Partida Rol por web

La noche pasa, y Farald no despierta. Tampoco lo hace Jooy, pero minutos después del comienzo de su guardia, Aerandir despierta sin que nadie lo avise, y hace lo que resta de su turno. Sin embargo, ningún peligro ha acechado al grupo. Parece que el combate con el trol ha servido como advertencia al resto de criaturas de las inmediaciones.

Los demás vais despertando, uno a uno, y caéis en la cuenta de que nadie ha hecho guardia durante la noche. Sin embargo, habéis descansado bien, y vuestros cuerpos lo agradecen. La mente no; el corazón tampoco. Vuestro pecho sigue oprimido por el angustioso ambiente que os rodea.

- Parece que la muerte del trol ha mantenido a las bestias a raya- río con el despertar- comamos algo y pongámonos en marcha. Quiero volver a revisar la zona en la que cayó ese engendro antes de decidirnos por una ruta a seguir.

4ª jornada de viaje: por la mañana

Desayunáis, comiendo una ración de las provisiones que preparasteis para el viaje.

De vuelta al lugar en el que el troll cayó, me acerco lentamente, tratando de que no se me escape ningún detalle. Un ligero olor me indica que el cadáver de la criatura ya está empando el proceso de descomposición. En zonas como esa, los restos orgánicos duran un suspiro.

- Quiero asegurarme bien de que no metemos la pata- digo al grupo- un error en el rastro puede hacer fallar estrepitósamente toda la misión y tenernos dando vueltas por este bosque ignoto durante semanas. Más vale perder unos minutos ahora.

Farald, estudias las huellas y te aseguras de que, efectivamente, lo que interpretasteis por la noche es correcto. Los enanos lucharon contra el trol, lo hirieron y salieron corrieron hacia el campamento que acababan de montar. Recogieron rápidamente sus pertenencias y, enseguida, volvieron a la orilla del río para continuar su viaje.

- ¿A qué esperamos? ¡Marchemos buscando a los perdidos!- Digo desde la barca.- Cuantos más soles se pongan tras nosotros, más tardaremos en hallarlos. ¡Al bote! ¡Al bote!

Sigamos con rapidez entonces amigos, que las aguas nos sigan acercando y los enanos hayan tenido tanta suerte si han encontrando otros enemigos. - Asiento ante todos dirigiéndome al bote a prisa.

- Ahora sí, amigos, estamos seguros de lo que hacemos- asintió satisfecho- corramos tras su pista mientras todavía esté fresca con la seguridad de que estamos tras la pista correcta. ¡Apresuraos!

Subís al esquife y ocupáis vuestras posiciones usuales.

No le pierdo vista a ninguna de las dos orillas, intentando captar alguna pista de hacia donde huyeron Balin y Oin.

Por la forma en que las marcas se dibujan en la ribera, Khargûl deduce que los enanos siguieron conduciendo su bote río abajo.

De nuevo en el bote me colocó en mi puesto mirando atento a todas partes, sobre todo a cualquier movimiento. La imagen de un troll saltando desde la orilla sobre la embarcación me aterra. 

Preparo el esquife y lo empujo con fuerza desde la orilla para ponernos en movimiento, el agua es oscura he impide ver más allá de una par de palmos hacia el fondo. Parece que todos nos alegramos de dejar atrás las tierras del troll. Ese encuentro nos ha recordado lo fácil que es encontrar la muerte en cada esquina de este bosque. Al menos, confiamos en que, durante nuestra travesía por el agua, estaremos tranquilos de amenazas.

Avanzáis por el río, y a vuestro alrededor las ciénagas se funden con el bosque, creando una atmósfera asfixiante. Farald sortea los obstáculos con maestría y Khargûl estudia las orillas con sapiencia de enano. Jooy tampoco pierde ojo a su entorno, pero no en busca de rastros, sino de amenazas. Lo encuentra todo muy tranquilo, demasiado, a decir verdad. También Aerandir parece extrañado, y mira de cuando en cuando al hobbit para inquirirle con la mirada.

Pasan las horas, muere la mañana y llegáis a una zona en la que el río parece desaparecer para dar paso a un vasto pantano, como si os hubieseis detenido en una gran balsa de agua estancada. Unos grandes y vetustos sauces crecen ahora muy agrupados en los salientes de tierra, y vuelven las oscuridad aún más ominosa. Sus colgantes ramas, enredadas con una plantas nunca vistas por vosotros, llegan hasta el agua y sus raíces mohosas se hincan profundamente en el lodo gris. Perdéis las orillas de vista a medida que os adentráis, y la quilla de vuestro esquife va encontrado resistencia desiguales bajo el agua. Parece que ya nos va a bastar con mirar desde el esquife para encontrar un rastro.