Partida Rol por web

El tremendo vozarrón de Murasama y su determinación llenaron de orgullo a Kôkatsu por contarse entre sus amigos. En cuanto la multitud dejó paso, el cangrejo se adelantó sin dudar. Buscando entre la multitud armas ensangrentadas o manchas de sangre en la ropa de los presentes. El que estuviera manchado de sangre sería el culpable o habría estado al lado durante el ataque.

Mientras se adentraba en aquella maraña de gente pensó en ponerse en guardia por si alguien les atacaba pero contra 60 personas aquello sería absurdo. De hecho, mostraría que temía el ataque de aquella escoria. No tuvo que esforzarse en parecer rabioso porque en verdad lo estaba.

La actuación de Muramasa consiguió que por lo menos los campesinos se apartaran de su camino. Desgraciadamente parecía ser tarde para el mercader. Dejando que Kôkatsu examinara a los heimins que les rodeaban, Jotaro se acercó al cuerpo ensangrentado cubierto por la tela. Miró al campesino que estaba más cerca de forma amenazadora y dijo:

 -Ve a buscar un eta. Ahora.

Porque ese cuerpo no se movería hasta que él lo hubiera examinado. Y para ello necesitaba que alguien lo manipulara. Los etas existían para eso.

Mientras Kôkatsu se metía entre la gente, buscando cualquier signo de culpabilidad, el resto del equipo pudo comprobar que a los heimin no les hacía mucha gracia, no sabían que estaba ocurriendo.

Ante la petición de Jotaro, uno entre la multitud salió, se postró rápidamente al suelo, y fue casi arrastrandose ante el escorpión.

-Io hoy dehdentao, el enterraó der pueblo, le pio benebolenhia hamurai-hama-

No osó alzar la cabeza lo más mínimo del suelo.

 -Retira la tela que cubre ese cuerpo.

Empleó un tono firme al dar la orden aunque procuró no resultar demasiado agresivo. No pensaba dejar que nadie más en ese pueblo se le subiera a la parra, pero tampoco quería que el eta siguiera arrastrándose por el suelo cual gusano lloroso.

   Al parecer su breve discurso había conseguido resultados mejor de lo esperado. Por desgracia esos resultados también traían la respuesta a lo que había pasado con su anterior confidente. Aquello le hizo hervir la sangre impidiéndole avanzar mientras sus compañeros tomaban la iniciativa. Jotaro y Kôkatsu se volcaron de inmediato en la investigación pese a no ser de su competencia, aquello le demostró que estaba con hombres de valía. Sin embargo, todo aquello no era suficiente, algo seguía faltando allí, si eso no era su labor era porque en verdad le correspondía a los guardias de aquél pueblo y aún ninguno de los tres había hecho acto de presencia. De este modo el ronín volcó su rabia apretando con fuerza el mango de su lanza para después salir a grandes zancadas en busca de los guardias de la ciudad, quería respuestas y la ausencia de aquellos patanes era una de ellas, ya se disculparía más tarde ante sus camaradas.

Kôkatsu no vio nada sospechos entre la gente, y tuvo que salir de en medio de los molestos heimins, justo cuando desdentao cumplía su cometido.

Cuando desdentao retiró la manta ensangrentada, Kôkatsu, Jotaro y Murasama vieron que efectivamente se trataba del cuerpo de Taketo, pero la cara....

...Jotaro ya lo había visto antes, en la enfermería de Kyuden Doji, el rostro arrancado y semi pútrido de Isawa Hanako, con un grotesco número 1 cincelado en la carne de la frente. Los allí presentes dieron un brinco hacia atrás, asqueados, solo desdentao pareció aguantar la impresión.

Mierda… En cuanto Desdentao retiró la tela el bushi escorpión retrocedió un paso.

 -No… No puede…

Las palabras fueron interrumpidas por una horrible nausea que le obligó a devolver el ramen que un rato antes había estado comiéndose en la plaza. Era humillante no poder controlar sus reacciones. Ojalá Sanosuke no se enterara de aquello.

