Partida Rol por web

Urtzi observó perplejo el sangriento campo de batalla en el que se había convertido la cubierta. Vísceras y cadáveres se amontonaban aquí y allá mientras los que todavía respiraban empleando cada aliento en luchar por su vida. Vio a sus compañeros acólitos y a los otros pasajeros atrincherados frente a la puerta. Enseguida llamó su atención el monstruoso arpón  que atravesaba el armazón de la nave. 

El adepto apartó finalmente la mirada quedándose sentado contra la pared del pasillo. Con la respiración agitada y la frente perlada de sudor, trataba de asimilar la sangrienta escena que acababa de presenciar. Se centró en el sistemático proceder del tecnosacerdote para recuperar la compostura. -Pa... parece que los nuestros están conteniendo a los asaltantes.- Consiguió decir al acólito de Marte. No sabía si le había escuchado dado su breve y nada preciso informe, pero aquello había sido más un pensamiento en alto que un intento por conversar por Arcturus. Urtzi cerró los ojos y respiró profundamente antes de volver a asomarse por la puerta, esta vez usando la mira de su rifle para buscar un posible objetivo. Entre el caos que había en la cubierta, consiguió fijar la mira en un asaltante que parecía gravemente herido. Su dedo se tensó sobre el gatillo si llegar a tirar completamente de él... Y entonces sonó el disparo. Urtzi no estuvo del todo seguro si realmente había sido él el que apretó el gatillo. Si se lo hubiesen preguntado más adelante, hubiera dicho sin temor a equivocarse que no tenía el recuerdo consciente de haberlo hecho. Perplejo, siguió apuntando mientras asimilaba lo que acababa de ocurrir. 

Cisten no pasaba sus mejores horas, y el exótico Vymer no parecía estar consciente. Nuestro psíquico Taikel parecía seguir en estado catatónico y Urtzi no se decidía a asomar del todo el hocico en la brutal refriega que se desarrollaba a pocos metros. Arcturus no podía culparle; el trueno de los disparos y los aterradores aullidos de dolor podían disuadir al más pintado. La flema de que iba cargada la frase con la que el señor Chrom describía el desarrollo de los acontecimientos hizo reír por lo bajo al tecnosacerdote, que miró al adepto unos segundos sin decir nada. Luego miró a Vymer, y empezó a acomodarle el cuerpo y alisarle la ropa, tal vez con más meticulosidad de la necesaria, sin perder de vista sus expresiones faciales y corporales.

El arbites había fallado su última ráfaga, pero los escoltas de la señorita Nile no habían perdido el tiempo. No así Vymer y Quill, que estaban, respectivamente, malherido y corriendo. Quedaban pocos enemigos sobre los que hacer fuego mientras que el flanco derecho estaba amenazado, con Heinrich e Isolda trabados en cuerpo a cuerpo. La sororitas, a pesar de carecer de una mano, parecía arreglárselas bastante bien, mientras que Heinrich apenas hacía lo posible por resistir.

Hieronymus tomó una decisión rápida, soltó el rifle dejando que colgara por la correa que llevaba colgada y se deslizara hacia su costado al tiempo que corría hacia el guardia imperial, al tiempo que destrababa la porra Castigadora de su cinturón. Cuando alcanzaba la posición de su amigo el arma ya descendía hacia la cabeza del asaltante.

- ¡Haz fuego de cobertura! ¡Cúbreme! - grito el arbites antes de cargar. El mensaje era para quien estaba junto a él, pero abrió el comunicador un instante antes de levantarse. Era una técnica aprendida en el arbites. Un mensaje instantáneo que lo decía todo. El equipo al completo sabría que estaban aún en lo encarnizado del combate.

Los dos disparos habían conseguido abatir a uno de los asaltantes que se encaminaba hacia Isolda, aun así quedaba otro que no tardaría en llegar donde ellos se encontraban, por desgracia desde la posición donde se encontraba no lo tenia en linea de disparo, tendría que moverse y quedarse sin cobertura para poder abatirlo, eso o disparar al que se encontraba a las 12 de su posición, estaba a punto de empezar a moverme cuando el intercomunicador se encendió pudiendo oírse al viejo pidiendo cobertura mientras se encamina al combate en ayuda de Heinrich, maldito cabrón, ahora ya no tendré linea de tiro, joder...hablo para mi misma mientras maldigo entre dientes apuntando al único objetivo visible disparandole una ráfaga de mi rifle sin apenas tiempo para apuntar, varios impactos se incrustaron cerca de el pero sin llegar a causarle ningún daño...

