Partida Rol por web

- Augustus... - dijo entonces Lucrecia, tras un largo rato de charla, con una sonrisa reluciente en sus labios pintados de carmesí. - Pocos son los hombres que me piden conversación, y cuando suelen hablar tanto, es porque desean algo. No me malinterpretes, pero hay veces que prefiero en que un hombre emplee la lengua en otro tipo de menesteres, así pues, ya que no necesito nada en este momento, ¿hay algo que yo pueda hacer por ti?

Augustus no pudo evitar reir:

- De verdad... Piensas que todos somos unos cinicos interesados cuya ultima meta contigo es obtener algo, sea tu cuerpo o tus propiedades y contactos, ¿No es asi? Conmigo te equivocarias si pensaras asi. No soy más que un vampiro cualquiera, que se siente solo... Todos los que una vez me importaron han pasado a mejor vida, lo que tenia sentido para mí, hoy dia carece de valor apenas. Solo queria una charla y una noche estimulante. ¿Tan raro resulta? Me parecía interesante la idea de tener una charla con alguien reciente, alguien sin ser corrompido por años de Requiem. Solo sorprendeme, haz que la noche valga la pena... Para los dos.

Lucrecia sonrió ante las últimas palabras de su acompañante.

- Querido, yo siempre hago que las noches valgan la pena - susurró deteniendose y mirando fijamente a Augustus, con tanta intensidad que resultaba imposible apartar la mirada de sus hermosos ojos verdes. Y es que Tulio ya había caído en su juego de seducción, ¿caería también este otro vástago? Deslizó la mano por el brazo del vampiro, con una sonrisa juguetona pintada en sus carnosos labios carmesíes. - Y por lo que veo, tienes interés en alguien que no esté lleno de hastío por su larga existencia inmortal. No eres muy alentador, pareciese que estoy condenada a caer en la corrupción llegado el momento. Pero sabes, en el fondo me gustaría sobrevivir a todo eso, ¿crees que voy a poder? ¿Crees que podré preservar mi inocencia por mucho tiempo? - su voz, cargada de sugerentes matices, era como el agua de un manantial.

Augustos no pudo evitar una sonrisa ante las palabras de la Daeva. Había que reconocer que tenía estilo pese al paso a la no-vida, un recuerdo indeleble, un eco inextinguible de lo que quizás habia sido en vida.

"Vamos Aquila, un revolcón con la sucubo no va a acabar contigo... Te lo mereces, por todo lo que has logrado hasta ahora, considérala tu premio por los esfuerzos" Le dijo la bestia que habitaba en su interior con voz tentadora, similar a la de la Daeva, mientras la observaba a su lado, sintiendo sus palabras.

- Espero que esta noche la valga... - Dijo mirandola a los ojos. Eran dos bestias en lucha y cortejo, y eso podia ser muy salvaje para una mente humana, o los remanentes de una, mejor dicho.- No he dicho que la corrupción sea inevitable... Solo que no es facil. No sé cuanto aguantarás, no se de que eres capaz, joven Daeva. Eres como un pequeño diablo tentando a un Demonio... Interesante. Si te mantienes cerca mia sobrevivirás lo suficiente para entender muchas cosas pequeña... Aunque tu inocencia caerá por el camino más rapido que los vestidos de seda que llevas. - Dijo con una sonrisa predatoria que se reflejaba en los ojos de ella.

- Hace ya bastantes años que perdí mi inocencia - susurró Lucrecia estrechando la distancia que lo separaba del vástago, se adivinaba un cuerpo voluptuoso bajo las ricas telas de su vestido y su mirada, mezcla de inocencia y lujuria, estaba cargada de intenciones. - No soy una mujer fácil aunque a veces me comporte como tal, no perderé mi voluntad por otro hombre, ni por un vampiro. Puede que la bestia que habita en mi interior me haga perder la cabeza, pero es mi bestia y seré yo quien la controle, no otro. Pero dime, ¿no será más bien que es el Demonio el que se siente tentando por el pequeño diablo? - afiló su mejor sonrisa. 

Arqueó una ceja, divertido por la joven:

- Digamos que el diablo y el demonio se atraen un poco si se mantienen cerca... Pero ninguno quiere ceder. Aun asi, un corazón muy frio para un cuerpo muy caliente, ¿No crees? Nadie tiene verdadero control, somo creemos tenerlo... Y pocas veces, llevamos razón. - Dijo ahora que la tenia mucho más cerca.- Vamos, ¿De verdad una Daeva puede negarse sus pasiones? - Dijo en un susurro al oido de esta.- Que grata sorpresa...

