Partida Rol por web

Meeros finalmente cae frente al ejército de monstruosas bestias, introducidas en la ciudad por medio del engaño y la traición. El pueblo huye al interior, a la acrópolis fortificada donde se encuentra el palacio de la reina y los templos más importantes. De momento la gran puerta aguanta gracias a la magia que ha soldado ferreamente sus bisagras. Viendo la inminente masacre, Anathaym se mantiene en pie en la puerta de entrada al frente de las Lanzas Escarlatas que han sobrevivido a la primera oleada. Anathaym esta dispuesta a acabar con tantos monstruos como sea posible antes de que su alma viaje a Mycera tras su muerte.

Hacia la rampa se dirige una masa de centáuros y sátiros acompañados por un heterogeneo grupo de bestias encabezadas por su lider, un gigantesco minotauro adornado con una enorme y brillante armadura y armado con un hacha descomunal. A su lado, el traidor Xenos, sonríe ferozmente viendo como su odiada enemiga se prepara para su muerte. El rey minotauro y Anathaym reconocen mutuamente el estatus de su rival y, vitoreados por sus camaradas, se enfrentan en un combate únicamente de héroes.

Ambos contendientes intercambian feroces golpes de vertiginosa velocidad antes de que el Rey minotauro sufra una escandalosa desgracia; su pezuña ornamentada de oro desliza sobre una piedra, causando que pierda su hacha al tiempo que resbala quedando tendido de cara a la punta, lista y brillante, de la lanza de Anathaym. En lugar de hundir la plateada lanza en el cuerpo del impotente Rey minotauro, Anathaym, honorablemente, saluda a su oponente y retrocede varios pasos para permitirle que se levante. El Rey toro reconoce ese acto de misericordia, recupera su anorme hacha a la par que su aliento, y a cambio de su vida permite que Meeros siga en pie. A continuación da la orden de retirada a su ejercito.

Xenos prostesta frustradamente contra el acto del Rey minotauro, demandándole que acabe con la vida de esa "perra" presuntuosa, pero el minotauro ignora a Xenos alegremente.

Finalmente, consumido por el odio, el noble traidor saca su propia espada y dando feroces zancadas carga contra Anathaym mientras grita airadamente con cada golpe que lanza.

El combate entre Xenos y Anathaym es épico, alimentado por años de odio. Al principio, a pesar de sus heridas, la guerrar lleva la ventaja, pero Xenos utiliza todo su odio y pasión contra Anathaym y así, a base de golpes consecutivos de tremenda potencia, obliga a la guerrera a adoptar un estilo completamente defensivo. Varios golpes después, fortalecido por su enorme rabia, Xenos descarga un brutal mandoble que quiebra la lanza de Anathaym, y esta se ve forzada a desenvainar su espada corta.

El vil Xenos le describe lo que le hará a su hermana una vez que haya acabado con ella, y también le cuenta lo que le hará a la vanidosa Reina que rechazó su propuesta de matrimonio. Anathaym aprovecha ese momento de arrogancia en la que Xenos baja la guardia y, gracias a su consumada habilidad, corta la mano de la espada de Xenos a la altura de la muñeca. Xenos grita de agonía y cae de rodillas frente a la guerrera furiosa.

Esta vez no hay misericordia en su corazón. Sin hacer caso de la estridente orden dada por su Reina y antes de que nadie pueda intervenir, Anathaym decapita a Xenos reclamando así la venganza que ha buscado durante mucho tiempo. Pero poco puede saborear su victoria, las Lanzas Escarlata no tardan en escoltarla al interior, donde debe enfrentarse al juicio del Senado en el que será juzgada por romper una antigua ley al matar a Xenos.

Anathaym se enfrenta a la ira de la Reina por matar a Xenos. La gobernante quería expresamente al traidor vivo, no sólo para reunir información relativa a como la ciudad cayó tan facilmente, sino tambien para debilitar el poder político de ciertos miembros del Senado. Y para empeorar las cosas, Misoginistes, el padre de Xenos, carga contra Anathaym por violar la antigua ley que prohibe la matanza de un miembro de la fundación sacrosanta de familias.

Con su agarre al trono debilitada por la reciente devastación de Meeros, la Reina no tiene otra opción que dejar que el juicio continue.

Anathaym da vueltas en círculos y, como un león acorralado, mira desafiante a los miembros del Senado.

