Partida Rol por web

Nada más despertarse, Trotter sintió el peso de la maleza del bosque nublando su ánimo. Sin embargo, recordó de dónde venía y los tiempos en la comarca, así como sus sueños de aventuras, y esto le sacó de su bajón animándole a afrontar el día.

Lo primero que hizo fue buscar las huellas del día anterior para seguirlas de nuevo. Era importante no perder el camino, ya que el éxito de la empresa dependía de eso así que se afanó por hacer bien su trabajo.

Beran se prepara para el nuevo día. Recoge el campamento y lo guarda todo en las riendas. Evitó compartir miradas con el resto de la compañía, a modo de no influir en ellos el pesar profundo que sentía desde hace unas horas. Aunque las noticias de las huellas y el posible rastro de los enanos perdidos son alentadoras, la atmósfera opresiva del Bosque Negro, oscuro en su opinión, se filtraba a través de su dura piel. Tanto como lo hacían las nevadas en los días temblorosos de invierno.

En el silencio incómodo que reina en el esquife, Beran decide romper la tensión con afiladas afirmaciones:

—Las huellas son una guía, sin lugar a dudas, pero el terreno cenagoso es un enemigo en sí mismo. Si el bosque se traga cualquier otra pista, nuestra esperanza puede echarse a perder.

Las sombras y la densa niebla parecen envolver sus pensamientos, oscureciendo cualquier rastro de optimismo que pueda quedar.

Os adentráis más y más en las ciénagas y eso se nota, pues las dificultades para manejar el bote son mayores. Y donde el día anterior Beli parecía gobernar el esquife de forma más que decente, hoy el enano se levantó con un estado de ánimo bastante bajo, y eso no sólo influye en la compañía sino también en su forma de sortear los obstáculos que se encuentra. Debido a ello, en un par de ocasiones, el esquife se queda atrapado en el mismo fango o en una maraña de hojas muertas, lo que os hace a todos tener que hundiros casi hasta la cintura en las aguas frías y cenagosas para liberarlo y poder continuar la marcha. Todo eso hace que Beli maldiga en su lengua una y otra vez a cada recodo del trayecto.

No todo son malas noticias, pues Trotter parece seguir encontrando rastros y pistas más o menos recientes del posible paso de los enanos, indicando con ello de que van en la buena dirección, lo que unido a su espíritu hobbit consigue que la compañía no se venga del todo abajo y se deje llevar por el desánimo a pesar de todos los traspiés del bote durante el día.

El trayecto se está haciendo cada vez más complicado para la compañía, y tú sientes que estás fallando en tu tarea como vigía. Sin embargo, a lo largo del día vas apreciando ciertos detalles que, uno a uno no resultarían nada extraños, pero que todos juntos hacen crecer en ti sospechas. Una sombra fugaz a vuestras espaldas, un ruido amortiguado en la distancia, una leve agitación de las ramas de los árboles a vuestro alrededor... Sabes de sobra que estáis cruzando el bosque Negro y conoces sus peligros. Algo no te huele bien del todo: sientes que la compañía está siendo seguida.

La sombra de la sospecha se había agrandado y oscurecido paulatinamente conforme pasaban las horas. La tensa calma del viaje, sólo interrumpida por la mala guía del bote, era aun más molesta que el propio bosque. Con todos sus peligros, era raro que nada más les hubiera asaltado, aun incluso cuando tenían que sumergirse parcialmente para desencallar el bote. Y al principio, Caranthir estaba presto a achacar a los poderes alucinógenos del bosque ciertas cosas que creía percibir. Pero progresivamente comenzaron a acumularse como para poder achacarlos a alucinaciones y visiones; había algo real y tangible en torno a ellos, una amenaza que no lograba identificar. Podían ser arañas... pero acechar a sus presas no era su sistema habitual y no había visto sus espeluznantes sedas cubrir las ramas bajas ni extenderse entre troncos sobre las aguas, a modo de redes de "pesca" con que atraparles. Era algo distinto, más paciente, más astuto y que no se guiaba por su estómago.

- No mires. - El elfo se acercó casualmente uno por uno a sus compañeros, como si se moviera en una ronda por la reducida embarcación para comprobar el terreno circundante desde distintas posiciones y les susurró la advertencia. - Algo nos acecha, desde la maleza, desde las ramas, en la distancia. Y no creo que sean arañas, salvo que se trate de especímenes particularmente pacientes y poco hambrientos. - Y tras esas palabras, el elfo oteaba los alrededores unos instantes antes de moverse a otro punto, cerca de otro miembro de la compañía.

