Partida Rol por web

 A vuestros pies Zara es quemada, saqueada de nuevo por piratas. Los habitantes escapan de la ciudad con lo poco que les quedan como vosotros. Ahora su destino es incierto, el invierno se acerca y tambien el dia, no quedan mas de unas horas para que amanezca y os encontreis en ese lugar a sus expensas, debeis buscar un lugar donde descansar.

Cerca hay un pequeño convento por lo que parece, donde tal vez os den refugio si esta habitado y si no lo esta podriais usar sus catacumbas para descansar. Cerca del bosque cubierto por una maraña de plantas, poco cuidado, tal vez abandonado con pocos monjes. No se ven luces, no se ve nada, solo el viento que comienza a soplar entre las piedras.

Sonidos del pasado, sonidos del presente, un lugar donde parar, donde descansar, lugar donde no os encontraran pero ¿quien os vigilara durante el dia quien no permitira que os saquen a la luz y os conviertan en cenizas?

A vuestros pies Zara quemada, saqueada de nuevo por piratas. Los habitantes escapan de la ciudad con lo poco que les quedan como vosotros. Ahora su destino es incierto, el invierno se acerca y tambien el funesto final

Cerca hay un pequeño convento por lo que parece, vuestro lugar de llegada Cerca del bosque cubierto por una maraña de plantas, poco cuidado, tal vez abandonado con pocos monjes. No se ven luces, no se ve nada, solo el viento que comienza a soplar entre las piedras.

Sonidos del pasado, sonidos del presente, un lugar donde parar, donde descansar, lugar donde no os encontraran y donde encontrareis lo que hay destinado para vuestro futuro.

Al alejarnos de la villa obtenemos una perpectiva inmejorable de la ciudad, viendo espléndidamente el resultado del asalto de los piratas. Tras varios ataques, se han vuelto extremadamente eficientes en lo que hacen, y como resultado, la ciudad a sido reducida a cenizas. Los mortales que han podido escapar al ataque salen de la ciudad arrastrando lo que han podido salvar de los piratas y pueden llevar consigo.

Me concentro en el camino que tenemos delante. Nadie habla, así que no seré yo quien rompa el bendito silencio.

Tras un recodo del camino aparece el convento, pequeño, descuidado y anormalmente a oscuras. Mi instinto grita "problemas". Aguzo la vista y el oido.

Al llegar, husmeo el aire, aborreciendo el hedor con que la humanidad y su falsa fe han apestado el lugar. Las hordas pirata han arrasado el lugar, y las presas huyen en manadas, un éxodo que yo debería seguir. Un cazador siempre viaja con su presa, se funde con ella en una simbiosis natural, generando el ecosistema en que vivirá por siempre. Hoy, en cambio, les dejo partir. Camino junto a estos desconocidos en busca de algo que quizás ni exista, pero por lo que vale la pena buscar. La esperanzas de un futuro mejor, de un avance más en la búsqueda del depredador perfecto y eterno.

El lugar está oscuro, pero eso no es problema para mi. Mis ojos se adaptan a la oscuridad con rapidez, oteando cada rincón y hurgando en cada sombra como el zorro en la madriguera del conejo. Mis hombros se elevan, y mi bello se eriza. No estoy cómodo en presencia de los lugares sagrados de los mortales. Me agacho y tomo algo de tierra entre mis dedos, frotándome las manos con ella. Fresca, húmeda. El contacto con la tierra me alivia.

A tu derecha entre los arbustos ves un bulto a alguien o algo que esta agazapado, es un lobo, pero tiene algunas heridas sobre la piel como si algo la hubiera rasgado se han cicatrizado las heridas pero sigue ahi, parece que va a morir o no quien sabe.

Tambien hay algo mas un cadaver muerto y despedazado en un rincon, completamente palido y sin sangre porlo que pueda haber apreciado a esta distancia.

Suelto la tierra con un gruñido, sacudiéndome las manos. Me asalta la tentación de permitir a mis garras salir al exterior, pero finalmente lo reconsidero. Al ver las heridas en el cuerpo que descubro, siento que probablemente no hagan falta. Al menos con ese animal. Sin embargo, extraigo uno de mis cuchillos de su funda, por si acaso.

• Ahí...

Señalo el lugar con mi acero. Un lobo ensangrentado, aparentemente a punto de morir. Y a su lado, un cadáver despedazado y deseco, sin sangre.

Las cicatrices del lobo me dan mala espina. O pertenecen a heridas antiguas, o su capacidad de curación es de todo menos natural. Podría tratarse de una bestia, de esas de las que huyo constantemente en los bosques. Si de eso se trata, no podemos permitir que se recupere del todo. Hay que actuar presto.

Comienzo a correr hacia el animal, para acabar con su vida cuanto antes. Si es una bestia, hay que evitar que sane gracias a sus poderes, y si es solo un animal, aliviar su innecesario sufrimiento será un acto natural.

Lo veo. El Galo señala precisamente el lugar y entonces veo lo que señala. El cadáver de un humano, o lo que queda de él, y un lobo que parece agonizante. Algo totalmente fuera de lugar.

Recurro al poder de la sangre, al cambio, para adoptar la vista del cazador nocturno y que nada se me escape. Esto tiene toda la pinta de una encerrona.

A tu derecha entre los arbustos ves un bulto a alguien o algo que esta agazapado, es un lobo, pero tiene algunas heridas sobre la piel como si algo la hubiera rasgado se han cicatrizado las heridas pero sigue ahi, parece que va a morir o no quien sabe.

