin pavimentar, muchas provincias se convierten en territorios legales dotados de gran autonomía donde el daimyô actúa como una extensión del Emperador sobre los campesinos que trabajan en los arrozales. El arroz es un cultivo esencial que mantiene vivo al Imperio Esmeralda y proporciona gran parte de la riqueza de Rokugán. Aunque los agricultores también cultivan cebada, trigo, mijo, soja y centeno, la divisa de Rokugán es el koku, un estipendio anual de arroz. Los clanes capaces de recolectar la mayor cantidad de arroz se encuentran entre los más ricos del Imperio, y son por lo tanto los que ostentan una mayor influencia política, pero confundir directamente riqueza con poder sería un insulto a la importancia que se atribuye en esta sociedad al honor y a la virtud.
El comercio y el intercambio de bienes es algo indispensable para el desarrollo de Rokugán, pero se considera deshonroso que los samuráis se involucren en estas actividades mercantiles. Su principal preocupación debe ser servir a su señor, no el enriquecimiento personal, si bien a veces la virtud y la realidad divergen. No obstante, para mantener una apariencia de decoro, los samuráis delegan los asuntos monetarios en civiles no samuráis, que a su vez buscan el patrocinio de un señor poderoso. Esto permite a los samuráis dedicarse al comercio y a la manipulación monetaria sin mancillar su honor con un defecto tan execrable y vulgar como la avaricia. Los pocos clanes y familias que se dedican al comercio de manera manifiesta son despreciados por los demás, que consideran que la codicia es incompatible con una lealtad absoluta.
EL ORDEN CELESTIAL
A un samurái se le inculcan las creencias y la religión desde su nacimiento, e incluso antes: desde el momento de su última muerte. Para un samurái los espíritus y los dioses son hechos probados, y la fe se templa con el honor un millar de veces hasta convertirse en el acero del alma de un samurái. Lo que mantiene unido al Imperio es la fe: en los dioses, en el ciclo de la reencarnación y el mandato divino.
El Emperador es un ser divino, al que la Dama Sol ha encargado que administre el reino de los mortales. Por las venas de los Grandes Clanes corre literalmente la sangre de dioses: los Kami. La voluntad de Tengoku organiza toda la existencia en una jerarquía. Este sistema, conocido como el Orden Celestial, es sagrado e incuestionable, y gobierna tanto el Cielo como el Imperio Esmeralda. Todos los hombres, desde el Emperador hasta el burakumin más humilde, nacen con un dharma, un deber sagrado del alma; el cumplimiento de este deber en vida mide el karma de un rokuganés, lo que determina su juicio en Meido y su potencial renacimiento en una casta superior o inferior.
La mayoría de las almas renacen, regresando para vivir nuevas vidas en cuerpos mortales, creencia que es anterior al propio Imperio. Pero los rokuganeses también adoran a sus ancestros, algo que podría parecer una contradicción. El dhrama de cada alma les otorga un destino preordenado por los Cielos; el alma renacerá mientras no se haya cumplido ese destino. Sólo se permitirá al alma alejarse de la Rueda Celestial y adentrarse en Yomi, el Reino de los Ancestros Bendecidos, cuando su dhrama se haya cumplido. El miedo a la muerte tiene poca importancia en Rokugán; siempre y cuando esta muerte no haya quedado manchada por Jigoku, el Reino del Mal, el alma volverá de nuevo al Imperio Esmeralda hasta que cumpla con su destino.
LOS DIEZ KAMI
La Dama Sol y el Señor Luna tuvieron diez hijos, pero solo ocho estaban destinados a contribuir a moldear Rokugán en los albores del Imperio. Fu Leng se perdió en Jigoku, donde se convirtió en señor de los demonios, mientras que el nombre de Ryoshun se perdió en los a anales de la historia. Los ocho Kami restantes fundaron los Grandes Clanes y la Casa Imperial:
Los que sirven
Los samuráis, "los que sirven", gobiernan Rokugán en nombre del Hantei. Esta casta está compuesta por muchos grados sociales. Los Kuge, o casas nobles, están integradas por el Emperador y las familias Imperiales, los linajes familiares de los campeones de los clanes, los líderes de las familias vasallas y los sirvientes más poderosos del Emperador Hantei. Los buke, o casas caballerescas, comprenden a todos los demás samuráis, incluyendo a los daimyô provinciales y a los gobernadores de ciudades, magistrados y demás. La gran mayoría de los buke son guerreros, cortesanos y shugenja. Finalmente están los jizamurai, o medio samuráis, a los que no se les permite utilizar el nombre de su señor, y entre los que hay que incluir a los robin. La costumbre prohíbe a un samurái cuestionar u oponerse a alguien de mayor rango social sin una justificación extrema, y debe tratar a aquellos de su mismo rango con un total respeto y cortesía. Puede tratar a sus inferiores como le plazca, aunque el Bushidô sigue rigiendo sus acciones.