— Rakhâs...—, Beli escupió la palabra con desprecio, criaturas cobardes y oportunistas, estarían esperando la mejor ocasión para caerles encima.

Después aprovechó uno de los acercamientos de Caranthir para comentarle discretamente:

— Busquemos hoy un lugar dónde detener la barcaza que nos permita plantarles cara en nuestros propios términos, tal vez un montículo o un lugar con un único acceso, finjamos que nos vamos a dormir pero, cuando nos ataquen, estaremos preparados para plantarles cara....

Hizo lo mismo con el resto de compañeros, si alguno tenía otro plan, estaba abierto a considerarlo pero eso es lo mejor que se le ocurría y si tenía que combatir preferiría hacerlo con un suelo firme bajo sus pies.

Beran guarda silencio durante el viaje, sumido en sus propios pensamientos, llenos de dudas y temores: ¿y si nunca encuentran a los enanos? ¿y si el bosque se traga todas la esperanza? ¿En qué punto perdimos el rumbo? ¿Acaso estamos destinados a vagar en este eterno bosque? Las sombras y la densa niebla parecen envolver sus pensamientos, oscureciendo cualquier rastro de optimismo que pueda quedar.

Los pensamientos se pierden entre el susurro del viento y el murmullo del agua, como si el bosque mismo absorbiera su desaliento. El frío cala en sus huesos cada vez que ayuda a desenredar el fango en una actividad en la que su cuerpo se mueve por voluntad propia.

Beran lucha por mantener la esperanza que le caracteriza, pero la realidad negruzca amenaza con socavar su espíritu.

El ambiente en el bote era opresivo, con Beli y Beran sumidos en la negatividad, y Caranthir mirando ceñudo hacia las orillas de forma alternante. Trotter trataba de mantener el ambiente distendido, con pequeñas bromas e historias de la Comarca que normalmente habían hecho sonreír a sus compañeros, pero en este caso tenían poco éxito.

En varias ocasiones tuvieron que bajar al agua a empujar el bote, que encallaba constantemente haciendo difícil la navegación.

Lo bueno es que parecía claro que iban siguiendo el camino correcto. Al otro lado del río se veía el rastro claro de botas enanas que continuaba avanzando, o algunas veces incluso jirones de cuero del penoso avance a través de los matorrales.

Entonces Caranthir llamó la atención sobre algo que les vigilaba. Trotter escudriñó con la vista a ver si llegaba a atisbar quién podría estar vigilando su paso, pero había poco que ver en las orillas atestadas de maleza.

Trotter, pese a estar prevenido por Caranthir, es incapaz de ver nada de aquello de lo que se le advierte. Había estado tan concentrado en sus labores de explorador, intentando seguir el rastro y encontrando nuevas pistas de la marcha de los enanos que apenas hubiera podido siquiera darse cuenta de lo que el elfo logró divisar. Atendiendo a sus palabras, si estas eran ciertas, algo les seguía, aunque ignoraban desde hacía cuánto; si estos eran depredadores, ciertamente eran muy pacientes.

Beli propone un plan para tender una trampa a los perseguidores, pero para eso necesitarían dejar la barca y encontrar un terreno adecuado. 

Nada, no hay rastro de nada que nos siga a simple vista... Pero confío en los sentidos de Caranthir; algo o alguien nos anda a la zaga... Creo que Beli tiene razón, deberíamos librarnos de los perseguidores antes de continuar el viaje. Si no, corremos el riesgo de que nos tiendan una emboscada. Yo voto por adelantarnos, y tendérsela nosotros a ellos.

El beórnida miró donde señalaban los ojos de sus tres compañeros y, como decía Trotter, tampoco vio nada que indicase una amenaza. Ya que la visión de los elfos era privilegiada y lejos de desconfiar de las palabras sin ningún motivo, accedió al plan que propuso Beli. Su plan de esperar al enemigo en un terreno favorable para la comunidad era una buena estrategia.

—Si son nuestros enemigos, no podemos permitir que nos sigan acechando sin hacer nada al respecto. Es hora de cambiar las tornas —expresó duramente—. Estoy a favor de fingir nuestro sueño, mientras uno de nosotros permanece oculto en la sombra, esperando a emboscar por la espalda cuando nos ataquen.

