Partida Rol por web

Enanos, dice Galion con cara de disgusto. Y tú vas acompañado de otro enano y de un periannath. 

¿De qué va todo esto?, vuelve a preguntar, cada vez más amostazado.

- Elfos, ni dirigiéndose a ellos con educación tienen una palabra amable para alguien que no sea de su raza... 

- Yo he escuchado historias maravillosas de héroes élficos....aunque vistos de cerca y apuntándote con sus arcos intimidan, añade el hobbit

Ioli escucha la conversación sin intervenir y sin mostrar disgusto ni sorpresa por las palabras de los elfos. Cierto que esperaba una acogida más amable, pero hasta el momento los desconocidos no han sobrepasado ninguna barrera dictada por la etiqueta y las buenas costumbres, mucho menos han parecido de ninguna forma hostiles. A Ioli, hijo de Olvard, ni se le pasa por la cabeza que un elfo pueda ser adversario de un miembro de los pueblos libres, y antes esperaría tener a un orco por amigo que a un elfo por enemigo.

Demostrando paciencia - y dedicando una mirada crítica a sus compañeros que parecen más recelosos -, el chico realmente desea que estas buenas gentes tengan algo que contarles.

Gracias a Euranion, el encuentro no había empezado con mal pie, pero ahora eso parecía ser insuficiente. Sin duda los elfos tendrían motivos para ser recelosos, pero en estos momentos la buena marcha de la misión requería algo más que saludos formales y grises palabras. Ioli, sintiendo algo de tensión en el ambiente, se decide a hablar.

Te saludo, Galion, de Amon Thranduil. Soy Ioli, hijo de Olvard, hombre de Bardo y ciudadano de Lago. Allá en mi ciudad he conocido y confiado en muchos de tu noble raza, pues el comercio nos hermana. Cierto que no he conocido tantos medianos ni enanos en mi vida echa un vistazo hacia sus compañeros de dichas razas pero vi luchar a los hombres de Dain en la Batalla de los Cinco Ejércitos y solo puedo alabar su valor. En virtud a esa misma alianza es que nos hemos unido gentes tan diversas, y no es otra nuestra intención que devolver a uno de los Héroes de la Batalla para que la Reunión de los Cinco Ejércitos no esté manchada por su triste desaparición. 

En estas tierras aún hay orcos... y cosas peores, y agradecemos la ayuda de cualquier miembro de los pueblos libres para regresar a nuestros hogares a salvo y con el deber cumplido.

Tus palabras son ajustadas, hombre de Bardo, responde el elfo.

Estamos de patrulla hace días, y nuestra misión es averiguar qué significa tanto tráfico por el río. Es verdad que vimos a dos enanos descender por el río hace unos días, pero no se me alcanza qué tenga eso que ver con la prevista Reunión de los Cinco ejércitos. ¿Tendrías a bien explicármelo?

Ioli se alegra de causar buena impresión en los elfos aún más que de empezar a obtener respuestas concretas. Aquellos viajeros eran amigos, y usando las palabras adecuadas no había ninguna razón para que se reservaran información. Al menos, Ioli no la ve.

Por supuesto. Uno de los desaparecidos no es otro que Balin, hijo de Fundin, uno de los héroes bajo la montaña. Como emisarios viajaban, y su destino era entregar una invitación a la Reunión de los Cinco Ejércitos para el mismo Señor de las Águilas.

El joven hombre de bardo responde a la amabilidad de los elfos con la misma moneda. Espera que demostrar confianza hacia ellos lleve a la misma respuesta por su parte.

Entiendo, responde Galion. 

No tengo manera de saber si eran ellos, pero bien podría ser. Les seguimos discretamente durante bastantes kilómetros río abajo (tenemos órdenes de Thranduil al efecto) y una noche desaparecieron sin más de su campamento. Si queréis, podemos llevaros hasta allí, no está lejos.

Ioli asiente y después dirige una mirada a sus compañeros antes de volver a hablar a los exploradores.

Estaríamos muy agradecidos.

Quieran los dioses o la fortuna que todos encontremos las respuestas que andamos buscando concluye, a modo de deseo de buena suerte para los elfos, que parecen tener su propio misterio que resolver.Acompañando sus palabras les dedica una pequeña inclinación.

Vamos, dice Galion sin más conversación.

Galion conduce al grupo hasta una pequeña parcela de tierra seca que se alza al oeste del curso del río, unos cuantos kilómetros al norte de donde un arroyo desciende de las montañas del bosque Negro para desembocar en el río Rápido (se trata del río Podrido, un arroyo de aguas oscuras y cenagosas, que los elfos evitan al máximo porque exuda un hedor pútrido incluso en los meses más fríos del año). Emplean la mayor parte del segundo día de viaje por las ciénagas en llegar hasta aquí, a tiempo de echar una mirada alrededor antes de que caiga la oscuridad.

Fredegar llega bastante cansado, le cuesta seguir el ritmo de los elfos que no solo conocen el terreno sino que parece que alguna magia les libra de pisar las pozas, las raíces levantadas o las piedras. Al buscar por el supuesto campamento no ve nada que llame su atención

No es que no se fiase de los elfos... bueno, no, no se fiaba de los elfos, así que el enano centró su concentración en encontrar el rastro de los suyos. Todavía no estaba seguro de que no estuviesen siendo guiados por quien no estaba interesado en encontrarlos.

Es evidente que estáis en lo que fue un campamento montado hace unos días. Lo más curioso es que se ve claramente que los dos enanos acamparon aquí, pero ciertamente no durmieron aquí. Examinando bien el lugar, Akin descubre una caja oculta en un tronco podrido y protegida por conjuros de secreto, encajada de forma rápida pero eficaz en la corteza del árbol.

La caja es un pequeño estuche de marfil, con imágenes intrincadamente talladas de pájaros de aspecto regio: las grandes águilas de las montañas Nubladas. La caja contiene un pergamino escrito e iluminado, la carta del rey Dain al Rey de las Águilas. La carta está rodeada y atada con un fino collar de hilo de oro trenzado, que aguanta una magnífica piedra preciosa del color de la nieve y del tamaño de un puño pequeño: cuando la caja se abre por vez primera, la luz circundante es recogida y multiplicada por las incontables facetas de la joya, haciendo que la caja brille como si tuviera luz propia. Es un regalo señorial, de un rey a otro.

Akin Brasas Calientes muestra la joya a los demás, por un instante su fascinación olvida que está en presencia de elfos y muestra la joya directamente. Su rostro se ilumina con una cálida sonrisa y con la luz que parece irradiar de tan magna piedra.

- Un regalo de un Rey para otro Rey. Ahora ya sabemos cual era la misión de mis compañeros. Y sabemos también que en este campamento surgieron los problemas, pues se vieron obligados a esconder la caja, supongo que para evitar que cayesen en manos de sus asaltantes -y llegado a este punto consiguió evitar mirar a los elfos.

Con cuidado volvió a guardar la maravillosa joya en su caja y la guardó en algún bolsillo interior de su ropa.

- Creo que me corresponde a mí guardarla, no me parece prudente dejarla aquí, aunque ahora habrá que decidir si continuamos la misión de buscar a mis compañeros, o terminamos la misión que ellos empezaron.

- Deberíamos buscar huellas de lo que sea que les atacara o se los llevara, propone el hobbit mirando para todos lados.

Como quiera que la piedra procede del botín de Smaug, la malignidad del dragón todavía subsiste en ella: la primera vez que pongan la vista en la misma, todos los héroes deben pasar una prueba de corrupción u obtener un punto de Sombra, puesto que un feroz deseo arde en sus corazones.