Partida Rol por web

Aghelas no paró en su empeño de golpear las cajas, hasta que escucho ese sonido -Shhhhh silencio- Se llevo el dedo índice a los labios para que todos se callaran -Los estoy escuchando- El enano se quedó totalmente quiero tratando de agudizar sus sentidos y poder localizar el lugar de donde venían las papabras. Respiró profundamente y comenzó a hablar en un extraño idioma, daba la sensación de estar rezando.
Que no hable nadie, vamos a terminar lo que tenemos que hacer aquí y así volveremos antes a tierra.

Estamos aquí, háblame para que te pueda liberar - Aghelas lo repitió en celestial en varias ocasiones para poder localizar el lugar del que procedían las palabras.

Cricri, cricri, cricri. Sonaba en la cabeza de Clausius tras formular su pregunta, ni una respuesta durante unos minutos hasta que Durgol rompió el semisilencio que existía junto a los toc toc que producían sus compañeros sobre las cajas. Se encogió de hombros y se disponía a ayudar a sus compañeros en la búsqueda cuando se comenzó a escuchar de fondo el nombre del bicho que habían rescatado antes. - Sustiaaa... acabó ahogando las palabras que barbotaron de su boca y vio la cara de sorpresa del semiorco, no estaría al tanto de lo que El Estornino le había endiñado en las cajas o quizás hubiera otro marinero que hablara de aquella forma en aquel barco.

Se mantuvo callado como sugirió Aghelas y por el momento se concentro en percibir el lugar del que venía aquel sonido dejando las preguntas a posteriori, aunque aquellos sonidos fueran raros debían localizarlos. Se agachó y comenzó a poner el oído en el suelo en busca de la procedencia de la llamada.

Ese burbujear resonando solo podía significar una cosa.

¿Esssstán...? ¿Esssstán desssssovando?

Rayo Blanco colocó una zarpita a modo de oreja en torno al tímpano reptiliano, para poder escuchar mejor. Esa era la única ventaja que le veía a los humanos sobre los kóbolds: sus orejotas que les permitían escuchar mejor. El paladín trató de ubicar la procedencia del sonido.

No esperaba tanto encontrar las cajas que hacían frush-frush como una que no hacía frush-frush. Tenía la impresión de que en cualquier momento las cajas se abrirían a la vez por la presión, y que una oleada de huevas de flumphs y semen de flumphs inundara toda la bodega. Y Rayo Blanco era un pésimo nadador, así que dependía de subirse a una caja de madera que flotase sobre el maremágnum orgiástico de la familia incestuosa de Ulmoapop para no ahogarse vergonzosa e indecorosamente.

Jinrozo hizo lo propio y casi aguantó la respiración esperando escuchar de nuevo el extraño sonido. Pero si este no volvía a producirse, intentaría otra cosa...

Las palabras de Aghelas, pronunciadas en un idioma desconocido para el resto, provocan un coro de voces desde un montón de cajas tapadas con una lona¹. Incluso Clausius, que tiene los oídos taponados de cera (el muy guarro), puede escuchar con claridad la llamada de los flumphs. ¡La familia de Ulmoapop al completo está en aquella bodega!

Echáis a un lado la manta polvorienta que cubre las cajas y os repartís la tarea de abrirlas. Están dañadas en algunas partes, como si hubieran sido corroídas por ácido desde dentro. En su interior, están los cuatro flumphs que habíais venido a buscar. El más grande, presumiblemente la madre de aquellas criaturas, mueve los apéndices de sus ojos de un lado a otro y pregunta algo en el idioma desconocido de lo que sólo reconocéis la palabra 'Ulmoapop'.

-¡Gracias por liberarnos! -dice la criatura, moviendo los apéndices de sus ojos de un lado a otro-. ¿Dónde está Ulmoapop?

-¡Mierda! -masculla Durgol.

El semiorco cruza la habitación a grandes zancadas, ignorándoos a vosotros y a los flumphs, y se dispone a abrir la puerta que da acceso al siguiente compartimento de la bodega.

Los pequeños ojos de Jinrozo se abrieron como platos y una sonrisa se dibujó en las comisuras de su pico. Las extrañas criaturas ya eran libres, y parecían preguntar por Ulmoapop. Habían dado con su familia, lo que suponía el éxito de la mitad de su plan. Ahora quedaba encontrar a Estornino... y precisamente Durgol daba la impresión de querer ir a buscarlo.

Rápidamente, el kenku intentó pararlo con un hechizo si tenía la oportunidad.

-¡Alto rufián!-gritó el mago.

Con la oreja apoyada en el suelo se dio cuenta de lo taponados que tenía sus oídos ya que al pegarlos contra el suelo notó una especie de vacío. Pero aún así logró escuchar un coro extraño de voces por lo que se levantó, metió uno de sus dedazos para limpiarse un poco el oído y acto seguido se dispuso a apartar la lona para localizar las cajas en la que encontrarían lo que buscaba Ulmoapop, no ellos, el Estornino seguía sin aparecer.

