Partida Rol por web

Algunos miembros de la misión hablan en pequeños grupos, otros se van a sus habitaciones. Arcturus echa una última mirada y baja a los aposentos del equipo.

Arcturus carraspeó de forma significativa al ver que Orionus no había respondido a su insinuación. O bien no le había entendido o bien había obviado su indicación. Así pues el arbites, acabó por levantarse de la mesa al tiempo que el sobrecargo.

- Si me disculpaís unos instantes. En breve podremos reunirnos con usted - se excusó.

Dicho lo cual se recogió el escudo del respaldo del asiento y se dirigió hacia donde estaba Urtzi, antes de que este tuviera tiempo de irse. Le necesitaba, así podrían hablar ambos con el oficial. Por un instante pensó en la posibilidad de reclutar también a Heinrich tanto como guardaespaldas como para contar con su consejo. Sin embargo, no se atrevió o no tuvo tiempo de hacerlo, caminando deprisa hacia el sabio.

El sobrecargo esbozó una expresión de reproche en su rostro al reconocer a los miembros del grupo con quienes se había encontrado anteriormente, especialmente Gianna, pero no dijo nada.

Cuando el viejo Arbites se disculpó pidiendo unos instantes, ese se encogió de hombros de forma desenfadada. - No necesitará a toda una cuadrilla de ayudantes solo para una partida de regicida. ¿Verdad? Bien, solo no tarde demasiado y yo lo prepararé todo. -

Para ese momento ya todos los demás invitados habían bajado a la cubierta inferior. En la principal solo restaban la mitad de los tripulantes devolviendo esta ruidosamente a su aspecto original. La luz se desvanecía con rapidez, al tiempo que unos focos luminosos iluminaban la nave hacia el interior y el exterior desde varios ángulos.

Al descender a la cubierta secundaria visteis al resto de pasajeros entrar ordenadamente hacia el pasillo de los camarotes. Algunos, como Vymer y Quill, se habían apartado un poco esperando a que los demás dejaran el paso libre primero. En este caso Octavia y sus hombre parecían haber sido los primeros en entrar, seguidos de Lanus Cisten y su escriba.

Quien se disponía a atravesar las puertas en este instante era el Abad Tamas, junto con sus clérigos.

Arcturus bajó las escaleras por detrás de Isolda. Esta descendía con una soltura que no permitía pensar en que le faltara un miembro. Abajo se pusieron a la misma altura y se miraron, detenidos ante la multitud que se apelotonaba allí. Arcturus intentó captar cualquier frase reveladora que pudiera flotar en el cargado ambiente de la segunda cubierta.

El tecnosacerdote aceleró el paso para meterse en el pasillo antes que el abad y su séquito, detrás de Cisten y la gente de Octavia. Estiró su corpachón para intentar ver bien en qué departamentos se metía cada cual.
 

Orionus escucho la petición de su compañero que iba a complacer pero al realizar una observación del lugar en unos segundos para mantener la seguridad. Comprobó que Hieronymus no era paciente y se levanto en dirección a Urzti, el asesino puso una expresión de (yo no entiendo a este hombre) incomprensión al movimiento de Hieronymus, no quería decirle nada sabiendo como era el genio del arbitrador.

Sabiendo que había bastantes compañeros cubriendo a Urtzi. Orionus decidió que era un buen momento para ver más zonas de la nave ya que Isolda y Arcturus se disponían a realizar una ronda o explorar la nave fue con ellos.

Al ver al abad, Isolda se paró, dejando que "corriera" el aire entre ellos, pues si lo tenía cerca no podía asegurar la vida de éste, aunque lo que había dicho era de gran información. ¿Reliquias de un santo? Podía ser una estafa o una gran herejía, y no sabía cual de las dos cosas preferiría que fuera.

Vio como Arcturus se adelantaba y una chispa surgió en su mente. Tenían al abad y su séquito entre ambos, y si querían seguro que podrían matarlos a todos antes de que se dieran cuenta de qué pasaba...

-No -se increpó mentalmente, sacudió la cabeza para alejar esas ideas de su mente y se dirigió a donde estaba Arcturus, una vez que el "abad" hubiera entrado en su camarote.

El psíquico tardo en reaccionar, por una parte quería calmar a Isolda pero por otra habían conseguido la información de que podrían encontrar en la subasta, una reliquia de San Drusus.

- Arcturus, soy lego en materia de teología, de refilón he oído nombrar alguna vez a Drusus por resucito por gracia del Emperador, porque habría alguna frase coloquial que lo mencionara y al santo que arrancaron los ojos... - Me pongo pensativo y doy un golpecito y luego sujeto la montura de mis implantes oculares hasta recordar lo que quería.

- Ya he recordado, Leonis el Ciego es al que arrancaron los ojos, eso era. ¿Qué más sabes de Drusus? ¿Su reliqui podría tratarse de un arma? - Pretendía hacer la pregunta antes de que se Arcturus e Isolda, su fueran a los aposentos del equipo.

