- ¿Que ocurre?
Le pregunto a la tabernera. No entendía el pánico que tenía si Uriel ya había terminado con los ladrones. ¡Estaba a salvo! Pero parece ser que para ella, esta nueva situación no era estar a salvo. Con la fuerza que puede dar el terror, corre por las escaleras hacia las habitaciones. Poco después se escucha el golpe de una puerta al cerrarse.
- Se ha escondido... - confirmo sorprendido. - Que maleducada. En lugar de darnos las gracias....
Observo la carrera desesperada de la mujer hacia la planta de arriba.
- E... esto me da mala espina...
Dejo los ojos en blanco y me encojo de hombros.
-La gente teme a lo que no conoce, y les da igual que les haya salvado, para ellos solo soy un monstruo por poder usar la magia..Vayámonos de aquí antes de que nos metamos en más líos.
Veo que la puerta de la taberna se vuelve a abrir y salen a la calle los tres hombres que nos han atacado. Mi compañero está de rodillas en el suelo, escupiendo sangre en el empedrado que hace de acera, frente a la taberna. Sostengo su brazo izquierdo para que no caiga del todo.
- ¿Estás bien? Levántate. Tranquilo. El jefe ya ha sido avisado.
Consigo que se levante del suelo y se mantenga de pie. Luego miro a nuestros agresores.
- Estáis acabados. - Me reiría si mis costillas no me doliesen como me duelen tras el golpe que me dio. - Os convertirá en zanahorias.
Al salir observo que toda la calle está vacía. No hay nadie. Es como si todo el mundo se escondiese de aquella gente. O de nosotros. Miro a los ladrones, y es curioso que aún siendo yo un ladrón, sienta asco por esos dos tipos, y lo que hacen. La amenaza de que viene su jefe, no me asusta.
- ¿Jefe? ¿Quién es vuestro jefe?
Me dirijo hacia los caballos.
- ¡Ey! - grito a Uriel y Cirém cuando paso a su lado. - Esto se va a poner feo. ¡Vámonos!
Antes de irme pateo al que está en el suelo, luego voy al establo y ensillo mi caballo para ir al puerto a buscar una barca que nos lleve con el Troll Liebre.
Vemos que se acerca el agresivo del grupo y golpea una nueva patada a mi compañero, que hace que vuelva a caer. Apenas me dio tiempo a hacer nada. Pero de repente, el sonido de los cascos de un caballo, hace que sonría. Vuelvo mi cabeza y veo al jefe cabalgando por la calle hacia aquí.
- ¡Jefe! - Le gritamos los dos a la vez. - ¡Eh! ¡Aquí!
Cuando llega con su caballo y se baja de éste, corremos hacia él con las pocas fuerzas que nos quedan.
- ¡Jefe! - Le grito. - ¡Son Esos!
Y señalo a los tres hombres que se dirigen a las cuadras en busca de sus caballos.
Cruzo mis manos en mi espalda cuando me bajo del caballo. Mi atuendo, largo y de color blanco, con un símbolo en mi pecho, está limpio y sin arrugas. Mi porte es señorial. No giro mi cabeza para hablar con mis subordinados.
- No pongáis esa voz llorona. ¿Esos son los que han osado atacar a la Banda de la Liebre?
Los miro tranquilamente, sin inmutar mi postura.
- Que vergüenza. ¿Os han vencido esos críos?
Sigo mirando fijamente a los tres hombres que se dirigen a sus caballos. Y con paso tranquilo, pero fuerte, me dirijo hacia ellos.
Sigo detrás de Uriel en busca de los caballos. Cuando llego al mío, junto con Nolo, apoyo un pie para subirme a él, y me paro a observar al jefe de la banda de la Liebre. Nunca había visto una criatura como él, tiene cuerpo humanoide, pero con rasgos de una liebre. Alto, delgado y con bello por todo el cuerpo. Sus manos si son humanas, por lo que he podido apreciar antes de que las escondiese en su espalda. Las piernas, tras ese traje que lleva, tienen pinta de ser como las de una liebre.
- ¿Ese es el jefe de la banda? No parece tan fuerte. Aunque da un poco de miedo.
Llego a la altura del caballo de Cirem, dispuesto a subirme cuando él lo haga. Pero se para a mirar al jefe, y cuando veo que se va acercando a nosotros, tan tranquilo, comento: - Que tío tan raro...
Al ver que se acercan problemas, acerco disimuladamente mi mano a la espada y finjo seguir a lo mío aunque, en verdad, sigo muy atento a todo lo que pasa a mi alrededor.
Avergonzados era la palabra exacta. Agachamos la cabeza.
- Si... estamos avergonzados...
Sin escuchar a mi esbirros, sigo andando hasta llegar al caballo de Cirem y Nolo.
- Allá voy. - voy comentando serio, y cuando estoy al lado de Cirem, le tiendo la mano. - Dame la mano.
Tiendo la mano para dársela al tipo raro. Y cuando sus dedos me tocan, la quito rápidamente.
- ¡Eeeecs! - Le hago un gesto de asco. - ¿Como voy a darte la mano?
Contemplo la escena atónito, ¿a qué están jugando?
-Nolo, Cirem, tenemos que irnos, dejad de jugar.
- Ji, ji, ji. Ya me has tocado... - Le digo a Cirem.
Y de repente, la piel de Cirem comienza a tornarse se un color anaranjado.... mientras no paro de reírme.
- Ja, ja, ja.
Comenzamos a reírnos con ganas.
- ¡Ja, ja, ja! Les está bien empleado. Nadie puede con el jefe.
-¡Cirem! -Grito-Maldita sea...-Desenvaino mi espada y me acerco al que parece el jefe.
Mientras Cirem cae al suelo, inconsciente, veo que Uriel se acerca a mi.
- ¿Quieres pelear conmigo? Bueno, vale. Pero si me tocas te pasará lo mismo que a tu amigo.