─Sólo busco lo mejor para nuestro pueblo. Mi leatad a Meeros y a la Reina Herothos está fuera de cualquier duda ─mientras habla sus ojos se clavan como afiladas lanzas en Misoginistes ─El hijo de ese hombre ─dice señalándolo con su mano ─es quien planeo todo tipo de argucias con el fin de obtener poder, poder que pensaba arrebatarle a nuestra querida reina aunque en el proceso murieran miles de inocentes habitantes de Meeros.

Varios días dura la celebración del jucio, días en los que Anathaym esgrime como argumentos su amor por la ciudad y su única intención de salvar Meeros de enemigos y traidores.

La reunión tiene lugar en casa de un hombre llamado Abantes, un buen amigo tanto del maestro Zamothis como de la familia de Anathaym. Algunos habéis recibido la llamada por parte de Zamothis, que conocéis porque recibís entrenamiento en su prestigiosa escuela marcial, el mismo lugar donde entrenó la propia Anathaym. Otros, seguidores de Myceras, habéis acudido a la llamada de Kara, hermana de Anathaym y sacerdotisa del templo. De hecho, poco importa eso ahora. Lo importante es que estáis aquí...

La casa se encuentra en Mansión, en el oeste de la ciudad, con una excelente vista del mar. Abantes, un ancho y afable comerciante de vinos, os saluda como si fuerais viejos conocidos, y os lleva hacia el jardín, de estilo tradicional meerico, completamente rodeado en todas direcciones por las distintas alas de la casa. La mansión apenas sufrió los rigores del terremoto:

─Algunas losetas rotas, un jarrón que mi esposa adoraba y yo odiaba, y varias vasijas llenas de espléndido vino que costará reemplazar. ─suspira comentándolo mientras se seca la frente vuestro anfitrión.

─Pero así es la vida.

El jardín está bien cuidado y es tranquilo. Una fuente, con la forma de Tridea, la diosa del Mar de Meeros, burbujea en el centro y alrededor de ella descansan varios bancos de piedra.

Sentada en uno de ellos descansa una mujer, joven y pequeña, de cabellos desenfadados, que lleva recogidos en un adornado peinado, y va vestida con las limpias y brillantes túnicas de lino blanco que corresponden a una sacerdotisa de Myceras. Es Kara. Abantes es todo actividad, durante un pequeño rato, convocando a sus esclavos para que traigan vino, dulces y otros tentempiés, y se disculpa para irse cuando Kara le agradece su hospitalidad con un suave movimiento de cabeza.

─El maestro Abantes me dio mi primera copa de vino ─dice Kara cuando este os abandona ─Yo apenas tenía cuatro años y pasé toda la noche enferma. Es un bribón, pero también un buen amigo, digno de confianza, mío y de mi hermana.

Por supuesto, todos estáis disgustados por lo ocurrido con Anathaym: su juicio fue la comidilla de toda la ciudad. Está claro que ese es el motivo de vuestra reunión con Kara.

Kara espera a presentarse, tras informarse primero del nombre de cada uno de vosotros¹.

─Bueno, habladme un poco de vosotros², y decidme, ¿que opináis de todo el asunto ocurrido con mi hermana?.

El joven sacerdote estaba disfrutando de aquella reunión. Kara era una sacerdotisa de notable fama debido a su relación con Anathaym, y siempre había tenido ganas de conocerla. La ocasión, desde luego, no había sido nada agradable. Llevaba puesta su cota de escamas, en previsión a los problemas que pudieran surgir tras los temblores, y estaba algo sucio por haber estado ayudando a arreglar los destrozos del terremoto.

Las palabras de Kara lo trajeron de nuevo a la realidad del momento, e hicieron que su rostro se ensombreciera un poco.

─Yo soy Sacerdote de Myceras, al igual que vos y que dos de mis hermanas; sin embargo sólo soy un iniciado─ no lo dijo con pesar sino con la ilusión de un estudiante─. No obstante, al contrario que la mayoría de los sacerdotes, no he descuidado las enseñanzas del maestro Zamothis. Es precisamente en su academia donde conocí de vista a vuestra hermana. La admiro muchísimo y no tengo duda de que su lealtad a la ciudad es completa, pero no se puede negar que cometió un error desobedeciendo a la reina─ Dópicas bajó la cabeza brevemente mientras reflexionaba acerca de todo aquello─. No creo ni una palabra de lo que dijo Misoginistes, pues el propio Myceras acabó con él, pero Anathaym no es del todo inocente. Opino que condenarla a muerte es innecesario, pero sí debe volver a la ciudad para enfrentarse al castigo que escoja la reina para ella.

No se sentía demasiado bien diciéndole eso a su hermana, pero no podía mentir en un tema como ese. Anathaym había traicionado en cierto modo a la ciudad con sus deseos egoístas, y eos no podía quedar impune.