Arcturus sacudió la cabeza en respuesta a Taikel. -Nos santos de la Eclesiarquía no son precisamente mi especialidad, maese Taikel. Apenas he oído hablar de ese Drusus; sólo sé que es popular en este sector. Tal vez los demás estén mejor informados, cuando nos reunamos les comunicaremos lo que hemos averiguado.

Y mira a Isolda con expresión interrogante, tal vez la hermana sepa más y sea algo más locuaz una vez se haya calmado un poco.

Isolda frunció los labios y se acercó al psíquico y la tecnoadepto- No habléis tan alto -dijo recordando que aún había gente en el pasillo o podrían estar escuchando detrás de las puertas, o con algún tipo de escuchas que no habían encontrado. Estaba paranóica, pero es que no la dejaban más opción.

Se acercó a ellos y comenzó a susurrar rápido con la intención de que solo ellos la escucharan- "San Drusus", es, nada más ni nada menos que el santo más alabado y conocido del sector. Muerto combatiendo a un demonio y resucitado para continuar su labor. No se conoce ninguna reliquia específica asociada a su nombre, más allá de las armas y armaduras que pudiera usar durante su mando como líder de la gran Cruzada, y aunque existiese, me resulta difícil creer que hubiera podido pasar por alto en su día sin ser recogida por sus sirvientes, ya que si bien no fue declarado santo hasta un siglo después de su segunda y definitiva muerte, murió como un héroe con todos los honores posibles que un hombre pueda acumular -clavó la vista en el psíquico de nuevo- así que no digáis nada más, o al menos ser discretos.

Arcturus asintió a las palabras de Isolda, per ose guardó de responder en ese momento; tenía razón, había demasiada gente aún*, y prefirió contener su impaciencia y esperar a la llegada del resto del equipo.

Hieronymus, libre de la presencia del primer oficial se acercó a Urtzi. Como aún había oidos indiscretos en la sala, los tripulantes que estaban terminando de recoger la espartana, tensa y breve cena; el arbites cumplió con su papel de respetuoso sirviente. Se cuadró ligeramente a cierta distancia de Urtzi y carraspeó de forma audible tratando de captar su atención esperando con las manos cruzadas a la espalda.

Cuando el sabio volvió la vista se acercó y dijo en voz baja.

- El contramaestre ha insistido en jugar una partida de regicida. Creo que esperaba humillarme públicamente o algo así. Ahora, se quedará como mucho en una humillación privada. No obstante creo que es una buena oportunidad para obtener información. Le he informado de que sois un entendido en el juego. Así pues podeís acompañarme.

- Incluso sería esperable que os acompañara un guardia - añadió señalando a Heinrich con un movimiento de cabeza. El arbites creía que así las cosas serían más fáciles siendo dos o tres contra uno. No para el juego de Regicida, sino para el juego más importante, la misión del Inquisidor Marr. Además, aunque el arbites se guardó mucho de expresar sus temores en voz alta, sería más prudente ir en grupo a cualquier parte de aquella nave potencialmente llena de herejes y más a una reunión concertada por un oficial de abordo, teniendo como tenía serias dudas sobre la implicación del capitán y su tripulación y su papel en la subasta.

Después de hablar brevemente con Heinrich, Urtzi hizo un notable esfuerzo para ocultar la sorpresa por el repentino acercamiento del señor Homron. No fue tanto por la imponente presencia del arbites como por su servicial postura en aras de mantener las apariencias ante los oficiales del navío. Escuchó con atención las palabras de su veterano compañero manteniendo un rostro serio pero afable... y de nuevo fue puesta a prueba su voluntad cuando Hieronnymus le reveló su nueva tarea como jugador amateur de regicida. 

Urtzi tragó saliva y acentuó ligeramente su sonrisa para ocultar su nerviosismo. -Lamento decirle que quizás mi apariencia le haya llevado a formarse falsas expectativas, señor Homron.- Le dijo al arbites, en el mismo tono de confidencia el que le había hablado. -Quiero decir... conozco las reglas y he leído un poco sobre estrategias básicas pero más por curiosidad que por verdadera afición.- Terminó de aclarar de la manera más breve posible. No obstante, comprendía de sobra que aquella era una oportunidad para conocer mejor su situación y lo que está por venir. Además, puede que perder contra el contramaestre facilitase la obtención de información. Por lo que enseguida se estiró y adoptó su papel como persona al mando del variopinto grupo que formaban. -Bien, vayamos entonces. Es de mala educación hacer esperar a un rival.- Dijo esta vez de manera audible. -Disponga la escolta como su criterio le dicte, señor Jerom.- Delegó fingidamente en su compañero pues en realidad era siempre el veterano arbites el más atento en la distribución de el grupo. Así que, sin más dilación, Urtzi esperó al momento para dirigirse hacia los aposentos del contramaestre. 

