Partida Rol por web

- El culto de los Razmiri es de por sí peligroso. Su tela de araña llega a puntos insospechados, como ya vimos cuando descubrimos la vista ciega que hacían los guardias para con sus actividades. No obstante, la isla es otro cantar. Los peligros que allí hay son, en comparación con los Razmiri, como comparar a un diablo con una ardilla silvestre.

Reginar les miraba compungido. Por un lado se veía en la necesidad de enviar a alguien, por otro lado...

- He de deciros que ningún Pathfinder que ha pisado la isla del Terror ha vuelto para contarlo.

Su gesto era de seria preocupación.

Robert escuchaba seriamente la historia, era un tema bastante complicado de solucionar. Pero al menos no era algo en lo que había que dudar, no era esa persona a la que no sabías si debías dejar escapar o no. Era un simple culto de sanguinarios religiosos que estaban totalmente ciegos por darle a su dios la vida eterna.

El hombre de la perilla y buena vestimenta no solo aparentaba saber qué decir y cuándo decirlo, sino también tenía información sobre todo eso. Mucha más de la que Robert habría podido imaginar, su intelecto no era tal como el de aquellos hombres. Has entrado bien en detalles Keks. Añadió el guerrero cuando terminó de hablar. Yo no le temo a nada, ni a nadie. También he vivido tiempo suficiente y esta es una oportunidad que no puedo dejar pasar. Es algo importante que llevaré con todo el orgullo posible. Sonríe y mira a los demás. Espero que nadie muera allí, pero por fin se me presenta la misión de mi vida. Luchar por un objetivo y por un bien mayor, es lo que he estado esperando desde hace diez años, un motivo para seguir de pie. Y tras largo tiempo de espera lo he conseguido, no sé por qué, pero aquí está. Robert parecía tremendamente contento y no era producto de las cervezas, lo que decía lo decía con total sensatez.

- Puedes quedarte con tu parte, Keks. Formaremos un grupo al fin y al cabo. Pero debemos ser sensatos, nada de arriesgarse para conseguir un colgante que brille. Comentaba el guerrero bromeando.

Dejó hablar a Morgana y Reginar, sin mucho más que añadir, pues ya todo estaba dicho. El plan era ir allí, recoger los amuletos y llevarlos de nuevo a la tumba de Kassen, Robert andaba algo perdido, pero ya se enteraría bien de la historia. De lo importante ya se había enterado.

- ¿Cómo lo haremos, Reginar? Ir hasta allí y coger las cosas... ¿tendremos que investigar por nuestra cuenta una vez allí? ¿De qué forma vamos a entrar en esa isla? Robert parecía inquieto, las ganas de aventura y de empezar la misión habían calado en él como el frío de montaña en los huesos de un elfo. Estaba muy entusiasmado.

Esto pintaba mucho más complicado que cualquier otra empresa que Xanfalcon hubiera emprendido con Keks. Incluso en su forma de ser, su compañero estaba preocupado y hasta haciendo predicciones de muerte. Esto sin dudas era la oportunidad que uno espera toda la vida...

Sin embargo, la ambición del brujo iba mucho mas allá que el servir y hacer el bien. Iba a enfrentarse con la misma muerte y las palabras del Pathfinder no le agradaban para nada.

-Compañeros, veo en todos, lo mismo. Emoción y ansias por embarcarnos a nuestro destino, no veo miedo pues todos hemos pasado de eso en el mismo momento en que tomamos los caminos y dejamos atrás el hogar. Y solo con eso, puedo decirles que esta empresa será todo un éxito.- Tomó un trago más de su vino, llenó de nuevo la copa y la bebió toda otra vez. Ya había bebido unas cuentas, no podía evitarlo... uno va envejeciendo e inevitablemente adquiere unos vicios.

-Sin embargo...- continuó -no creo haberlo escuchado bien, mi buen Reginar. Entiendo que usted tenga sus reservas en cuanto a los poderes que desconoce, sin embargo... puedo asegurarle que tomaré todo aquello que yo considere de valor dentro de esa isla. No voy a llenarme de oro ni baratijas, pero hasta unas pocas hojas sin nada mas que información, pueden resultar tesoros para algunos. Y no debe preocuparse por si pueda o no manejarlas.- Se notó a medida que hablaba que su tono no pretendía ser altanero, ni tampoco insultar. Solo expresaba aquello que iba a hacer.