Estaba esperando que el iniciado hablara, su posición era superior a la mía y no debía intervenir antes que él, faltaba la joven, a la que yo no conocía, y por tanto a un a riesgo de caer en una falta de protocolo me decidí a hablar.

Saludo marcialmente a mi compañero  y me inclino respetuosamente ante la sacerdotisa.

Mi señora soy Pinicles Antigono, de los exploradores de la milicia,aunque viste para ocasión coraza de hoplita, que resalta el poderoso físico del joven, y porta en su mano izquierda cimera de hoplita también, junto a la cadera izquierda pende vacía la funda de una espada corta. 

Al alzarse de su genufelxión, mira directamente a los ojos de la sacerdotisa: "Creo en la completa inocencia de Anathaym, profeso por ella un profundo respeto y una admiración sin limites,durante una décima de segundo su voz tiembla como si algo de su interior quisiera ser dicho pero se quedara en la boca,daría mi vida por la suya sin dudarlo un solo segundo, pero también soy un soldado de Meeros y he jurado ante  Myceras servir a la reina y acatar sus ordenes.

 Mi ser esta desgarrado por la lucha interna entre los conflictos de mi honor y mi deber y mis convicciones y creencias, pero me debo a mi juramento antes que nada, pues mi palabra empeña no solo mi honor sino también la de mi casa y mis ancestros.

Así pues con pesar de mi corazón haré todo cuanto esta en mi mano par devolver a  Anathaym ante la presencia de la reina para que escuche de su boca, el injusto castigo que la lengua de oro de una víbora logro verter cuál veneno en la mente del senado, una oratoria digna del príncipe de las mentiras y una falsa misiva han bastado para ofuscar la mente de nuestros sabios y cultos ancianos en el Senado.

 Los ojos del joven guerrero brillan de frustración e ira contenida. terminado su discurso calla a espera de que hable la joven dama que les acompaña.

Vestida con un peplo de lino blanco y el pelo recogido para la ocasión, la joven, que había estado siguiendo al anfitrión y a los dos fornidos hombres, no había podido dejar de fijarse en las estructuras de la casa, impecable pese a haber ocurrido un terremoto hacía nada. Cuando Abantes explica el resultado de tal calamidad para sus posesiones, Dafne le devuelve una sonrisa como respuesta a su último comentario. A esa joven la habían visto Dopicas y Pinicles antes en algún lugar, y la joven posiblemente a ellos.

Cuando la reunión empieza, la joven se mantiene de pie siguiendo el protocolo escuchando lo que los dos hombres tienen que decir.

Empieza el sacerdote, haciendo gala de sus aptitudes y tutores, y confesando su profunda desaprovación por lo que el traidor de Misoginistes hizo y su fe en Myceras y el milagro que obró el día del juicio.

El miliciano, sin embargo, parece albergar la duda en su corazón. Y aunque su devoción al deber parecen ganar el terreno, quién sabe si un día los asuntos del corazón podrían usurpar el trono al deber. Cuando el miliciano calla, Dafne sabe que es su turno.

- Mi buen señora sacerdotisa, mi nombre es Dafne.- dice más para los dos hombres que para Kara, pues estaba seguro que ella ya sabía quién era.- Zamothis fue también mi tutor durante una breve temporada,- Seguramente Dafne se habría cruzado con esos dos hombres durante las enseñanzas de Zamothis.- aunque de eso hace ya mucho tiempo. Sobre el asunto de su hermana, poco puedo decir mi señora, más que cae sobre ella una sentencia acordada por el senado y es mi único deseo, que la voluntad de la Reina se cumpla. Todo traidor a la Reina Herothos deberá ser castigado como ella crea oportuno.

Dafne fue demasiado cautelosa. Al contrario que aquellos dos hombres que habían profesado su lealtad directa a la reina, Dafne no podía permitirse el lujo de despojarse ante ellos. Debía mucho a su hermandad y a la reina como para delatarse tan fácilmente en lo que bien podría ser una trampa para desenmascararla. Y así con un hábila juego de palabras, dejó sus lealtades claras y sus asuntos con Anathaym por definir.

Kara sonríe complacida mientras escucha vuestras palabras. ─Veo que no hemos errado en nuestra elección. Sois capaces, honorables y leales. ─entonces se dirige directamente a Dafne ─me complace que quieras cumplir la voluntad de la reina, y creeme cuando te digo que su voluntad no es la muerte de Anathaym, pero la presión de los miembros del senado y la imposibilidad de obviar las pruebas presentadas por Misoginistes la han puesto en una situación comprometida.

