Partida Rol por web

Introducción

Hanila siempre ha querido salir de Kish y vivir aventuras, motivada por los relatos que su padre le contaba por las noches cuando era niña; nunca había tenido una oportunidad idónea para embarcarse a la aventura hasta ahora.

Abdul-Tawaab se ha enterado recientemente de la ubicación de una ciudad perdida en la que se dice vivió un afamado sacerdote experto en las artes de la brujería, y se dice que aunque la ciudad perdida de Tab-Tahúr ha sido saqueada en varias ocasiones nadie ha encontrado la biblioteca del sacerdote, pues al parecer quien se interna en los sótanos del zigurat no sale vivo de él. Abdul buscó con ahínco hasta encontrar al mejor postor para vender esta información, y acabó encontrando a Hanila, una noble awilu muy interesada en estos temas. Hanila pagó bien por esta información e hizo algo más, le pidió a Abdul que la guiara a cambio de quedarse las riquezas que encontraran en los aposentos del poderoso sacerdote… riquezas que no incluyan objetos mágicos, por supuesto. Abdul aceptó, pues una parte de su misión consiste en llevar riquezas a los suyos.

La familia y allegados de Hanila no le permitirían salir de Kish a enfrentar peligros innecesariamente, así que Hanila tuvo que organizarlo clandestinamente, pudiendo contar solo con individuos anónimos y poco importantes. Así Abdul habló con Arhuna, la cual sabe valerse muy bien por sí misma y podría ayudarles. Arhuna anhela ser rica y poderosa, y aceptó correr el riesgo con tal de obtener riquezas. Arhuna a su vez se lo propuso a Bakra, muy capaz de acabar con sus enemigos y aliado de ella; éste aceptó pues en Kish empezaba a estar inquieto e incómodo, la ciudad no es buena con los hombres… y además esas riquezas siempre le vendrían bien en la búsqueda de su objetivo personal, por no decir que poder aprender de la forma de ser, actuar y comportarse de una awilu tan cerca… es una oportunidad que no quiere rechazar.

Por supuesto Hanila no partiría sin la protección de su hábil guardaespaldas, Kulla, a la cual también le agrada la idea de salir de Kish por primera vez y vivir aventuras junto a su querida señora.

Nos encontramos a comienzos del warhu (mes) de Tebetum, el décimo warhu del Annuma Shatum (el año actual), a 2.011 años desde el ascenso de Sargón. Estamos en pleno solsticio de invierno. A día de hoy el día dura lo mismo que la noche, pero durante los tres próximos warhu la noche se irá alargando más que el día, y Sin (la luna) estará más presente que Shamash (el sol) en esta época venidera.

Hanila ha organizado el viaje de forma simple y mediante subterfugios. A unos 20 kanu (kanu significa bastón, es una medida de longitud que hace referencia a unos 3 metros) al oeste de la Puerta de la Res (la puerta de la ciudad de Kish que está al noroeste de la ciudad) os espera un carro en el que cargaréis vuestros pertrechos para el viaje. La ciudad perdida de Tab-Tahúr se encuentra a unos pocos días de viaje hacia el noroeste partiendo desde Kish. Habéis acordado veros donde el carro hoy al salir Shamash para emprender camino.

A una decena de kanu de distancia veis alguna caravana y algún jinete entrar y salir de Kish por la Puerta de la Res, ocasionalmente. El Sol brila en lo alto. La temperatura resulta agradable, en el Imperio de Akkad la temperatura suele ser bastante alta, y os encontráis a principios de la época más fría del año.

Camino de manera apresurada por las calles de Kish. Por las arenas de Eria, que no llegue tarde. No estaba acostumbrado a estas artimañas y los nervios por descubrir lo que ocultaba aquellas ruinas no le había dejado descansar bien del todo. Al acercarme veo el carro y busco a mis compañeros con la vista, al no ver a ninguno suspiro y comienzo a cargar las provisiones y algún carcaj de flechas extra. Nunca se sabe en el desierto. Pienso mientras sigo cargando los víveres que he podido comprar con el dinero de la awilu.

Voy tranquila al carro. Total, aún falta gente por venir. Y voy dejando las cosas dentro sin hablar con nadie; tras eso, dirijo la mirada hacia Shamash, sabiendo que pronto lo vería cada vez menos, y tras eso, me pongo a esperar apoyada en el carro.