Tras haber vaciado el contenido de su estómago, el joven bushi se acercó al cadáver para examinarlo. Las rodillas le temblaban. Era sin duda el rostro de Hanako, el mismo que había visto sobre la cara de la bruja en Kyuden Doji. Lo único que tenía de diferente era ese número uno grabado en la piel. ¿Qué querría decir? ¿Qué mensaje intentaba mandarles ese monstruo? ¿Tal vez era una cuenta del número de víctimas? Sea como fuere, lo que más claro le quedaba a Jotaro en esos momentos era que el monstruo les estaba diciendo que estaba cerca y que iba a por ellos. El escorpión miró a Desdentao y dijo:

 -¿Pusiste tú la tela sobre el cadáver?

-no hamurai-hama io no he hio he lo huro!-

    Justo cuando se disponía a salir de aquella escena levantaron la manta del cadáver. Ver a Jotaro incapaz de retener el contenido de su estomago en su sitio por lo que quedo allí expuesto no le sorprendió en absoluto, una mueca de desagrado se dibujo en el rostro del ronin. Ahora estaba más claro aún si cabía que su enemigo les llevaba la ventaja y aquellos imbéciles al cargo de la seguridad de los heimin seguían con sus fumaderos abusando de su aut  n vez de hacer un mínimo acto de presencia. Reafirmándose en que aquello no estaba para nada bien continúo con su marcha en dirección a la casa de los guardias, no tenía la más remota idea de lo que allí encontraría, pero algunas preguntas tenían que ser hechas y las respuestas correspondientes obtenidas de una manera u otra.

No había pistas entre aquella multitud, sólo harapientos campesinos muertos de miedo. Kôkatsu contempló aquel rostro bajo la manta y apenas lo reconoció en aquel estado. La rabia crecía en su interior y ya no había nada que pudiera pararla. Jotaro se encontraba vomitando el desayuno. Estaba claro que las intrigas y los secretos eran el dominio escorpión pero el Hiruma sabía que no había etiqueta que valiese contra las Tierras Sombrías, sólo había sangre y muerte.

Dejando al escorpión atrás, el cangrejo siguió a su amigo Murasama a hacer lo que ya habían demorado demasiado tiempo.

Ante la respuesta del eta, el joven bushi miró a su alrededor diciendo:

 -Entonces, ¿quién fue? ¿Quién puso la tela sobre el cadáver?

Porque necesitaba saber si el cadáver ya estaba así cuando le cubrieron o si esa repugnante cara había sido colocada después. Así al menos tendría algo a lo que agarrarse, algo por donde empezar.

Se adelantó un anciano Heimin, calvo y de larga barba rala y grisácea, tuvo que hacer un titánico esfuerzo para arrodillarse entre gestos de evidente dolor

-Samurai-sama, escuchamos gritos mientras ibamos a trabajar, cuando llegamos ya estaba así, poco a poco se corrió la voz entre la gente y aquí estamos los que acudimos a la escena, la guardia no ha aparecido en toda la mañana-

Los dos samurais llegaron con rapidez a la casa de la guardia. Ya desde fuera podía verse que algo no iba bien, había huellas marcadas con sangre en el empedrado de la entrada, así como salpicaduras de las mismas en la puerta principal.

Algo actuaba impunemente, y los magistrados no tenían ni idea de que estaba pasando realmente allí.

  Aquellas señales no hacían más que confirmar todo lo que temía, de nuevo se habían quedado atrás y era posible que incluso ya  no pudieran hacer nada para cambiarlo. Trató de comprender las marcas ensangrentadas del suelo pero fue incapaz de averiguar a quien pertenecían o la dirección hacía la que apuntaban, solo una cosa parecía segura, no eran humanas. Tener al Hiruma junto a él quizás le fuera útil ahora, pero empezó a temer que dejar solo a Jotaro quizás hubiese sido imprudente.

  -Kôkatsu-san... ¿Sois capaz de reconocer las huellas?- El cangrejo conocía mejor a las alimañas de las tierras sombrías y eso le daba ventaja.-Quiero entrar y descubrir lo que ha ocurrido, pero me preocupa el que al no ser capaz de entender hacía donde se dirige ahora este acechando a Jotaro oculta entre la multitud...- Aún esperaba la respuesta del Hiruma, pero en verdad se encontraba en medio de una encrucijada, su afán de cruzar el umbral no había desaparecido pero igual temía por su tercer compañero, sabía que era un hombre perspicaz, pero el monstruo que cazaban estaba demostrando ser tan escurridizo como letal.