Los que trabajan
La inmensa mayoría de los habitantes de Rokugán son bonge (también llamados heimin, o "medias personas"). Estos plebeyos permiten el funcionamiento continuado de la nación y se dedican a cultivar la tierra, fabricar las herramientas y utensilios para la vida cotidiana y transportar esos bienes por tierra y mar a lo largo del Imperio. A los agricultores que cultivan arroz y otros alimentos se les considera los miembros más importantes de la casta. Por debajo de los agricultores están los artesanos: carpinteros, herreros, cerveceros, y profesionales de otros oficios. Debajo de todos ellos están los mercaderes, vistos con desprecio por todos los demás, ya que en realidad no producen nada por sí mismos.
Rara vez se les permite llevar armas (excepto a los ashigaru, las levas militares de plebeyos, y a los burka, los siervos armados de los samuráis), y los heimin cuentan con pocas defensas, tanto físicas como legales. Al ser de posición social y espiritual superior, un samurái puede exigir cualquier cosa sin ofrecer recompensa a los heimin que sean vasallos de su señor, y matar a cualquier heimin que desobedezca o no muestre el debido respeto. Sin embargo, los samuráis también tienen una responsabilidad hacia los heimin, como se describe en el Orden Celestial; el dharma de los bonge es trabajar la tierra y obedecer a los samuráis, y es deber de los samuráis proteger a los heimin y administrar el Imperio. Matar a un heimin significa tener que responder ante el señor de ese heimin.
Los que no encajan
Existe una tercera casta, llamada burakumin, o "pueblo de la aldea", que a veces se conocen como hinin, o "no personas". Debido a su proximidad a la muerte o a actos deshonrosos, estos criminales, torturadores, enterradores, carniceros y curtidores son considerados compañía impropia para un samurái, salvo en las circunstancias más extremas. Hasta las palabras de un señor bondadoso pueden verse empañadas por el término peyorativo eta, un calificativo que significa "abundancia de inmundicia".
Se considera a los barakumin profundamente impuros, y asociarse con ellos con demasiada frecuencia exige que los samuráis realicen rituales especiales de purificación. Los barakumin deben vivir en aldeas especiales al margen de la sociedad, y sienten un gran temor hacia los samuráis. Un samurái puede matar a cualquier barakumin sin razón alguna, sin consecuencias legales, de forma aún más sencilla que en el caso de los bonge. No es raro que un samurái decida probar su nueva espada acabando con el hinin más cercano.
Los artistas que no son samuráis, entre los que se incluye a las geishas, también son técnicamente hinin por un motivo especial: como no son personas, un samurái puede relajarse por completo a su alrededor sin ningún tipo de estigma social. El esfuerzo de mantener las apariencias acaba afectando incluso al más estoico de los samuráis. En compañía de una geisha, bajo el suave sonido de la música del shamisen, un samurái puede reírse, hablar abiertamente de su señor y su familia, o llorar por los sinsabores que le depara la vida.
En Rokugan el estatus social de uno mismo y su familia es el aspecto más importante de la vida de sus habitantes. En la cima del Orden Celestial se encuenta el Emperador, bajo él está la casta de samurai Kuge (las Familias Imperiales y la familia cercana de los Campeones de Clan), bajo ellos el resto de samurai samurai Buke (desde los samurai de los clanes mayores, menores hasta los bajos rōnin. Bajo la casta de los samurai están los heimin / bonge (aquellos que trabajan: campesinos, artesanos y comerciantes), y lo más bajo del orden celestial los hinin / burakumin (los impuros: geishas, carniceros, torturadores, criminales, enterradores...).
