Partida Rol por web

Dorwas se preocupaba menos por las heridas que por ver cómo podía usar la carcasa del escorpión para fermentarla y darle sabor a una de sus cantimploras.

Debe ser el alcohol, que mata cualquier cosa que se acerque a esas heridas y no permite que la pus crezca en ellas. - Jonova no encontraba otra explicación a la resistencia del enano.

No, ni la pus ni la inteligencia, está claro. - añadió Jaali levantando la vista del libro de magia que estaba repasando.

Amara también había evolucionado muy favorablemente a pesar de haber pasado toda la semana ayudando a Jonova con sus ex-compañeros heridos. "Cómo quieres que esté quieta cuando mis hermanos están sufriendo tanto?" habían sido sus palabras, y Jonova no había querido insistir.

Jonova les había hecho pedir disculpas a todos al espíritu del escorpión* y ahora por fin estaba dispuesta a acudir a por el pergamino.

Previsiblemente los gnolls no volverían a atacar Kelmarane. Al menos no los siervos de Rey de la Carroña. Todo lo demás era secundario... pero se había comprometido.

Menuda chorrada de pergamino, no puedes confiar en nada que esté escrito. Pensó.

Jaali ha pasado de la impaciencia, al cabreo, a la depresion y finalmente al hastio y la desidia. Para el mago, estar una semana tirado sin hacer nada, es mas de lo que es capaz de aguantar.

El amanecer del quinto dia le pilla sentado a la bartola contra una pared (intento hacer una hamaca pero despues de darse tres hostias seguidas al rpomerse las cuerdas desistio). Al notar mas movimiento en el resto de la gente, levanta lo justo el libro de conjuros que esta apoyado contra su cara tapandole el sol, para ver que ocurre. Se encuentra con Diegen, que se vuelve a poner la armadura, despues de una semana.

La proxima vez, intenta reunirte con tu Diosa, semielfo. Al menos el resto no tendremos que estar esperando por tu incompetencia.

Diegen no está de humor para resistir las habituales pullas del mago:

- Qué pasa? Qué tienes mucha prisa, Jaali? Puedes largarte cuando quieras, lo sabes, no? Déjame en paz!

Itzala intercede:

- Haya paz! Haya paz!
Paladín, conjurador,
que la calma no se pierda
que si seguís discutiendo
os vais a ir a la... ¡Haya paz!

Calla, bufon - le espeta jaali al bardo. Se vuelve hacia Diegen - Fuerzas ocultas parecen conjurarse contra nosotros. Acaso no aparecio el Rey Carroña de improviso? Acaso no tenemos un ejercito de trogloditas salido de la nada? - mira hacia el templo unos segundos como escudriñando algo. - Es como si la corrupcion de este lugar.... - calla un momento y frunce el ceño. Menea la cabeza - Si, paladin, tengo prisa por irme. Y si tu no la tienes eres un necio. Lo cual, hay que reconocer, no es ninguna sorpresa. Evita volver a retrasarnos o vuelve a Kelmarane. 

Antes de que sea demasiado tarde

Pasados cinco días se abre la puerta de la torre semi-derruida y de ella salen los siete héroes. Equipados, curados, algo más delgados, algo más amargados (cinco días encerrados con Jaali pesa en el animo de cualquiera) pero preparados para afrontar todos los peligros.

En fila atraviesan el patio lleno de trogloditas que los contemplan en silencio, entran en el gran templo, ahora habitado por los reptiles que lo han llenado todo de un olor insoportable. Aunque hay que reconocerles que esta todo más limpio y sobre todo mejor iluminado.

Tras bajar por la gran escalera de caracol llegan a la sala de trono, les recibe el sonido de metal golpeando metal. Al acercarse al gran hoyo que rodea al trono pueden ver a un gran ciempiés en su interior. Esta cargado de cadenas, que lo mantienen atado al suelo. Sin embargo los cadáveres de tres trogloditas tirados al lado de él, que nadie se ha atrevido molestado en recoger, sugieren que sigue siendo peligroso. Media docena de trogloditas vigilan la habitación, que aparentemente no se usa.

Bardo, perguntales si queda algun gnoll en la casa de la bestia. Acabaron con el resto de Noelegidos? Y Rokova?

El capitan de los trogloditas de la sala de guardia emite una conocida aura a ilusión similar a la de Zayifid. Eso si no ves nada sobre el tal Yazifid.

Perdón, quería decir uno de los que hacen guardia en la sala de trono.

Vaya, tenemos a todos los tipos de bichos en versión gigante. Si al menos supiera algo de los centípedos esos.

—Si está encadenado al suelo, podemos dispararle flechas envenenadas y matarlo— dijo Jonova de forma desapasionada. Ya no pensaba que las criaturas de ese lugar maldito fueran naturales. No podían serlo de ese tamaño, tantas y tan juntas. 

Uno de los trogloditas responde a Itzala:

- No quedan gnolls aquí, esta es La Casa de la Bestia, hogar de la tribu de Grundmoch para más gloria de Rovaguk, el destructor, verdadero dueño de este lugar desde el principio de los tiempos - recita como si se lo supiera de memoria. - No se quien es ese tal Rokova.

Dorwas ladeaba la cabeza mirando la criatura encadenada cuando uno de los trogloditas respondió a Itzala.

Sin molestarse en esperar la traducción del bardo ni en mirar a sus compañeros, expresó sus pensamientos.

Damos por hecho que una vez eliminemos el bichejo y tengamos lo que buscamos, esos trogloditas empezaran a no ser tan colaborativos, ¿no?

Una ráfaga de viento baja por las escaleras de caracol haciendo volar un trozo de polvo grande del suelo por delante del grupo.