En pocos segundos, el combate cerrado que durante un instante parecía complicarse para vosotros terminó con vuestra victoria:

A un despiste de su oponente, Isolda descargó un terrible golpe sobre el asaltante, que cayó al suelo mientras se desangraba a causa la terrible herida que había dejado sus entrañas al descubierto, incapaz de hacer nada más que sujetarse fuertemente el vientre con ambos brazos mientras la vida se le escapaba poco a poco entre los dedos.

Heinrich, sin embargo, tenía problemas para deshacerse de su enemigo. Este en su desesperación tras ser herido se había aferrado a él con una fuerza inusitada, y solo se soltó cuando la llegada de Hieronymus puso fin a sus vanos intentos de presentar batalla con de un único y potente golpe que hizo rebotar la cabeza de aquél desgraciado contra el suelo, de donde no se volvió a levantar.

Orionus había estado a punto de recibir de lleno el disparo de los atacantes más rezagados; solo un rápido movimiento por puros reflejos, además de suerte, le permitieron apartarse de la trayectoria del mortifero proyectil a tiempo, aunque al precio de quedar desequilibrado a punto de caer derribado al suelo, e incapaz de responder a los disparos. Gianna por su parte tenía problemas para acertar al enemigo que había elegido como objetivo, que escapaba rápidamente de la linea de tiro de los guardespaldas de Nile, sin embargo, y ante su sorpresa, un único y certero tiro en la cabeza de procedencia desconocida acabó con la vida y los intentos del asaltante de escapar de allí. Solo al girarse en la dirección del disparo pudo reconocer a Urtzi apostado en el pasillo hacia los camarotes, con el rifle aún exhalando una voluta de humo tras el disparo.

La batalla había cambiado drásticamente a vuestro favor, y los asaltantes se habían dado cuenta de ello, el rezagado junto a vosotros _{(nº 8)} dió un grito de aviso y rápidamente él mismo y sus compañeros más alejados huyeron tan rápido como podían, la mayoría abriendose paso a través de los cristales hacia los balcones mediante disparos, y uno de ellos noqueando por el trayecto a un tripulante que se interponía en su camino _{(trip. nº 6)}.

Todos los asaltantes supervivientes se dirigían a los balcones, y la nave de la que provenían maniobraba para permitirles embarcar de nuevo. El resto de pasajeros no parecían preocuparse por ellos, al menos Octavia y sus hombres, que eran los más numerosos, que simplemente retrocedieron reservando su munición. Únicamente Quill y un tripulante que aún estaba milagrosamente ileso _{(Trip nº 1)} corrían en pos de sus enemigos en retirada.

El disparo de Urtzi fue certero, y su objetivo cayó al suelo entre estertores de inmediato. En la cubierta la batalla pronto el resto de acólitos tomaron ventaja cuando los enemigos a los que se enfrentaban Isolda y Heinrich fueron derribados sin contemplaciones. Fue entonces cuando los enemigos restantes se dieron cuenta de que no podían ganar aquella batalla, ya que uno de ellos dió un potente grito de retirada, y todos se lanzaron tan rápido como podían hacia los balcones, donde su nave celeste maniobraba para permitirles embarcar de nuevo.

Arcturus estaba demasiado concentrado en su tarea para darse cuenta de aquello, pero había logrado su objetivo. Había salvado el brazo al pobre desgraciado de Lanus Cisten, que ahora se encontraba fuera de peligro de morir a causa de sus heridas. Mientras el criado de Lanus dedicaba entonces todas sus atenciones al cuidado de su señor mientras murmuraba apresurados agradecimientos al tecnosacerdote, Arcturus dirigía entonces su atención hacia Vymer, revisandole de arriba abajo, no fuera que se hubiera pasado por alto alguna herida o corte.