Tambien hay algo mas un cadaver muerto y despedazado en un rincon, completamente palido y sin sangre porlo que pueda haber apreciado a esta distancia.

Os acercais al lobo o lo que  sea, realmente mientrs veis que el cuerpo humano ha sido completamente desmembrado y la mirada es demasiado humana para no ser tomada en cuenta, a su lado hay una espada rota, un rosario y ropas de monja o algo asi no estais seguros.

Os mira y solo es un segundo antes de quedar inerte y muerto en el lugar, no hay sangre cerca del cuerpo no hay nada solo el cuerpo y el lobo que ha dejado ya de respirar.

El lobo ha dejado de sufrir. Finalmente, no era más ni menos que un animal. Eso me tranquiliza, pero solo ligeramente. No tengo que vérmelas con una bestia del bosque, pero alguien ha hecho esto no hace demasiado, y aún puede estar cerca.

Me pongo en pie tras inspeccionar los cuerpos. No tienen nada que me interese, solo deseo no ser sorprendido como debió serlo este mortal. Mis ojos se aclimatan a la oscuridad, refulgiendo rojos como los del grandullón de ébano. Parece que compartimos dones de la sangre, incluso veo que sus manos se han convertido en las garras que empleo yo mismo con frecuencia. Miro a nuestro alrededor, con uno de mis cuchillos en una mano mientas desenfundo el otro.

• ¿Y ahora?

- Y ahora, nos andaremos con cuidado, ahí - señalo a mi derecha - hay otro bulto que parece un lobo cubierto de cicatrices y un cadáver más, aunque no podría decir si el lobo vive o está muerto. Además ese humano ha muerto delante nuestro, así que lo que sea que lo ha matado no debe andar muy lejos.

Veo como El Galo y yo nos parecemos en más de un aspecto. Sus ojos brillan rojizos como los míos.

Miro a nuestros anfitriones. - Deberíais aprestar las armas en silencio. No queremos que nos cojan desprevenidos, pero tampoco hay que alarmar innecesariamente al causante de esto si está cerca.

Malos momentos si hasta las bestias se alimentan de sangre susurro mientras miro hacia delante. -el camino es seguro, esta ahi arriba y ahi arriba debemos ir nos guste o no,

El monasterio y sus secretos, el grial y...una sonrisa recorre mi rostro, realmente deseo terminar con lo que soy o simplemente soy mas de lo que podria aparentar y solo es otro acto mas de mi futuro, de mi destino

Movamonos pues...pero antes giro la cabeza y una inmensa mole de pelo negro me tira del caballo poniendose sobre mi mientras sus fauces me miran con avidez, mientras...

Lupinos!

La aparición me coge por sorpresa. Mis acompañantes hablan, se deleitan con su propia voz, siempre tratando de imponer la razón sobre el instinto. Incluso el gigante de ébano, tan parecido a mí en muchos aspectos. Pero cuando la verdad aparece, las palabras sobran. Y la verdad, en este caso, adopta la forma de una bestia de la naturaleza, un depredador como nosotros que lucha por su territorio. Vampiros a las ciudades, bosques para los lobos, esa es su exigencia.

Desgraciadamente, no puedo estar de acuerdo con eso. Los bosques son mi hogar.

Normalmente nuestro conflicto es quien me obliga a viajar. No soy rival para ellos, y como cualquier depredador ante uno superior, me veo obligado a huir para autoconservarme. Sin embargo, ahora es diferente. No es la primera ocasión en que esto sucede. Si corro, no tardará en darme alcance. Uno a uno no somos rivales para él, y a fe que conozco la velocidad que pueden darse estas bestias corriendo por estos terrenos. Pero, si no es individualmente...

Auditore ha gritado Lupinos, en plural, pero yo solo veo a uno. Puede ser una temeridad ceder a lo que la vista me ofrece, puede que haya más, pero si es así no tengo opciones de huir en cualquier caso. Si solo es uno, como grupo quizás podamos con él. Como manada vinimos, como manada podemos actuar. Como lobos enfrentados a un oso, tenemos nuestras opciones.

Soy consciente de que necesito mi garras, si quiero tener alguna opción frente a la bestia. Debería haber sido previsor, pero creyendo que entraríamos de inmediato al lugar santo opté por armas mundanas. ¡¡Maldición!! Las invoco con prisa, mientras arrojo uno de mis cuchillos a la bestia, con escaso acierto. Su hoja pasa sobre el lomo del monstruo, sin siquiera rozar su pelaje.

La advertencia de Auditore llega a mis oídos rápida y se introduce en mi cerebro como una maldición. Así que te has decidido a dar la cara. Por separado no seríamos rivales para ti, pero somos cuatro, así que deberíamos tener una oportunidad. Un vistazo al Galo me confirma que está pensando lo mismo que yo, sobre todo cuando, con escaso éxito lanza una de sus dagas contra el bruto.

Dejo mi lanza a un lado, contra este rival no me va a servir, e invoco las garras que el don del cambio me proporcionan.

Debo mantenerme alerta. Es raro que estos engendros cacen solos.

Se colocan en posicion para atacar mientras vuestra compañera es un borron, se mueve con rapidez aunque no la suficinete para que l golpeen en un costado derribandola manchando sus ropas, sus criados la rodean para protegerla.

Auditore se coloca sacando sus dagas pero no es rapido. Ssu garras brillan a la luz de la luna y sus fauces muestran sangre.