Status |
|
100 |
El Emperador |
90-99 |
La Esposa Imperial y sus Hijos, la Voz del Emperador, los Daimyos de las Familias Imperiales, el Campeón Esmeralda y de Jade, el Canciller Imperial y el Consejero Imperial. |
80-89 |
Los Campeones de los Clanes Mayores |
70-79 |
Los Campeones de los Clanes Menores, el Heraldo Imperial, el Tesorero Imperial, los Daimyō de las familias de los clanes mayores |
60-69 |
Los Daimyō de provincias |
50-59 |
Gobernadores de ciudades, Daimyō de las familias vasallas |
40-49 |
Magistrados Esmeralda y de Jade, Magistrados de clan |
30-39 |
Samurai de los clanes mayores, abads de la Hermandad de Shinsei |
25-29 |
Samurai de los clanes menores o de familias vasallas, monjes |
20-24 |
Líderes de aldeas, samurai caídos en desgracia, rōnin |
10-19 |
Ashigaru, artesanos, trabajadores |
1-9 |
Mercaderes, bandidos |
0 |
Artistas, geisha, peleteros, carniceros, torturadores |
LA VIDA DE UN SAMURÁI
La mayoría de los samuráis nacen entre las filas de los buke de linajes familiares arraigados o son adoptados de otra familia noble. Otros adoptados proceden de familias vasallas o de rônin que juran fidelidad a un señor.
Los jóvenes samuráis tienen muy pocas expectativas depositadas en ellos y no se espera que mantengan la dignidad. A la mayoría no les falta de nada. Mientras obedezcan a sus padres, no tendrán preocupaciones hasta que tengan entre ocho y doce años, dependiendo de la familia o el clan. Llegados a esa edad, se les inscribe en un dôjô familiar para capacitarlos en el cumplimiento de sus responsabilidades como adultos.
Entrenamiento
Para los samuráis de las clases superiores, aprender su lugar en el Imperio significa entrenar en el dôjô familiar, practicando técnicas perfeccionadas a lo largo de siglos de esfuerzo y maestría. La duración de este entrenamiento varía dependiendo de su naturaleza (los alumnos shugenja en particular suelen tener carreras educativas muy diferentes, dependiendo de cuándo y con qué intensidad se manifiestan sus dones con los kami) y de las capacidades del alumno, pero normalmente dura unos cuatro años. Los alumnos con otras aptitudes evidentes a menudo son transferidos a un dôjô familiar del mismo clan y se les instruye sobre cómo utilizar mejor sus talentos en servicio a su clan. En raras ocasiones, pueden incluso ir a entrenarse con otro clan, un acuerdo que requiere un gran número de favores y concesiones. Después de que haya cumplido los requisitos de su sensei, un samurái se considera preparado para el genpuku.
Genpuku
El día más importante de la vida de los jóvenes samuráis es el día en que convierten en adultos, se gradúan de la academia de su dôjô en la ceremonia de mayoría de edad y se convierten en miembros de pleno derecho del clan. Por lo general, esto ocurre cuando el samurái tiene alrededor de los dieciséis años, aunque no son infrecuentes los genpuku más tempranos o más tardíos. La mayoría incluye algún tipo de pruebas, para corroborar que el samurái ha aprendido todo lo que se requiere y es capaz de desempeñar sus deberes con maestría. Si los jóvenes samuráis superan estas pruebas, se les hace entrega de un wakizashi, tradicionalmente de sus abuelos, aunque con mayor frecuencia una réplica hecha en el mismo estilo, y se espera que sirvan fielmente al clan.
Matrimonio
El amor tiene su lugar en Rokugán: en los libros de almohada y en anhelantes poemas hacia la persona amada, ya que casarse por amor verdadero es poco frecuente. El matrimonio en una sociedad feudal se basa en aquello que es mejor para la familia y las alianzas, por lo que el talento y el linaje de los jóvenes samuráis a menudo se intercambia por favores y recursos estratégicos. Que un samurái se oponga o se niegue a ello se considera equivalente a rechazar cualquier otra orden de su daimyô: un motivo para cometer seppuku y, por lo tanto, la mayoría de los samuráis ni siquiera se atreverían a planteárselo.
Retiro
Muchos samuráis deciden convertirse en monjes después de toda una vida al servicio de su clan, y se retiran a un monasterio para contemplar los misterios de Shinsei y del Tao. La expresión es "afeitarse la cabeza", refiriéndose a la práctica de cortarse el moño, el símbolo de su estatus como samurái (aunque como en la era moderna muchos clanes adoptan una amplia variedad de estilos de peinados, esto es una frase hecha). El samurái entrega su wakizashi al clan antes de partir a reflexionar en plácida contemplación sobre la sabiduría acumulada a lo largo de toda una vida. No todos los samuráis eligen retirarse; algunos continúan sirviendo a sus señores hasta una edad muy avanzada, mientras que otros encuentran una noble muerte en batalla.