Así que cuando llegaron los campesinos el cadáver ya estaba así… ¿Y nadie había visto nada? Y lo de la guardia no le extrañaba absolutamente nada. No había duda de que aquel guardia estaba involucrado con la bruja y por eso se dedicaba a drogar a sus compañeros, para poder actuar sin nada que les detuviera.

Jotaro suspiró y miró de nuevo a su alrededor. ¿Tantos campesinos habían acudido a una sola alarma? Y lo más importante, ¿Kôkatsu y Muramasa dónde diantres estaban? Le habían dejado solo… bastardos… Con el ceño fruncido Jotaro miró al anciano heimin que acababa de dirigirle la palabra y dijo:

 -Que venga la guardia de la ciudad. Envía a alguien joven que pueda ir rápido, es urgente. Y si ponen pretextos que les explique que desobedecer a un enviado imperial es una de las peores blasfemias contra la figura del emperador que hay.

Antes siquiera de que pudiese salir nadie a avisar a la guardia, Jotaro escuchó un grito  a su espalda.

-OS LO DIJE-

Jotaro, al darse media vuelta, pudo ver como se acercaba uno de los samurais del puesto de guardia, concretamente el que estaba tumbado, y el que se dio cuenta en primera instancia de su farsa.

Tenía el kimono lleno de sangre, a la altura del pecho y subiendo hasta su cara, eran marcas de salpicaduras, sin duda alguna. Su espada desenvainada presentaba la misma característica, goteando hasta el suelo la roja vitae.

-OS DIJE QUE NO INTENTASEIS ENGAÑARME CON LAS FURCIAS!-

Tenía la cara desencajada por la rabia, y unas ojeras terribles debido a la fiestecita de la noche anterior, y, a pesar de que se mantenía firme, su paso no era del todo recto.

-¿Y QUE HABEIS HECHO? ENGAÑARME! ME SACASTEIS DE LA CASA DE LA GUARDIA PARA MATARLOS A TODOS!-

Se veía con claridad, como avanzaba hacia la multitud, para empezar a dar golpes de espada a los heimin a diestro y siniestro.

-PUES SABED, QUE LAS HE MATADO A TODAS, A LAS CUATRO! Y CUANDO ACABE CON VOSOTROS, VOY A IR A POR LA ZORRA  DE MINAMI, Y LA VOY A ABRIR EN CANAL-

Estaba totalmente fuera de sí, y pareció no hacer caso a Jotaro.

Uno de los heimin, de aspecto conocido para Jotaro, se acercó a él y se postró de rodillas. Era el primer alma viviente que habían divisado al llegar a la ciudad, aquel que les indicó donde encontrar la casa de la guardia de la ciudad.

-Samurai-sama!- dijo con voz de urgencia

-No sabemos a que se refiere! nos explota obligándonos a darle la mitad de la colecta de Kokus mensuales, bebe gratis todo lo que desea, y encima no tiene reparos en "usar" a nuestras hijas!, es deber de los samurais servir, pero también velar por los campesinos!-

Había gran temor en sus palabras.

Kôkatsu sólo había estado una vez al sur de la Muralla del Carpintero y sus conocimientos se limitaban a los trasgos, los cadáveres andantes y algunas cosas más que había aprendido de sus senséis. Carecía de la experiencia y la preparación necesarias para afrontar aquello.

Murasama había perdido fuelle e ímpetu en su marcha. El Hiruma lo miró, asintió con comprensión y envainó su katana... sólo para preparar su tetsubo, añadir - Ve a ayudarlo. - y adentrarse decidido al edificio. El cangrejo se había hartado de correr de un lado para otro, había sangre en la puerta y no podía dejar escapar la posibilidad de atrapara a aquel engendro. Si Jotaro-sama y el ronin querían seguir jugando con los restos de Taketo-kun, Kôkatsu no pondría ninguna objeción a ello.

Y allí estaba, el único hombre al que Jotaro consideraba lleno de valiosa información comportándose como un desquiciado asesino. Estaba clarísimo que no podía dejarle seguir matando indiscriminadamente, pero tampoco pensaba matarle. Necesitaba interrogarle a fondo antes de empezar a pensar en ejecutarle o no. El jove Bushi miró al heimin arrodillado ante él y dijo:

 -Me ocuparé de él. Procurad manteneros lejos de su espada.

Y tras decir esto, Jotaro desenvainó su katana y se acercó al enloquecido guardia. No parecía haber reparado en su presencia, algo que el escorpión pensaba aprovechar para su beneficio.