- Los entendidos de la sociedad a la que pertenezco, pero de la que no conozco nada, me provocáis cierta irritación - comentó en su oído, pero no de forma hostil, sino en el mismo tono. - Jugáis con ventaja, sabéis cuales son mis habilidades y cuales son mis debilidades. En cambio, yo no sé a qué de lo que sois capaces. Y estoy a vuestra completa... merced - susurró la última palabra tan cerca que rozó con sus labios la oreja de Augustus. Suspiró intensamente de forma un tanto teatral. - Ahora que me habéis atrapado en vuestras redes, ¿qué será de mi?

Ese jugueteo entre ambos se empezaba a tornar divertido a ojos de Augustus, demasiado hastiado ya de la vida como vástago que habia llevado hasta ahora:

- Ahora, pequeña Sucubo, nos entendemos mejor... Te enseñaré a ser un Demonio más preparado para esta corte oscura. Soy capaz de muchas cosas, pero tengo cierta debilidad por ayudar a aquellos recien llegados a este oscuro mundo, solo eso. Si te sirve de consuelo, aun no sé cuales son tus habilidades... - Dijo agarrandola suavemente por la cintura y suspirando la ultima frase a su oido.

Augustus pudo sentir como el cuerpo de Lucrecia se estremecía por el contacto. La Daeva llevó las manos a la espalda del vampiro y subió hasta posarlas sobre sus hombros, estrechándose en un prieto abrazo.

- Oh, me gustaría tanto esconder algunos trucos bajo mi falda - susurró. - No sería justo mostrarte qué es lo que soy capaz de hacer todavía, cuando aún no nos conocemos demasiado. Quizás, una pequeña muestra sería suficiente... - separó los labios del oído de Augustus y lo miró fijamente a los ojos. El rostro de Lucrecia se encendió y su corazón empezó a latir, trayendo calor a su cuerpo y erizando su piel. El vástago que la abrazaba pudo sentir como la vampiresa no solo desprendía calor, de ella brotaba una morbosa sensualidad que azuzaba su bestia interior. - ¿No crees?

"Deja que la tentación haga efecto en ella... Su juego se puede volver en su contra tan rápido como desees" La bestia es capaz de tentar en cualquier momento... Incluso en este.

Augustus sintió la cercania del cuerpo de la Daeva y sus palabras, los Mekhet era famosos por el gusto por los secretos y su curiosidad, y eso se reflejó en él con un insconsciente gasto de vitae para activar sus funciones vitales, que poco a poco iban despertando:

- Quizás yo pueda esconder algunos en ella... - Susurró al oido de la vampiresa, cuyo cuerpo ahora estaba vivo en cierto modo.- Ciertamente, una pequeña muestra por parte de ambos vendría bien para hacer confianza, al fin y al cabo nos conocemos poco... - Dijo bajando sus manos hasta las piernas de la sucubo.- Aunque, ¿Sabes? Eso nunca fue problema para mi... El conocer a otros.

Si había algo que no podía negar, era que su pasión se desbordaba cuando tenía un hombre cerca. Daba igual que lo conociera, o que no, si él sabía estar a la altura, Lucrecia siempre tenía interés. Y puesto que Tulio no había mostrado ningún interés por ella esa noche, ¿porqué no buscar otra distracción después de tan aburrida velada?

- Bueno... - susurró ella con un suspiro. - El no conocer a alguien nunca fue un impedimento para mi; de hecho, cuando mejor conozco a un hombre es cuando lo tengo entre mis piernas... Pero, Augustus, ¿qué pretendes hacer con esas manos justo aquí, en mitad de la calle? - murmuró traviesa. Su mano diestra acarició la nuca del vástago, su pelo y sin poder resistir más tiempo, presionó su cabeza para acercar su rostro al de ella. - Los hombres tenéis la mala costumbre de hablar demasiado... - dijo con los labios húmedos. 

Augustus la besó con la pasión que dos bestias se profesaban, y la llevó hasta su villa, de la que estaban a escasos metros. Al fin y al cabo, a estas horas ya todos estaban durmiendo placida y profundamente, y el jardín trasero de la villa siempre le gustó:

- Y ahora, podemos dejar casi todas las palabras... Y centrarnos en los misterios. - Dijo en un susurro tendiendola suavemente junto a él entre las hierba del jardín. Poco a poco su mano derecha fue levantando la tela de la tunica de ella desde las piernas.- Ahora no dirás que uso las manos en la calle... Aun asi sigo sin saber tus habilidades.

El jardín estaba dividido en dos por un camino de piedras que daba a una fuente, por lo demás, las paredes estaban cubiertos de rosales, el suelo del jardín eran hierbas cortas y comodas, en las que el vástago acostumbraba a tumbarse por las noches a mirar las estrellas. La escena era surrealista, decorada por la noche y su magia, algo que quizás no fuera tan fugaz para ninguno de los dos vástagos.