Pero la jubilación cumple una función profundamente práctica. Aunque en teoría las obligaciones de un samurái hacia su clan han concluido después de toda una vida de servicio, la mayoría de los monjes permanecen en las tierras de su familia, aportando una importante fuente de conocimiento y sabiduría institucional que el clan puede seguir aprovechando mucho tiempo después de que el acero del samurái se haya embotado con el paso de los años.
Funeral
La muerte con dignidad, el último acto de la vida de un samurái, es un acontecimiento solemne. Aunque muchos samuráis buscan una muerte honorable en combate, esto no siempre es posible. Cuando un samurái muere, sus hazañas se leen ante un grupo de dignatarios y seres queridos reunidos en torno a una pira ornamental construida para representar los elementos que componen el alma de un samurái. El cuerpo se incinera y los huesos calcinados se sacan de las cenizas con palillos especiales, pues nunca se debe tocar a los muertos.
Otro posible final para la vida de un samurái es seppuku: el suicidio ritual para purificar a la familia y al individuo de su deshonra. Ejecutar con éxito el seppuku generalmente redime al samurái de su oprobio, ofreciéndole la oportunidad de recobrar el honor y el dharma en una nueva vida.
Una vida carente de propósito
La excepción a la forma de vida de los samuráis es el estilo de vida de un rônin, literalmente "hombre ola", que está a merced de los avatares del destino. Un samurái no necesita aceptar el seppuku para purgar su honor; puede elegir abandonar su deber y marcharse. Aunque muchos rônin no se ajustan al estereotipo de samuráis sin honor ni señor (algunos son simplemente hijos de rônin que han nacido en esta situación y que actúan de forma más honorable que muchos samuráis de los Grandes Clanes), lo hace un número suficiente como para que automáticamente se presuponga que no son dignos de confianza y que no tienen decencia.
Aunque un rônin es técnicamente un samurái, no tiene señor, ni clan, ni familia, ni, por lo tanto, ningún propósito. Los rônin se ven obligados a buscar trabajo como mercenarios o guardaespaldas, a comer bolas de pasta compradas a sucios comerciantes heimin y a ganarse su lecho de paja con el filo de su espada. Algunos recurren al bandidaje o al crimen para conseguir el dinero necesario para vivir, pero al menos esto sigue siendo una forma de ganarse la vida a través de su destreza con las armas.
LA TIERRA DE LAS DIEZ MIL FORTUNAS
En Rokugán, la fe es algo real y tangible, y sólo los estúpidos optan por no creer. Los kami son manifiestamente reales, los dioses se enfurecen con facilidad, y se pueden ver signos de magia y acontecimientos maravillosos incluso en los rincones más distantes del Imperio. Aun cuando un samurái o un plebeyo no los haya visto en persona, si lo habrá hecho alguna vez algún conocido de su plena confianza.
Las creencias religiosas en Rokugán, fusionadas por el segundo Emperador, Hantei Genji, comprenden tres formas diferentes de adoración: la adoración de los ancestros, que consiste en rendir tributo a los antepasados bendecidos de un samurái, que han ascendido más allá la rueda de la reencarnación; el fortunismo, que consiste en la adoración directa a los dioses; y el shinseísmo, que es el estudio del Tao de Shinsei.
La más fundamental de las prácticas religiosas gira en torno a la adoración de los ancestros de un samurái. Los espíritus de los antepasados velan por sus descendientes desde Yomi, recibiendo sus plegarias en busca de consejo, ayuda y buena fortuna. Casa todas las casas de Rokugán cuentan con un altar ancestral donde los miembros de la familia rezan y hacen ofrendas a estatuas de piedra de sus familiares, pidiendo bendiciones, protección e intercesión.
Además de a sus propios antepasados, la gente de Rokugán venera y aplaca a los espíritus elementales de la naturaleza, la agricultura y otros dominios. Esta adoración de los entes inmortales que habitan en Tengoku y de la miríada de espíritus menores que habitan en Ningen-dô se conoce como fortunismo. Existen centenares de templos y santuarios dedicados a las fortunas menores, y los santuarios que rinden homenaje a las siete Grandes Fortunas dominan el horizonte de las ciudades más grandes del Imperio. Aunque normalmente son imperceptibles, los kamis disponen de algunos servidores capaces de oírlos y de hablar con ellos. Estos mortales se conocen como shugenja, y sus invocaciones a las fortunas y a los kami elementales pueden producir efectos milagrosos.