-Y si aun esta dispuesto a contestar preguntas, creo que tengo un par... - Luego lo pensó dos veces -Aunque parece ser que Keks esta muy bien al tanto de la situación.-

-Sobre la Historia de esta zona y el azote ancestral del Liche Tar-Baphon desde luego, así como de lo básico sobre Razmir y su culto.-responde Keks a Xanfalcon.-Cosas de haber leído muchos libros de historia... mi hija los saca de nosedonde en Absalom y cuando nos vemos me pasa unos cuantos o me los envía por mesajero hasta Oppara cuando voy de visita anual.-

-Pero sobre como llegar a la Isla y su geografía, no tengo la más remota idea, se que está en el centro del Lago y que había una ciudad hace mucho tiempo llamada Kestrillon, una brillante baliza de investigación mágica, hasta que llegó Tar-Baphon claro... y la conquistó y la renombró como Xin-Grafar...-

Ante las palabras de Robert y sus preguntas Reginar volvió a echarse hacia atrás en su silla. Después se dio cuenta de que no era el único que le preguntaba por eso. Estaban ansiosos por salir, al fin y al cabo.

- Por eso os he citado a esta hora - dijo Reginar - No es que sea un madrugador nato, aunque si me levanto siempre antes del alba. No me ha sido fácil conseguirles un pasaje en un barco que quiera acercarse ni remotamente a esa isla. Las tremendas tormentas de energía negativa que azotan los alrededores, escarmientan a cualquier navío que quiera acercarse por allí. Es por ello que tuve que recurrír a un viejo amigo mío. Está lo suficientemente loco como para acercarse y además me debe un favor. Eso, unido a la cantidad de oro innombrable que me gasté en alcohol hace unas horas, me han permitido conseguirle un pasaje a seis personas.

Miró de nuevo a Keks.

- Veo perfectamente que tipo de persona eres. Te ofrecí un pago que espero que sea suficiente. Los tesoros deben quedar allí sellados, por vuestro bien y por el de todos los demás. ¿Quién sabe que malignos hechizos usó Tar-Baphon para proteger sus tesoros? Debeis sellar la entrada, impedir que nunca nadie pueda acceder a esos tesoros. Ese es el trato. 

-¿Pero me tomas por un cultista de la Vía Susurrante o algo así? No tengo el menor interes en la magia y los objetos del Tirano, pero hasta hoy creía que el oro era oro, de todas maneras si veo que puedo sellar ese infecto lugar... así lo haré.- Y así dejaré bien guardaditos esos objetos para cuando os dignéis a montar una expedición vosotros, que piensas que somos bobos.

- Así que un barco... ¿pero nos dejará en la isla? No creo que un bote sea seguro para llegar hasta la isla desde la lejanía. ¿A cuánto tiempo está? Tampoco sería idóneo llegar de noche, sería más difícil para todos... Miró a Xanfalcon, el cual pretendía llevarse más que oro de allí.

Entrecerró los ojos, intentando ver a través de los de su futuro compañero, pero aún no había suficiente luz y su túnica que ocultaba levemente el rostro tampoco le ayudó. Creo que nadie necesita una niñera, al fin y al cabo todos somos personas adultas y por lo que he podido comprobar con varios dedos de frente. Pero la misión a la que vamos es realmente importante, y si dentro de la misión entra el no llevarse nada para no poner en peligro ni a nosotros ni a los demás, así debe ser. Todos tenemos claro el pago y el objetivo, cada uno es libre de aceptar o no las condiciones. Hablabla el guerrero amablemente, mientras se acomodaba en la silla, ya llevaba demasiado tiempo sentado en aquella dura madera y no podía evitar pensar en un buen cojín para su trasero. Pero por supuesto yo no soy quién para deciros ni a usted ni a nadie lo que debe o no debe hacer, solo dejo las cosas claras. El tono del guerrero no resultaba amenazante en ningún momento, tampoco era su deseo ofender. Correr los menos peligros posibles, como cualquier otra persona, parecía ser lo que llenaba su cabeza de esos pensamientos que acababa de compartir con el resto.

Robert volvió a dirigirse a Reginar, esperando la contestación a sus anteriores preguntas.

- Espero que nunca le digas a Walren que su barco es un bote, o quizás sea el mismo quién te quite la vida. Walren ofendido puede ser mucho peor que unos cuantos cultistas Razimiri. - El explorador soltó una enorme carcajada después de decir aquello.

Reginar se puso de pie y apoyó los dos brazos en la mesa.

