Cilo presta bastante poca atención a lo que dice Servius y, sin embargo, se acerca a Helena con cariño, Hace mucho que no nos vemos, ¿querrías hacerme una visita mañana?, le coge las manos, como haría una vieja amiga. Espero verte pronto.
Se separa de ella con dulzura y se gira para despedirse, educadamente, de Servius. Ajá, el local de Lucrecia no es un buen sitio. Nos reuniremos en los Baños de Decius. Mira durante unos segundos a Servius, dedica otra sonrisa a Helena y se gira para seguir a Julia hacia la salida.
Sonrío a Julia respondiendo a su cariñoso gesto.
—Me temo que mañana tendré que atar cabos sobre la investigación. A primera hora he de reunirme con mi sire, pero intentaré visitarte para poder contarte novedades. Y los baños parecen un buen lugar de reunión. Además, es mejor que no haya un tráfico inusual en el local de Lucrecia, podría despertar aún más sospechas. Si me disculpáis, he de regresar a mi refugio, necesito repasar los documentos por si encuentro novedades. Seréis informados de todo lo que encuentre— respondo a Cilo.
Os internáis en las profundidades de la Necropolis usando uno de los caminos que ambos conocéis, el de una sección de las alcantarillas. Habéis oído que a veces bajan funcionarios a limpiar estas o mendigos que buscan refugiarse en invierno del frío, pero la verdad es que se os hace raro ver a un mortal aquí abajo. La oscuridad y el hedor los ahuyentan.
Siguiendo el amplio túnel llegáis a un área poco visitada y entráis en los túneles de las catacumbas. Lo que en el pasado fue refugio de conspiradores y cristianos pero ahora lucen libres de la influencia humana, más allá de grupúsculos de sectarios de cultos inconfesables y oscuros que celebran aquí sus reuniones y ritos.
Pero esos túneles no parecen tener fin y caen aun más abajo, en lugares que parecen escavados en la misma piedra donde se asienta la ciudad de Roma, llevando a tumbas que ya eran antiguas cuando la República y que algunos dicen que sirvieron de descanso para los reyes entre los misteriosos Etruscos. Allí es donde Helena se separa de Servius, prometiendole que hablará con su maestro y pater del tema.
Os separáis hasta la noche siguiente, el día está al caer >-<
Entras en una sala pequeña, una especie de pequeña cripta de aspecto antiguo donde sabes que mora Alexandros o al menos sueles encontrarlo. Hay un gran sarcófago de piedra en el centro, con varias velas casi consumidas ahora apagadas en el centro de este, su cera derretida expandida por los relieves de la tumba. Sarcófago que suele usar como escritorio. Varios nichos adornan las paredes pero no parece haber nadie, al menos en un inicio.
Hasta que un hombre delgado, de cabello castaño claro rizado, aparece a vuestro lado, como si estuviera esperándote tras el arco de entrada. Su mirada es seria , mortalmente seria, pero te deja pasar. Es Alexandros.
-No acostumbro a veros tan de repente, por lo que creo que debe ser un asunto urgente. ¿Que os trae por aquí?-
Cita:
De ser asi, me largo directo al refugio y descanso, ya hablare con Luc y los demas, en el proximo dia... o noche. Siendo mas especificos.
Me despido de Servius cuando nuestros caminos se separan.
—Gracias por venir hasta aquí. Ha sido una noche larga pero al menos la compañía ha sido agradable— digo con una sonrisa tímida —mañana podemos quedar aquí a primera hora. Así dejaremos esa parte resuelta y podemos investigar con libertad y con más datos.
Entro en el refugio de Alexandros con paso tranquilo y seguro. He estado muchas veces aquí, es casi como una segunda casa. Casi.
Cuando le veo aparecer entre las sombras y veo su expresión, lo primero que pienso es que no me va a dejar entrar. No sé qué pasa, pero no parece muy contento. Finalmente se aparta para que entre.
—Hola— saludo en tono alegre —tengo un pequeño problema. Ha muerto un Senador, Cunctator. Han acusado del crimen a Lucrecia, una de las mujeres con las que realicé el viaje para Corbulo. Aparentemente ella es inocente. Como era de esperar, han pedido mi ayuda para esclarecer el asunto. Hemos encontrado algunas pistas pero me temo que tengo problemas para unir los cabos. Además, Servius, el chiquillo de la Extraña querría conocerte. ¿Podrías reunirte con nosotros mañana a primera hora? No llevará mucho tiempo— pido.
«Normalmente no es muy afectivo pero hoy ha batido su propia marca. Después preguntaré sucede algo. A lo mejor tenemos problemas y yo no he sabido verlo»
-Lo mismo digo, Helena, que paseis un buen dia.-Me despido con otra sonrisa, agradecido de oir las palabras de Helena, tenia razon, habia sido una noche con buena compañia. Si excepcionamos, a una Julii que conozco.-Sera un placer volver a formar equipo contigo para seguir la investigacion. Algo me dice, que mañana resolveremos todas las dudas, que hemos dejado pendiente hoy.
Me despedi afable, antes de marchar al refugio. Habia sido una noche muy larga, y me moria de hambre, mejor continuar mañana, una vez descanse, y me alimente en condiciones. Para algo tengo un ghoul, aparte de limpiarme el sarcofago, y usarlo de juguete.
El grupo se separa para ocuparse de sus cosas. Cada uno en una dirección diferente.
-¿Primera hora de la noche? De acuerdo.- Fue escueto y pareció fácil su respuesta afirmativa. Era un tanto extraño, la verdad es que aquel enigmático Mekhet nunca sabrías lo que respondería.
Ahora, mucho más segura de mi misma que antes, si me atrevo a preguntar cosas que antes dejaba en el aire.
—Alexandros, ¿sucede algo? Pareces algo más serio que de costumbre— digo en mi habitual tono reposado.
«Y más serio que de costumbre ya es mucho decir. Seguro que me sobrarían los dedos de las manos para contar las veces que ha sonreído. Si, me sobrarían...» pienso mientras espero su seguramente escueta respuesta.
-No pasa absolutamente nada chiquilla. Descansa, nos veremos a primera hora de la noche...- Y pareció dar por zanjada la conversación retirándose en su cámara.
Inclino la cabeza con curiosidad. Alexandros no suele dejar que sus emociones afloren, por lo que algo debe suceder. Que yo recuerde, nunca ha variado su actitud ni un ápice.
—Oh, lo preguntaba porque he leído algunos textos que no parecían pronosticas nada nuevo. Estaban en el refugio del fallecido. Pero no todos los textos que llegan a nuestras manos son correctos. Bien, hasta mañana entonces, maestro— me despido cortesmente.
Me retiro a mi refugio y dedico lo que quede de noche a estudiar los documentos que he recogido.
«No veo por qué tiene que estar mal beber de tu chiquilla. No es más que una de esas estúpidas normas de la sociedad. ¿Dejan hacer ghoules, montar orgías, guerras o esclavizar y ven mal beber de alguien a quién has creado?» pienso enfadada antes de dormirme.