- Mientras sigamos en la barca, a lo largo del curso del río, es poco probable que puedan atacarnos, salvo con flechas y venablos. Pero en cuanto pongamos el píe en suelo firme, seguramente caigan sobre nosotros antes de darnos tiempo a preparar nada. - Caranthir reflexionaba para sí en voz alta mientras observaba el entorno. A juzgar por las señales, lo que fuera que les acechaba no tenía mucho problema el mantener la persecución a la velocidad de la barca por las aguas de la ciénaga. - Y desde luego, no podemos esperar a la noche. Si son orcos, no tendrán problemas en la oscuridad, mientras que nosotros estaremos casi ciegos si no contamos con fuego u otra fuente de luz. - Bajo las tupidas copas de los árboles del Bosque Negro y por la noche, los ojos de elfo acostumbrados a la luz de las estrellas eran tan buenos como los de un Hombre; sólo Beli tendría una mínima oportunidad. Y ésta sería ínfima si lo que estaba ahí afuera era más de uno.

Pese a las reflexiones de Caranthir, el resto de la compañía parece tener claro que lo mejor era continuar con la intención de buscar algún rincón entre las ciénagas donde el terreno les fuera favorable, y pasar de ser los emboscados a los emboscadores. 

Mientras que los ojos de todos parecen buscar indicios de vuestros supuestos perseguidores, es Trotter quien dan con una pequeña parcela de tierra seca más adelante que se alza al oeste del curso del río. Quizá no sea el sitio más adecuado para preparar vuestra trampa pero quizá también no tengáis otra oportunidad así antes de que la noche caiga sobre vosotros en el tercer día de vuestra búsqueda.

El propio Caranthir advierte que no deben de estar muy lejos del río Podrido, un arroyo de aguas oscuras y cenagosas que desciende de las Montañas del Bosque Negro antes de desembocar en el Celduin. Es una zona que los elfos suelen evitar al máximo ya que exuda un hedor pútrido incluso en los meses más fríos del año tal y como, según os vais acercando, podéis ir comprobando.

Beran, con una mirada aguda y atenta en la habilidad de rastreo terrenal, examina la parcela de tierra seca que ha encontrado Trotter. Aunque no sea el lugar perfecto para preparar la emboscada, según se acercan a lo profundo de las aguas pantanosas, comprende que no pueden permitirse el lujo de ser demasiado selectivos. La noche se les acerca rápidamente y necesitan asegurar su posición defensiva antes de que la oscuridad sea su mayor desventaja ante los posibles orcos.

—Este lugar podrá servirnos —responde Beran convencido de lo que dice—. La proximidad al río Podrido puede sernos favorable: si los perseguidores nos subestiman, seremos nosotros quienes los lancemos a esas aguas cenagosas.

El beórnida asumió una posición vigilante, preparado para la emboscada, mientras el hedor del río podrido se vuelve más intenso. Sus ojos observaban atentamente la entrada principal, mientras por el rabillo del ojo controlaba los flancos débiles. Aseguró su gran hacha entre sus manos y esperó el momento indicado si tenía que usarla.

Trotter buscó por los alrededores de la parcela en que estaban desembarcando, por si algún movimiento delataba a un posible asaltante. Sin embargo, no parecía haber nada a la vista.

Será mejor que aseguremos el área. Ayudadme a buscar enemigos primero, y luego pensaremos en montar trampas para los que se puedan acercar más tarde.

Nada más poner el pie en tierra, Beli se puso a armar el campamento y buscar los materiales necesarios para hacer una hoguera con cuidado de no alejarse de la zona que habían establecido para evitar ser un blanco fácil para una emboscada.

La idea del enano era la de actuar normalmente, montando el campamento y retirándose a descansar como si no hubieran advertido nada para tenderles un cebo a sus perseguidores. Con su piqueta cavó una pequeña zanja que rellenó con ramas secas y roció con aceite de lámpara para hacerlo rápidamente inflamable. Con eso pretendía dividir los rangos de los atacantes y si no funcionaba al menos tendrían algo más de luz para combatir.

Probablemente era su linaje élfico, pero Caranthir no terminaba de encontrarse a gusto con la idea impulsiva de emboscar a un enemigo del que desconocían su naturaleza y su número. Pero para las razas mortales, cuya vida pasaba en un suspiro, ésa parecía ser la tónica: pensar rápido y actuar precipitadamente.