Y una vez aclarado aquello y finalizadas las formalidades, va directa al meollo del asunto:

─Mi hermana es inocente. Su acusador, Misoginistes, era un hombre vil, mentiroso y corrupto, que utilizó sus contactos para incriminar a Anathaym y evitar que la culpa cayera sobre el verdadero traidor, su hijo Xenos. Toda la ciudad vio como Xenos conducía a los ejércitos de monstruos hasta las puertas de Meeros, pero la duplicidad de Misoginistes ha transferido sus culpas a mi hermana. Es cierto que no debería haberlo matado, pero estaba defendiendo el honor de la ciudad y la reina. Anathaym debería ser alabada, y no condenada por sus acciones.

Sin embargo, yo sola no puedo demostrar su inocencia. Misoginistes tiene muchos amigos, que se unieron a su empresa en busca de beneficios. Me vigilan, junto al resto de mi familia, y debo actuar con cautela para no atraer su atención. Visito al maestro Abantes con regularidad, así que mi presencia hoy aquí no causará preguntas indebidas. Necesito vuestra ayuda para demostrar que Anathaym no es culpable de los crímenes que Misoginistes le acusó. Puedo pagaros bien, si es dinero lo que deseáis, pero espero que me ayudéis, bueno, que nos ayudéis, sin tener que hacerlo, puesto que es lo correcto en estas circunstancias.

Tras aquellas palabras Kara suspira, aliviada. Parece haberse quitado un peso de encima y espera ansiosa vuestra respuesta.

Dafne sonrió ante la explicación de Kara, se podía ver en la expresión de su cara cómo se había ido relajando a medida que Kara explicaba los motivos de la reunión y las intenciones de ésta.

-Mis disculpas mi señora Kara. Ya sospechaba que no era la voluntad de la reina la sentencia del Senado, incluso me atrevería a decir que lo que ocurrió en el juicio fue un deseo oculto de la reina Herothos.Y aunque no puedo estar más de acuerdo con vos sobre el trato que merece la Reina, el Senado está lleno de traidores y es una árdua tarea librarse de ellos.

Tras unos instantes, expiró y volvió a hablar.

-Perdonad nobles ciudadanos de Meeros, me presentaré debidamente ahora que conozco el motivo de la reunión, pues es mi mayor deseo el de librar al Senado de traidores. Soy Dafne, es mi deber, pasión y profesión proteger a Meeros de traidores, pues mi vida pertence a los Ojos de Meeros y mi obediencia, a la Reina Herothos. No dude que pondré cuerpo y alma en desentramar las mentiras que hay sobre la noble Anathaym y si es su deseo recompensar a alguien, hable con mi familia - dijo refiriéndose a los Ojos de Meeros-, pues es gracias a ella que estoy hoy aquí.

Mi señora, mi persona y habilidades  están a vuestro servicio.  Aunque me desenvuelvo mejor extramuros, que intramuros, haré cuanto pueda por ayudar a vuestra causa.

 Mientras en su cabeza intenta recordar si ha oido algo sobre los Ojos de meeros.

Al fin Kara había revelado el verdadero propósito de aquella reunión. Se sentía halagado por haber sido escogido para un propósito que requiriese, por encima de todo, lealtad.

─Si vuestro deseo es limpiar el nombre de vuestra hermana de las sucias mentiras de Misoginistes y fortalecer la posición de la reina ante las maquinaciones del senado, no hay misión más honorable. Si tenemos éxito la ciudad se verá fortalecida y eso es suficiente recompensa. Os ayudaré a encontrar a vuestra hermana y a exponer la verdad, pero no tengo ni idea de por donde empezar en semejante empresa, ni cómo vamos a disfrazar nuestros movimientos para que el senado no sospeche de nosotros.

Kara escucha con atención vuestras palabras. Lo hace con sumo respeto, interés, y parece enormemente complacida. ─Os lo agradezco de todo corazón. Tanto Anathaym como yo estaremos en deuda con vosotros y, sin duda, Myceras os sonreirá, pues habéis tomado la elección correcta.

─Supongo que algo se os ocurrirá para no levantar sospechas ─reponde a Dópicas ─eso queda en vuestras manos. Lo que si puedo deciros es por donde empezar ─en ese momento un criado se acerca con una bandeja de plata colmada de gran variedad de fruta fresca que pasa ante cada uno de vosotros. Cuando llega a la altura de Kara esta lo rechaza con un gesto de la mano y prosigue. ─Misoginistes visitó a varias personas durante el juicio de Anathaym, e incluso estuvo ausente del Senado durante un día entero, deducándolo a resolver cualquier negocio que tuviese con ellas. Creo que un buen comienzo sería descubrir cuanto sea posible sobre esas personas.