Al revisar entre los pliegues del chaleco de Vymer encuentras un pergamino enrollado. Al desplegarlo un momento para observarlo te das cuenta de que es algo más que un simple pergamino, ya que incrustada en la parte inferior hay un diminuto rectángulo de cristál que reconoces como una placa de datos de algún tipo, muy manchada por algún tipo de roña seca.

El pergamino tiene mucho texto escrito, y de un rápido vistazo solo eres capaz de sacar en claro dos detalles. El primero es que da la impresión de ser algún tipo de documento oficial, o al menos estar escrito con un texto limpio y pulcro. El segundo es un dudoso retrato a carboncillo de un hombre adulto, del cual lo único reconocible era una poblada barba, dibujado al margen del pergamino y que parecía haber sido añadido a posteriori junto con un nombre "Nonesuch".

Mientras estas pensando en lo que puede ser ese escrito, Vymer comienza a agitarse en su inconsciencia, aparentemente cerca de despertarse.

Arcturus habría sonreído de satisfacción si tuviera el hábito de hacerlo. Se cuidó muy bien de dar la espalda al criado de Cisten mientras examinaba el pergamino. Procuró fijar en su memoria, a toda velocidad, todos los detalles que pudo del texto, y se detuvo un momento en la placa de dato. Luego se apresuró a devolver el pergamino a su lugar, tal y como lo había encontrado. Cuando lo hubo hecho sacudió ligeramente al mercenario (o lo que fuese aquel individuo) semiinconsciente, hablándole quedamente:

-Vymer. Despierte, Vymer. ¿Me oye? Todo está bien, ¿cómo se encuentra?

Detrás de él, Urtzi oyó al tecnosacerdote dirigirse a él. Su voz metálica sonaba más fría y cortante que de costumbre.

-Señor Chrom, hágame el favor de no exponerse así. No quiero tener que aguantar las reprimendas de Homron si le ocurre algo.- Añadió esto último en un tono algo más conciliador. -Y usted muévase, haga algo, por el Omnissiah- rezongó, mirando de reojo a Taikel.

Orionus se asomo después de fallar sus disparos y comprobó que sus compañeros, mercenarios y resto de la tripulación acabaron con el enemigo de enfrente. Acto seguido Hieronymus reacciono para ayudar a los compañeros.

El asesino se levanto del suelo al haber estado agachado y tomo la decisión de ayudar a Quill. Fue corriendo con el rifle automático orientado hacia arriba hasta él J2 y se coloco tras su espalda diciendo le "Eh, colega vengo a ayudarte" "¿esta bien tu compañero?"

Los asaltantes se batían en retirada mientras un atónito Urtzi tenía la mirada fija en el lugar donde antes estaba de pie la persona que había fijado en su mira. Era la primera vez que abatía a una persona... la primera vez que mataba... Hasta ahora sólo había servido a la Inquisición con sus conocimientos y después del último combate había demostrado que poco más podía hacer, que tan solo era un lastre si se veían envueltos en una situación peligrosa. Por eso mismo se empujó a sí mismo a intentar aportar su grano de arena, aunque sin llegar a considerar las consecuencias.

La metálica voz de Arcturus lo sacó se su estado de shock. -Yo... yo... solo pretendía ayudar...- Consiguió responder. Pegó su rifle y apartar la mirada del fantasma del pirata para mirar a los dos heridos. -Voy a avisar a los demás.- Dijo con tono ausente. -Cuide del señor Cisten y de Vymer, Tecnosacerte Arcturus.- Añadió para luego caminar hacia la cubierta para encontrarse con los demás acólitos. Intentó evitar el contacto visual con los viscerales restos de la batalla pero resultaba casi imposible.

Urtzi se acercó al grupo de combatientes con su rifle recogido contra su tembloroso cuerpo. Sus ojos evitaban a toda costa la sangría que los rodeaba. Respiraba con cierta agitación aunque su esfuerzo por tranquilizarse era perfectamente visible por aquel que se molestase en observar. -Parece que ya a terminado...- Dijo tímidamente a modo de saludo primero mirando a Gianna y luego al resto de compañeros. ​-El señor Taikel y el tecnosacerdote Arcturus están atendiendo al señor Cisten y al señor Vymer. Creo que están fuera de peligro.- Informó esta vez dirigiéndose al veterano arbites, adelantándose a la pregunta que seguramente estaba a punto e formularse. 