Sin más deliberación, decidisteis acercaros siguiendo las instrucciones de Hieronymus hasta una mesa que un par de tripulantes que quedaban en la cubierta superior estaban preparando para la ocasión. No era una mesa muy grande, y estaba coronada por un tablero y piezas de regicida con aspecto de ser viejas y algo maltratadas, aunque aún en buen estado. Alrededor de la mesa había un total de 4 sillas, 1 en un extremo, y otras 3 en el otro, cada grupo orientado a uno de los grupos de piezas del juego. También había un diminuto taburete con algunas bebidas que por el color y olor parecían amasec*

Al acercaros, el sobrecargo sonrió y mandó a los tripulantes a otros quehaceres.

- Bien, justo acabamos de terminar los preparativos. - El sobrecargo no perdió el tiempo. Se sentó en su silla y dio un corto trago al licor antes de miraros con impaciencia. - Primero tu - dijo señalando a Hieronymus - no me gusta retrasar más de la cuenta un duelo ya pactado. - buscó en sus bolsillos un segundo antes de sacar un brillante trono^, y tras hacer un gesto sencillo de entender, lo arrojó al Arbites - Elijo cara. Aquí jugamos con las reglas de la baja Terra, sin trucos sucios ni embustes cobardes. -

Aparentemente, la decisión de Hieronymus era inamovible, pues casi de inmediato Urtzi, Heinrich y él mismo se dirigieron hacia donde el sobrecargo les esperaba. A vuestro lado pasaron un par de tripulantes que acababan de terminar de limpiar la cubierta superior.

Ahora mismo el lugar parecía casi vacío y desolado. Solo se escuchaban los ruidos del motor y de la multitud de abajo que entraba en sus camarotes.

Aunque era tarde para ver el camarote donde se alojaba Octavia Nile, el corpulento tecnosacerdote escogió un punto que le permitía observar el pasillo comodamente desde la lejanía. Al final, descubrió la ubicación de cada uno de los demás pasajeros.

La mayoría de pasajeros estaban dispersos. Sin embargo, Arcturus diferenció que Lanus Cisten y su acompañante habían tenido la coincidendia de alojarse en un camarote anexo al del grupo de acólitos.

Los últimos que entraron fueron Vymer y Quill, de quienes percibisteis que Vymer os miró en actitud desafiante, mientras que Quill mostraba en su cara una expresión más calmada, y casi guiaba a Vymer a la habitación con un brazo apoyado en su hombro.

El arbites tomó asiento en la silla del medio tras esperar que lo hiciera Urtzi, cuando lo hizo miró a Heinrich de forma significativa

- Perímetro - dijo. No esperaba que el soldado se sentara junto a ellos. A fin de cuentas no estaban allí para jugar sino para observar y Heinrich tendría otros ángulos de visión si se dedicaba a rondar por la sala. Quizás descubriera cosas que Urtzi y él pudieran pasar por alto.

Vió que su amigo había entendido lo que pretendía y acercó la silla a la mesa ya dispuesta. Hizo caso omiso de los bruscos gestos del oficial y devolvió la moneda que éste le había arrojado dejándola al borde del tablero, en el lado del oficial. Con familiaridad, como si aquel tablero fuera tan suyo como del sobrecargo cogió dos peones, uno de cada color con cada mano, los cruzó a la espalda y ofreció ambos puños cerrados al oficial, dejándo que éste eligiera uno de los puños cerrados. Grist, que parecía conocer después de todo las formas de cortesía del juego tocó uno de los dos. El arbites abrió la mano mostrando el peón negro. Devolvió entonces ambos a su sitio del tablero. Le tocaba comenzar. Adelante.

Tras una apertura tradicional observó como el oficial respondía con rapidez, ansioso quizás por acabar con su oponente y pasar al siguiente, como si de un escualo se tratara. No te va a resultar tan fácil.

El arbites sirvió bebida para los tres, Grist, Chrom y él mismo, aunque se limitó a oler la bebida y llevarse el vaso a los labios sin beber. El Emperador sabía que no bebería nada en una misión como aquella y menos si les era dado por aquellos tipos.

- Me sorprende que no jugueís con vuestro capitán. ¿Acaso no es buen jugador? Pues imagino que el disgusto de la cena no sea la causa, dado que me lo propusísteís antes - dijo como por casualidad tras un par de movimientos y buscó en la expresión de aquel bruto gestos que delataran todo lo que no iba a decir.

 Taikel se encontraba algo inquieto tras las últimas conversaciones, sentía curiosidad por las palabras del abad Tamas, su reacción y la conducta de la sororita. Arcturus e Isolda bajaron las escaleras y desaparecieron.

- ¿Orionus, que opinas de que en la subasta se encuentre alguna reliquia de San Drusus? - Aunque hablo con un hilo de voz por la emoción contenida, se que puede ser una pista interesante y no puedo ocultar mi satisfacción.

- ¿Gianna, escuchaste algo interesante durante la cena? - Como nosotros no íbamos al jugar al regicida con el contramaestre, era bueno cambiar impresiones e investigar la nave, nos ayudaría a aprovechar el tiempo, antes de regresar a los camarotes.

- ¿Y si vamos a hablar con Vymer y Quill? - Quizás el asesino y la guardia imperial serían menos inoportunos de lo que suele serlo el psíquico, por ejemplo con la señorita Octavia Nile.