Vaya puntualidad hay, al final saldremos en el solsticio de verano a este paso

Organizar todo aquello había sido el mayor trabajo y esfuerzo que había hecho en la vida, sobretodo, porque cuando mi familia se enterara se iba a enfadar y mucho, pero me daba igual, porque volvería cargada de libros y objetos sacados de la biblioteca del sacerdote y eso me daría tanta fama, que tendrían que incluso pedirme disculpas por haberse enfadado conmigo.

Me emocionaba salir al fin de mi hogar, de mi comodidad. Algo me decía, que incluso aunque no encontrara lo que buscaba aquello merecería la pena, pero claro, también me crearía muchos problemas a la vuelta. Si no lo encontraba casi estaba segura de que era mejor no volver a casa o mi desobediencia podría costarme la vida.

Kulla se venía conmigo y la verdad es que no lo hacía obligada. Se lo había preguntado y ella, se había animado sin duda. Me parecía que estaba tan falta de aventuras y tan aburrida del día a día como yo.

- Se nos hace tarde... - Dije a Kulla en cuanto salíamos de casa.

No pude evitar echar un último vistazo atrás, como si no fuera a volver a ver mi hogar nunca.

Había dejado todo preparado, incluso cuantas provisiones para el viaje había podido conseguir.

- Espero no haberme olvidado nada importante.

El camino no era demasiado largo, así que apresurándonos, pero queriendo no llamar la atención, nos pusimos en marcha y al llegar eché un vistazo, hasta que vi allí a Abdul. 

- No somos las primeras en llegar, pero parece que tampoco las últimas. - Dije a Kulla para luego saludar a Abdul. - Buenas.

A fines del pasado warhu, mi señora me había llamado para preguntarme si yo le acompañaría en una aventura que tenía entre manos. No tuve necesidad de preguntar el lugar ni las intenciones de mi ama para aquel viaje, si ella necesitaba de mi compañía y sobre todo de mi seguridad, yo estaría a su lado.

La noche anterior al día de nuestra partida había llegado mucho antes de lo esperado, miles de pensamientos e inseguridades me invadían. La idea de que mi señora pudiera pasar por algún peligro y yo no le pudiera salvar no me permitió dormir  – Mi cuerpo es un escudo – me tuve que recordar a mí misma – Si el peligro se presenta en nuestro camino, ahí estará Kulla para defenderte ama – me dije a mi misma para aplacar mis miedos.

El medio día llegó tan rápido que no me di cuenta. Mi ama me indicó que era el momento de partir a lo que yo respondí con un simple: “Como usted ordene”. Tomé los enseres y provisiones que mi señora había dejado preparados y comenzamos el camino hacia la aventura.

El camino hasta el punto de encuentro no fue largo y nadie intentó algo contra mi señora, lo que agradecí en mi interior. Cuando llegamos vi que un uridimu y una humana mushkenu ya estaban en el lugar. Mi naturaleza desconfiada me hacía dudar de todo y de todos, esta no fue la excepción; miré a los presentes con cautelosa desconfianza y solo respondí con una pequeña reverencia de cabeza al saludo que mi ama hizo al uridimu.

Bakra caminaba por las calles de Kish, esperaba que por última vez. No había que tener demasiada inteligencia para darse cuenta de que la ciudad no era su sitio. Más pronto que tarde tendría que dejarla atrás, así que cuando Arhuna le propuso enrolarse en la misión no lo dudó ni un segundo. No le importaban las historias de ciudades perdidas ni sacerdotes muertos, pero acabar la misión con algo más de peso encima sería muy beneficioso.

Shamash empezaba a enviar su brillo desde el firmamento cuando vislumbró la Puerta de la Res. Allí, junto a un carro, estaba Arhuna, acompañada de una awilu, su esclava wardu y un uridimu, el guía de la misión por lo que sabía. Vaya grupo variado. Al alcanzar el carro y sin perder el gesto hosco, hizo una leve inclinación de cabeza a Arhuna y depositó sus pertenencias en el interior. Acto seguido pronunció, mientras miraba de reojo a la wardu:

-¿Cuándo partimos?

Saludo con la mano o un gesto a todos los que van llegando hasta la llegada del cimerio al cual contesto: Si ya estamos todos lo mejor será partir de inmediato. Digo cambiando la mirada hacia Hanila buscando su aprobación. Si permanecemos aquí parados podemos llamar la atención. Baje la mirada y volví a mirar a Bakra. Los preparativos están listos. Añadí finalmente algo nervioso, los conocimientos y descubrimientos que esta expedición significaría... Podrían despertar en mí la llamada a mi hogar y aumentar la estima de mi familia.