La elección del lugar era aun más deplorable. Una franja de tierra seca, suelo firme en medio del cenagal, como única opción y cerca de las aguas del Río Podrido, cuyos efluvios amenazaban con saturar el olfato del elfo. Sin duda, eso podía jugar en beneficio de sus acechadores, pues era un sentido menos que podían utilizar para detectar al enemigo invisible.

Pero la decisión ya estaba tomada y cada cual se afanaba por prepararse para la más que probable confrontación. Caranthir se puso en alerta, afinando sus sentidos para captar cualquier indicio en el agua, el aire o la tierra que anticipase la aproximación del oponente.

- De todos los lugares del Bosque Negro, teníamos que aproximarnos al Río Podrido...

Caranthir se quejó con voz queda mientras movía una mano bajo su nariz, en ademán de abanicarse.

La preocupación de Caranthir ahora es de Beran también, pues sin duda es capaz de sentir todo aquello que el elfo venía advirtiendo; ahora más que nunca se dan cuenta de que ciertamente no están solos en esta parte de las ciénagas, aunque lo que sea que os esté persiguiendo no parece tener una intención inmediata de saltar sobre vosotros.

Beli por su parte, y mientras se prepara para tender una discreta trampa en los alrededores del terreno, descubre algo que el explorador hobbit no consiguió en su primer acercamiento. Allí reposan los restos de un campamento montado quizá hace unos días. Tal vez por el desgaste del viaje por las ciénagas, quizá por el sentir que estaban siendo seguidos de cerca o, quién sabe, el mismo hallazgo de las pistas del campamento que encontró, hace que no esté todo lo concentrado que debiera a la hora de montar la trampa; sólo esperaba que realmente funcionara llegado el momento.

A pesar de todas las vicisitudes y dificultades sufridas durante el día, unido a la enervante sensación de saberse observado pero ignorar por quién o porqué, el hallazgo de los restos del anterior campamento supuso toda una alegría para Beli. En primer lugar porque les reafirmaba que hasta allí venían siguiendo correctamente el rastro y que iban acercándose poco a poco a su objetivo. Tras un día tan aciago, esta pequeña llama de esperanza prendió en el corazón del enano.

Ya alrededor de la hoguera y dando buena cuenta de sus magras provisiones el enano comentó al grupo:

— Si bien no sabemos mucho de lo que sea nos esté siguiendo, al menos yo no podría dormir tranquilo sabiendo que nos están acechando ahí afuera, propongo seguir con nuestro plan y mantenernos toda la noche en vigilia para evitar que nos sorprendan — los ojos del enano recorrieron las caras de sus compañeros para leer sus reacciones, mientras intentaba animarlos. — No desfallezcamos ahora, estamos más cerca que nunca de nuestro objetivo.

- La lista no es muy larga. - Caranthir levantó la mirada con la vana esperanza de alcanzar a ver alguna estrella entre el dosel de los árboles y también para enfatizar la acción de recordar. - Los trolls y las arañas no suelen ser tan pacientes como para acechar una presa durante horas; es probable que sean orcos y huargos, aunque éstos últimos no gustan de los humedales. Y aunque los versos los sitúan en el Entaguas, no sería descabellado que los espíritus de algunos ahogados en las ciénagas puedan volver en forma de labios maulladores y encontrarlos aquí en el Norte.

Los restos del campamento indicaban que alguien había pernoctado en aquel lugar varios días atrás. La idea de que hubieran sido los emisarios desaparecidos era inspiradora pero la sensación de acechanza que pesaba sobre ellos no terminó de relajar al elfo del todo. Aquella misma preocupación parecía embargar el ánimo del resto, aunque Caranthir valoraba su error de juicio. Fuere lo que fuese lo que estaba ahí afuera, no aparentaba estar interesado en atacarles en el acto. Era poco probable entonces que aprovechase el descanso, lo que podía sugerir criaturas inteligentes que les estuvieran espiando en lugar de acecharles. En cualquier caso, el viaje por las ciénagas era agotador y no podían permitirse el lujo de desperdiciar las oportunidades para descansar.

- Como ya dije antes de partir, sólo necesito un breve periodo de tiempo para sumergirme en la vigilia de sueños antes de poder vigilar el resto de la noche. Sería conveniente que vosotros repartieseis las horas de descanso y de guardia para que aprovechéis el reposo. - Satisfecho su apetito con las raciones para el camino, el elfo hizo ademán de levantarse para retirarse a un lugar más recogido donde poder "dormir" antes de iniciar su vigilancia.