Partida Rol por web

No estaba seguro de si la escena era una burla o una ilusión. Aquel personaje... en medio de esta isla, era sencillamente ilógico.

Keks ya estaba hablando con el y si que era valiente. Xanfalcon prefirió no entrometerse mucho, no le interesaba que podía salir de aquella conversación.

Habíamos decidido descansar toda la noche, juntos. El montar guardias era algo primordial aunque nunca me había gustado, pero era una suerte que los demás nos dejaran descansar a aquellos que debíamos recuperar nuestras fuerzas mágicas. La noche fue tranquila, más de lo que me esperaba, y llegó el amanecer. 

Nos quedaba un largo camino y por ahora apenas teníamos pistas, salvo el rastro de aquel culto. Empezamos al poco la marcha, tras tomar algo para calmar el estómago, y nos dedicamos a seguir la misma dirección que antes. Cuando llevábamos un tiempo avanzando, un extraño hombre se acercaba a través de un pequeño pantano; di un salto hacia atrás, puesto que el hecho de que apareciera más gente, desde mi punto de vista, solo iba a provocar más problemas. Su aspecto y aquella flecha que tenía en la pierna no me mostraba confianza alguna.

Pero qué...- me quedé unos segundos examinándolo, sin saber qué decir- ¿Qué... qué le ha pasado en la pierna? ¿Y por qué nos está buscando? Este lugar parece estar más habitado de lo que nos habían dicho... 

Stan levanta ambas cejas en un gesto universal de incredulidad y sarcasmo. -Esta si que es buena.

A una distancia prudencial, da unos cuantos pasos alrededor del hombre para observarle con perspectiva, como esperando encontrar detrás de él la tramoya que manejase una ilusión en forma de vagabundo harapiento.

Da un par de caladas profundas a la pipa con tabao de vainilla, y esnifa el humo ostensiblemente, intentando así matar cualquier posibilidad de volver a percibir ese hedor. -Mi nombre es Stan, un placer señor...Se presenta con una sonrisa divertida de medio lado detrás de la pipa de caoba.

Durante un buen rato el hombre se queda mirandoos de manera seria, sin decir nada. Como si el simple hecho de haber llegado hasta alli le sirviera.

Keks le insiste, lo mismo Stan e incluso Morgana. Lo intentan varias veces sin más respuesta que el pestañeo del personaje. Y de pronto, como poseido por algún ente demoníaco. El hombre se pone a saltar como un loco. Llora y patalea. Grita y agita los brazos en todas direcciones. Os dais cuenta de que acercarse a él significaría llevarse inmediatamente un puñetazo, pero por otro lado no parece que os esté atacando. Simplemente esta fuera de control.

Keks se concentró en el recién llegado, era todo un misterio, pero seguro que podría encontrar alguna pista acerca de lo que le afligía. Igual era simplemente un naúfrago en la isla, porque un tiempo en aquel lugar volvería loco al más cuerdo.

Se concentró en sus habilidades y murmuró una oración a algún dios desconocido. 

Keks no está seguro de si puede ser o no una enfermedad psíquica. Desde luego no es de las usuales, pero este hombre, si de verdad vive en la isla solo, muy cuerdo no debe estar.

No parece que quiera atacaros. Está fuera de sí.

Y no parece presa de ningún conjuro.

Hay magia en varias direcciones, pero de él no parece manar ningúna.

El hombre negó con la cabeza y llevó la mano al hombro del sanador. -Déjalo, Keks. Esta isla parece ser una pesadilla infinita y esta pobre alma parece que ha pasado aquí el tiempo suficiente como para perderse sin retorno.- No le gustaba la idea de lo que sucedía. Acaso era un cultista que había perdido la razón? O todos terminarían así en aquella isla?

-Mejor sigamos buscando a los cultistas y podremos irnos cuanto antes.-

-No me gusta nada ésto, no puede ser casualidad.-dijo Keks...-Vamos a agarrarle y voy a examinarle más de cerca. Quiero saber quién le clavó una flecha en la pierna y cómo puede andar así.

-Igual puedo sanarle.-dijo dudoso al final.-Lo siento amigo, ésto es por tu bien.

El hombre queda inmediatamente detenido por el hechizo. Una de sus piernas está un poco levantada, pero aun así mantiene el equilibrio y no cae. Los brazos, que se movian en aspavientos, quedan inmediatamente detenidos del mismo modo.

-Vamos, ayudadme a atarle.-dijo Keks.- así lo examinaré sin riesgo y podré ver que le pasa. 