En aquel momento se percató de que sus compañeros acólitos acababan de enfrentarse cara a cara con los asaltantes, habían sido ellos quienes los habían defendido del abordaje. -Pero qué desconsiderado por mi parte, ¿cómo estáis? ¿Alguno ha resultado herido?- Preguntó cortésmente aunque todos y cada uno de ello parecía estar de una pieza. Una vez más los guerreros del grupo habían demostrado de manera excepcional sus habilidades. 

El arbites vio como el enemigo retrocedía, al caer su flanco y verse en inferioridad numérica. Aquellos hombres carecían de la disciplina de la Guardia o de la rectitud del Arbites. Pero aquello no había acabado todavía.

Por el borde del ojo vió a Urtzi asomar desde la puerta lateral y se alegró de ver al sabio a salvo. Pero no se volvió hacia él a saludar. Aún quedaban enemigos frente a ellos y aunque parecían huir despavoridos el arbites, como siempre, no se fiaba. Además, aunque así fuera, quería poder interrogar a alguno de ellos antes que nadie o incluso registrar sus pertenencias si no había nadie vivo para interrogar.

Frente a él un único enemigo parecía mantener el tipo, a punto de romperse y huir. El arbites guardó la porra en el cinturón y volvió a empuñar el rifle automático. Cubriéndose con el escudo avanzó hacia el enemigo, mientras lo enfilaba con el rifle automático.

- ¡Ríndete o estás muerto! - gritó, sin dejar de avanzar con paso tranquilo y dejando ver de sí mismo, poco más que un ojo, su arma y sus pies. - ¡Tira el arma! - no obstante, disparó con el arma hacia el enemigo. Pues siempre es mejor un enemgo rendido y herido que uno vivo y que te mata. Disciplina arbites de manual.

Isolda dio una patada al futuro cadaver que intentaba contener sus tripas y se contuvo por no perseguir a esa panda de bastardos que los había asaltado. Alzó el bolter esperando que cualquiera pudiera atacarla de nuevo y retrocedió para situarse cerca de Urtzi.

-Creo que ningún herido, señor -dijo Isolda mientras cubría de una posible amenaza invisible a Urtzi- ¿Ha ocurrido algún problema en los camarotes?

La suerte no estaba de mi lado, por poco pero los disparos de mi rifle láser habían errado el blanco, ahora seguramente seria el blanco de los suyos, por suerte en el ultimo instante un solo disparo proveniente de mi derecha consiguió abatirlo, durante un segundo miro en esa dirección buscando al autor del disparo, y no puedo evitar que una pequeña sonrisa se dibuje en mis labios al descubrir que Urtzi era quien le había abatido, luego hablaría con el, ahora tenia que estar concentrada en acabar el trabajo, los asaltantes estaban huyendo pero podrían reorganizarse y volver a intentar atacarnos, cuantos menos quedaran mejor, solo había uno a tiro así que sin pensarlo dos veces apunto mi rifle descargando una lluvia de proyectiles...

Vymer despertaba, Lanus Cisten se estabilizaba y Arcturus aprovechó para echar un vistazo sin moverse al final del pasillo. La sangre podía olerse desde allí. Vio avanzar a Urti, y un ligero alivio sustituyó la ansiedad que lo invadió momentos antes. El adepto se desenvolvia en aquel ambiente como pez en el agua, a pesar de todo. Luego dirió una mirad exasperada al psíquico, que se limitaba a mantenerse en pie, a su lado.

-Taikel, en serio, haga algo útil. Vaya a preguntar si hay heridos entre los nuestros. Luego, si hay heridos en la tripulación. Luego, si hay heridos en los demás grupos de asistentes a la subasta. Luego, si hay heridos entre los asaltantes. Hale.

Heinrich estaba a punto de asestar la puñalada final al desgraciado contra el que combatia cuando Hieronymus llego y decoro los suelos con los sesos del susodicho.

-No voy a ser yo quien friegue todo esto.