- Sestan aquí. dijo mirando al semiorco. - Elstornino tala jugaó. Andesta ese rufian. Comenzó a señalar al semiorco y vió como maldecía y salía corriendo. - So ... Corre al capitán y le suelta la que sa liao. Elstornino ¿Andestará? dijo encogiendose de hombros

Finalmente los encontraron, Aghelas hizo de traductor -Quieren saber dónde está Ulmoapop- El enano trató de tranquilizar a la criatura -Voy a decirle la verdad, que Ulmoapop está en el muelle y que les llevaremos junto a él- Volvió a producir las a sonidos extraños, mientras realizaba la traducción al celestial. Por el rabillo del ojo vio como pasaba a su lado el marinero Durgol -Mierda, sabía que no iba a salir bien- El refunfuñón enano, trató de interponer su cuerpo entre Durgol y las criaturas, realmente no era necesario ya que el marinero trataba de huir de la bodega, pero fue un acto reflejo. Siempre protector, siempre tratando de ayudar a pesar de su mal humor

¿Mierda?

Había algo que no olía bien en Moreno. Había dicho que en este barco cagaban por la borda. Entonces... si Durgol tenía mierda a punto de salir, ¿por qué no se dirigía a las escaleras que daban a cubierta, en lugar de a la siguiente bodega? Rayo Blanco empezaba a sospechar que aquel afable marinero semiorco ocultaba algo.

¿Mierda?

También el enano tenía ganas de cagar, pero la de él no iba a salir bien... O eso decía Aghelas. Seguramente estaba estreñido. Rayo Blanco también se llevó la mano al bajo vientre. Basta con que a uno le entren ganas de cagar para que contagie a todos los demás. Corrió tras Moreno. Si alguien aquí sabía de la existencia de una letrina, ese era el semiorco.

El semiorco hunde la cabeza entre los hombros en un amago de ponerse a cubierto cuando escucha a Jinrozo conjurar. Afortunadamente (para él) el kenku tiene menos puntería que una ballesta de feria.

-¡Me cago en tusss muertosss pajarraco! -vocifera-. ¡A mi la tripulación! ¡Me atacan, me atacan!

Los flumph chillan, o eso creéis que es el estridente sonido que emiten, y se parapetan tras las anchas espaldas del enano en busca de protección.

- So potamadre, que no se larga pavisar al capitán sino pa matarnos. dijo mientras sacaba el arco y comenzaba a moverse mientras tensaba el arco, finalmente al llegar al punto con mejor ángulo de disparo acabó tropezándose con las cajas que había tenía por delante y la flecha salió disparada a ras de la cabeza de Rayo Blanco clavandose en una de las paredes. - Cagontó, las putahs cajas tan de su lao. se quejó notando una magulladura en su rodilla.

Ya era definitivo: Moreno se cagaba. En los muertos de Jinrozo y en los pantalones del marinero. Durgol iba a llegar antes a la puerta de la letrina, y dejaría al pequeño kóbold albino a la espera. Tenía que hacer una acción desesperada. Algo poco ético, incluso para un paladín con ganas de cagar.

¡Quita de enmedio!

Rayo Blanco alzó y bajó la espada de Roman, no con la destreza de un espadachín, sino como quién golpea con un garrote. Trató de golpear en la nuca al semiorco con la parte plana de la espada, buscando dejarle inconsciente. Perdió velocidad en la persecución, así que el filo no llegó a tiempo, y solo golpeó una de las cajas.

Jinrozo maldijo su ridícula puntería, pero no había tiempo para lamentaciones. Rápidamente buscó un sitio para resguardarse, pues a la vista estaba que pronto tendrían a una buena cantidad de enemigos dispuestos a rebanarles el gaznate.

Mientras se colocaba tras unas cajas, transmitió una sugerencia al enano.

-Aghelas, ¿Crees que podrías comunicarles a estas criaturas si nos pueden ayudar? Quizás, cuando entren los marineros, sería un buen momento para que lanzaran sobre ellos esa pestilencia que Ulmoapop nos hizo probar en El Cangrejo de Arena.

Durgol esquiva con facilidad el golpe de Rayo Blanco, y abre la puerta, dando un paso hacia el interior del compartimento del ancla. 

-¡Essstornino! 

Las luces del alba se derraman sobre Durgol a través de la trampilla que daba acceso a la cubierta desde la la habitación del ancla. El semiorco mira en derredor, no creyéndose lo que ven sus ojos. O lo que no ven.

-Me cago en la puta... -sigue derramando sus heces el segundo de a bordo, esta vez sobre una mujer de vida alegre, antes de desenvainar su estoque y repetir-. ¡A mi la tripulación!

Pero la tripulación parecía tener sus propios problemas.

-¡Capitán! -os llega la voz de uno de los marineros-. ¡Vamos a la deriva!

La voz de Sarim Pepper, el capitán del Angelina, se hace escuchar desde la otra punta del navío.

-¡Desplegad las velas!

Se escuchan los pasos de la tripulación apresurarse para obedecer a su capitán pero, cuando el velamen se despliega, se escucha otra conmoción y una retahíla de maldiciones. ¿Qué diablos ocurre?

Con todo ese follón, nadie parece haber escuchado la llamada de auxilio de Durgol. Todavía...