Mientras que el fortunismo celebra la diversidad, otra línea de pensamiento filosófico enfatiza la unidad. La ideología conocida como "shinseísmo", en honor al hombre que promulgó sus ideas fundamentales, se basa en un concepto de gran simplicidad: todo el universo proviene del Vacío, y todo regresará a él con el tiempo. De acuerdo con el shinseísmo, abrazar la unidad de los cinco elementos, o anillos, y vivir de acuerdo con los principios de una sociedad ordenada, podría permitirle a uno trascender el ciclo de renacimiento y alcanzar la iluminación. Estas enseñanzas se registraron en su totalidad durante la audiencia de Shinsei con el primer Emperador y quedaron depositadas en el Tao de Shinsei.
Seguir al Tao significa actuar de acuerdo con la virtud y la armonía del universo, que a su vez conduce al orden y al predominio del bien sobre el mal. La Hermandad de Shinsei, que estudia y debate el Tao, es una vasta colección de órdenes monásticas, cada una de ellas con un enfoque individual de estudio y práctica. Esta heterodoxia religiosa engrenda ocasionalmente potentes herejías, y a lo largo de los siglos han aparecido muchas sectas divergentes del shinseísmo.
Intermediarios mortales
Los kami interactúan con Rokugán mediante fenómenos naturales, pero manifiestan su voluntad a los mortales devotos. Los espíritus pueden aceptar la devoción sincera bendiciendo a un sacerdote laico de la casta plebeya. Estos sacerdotes no pueden impetrar de los kami milagros manifiestos, pero pueden bendecir campos, santificar espacio rituales, celebrar bodas y funerales, vaticinar augurios, y crear amuletos de la buena suerte y talismanes bendecidos por sus deidades favoritas.
Cuando un samurái manifiesta la capacidad de comunicarse con los espíritus, a menudo se le imparte un entrenamiento especializado y secreto para convertirse en shugenja, un sacerdote samurái que ostenta un poder milagroso. Existe la idea errónea de que los shugenja pueden hablar directamente con los espíritus usando el lenguaje humano, pero en realidad emplean una delicada traducción de emociones e instintos, que puede ser malinterpretada. Bajo la tutelo de otros shugenja, el samurái aprende oraciones, ofrendas, devociones e invocaciones diseñadas para suplicar la ayuda de los kami, ayuda que a veces asume una forma espectacular. Con las oraciones apropiadas a los kami, todo es posible: conjurar bolas de fuego titánicas, tejes bellas exhibiciones ilusorias, crear grandes fisuras en la roca, o disipar la desesperación en la batalla.
LAS FORTUNAS EN ROKUGAN
Existen muchas fortunas o dioses de gran poder. Emma-o ejerce un ilimitado dominio sobre Meido en su papel de fortuna de la muerte y juez de los difuntos, mientras que Megumi, fortuna de la guía heroica, aparece con frecuencia para ayudar a los samuráis menores en todo el Imperio.
En el pasado, las distintas tribus adoraron a las fortunas dependiendo de las necesidades y especializaciones de sus pueblos. Tras la formación del Imperio, se convirtió en derecho sagrado de los Hantei declarar una nueva fortuna, lo que permitía ascender a un antiguo mortal fallecido a las filas de la divinidad. Ese fue el destino de Osano-wo, hijo de Hida y fortuna del fuego y el trueno.
Algunos teólogos creen que todas las fortunas era originalmente mortales cuyas obras fueron motivo de veneración, y que esta senda aún puede seguirse hoy en día. Que nuevos dioses pueden ascender a los Cielos, ya sea demostrando ser ejemplos de virtud o siguiendo otros caminos secretos.
LAS OCHO GRANDES FORTUNAS
El Busihidô, que significa literalmente "la senda del guerrero", es el código según el cual todos los samuráis de Rokugán se esfuerzan por vivir, aunque la interpretación que cada clan hace de los preceptos del Bushidô es un poco diferente. A todos los samuráis se les enseña a adoptar los ideales del Bushidô y a esforzarse siempre en alcanzarlos, a expensas de su beneficio personal. Ni siquiera los Kami fueron capaces de cumplir con el Bushidô a la perfección; las restricciones impuestas por Akodo son casi imposibles de respetar en su totalidad, y la pugna por cumplirlas consume la existencia del samurái.
COMPASIÓN (JIN)
Los Cielos Celestiales designaron a los señores y samuráis de Rokugán para gobernar sobre las castas inferiores, pero el poder conlleva responsabilidad y, como reza el adagio, nobleza obliga. Así, la Compasión representa las obligaciones de los buke y los kuge hacia los bonge. La mayoría de los clanes interpretan que esto significa que hay que proteger fisicamente a los plebeyos, pero otros clanes van aún más lejos.