Lucrecia encontró irónico el hecho de acabar tumbada entre la hierba del jardín, se limitó a reir sin hacer ningún comentario sobre esto, sintiendo los dedos de Augustus bajo su falda, acariciando sus piernas. En cierto modo, el jardín era bonito, producto de un gran cuidado. Ella solía cuidar las plantas de su casa, le gustaban las flores. De pronto se dio cuenta de que hacía años que no había vuelto a ver crecer ninguna flor.

- Yo tampoco sé que sabes hacer... Pero te aseguro que después de esta noche conocerás algo más sobre mi y mis habilidades - con un movimiento furtivo, Lucrecia se abalanzó sobre el vástago y se tumbó encima de él, besándolo tan apasionadamente que de haber necesitado respirar, se habría ahogado con el ímpetu. Odiaba ponerse nostálgica en momentos así y a lo largo de la semana, era la tercera vez que le pasaba.

"Puedo hacer que chilles como una muñeca de sangre en su primer Beso" Pensó cuando ella se echó sobre el vástago.

Luego empezó a subir con las manos lentamente la tela de la tunica de Lucrecia, y podia sentirla palmo a palmo ahora que ambos habian usado la sangre maldita de los vampiros para animar sus cuerpos. Poco a poco se fue revelando la piel nivea de la Daeva, que estaba con ansias sobre él, mientras ambos sentían el cuerpo y la bestia de ambos, tras la excitación y el ansia de control sobre el otro. Quitó la tunica de la Daeva completamente sin complicarse más ni esperar, arrojándola con rapidez a un par de metros de ambos, y poco a poco fue quitando la suya, dejando los dos cuerpos tibios uno junto al otro. En un movimiento similar al de antes echó su tunica a un lado, y con otro movimiento más rápido, cambió la posición en la que estaban, dejándo a la súcubo debajo y a él encima:

- Bueno, pequeña sucubo, ¿Por donde quieres que empecemos? - Susurró a su oido, mientras miraba los pechos de esta con el palpitar de su corazón reanimado.

La Daeva se sintió profundamente emocionada al sufrir el brusco cambio de Augustus. Reaccionando de una manera más veloz que ella, antes de que Lucrecia asimilara estar desnuda en brazos del vástago, este ya había hecho cambiar la situación. Ahora estaba bajo él, sintiendo su peso y su fuerza y su deseo.

- Sorpréndeme... - lo desafió rodeando la espalda de su amante con los brazos. Separó ligeramente los muslos, acariciando con los pies las piernas de Augustus, sonriendo con travesura. Lo miró con intensidad y deseo, ansiosa por ver otra nueva jugada de su oponente. Realmente pocos eran los hombres que la trataban con fogosidad, siempre se cuidaban de colmarla de caricias y besos y palabras recargadas de miel, y a Lucrecia le gustaba jugar duro a veces.

Y de los dos, el vástago era el más fuerte, así que poco podía hacer ella salvo empujarle para intentar recuperar la posición. Si se resistia, el juego se volvería terriblemente excitante.

La Daeva estaba ahora bajo él, que no iba a dejarse dominar tan facilmente, entonces llegó el movimento del Mekhet rápido y directo al pecho izquiero de ella con suavidad, con tiendo... Con colmillos. Era una verdadera suerte que los vástagos sintieran el poder del Beso, lo hacía todo más interesante, ella arqueó su espalda al sentir el Beso recorriendo su columna vertebral de un modo excitante, sus manos aferraron la espalda del vástago al tiempo que este soltaba los pechos de la sucubo para ir bajando poco a poco hasta que se encontró ante su entrepierna, y no pudo evitar repetir el proceso, sintiendo las piernas de esta apretandolo con pasión. Y asi siguió un poco más, provocando que la Daeva quisiera más de él, haciendola perder el recato que aun le quedara cuando las tunicas cayeron.

Lucrecia se removió pillada completamente por sorpresa. Nunca, tras levantarse convertida en una nueva criatura, había sentido los colmillos de otro vástago en su cuerpo. Fue tan intenso que se vio abrumada por el placer y la insinuación de aquel vampiro deslizándose hacia el centro de sus piernas le nubló el juicio. Con largos suspiros de placer, se llevó las manos al rostro, enredó los dedos en su pelo y rodeó el cuerpo del vampiro con sus voluptuosas piernas. Con voz suave, cargada de sensualidad y pasión, le pidió que continuase. No todos los amantes de Lucrecia tenían la oportunidad de hacer algo libremente, ella siempre era de las que dominaban, llevando la iniciativa. Pero en esta ocasión, prefería dejarse llevar. Dejarse hacer.