No conocía a todas las personas que se habían unido a la expedición, pues en realidad yo sólo había tenido que pagar para que otro lo hiciera, hablar aquí y allá y bueno, esto era lo que había aparecido. De todas formas, no me disgustaba lo que veía.

- Sí, apresurémonos. - Dije cuando Abdul me miró para saber si estaba de acuerdo con él. - No me apetece nada que nos sorprendan antes de ponernos en marcha.

No me había hablado con los recién llegados, pero los miré y sonreí pensando en lo que podríamos conseguir. Ya tendríamos tiempo de las presentaciones y formalismos cuando nos pusiéramos en marcha y estuviéramos un poco alejados de la ciudad.

Ocupé el poco tiempo que tuvimos en el punto de encuentro para revisar mi equipamiento. Mientras me afanaba en lo anterior, aproveché de hacerme una idea amplia de los individuos que acompañarían a mi ama en esta empresa. Nadie me pareció digno de confianza. Debía dejarles en claro que hacer algo en contra de mi señora, no sería una buena idea.

– Mientras Kulla esté viva, no permitirá que ningún daño le acontezca, ama. – le dije a mi señora en respuesta a sus últimas palabras y también como una advertencia para el resto de presentes.

 Tomé mis trastos, me puse al lado de mi ama y esperé las ordenes que me daría.

Cuando Abdul llegó, siendo el primero, el mushkenu encargado del carro (un hombre ya de avanzada edad, ropas andrajosas y cabeza rapada)* le preguntó si venía de parte de Hanila. Abdul, al recibir la pregunta de forma tan clara, no dudó en contestar afirmativamente; aun así el conductor le preguntó al uridimmu cuál era su nombre, para acabar de cerciorarse y no entregarle el carro a cualquiera. Tras esto, el hombre se fue sin poner trabas ni mirar atrás, de modo que ningún otro lo vio.

Habéis cargado lo necesario en el carro, tanto para la ida como para la vuelta, parte importante también. Muchos de vosotros no podéis evitar preguntaros si realmente estáis listos para esta hazaña; habéis enfrentado dificultades en vuestra vida, algunos incluso habéis atravesado una gran parte del imperio antes de acabar en Kish, pero nunca antes ninguno de vosotros se había entregado al peligro de este modo...

Comenzáis el viaje, con Shamash, el resplandeciente, iluminando el horizonte al que os dirigís y calentando la tierra bajo vuestros pies... un poco más cuanto más avanza el día hacia su cenit. Pero al igual que todo lo que sube baja, Shamash va recorriendo su descenso una vez más, y el día va llegando poco a poco a su fin. Aún deben quedar una o dos danna (horas, aunque no son exactamente horas de 60 minutos) de luz cuando veis algo más adelante y ligeramente a un lado en medio de la estepa: lo que parece un campamento de uridimmu, a juzgar por esas características tiendas que reconoce Abdul.

Y es entonces cuando entendéis que tenéis que tomar una decisión: podéis pedir cobijo a los uridimmu del campamento para pasar la noche, por lo que sabéis en general se dice que los uridimmu son muy hospitalarios (esto Abdul lo tiene muy claro); perderíais algo más de una sexta parte del tiempo de luz solar del día si paráis ya vuestro camino. También podéis continuar, buscar más adelante otra alternativa o levantar campamento cuando lo estiméis oportuno; así aprovecharíais más las horas de luz y dedicaríais más tiempo a viajar, con lo que podríais llegar antes, pero no estaríais cubiertos por los uridimmu durante la noche. La decisión es vuestra.

El viaje avanzaba según lo esperado, sin prisa pero sin pausa, Shamash se alzó y volvió a descender mientras Bakra caminaba al lado del carro. Todavía quedaba algo de tiempo para el anochecer cuando la comitiva avistó un grupo de tiendas. Un campamento, claramente. De qué o quién, no estaba seguro. De todas formas, no importaba.

-No son asunto nuestro- comentó el cimerio mientras recorría con la mirada a sus compañeros de odisea. -Deberíamos aprovechar las pocas danna de luz que tenemos para seguir avanzando.

Estoy de acuerdo con Bakra, no conocemos a esas personas, si seguimos adelante podremos aprovechar un poco más el shamash, pero si nos paramos aquí perderemos tiempo y a saber si perderemos algo más.

No se porqué, pero no me fiaba de esos uridimmu, no se, llámalo presentimiento, pero algo me decía que estos seres de aquí no tramaban nada demasiado bueno.