CORAJE (YÛ)
Un samurái vive en todo momento a un metro de la muerte. Debe estar preparado para dar su vida en cualquier momento por su señor, su clan y el Imperio. Morir al servicio de su señor impulsa su karma, por lo que los samuráis aceptan con entusiasmo la idea de una muerte noble al servicio de su familia.
CORTESÍA (REI)
El orden social no sólo es importante para Rokugán, sino que es, literalmente, aquello en lo que se sustentan los Cielos. Un samurái debe mantener las apariencias y soportar las adversidades, mostrando cortesía incluso cuando se enfrenta a la descortesía más vil. Es por esta razón que los cortesanos practican los insultos indirectos y las artes de la insinuación sutil.
DEBER Y LEALTAD (CHÛGI)
Se espera que los samuráis cumplan con su deber para con sus señor y sus subordinados sin vacilación ni reservas, sin importar el coste que suponga para su propia reputación. Por supuesto, se espera que cualquier responsabilidad impuesta por su señor esté dentro de los límites del Bushidô y que reporte honor a los samuráis que las cumplan. Si un samurái siente que su deber entra en conflicto con las otras virtudes del Bushidô, puede cometer seppuku como protesta, lo que constituye una rara excepción a la necesidad de contar con el permiso de su señor para poner fin a su vida. Este sentimiento es imposible de ignorar: el señor ha mancillado el honor del samurái, y alguien sin honor no es apto para servir.
HONOR (MEIYO)
Meiyo es la virtud más sutil, pero también la más fundamental y universal. Los samuráis sin honor no pueden cumplir realmente las demás virtudes del Bushidô, ya que actúan como otros esperan que lo hagan, y no como les dicta su propia conciencia. Sin embargo, si su honor está intacto seguirán los designios del Bushidô y buscarán la justicia sin errores ni equivocación, incluso cuando su señor les ordene los contrario.
RECTITUD (GI)
La rectitud es la luz del sol que brilla en la katana, brillante y dolorosa a la vista. Sólo hay verdad y mentira, justicia e injusticia, y es tarea del samurái vivir de acuerdo con la justicia y asegurarse de que se imparta.
SINCERIDAD (MAKOTO)
Los samuráis deben armonizar sus intenciones con sus palabras y acciones, actuando con plena y total convicción, tanto si se sirven a si mismos como a su señor. En Rokugán se valora más una actitud convincente que la verdad absoluta, pues el samurái que habla con sinceridad se ha comprometido con la totalidad de su ser a ese sentimiento.
Familias vasallas
La mayoría de los samurai no portan el nombre de las familias a las que sirven, sino que es un privilegio reservado a leales vasallos que lo reciben como recompensa por sus servicios. Los clanes estan compuestos por multitud de pequeñas familias. A continuación tienes un listado de las más prestigiosas y conocidas al servicio de cada clan.
Clan Cangrejo
Kaiu: Fundai, Kenru, Maisuna
Hida: Kakeguchi, Koebi, Moshibaru
Hiruma: Endo, Raikuto
Kuni: Ishi, Meishozo, Ugawari
Yasuki: Kano, Nobuto
Clan Dragón
Agasha: Chiyu, Hiasobi, Izaku, Remiki
Mirumoto: Kouken, Zurui
Kitsuki: Sakura
Clan Escorpión
Bayushi: Aotora, Rokugo, Ugawa
Shosuro: Jitsuyoteki, Kochako, Tokagure
Soshi: Nanbu
Yogo: Naganori, Tansaku
Clan Fénix
Asako: Atsumaru, Chukan, Nani
Isawa: Iga, Koganshi, Sesai, Shingo
Shiba: Nasu, Sodona
Clan Grulla
Doji: Katogama, Tsume, Morehei
Daidoji: Fujihiro, Hiramichi, Hiramori, Junichi
Kakita: Ashidaka, Iwasaki
Asahina: Mori, Ito
Clan León
Akodo: Damasu, Ichime, Itagawa, Katai, Seizuka
Ikoma: Kaeru, Hosokawa, Murame
Matsu: Goseki, Hayameru, Ikeda, Koritome
Kitsu: Ise, Noroko
Clan Unicornio
Ide: Hateru, Shiko, Suio
Iuchi: Battue, Kenshin, Zeshi
Shinjo: Marta
Moto: Onshigawa
Utaku: Hyuga, Naoko