Me consta que Misoginistes visitó a Barastes, uno de los capitanes de las fuerzas de defensa de Meeros; un viejo amigo de Misoginistes y Xenos ─Kara mira a Abantes ─aquí mi buen amigo ha averiguado que Barastes quedó herido durante el terremoto. Se le puede encontrar en el hospital atendido por las Hijas de Alecia.

Luego tenemos a Cnoethos, uno de los senadores. Está muy ocupado lloriqueando por la destrucción que el terremoto ha causado en su casa; no ha acudido a ninguna de las sesiones del Senado desde que Myceras liberó su ira sobre la ciudad ─se le escapa una sonrisa.

Y por último tenemos a Heirax, un tratante de telas y joyería valiosa. Se que tiene intereses en el barrio mercantil, aunque de todos ellos es de quien menos conozco.

Visitad a cada uno de ellos. Descubrid lo que podáis. Si necesitáis dinero para hacerlo, contactad conmigo a través del maestro Abantes. No os acerquéis a mí en el Templo de Myceras ni visitéis la casa de mi familia. Puedo proporcionaros otras ayudas si las necesitáis; Anathaym tiene buenos amigos que también creen en su inocencia y ayudarán en lo que puedan.

Estimados compañeros creo que deberíamos empezar por el objetivo más fácil de localizar, el herido en cada de las hijas de Aleacia.

Será el más fácil de localizar y si hay más traidores y quieren que su complot se mantenga encubierto también sera el más fácil de eliminar por sus antiguos compañeros, una vez iniciemos la investigación.

 Es mi propuesta pero soy un soldado no un espía, no es mi campo este en el que ahora nos movemos.

Dafne agradeció las palabras de Kara, no las necesitaba oír, pues hacía lo que ella deseaba, pero eran agradables de escuchar igualmente. Tras acabar de escuchar la poca información de la que poseíamos, Dafne empezó a calcular. Que si el militar, el senador y el comerciante. Interesante abanico de contactos. Estaba claro que se traía algo entre manos. Si lo hubiese sabido antes... quizá...

Reaccionó en cuanto escuchó la propuesta de Pinicles y hablo serena.

-Discrepo. Si vamos a averiguar algo sobre él a la casa de las hermanas ahora mismo, sólo veo un final para ese hombre. Y ese final alertaría a otros. No, si os parece...- Dafne miró a Kara.- Habías dicho que Heirax es comerciante de telas y joyería, cierto?- esperó a su respuesta y devolvió la mirada a Pinicles.- Te apetece hecharte novia? - dijo mientras sonreía pícara- Mañana por la noche te acercaras a mí en la taberna del Oro feliz, la taberna que está en el linde entre la metrópolis y el barrio mercantil. Allí me seducirás y me prometerás amor eterno, yo a cambio te exigiré una prenda de ropa bendecida por Myceras. Si pudieses traer amigos mejor, serán testigos de nuestra historia de amor. Así que tras quedar al día siguiente en el templo, buscaremos a Dópicas y le pediremos que nos bendiga una tela a cambio de una donación al templo. Asegúrate de estar accesible ese día y atento -le dice a Dópicas-. Todos juntos iremos a ver a Heirax para comprar telas con las que hacer un buen peplo. Tendremos un buen disfraz con el que poder movernos. Los amantes y el sacerdote que los bendice. Os parece bien? - dice mirándolos a los tres.- Espero que seas buen amante.- Finalizó con una buena y agradable sonrisa.

Primero la sorpresa, pasa por la cara de Pinicles para dar paso a una coloración de de rojo intenso en sus mejillas, y una tartamudeante respuesta, al tiempo que traga saliva.

 No hay otro camino,eh um bueno soy poco ducho con el genero femenino, ejem ejem, más bien un desastre y no se si sabría fingir la escena con coherencia, y bueno um además una joven tan guapa y atractiva dudo que  pudiera fijarse en un joven sin encantos como yo, y con menos fortuna que encantos, me parece que no resultaría creible.

 Y en cuanto a lo de buen amante, la coloración de sus mejillas rivalizaría con la de la rosa más roja, no me corresponde a mí decirlo sino a aquellas que hayan compartido mi lecho. Digo con voz titubeante y con el sudor corriendo por mi frente como si hubiera corrido una maratón con el equipo de infantería pesada completo. El rostro del azorado joven es todo un poema.