Mascullo entre dientes, desenfundo su rifle lasere iba a disparar a los asaltantes restantes, pero la aparicion de Urtzi le retuvo. Habia muchos testigos presentes y aun no podian romper la mascarada de guardaespaldas y Lord. Aunque acabar con esos insensatos que habian osado a asaltar el transporte en el que iban era una gran tentacion, la mision era la prioridad.

Retrocedio tacticamente, sin dar jamas la espalda al contrario, junto con Isolda, para proteger, aunque con su cuerpo fuera, al sabio.

-Bienvenido, mi Lord, llega justo para ver los estertores del combate. 

Los asaltantes huían en desbandada. Su nave había descendido lo suficiente como para los que aún se encontraban en vuestra cubierta pudieran alcanzarla de un salto y también vísteis a varios saltar desde el piso superior, aunque alguno de esos pobres desgraciados acabó cayendo por la borda entre gritos en su desesperación por llegar a salvo a su transporte.

Solo hubo una excepción, el menos afortunado que había quedado aislado de sus compañeros cerca del tiroteo donde ya se contaban múltiples cadáveres _{(nº 8)}. Ignorando los avisos y disparos, el que antes os hubiera atacado ahora escapaba rezando por ponerse a salvo, pero sin éxito. Un par de certeros disparos de Hieronymus y Gianna le derribaron contra el suelo, y mientras pugnaba por levantarse el enorme Quill se lanzó sobre él, inmovilizándole y desarmándole.

Se escuchó una detonación y la cadena sujeta al enorme arpón que mantenía unidas las naves se rompió. La nave que os había atacado se separaba de vosotros buscando una ruta de huída, pero en menos de una decena de segundos la Mártir Cygnan se volvió a agitar débilmente por los temblores de las ametralladoras, que no daban un respiro a aquella nave que parecía conformada por partes de chatarra. La nave enemiga comenzó a emitir hilos de humo cada vez más densos mientras se movía de forma errática y caía intentando escapar; hasta que al fin desapareció cubierta de pequeños fuegos tras uno de los anaranjados bancos de niebla cercanos y no la volvisteis a ver...

Los bruscos movimientos de la Mártir Cygnan por mantener a la nave enemiga en la línea de tiro agitaron toda la cubierta y tuvisteis que hacer un esfuerzo por mantener el equilibrio, pero todo pasó en seguida. Pasados unos segundos la nave quedó equilibrada, momento que Octavia Nile y sus guardaespaldas aprovecharon para replegarse hasta una pared, aparentemente preocupados por la salud de su dama. Al mismo tiempo, Urtzi se puso a la altura del resto del grupo.

Reunidos como estábais, comprobásteis que ninguno había sufrido heridas de consideración. De hecho estabais relativamente ilesos e incluso habíais hecho un prisionero, que en aquellos momentos se debatía sin fuerzas mientras Quill lo ataba con una cuerda sin contemplaciones; era una victoria...

Vymer parecía haber recuperado la consciencia, incluso murmuró un par de frases coherentes - ¿donde estoy?, nos atacan; a las armas... - pero aunque intentó incorporarse aún parecía muy débil o aturdido como para moverse.

Parecía imposible que Taikel simplemente fuera incapaz de actuar en aquellos momentos, ¿qué se suponía que le pasaba? solo se había movido cuando se lo habías pedido directamente, pero a tu última orden ni siquiera había hecho el amago de salir al exterior, ni para seguir a Urtzi, ni para alcanzar a vuestros compañeros, ni nada. Era como si no estuviera allí escuchándote.

Una detonación y un brusco giro de vuestra nave reveló que os habíais liberado de las cadenas que os anclaban al transporte de vuestros atacantes. Para cuando recuperastes el equilibrio y comprobaste que los heridos se encontraban bien tras aquella maniobra la nave que parecía hecha de chatarra había desaparecido cubierta de pequeños fuegos, y maniobrando en descenso como si estuviera fuera de control. Sin embargo eso no lo habías visto, de hecho solo podías fijarte en Taikel, que de repente comenzaba a actuar muy extraño, se frotaba los brazos como si tuviera frío, cambiama el pie en el que apoyaba su peso constantemente, haciendo que se moviera sobre el mismo lugar como si estuviera borracho o ido...