Yo no había salido de mi casa en la vida, así que la verdad es que no tenía muy claro si pararnos allí era una buena idea o no. Por fortuna, siempre estaba abierta a escuchar a las personas con más experiencia que yo, al menos, cuando parecían decir cosas sensatas, por lo que asentí a las palabras de aquellas personas.

- Si es lo que creéis oportuno, entonces deberíamos continuar.

No siempre iba a estar tan de acuerdo con la gente, eso lo tenía claro, pero también tenía claro que tenía muchas cosas que aprender y que era bueno fijarse en quien las sabía.

Sí, siempre había considerado que el más útil de los poderes de una persona era el conocimiento.

- ¿Tú que opinas? - Pregunté a Kulla, que iba muy callada.

En aquel momento me di cuenta de una cosa y lo comenté con ella en bajo, hablando un poco más en susurros.

- Quizás deberías hablarme de "tú" ahora que viajamos con más gente. ¿No te vas a sentir más cómoda?

El viaje estaba yendo bien hasta el momento y eso hizo que tomara una actitud un tanto más relajada. Me mantuve muy cerca de mi señora, cuidando su caminar y poniendo atención ante cualquier posible muestra de hostilidad de nuestros acompañantes.

Nuestra marcha fue sostenida hasta que nos topamos con lo que parecía un campamento uridimmu. La caravana se detuvo y comenzaron a opinar sobre si debíamos parar y buscar refugio entre el pueblo o seguir para aprovechar las danna en que Shamash todavía reinaría en el cielo. -prefiero solicitar cobijo en aquel campamento y evitar, por algún tiempo, cualquier posible enfrentamiento- pensé solo para mi. Mis pensamientos fueros detenidos por la pregunta de mi ama, a lo que respondí: -ya que mi ama me permite hablar, creo que lo mejor sería buscar ayuda entre el pueblo del desierto.- No era extraño para mi que mi señora me consultara mis opiniones o aprensiones, aunque todavía no me acostumbraba a ello.

Mi señora se acercó a mi y me solicitó que no me refiriera a ella como mi señora o mi ama. No era algo que me gustara, así que me tuve que obligar a responder: -como usted lo desee mi señora- desde ese punto en adelante, mientras estuviéramos con más gente al rededor, yo me referiría a ella como: Hanila.

Mire extrañado a Bakra y Arhuna tras escuchar sus palabras, y algo dolido porque no decirlo, pero no permití que mis sentimientos nublaran mi juicio y las palabras de Hanila me ayudaron a ello. Compañeros, por favor, os pido que no juguéis tan duramente a mi pueblo. Si bien es cierto que podemos continuar un poco más nuestro viaje, no veo necesaria tanta prisa, las ruinas que buscamos no se van a mover. Hago una pausa y miro en la dirección de las tiendas intentando cerciorarme a que goum o asa'ir pertenecen.

El encontrarnos con mi pueblo al principio de este viaje me parece un regalo de la misma Eria, será una afrenta rechazarlo, y una señal de buenaventura, aquí podemos descansar seguros para enfrentarnos a los peligros del desierto mañana. Pienso un segundo y continúo. Ya se sabe: «los que han de marchar por el desierto saben que llega primero el que viaja sin prisa».  Espero a ver que decide Hanila, mirándola, al fin y al cabo esta es su expedición y yo solo el guía.

-No se trata de ningún juicio, compañero. Nada tengo en contra de tu pueblo. Simplemente, ellos han acampado aquí por un motivo, nosotros tenemos otro.

Tras decirle estas palabras a Abdul, el cimerio se gira hacia la awilu, ya que al parecer se hará lo que ella diga:

-Deberíamos continuar.

Si bien las ruinas no se van a mover, no tengo especial interés en confraternizar con otras personas, no es nada personal, ya lo siento si te lo has tomado a mal. Le dijo a Abdul

Tras eso, mira a Hanila, y prosigue con la berborrea. Tú decides lo que debemos hacer, podemos quedarnos aquí, haciendo que nuestra expedición sea más larga, o podemos continuar, arriesgándonos un poco a no encontrar otro campamento y tener que montar uno nosotros. 

Yo soy más partidaria de la segunda, quiero terminar pronto, y además, no me fío de extraños que a saber porqué acampan aquí en mitad del desierto. Tras su pequeña charla, esperó a que Hanila decidiera que era lo que quería hacer, normalmente no hubiera aceptado las ordenes de nadie, pero no era estúpida, y sabía que separar el grupo era la peor cosa que podría suceder