Stan abre los ojos notablemente cuando ve al extraño vagabundo detener sus gritos y saltos de repente, gracias a la acción de Keks. Ese extraño tipo que es ahora su compañero parece tener siempre más de una carta en la manga.

Da un par de pasos hacia el visitante y ayuda a Keks a inmovilizarlo, a pesar de que ignore cuál es el propósito. -Xan, quizás el barbudo haya visto algo interesante. Desde luego alguien le ha clavado una flecha, y por aquí no hay muchos elfos danzarines de los bosques...

Mientras agarra al otro hombre mugriento por los hombros y con una mueca de evidente asco en la cara, acierta a preguntarle a Keks: -¿Có...cómo lo haces?

Stan ha visto criaturas sometidas al influjo de los druidas y brujos de las profundidades, ha visto rayos de energía brotar de las manos de hechiceros aficionados y, por supuesto, ha visto alguna vez alguna bronca subida de tono entre magos pedantes que recurrían a extraños artificios. Sin embargo, un poder capaz de modular de forma tan sencilla el comportamiento de un hombre (por mucho que éste en concreto no esté muy cuerdo) no deja de sorprenderle y aterrarle en el fondo.

Keks terminó de conjurar y Stan y él mismo se lanzaron sobre el extraño personaje. Stan sacó una cuerda de su mochila y rodeó las manos y las piernas del hombre con suma facilidad. Era bueno para los nudos, y se aseguró de que estaban fuertemente sujetos.

Andrej trata de avistar algo más allá de su piel, pero no ve más que un pobre hombre que seguramente se hubiera vuelto loco por los peligros y terrores de la isla. Poderoso ha de ser, para sobrevivir tanto tiempo solo en una isla como aquella, pensais.

Cuando se le pasa el efecto mágico, Keks ya estaba investigando sus heridas. Pero el hombre comienza a hablar. Habla sin parar, casi sin respirar. Como si realmente estuviese mal de la azotea.

- ¡No me hagas daño! ¡Hablaré! El capitán-incursor, raices de árbol... raíces de árbol dijo que deberíamos venir a... de isla en isla y despues dejamos la ciudad para nadar al norte, marchando en formación, cuidando cada uno del otro para ahuyentar a los peces... si, nadamos entonces y nadamos... y nadamos y nadamos durante años y despues vinimos aqui a la isla. Y entramos en la isla y vimos su corazón, el corazón negro de la isla, y sabiamos... sabiamos que era negro y entonces salimos y nosotros eramos negro y entonces la oscuridad les consumió, se los comió vivos, me comió vivo y entonces todos murieron y todos murieron, y ellos murieron y yo no morí - ¿lo veis? ¡Estaba vivo! Y estaba vivo y ellos murieron yo vivo y viví aqui y viví en un árbol y en una cueva y en las ruinas. Dusan Dremlock vivió y vio, yo vi, vi cosas. Vi cosas y los hombres de las máscaras vinieron y lucharon contra los lagartos y muchos murieron, de ambos lados, muchos murieron si, oh si, muchos murieron - decía eso asintiendo una y otra vez con los ojos muy abiertos - murieron y no regresaron, ellos no estaban muertos como yo, y fueron a las puertas, hacia las muchas puertas de los rios y las muchas puertas donde yo dormí una vez cuando las tormentas cayeron y me agarraron. Estan allí ahora, y tratan de abrir las puertas-venid. Si, si, venid. Venid, venid conmigo. Si venid. Puedo mostraros donde están. Pero no me hagais daño.

Keks saca lo que puede del torrente de palabras del pobre Dusan.

Así que lucharon contra los "lagartos", espero que hayan dejado pocos de ellos.

-No te preocupes, amigo Dusan, primero te quitaré la flecha de la pierna y luego te desataremos para que nos guíes hasta esas puertas y esos hombres con máscaras.

Mientras examina la pierna del hombre atado y retira la flecha, responde a Stan.

-Nací bendito... o maldito por los dioses, como quieras pensarlo. Ellos me dieron un poder y me exigieron que hiciera determinadas cosas, que no hice.

-Si concentro mi poder puedo sanar a la gente, hacer que flote, que no se mueva... ese tipo de cosas.

Dremlock sonrió enseñando que le faltaban varios dientes a su vieja y desgastada dentadura. Entonces señala hacia el este y repite una y otra vez que les llevará hasta los enmascarados.

Al acercarse a la herida de la flecha, Keks ve que la herida supura sangre y pus y que huele (por sí misma) muy mal.

Keks arrancó la flecha de la pierna del pobre Dusan y, sacando la varita, procedió a sanar su cuerpo.