- La cuestión es que debeis de partir de inmediato. Iramine partió hace varios días. Yo no sé en qué barco ni con cuantos iban, quizás en los muelles sepan algo sobre eso. Pero la cuestión es que, si quereis alcanzarla, teneis que iros cuanto antes. El "Black Mist" está preparado para partir, o eso me dijo mi amigo Walren. Yo nunca he ido a la isla, asi que no sé decirte cuanto tardareis. Pero seguro que más de un día.

Reginar hizo ademán de irse. Habían perdido un rato y parecía que hacían más preguntas sobre cuando y como irse que sobre los Razmiri, si misión allí había terminado. Ahora le tocaba el turno a Walren.

-Seguro que el viaje resulta interesante, pese a tanto peligro-  intentaba ver todo desde un punto de vista positivo, puesto que sino sería difícil para cualquiera adentrarse en una misión como esta. La discusión acerca de qué podíamos y que o coger no me resultaba excesivamente interesante, puesto que mis objetivos no se movían tanto por ese camino. De cualquier forma, mejor era saber las intenciones de todos lo que estaban en la mesa: cuantas más cosas se guardaban las personas, peores eran sus intenciones, o eso decía padre.

Vi que prácticamente estaba todo dicho y que la prisa era algo fundamental en el trabajo que se nos había encargado; había sido una suerte llevar todo encima, porque no sabía si dispondríamos de tiempo para nada más que para ir hasta el lugar que se nos había indicado. Nunca he sido una gran amante de viajar en barco; espero que no dure tanto como me espero. Está bien... por mi parte podemos partir cuanto antes; parece que vamos contrarreloj y será mejor ponernos en marcha cuanto antes, ¿no creen?- dije con una sonrisa amistosa en el rostro. Mentiría si no dijera que el plan me asustaba, que eran demasiados los peligros a los que nos enfrentábamos y que el hecho de que había pocas personas que sobrevivían en aquel lugar provocaba que mis ganas se menguaran, pero ya había tomado una decisión; mi vida no era una que se pudiera tener de una manera normal, y morir allí me resultaba igual de desagradable que en cualquier otro lugar, así que... ¿qué problema había? ¿Necesitan ustedes recoger muchas cosas?

-Morgana tiene razón, cada segundo esos malvados cultistas se alejan más de los filos de nuestras espadas. ¡Vamos!.- dice ahora con buen humor.

Cuando Morgana comenta lo de que otros tienen que recoger las cosas, Keks les mira con cara de que "ningún aventurero que se preciarse acudiría a una entrevista de trabajo semejante sin estar totalmente preparado ¿Verdad?".

Él, de todas maneras solo leva su armadura, su arma y una mochilita.

Tomó todas sus cosas, que no eran muchas y se puso de pie. -Que esperamos? Partamos de una vez!-

Reginar sacó una bolsa de monedas y le pagó gustosamente al posadero todo lo que habían comido y bebido y además las estancias tanto de Stan como de Robert. Éste, satisfecho, os deseo suerte y buen viaje mientras contaba las monedas.

El explorador os guió a través de los muelles. El sol comenzaba a asomar por el horizonte y el cielo estaba cubierto por un tono rosáceo de una belleza increíble. Las gaviotas hacian vuelos esporádicos a los pescados apilados que esperaban ser introducidos en cajas.  Las poleas manuales ya estaban trabajando sin descanso para descargar con rápidez los navíos que embarcaban en los muelles, y los gritos de los marineros completaban el ambiente portuario de la ciudad.

Reginar se detiene delante de una barcaza no muy grande y de casco inferior plano.

- Señores, señorita, les presento: El "Black Mist"

Xanfalcon se vio tentado a decir *Pero esto es un bote*, pero prefirió callar. Lo cierto es que en verdad estaba maravillado con aquella nave, por donde la mirará esta le parecía hermosa. -Je, al menos si morimos, moriremos a lo grande!- Arrojó sus pertenencias dentro de la nave y comenzó a recorrerla como un chiquillo.

-Vaya, ¡menudo ...!-mira a Reginar.-¡...Menudo junco! Porque es un junco ¿no?.-

-No perdamos tiempo, subamos a ver como de marinero es.-

-Espectacular- dije al llegar junto a aquel barco, el black mist. Ese iba a ser el sitio donde debíamos meternos hasta llegar a nuestro objetivo.  Me quedé mirando todo aquello con una sonrisa en el rostro; esperaba que el viaje no fuera demasiado desagradable, o que no tuviera demasiados movimientos bruscos, aunque ya nos había dicho Reginar que no ia a ser sencillo.

Esperé a que los demás se adentraran en aquel lugar para entrar yo también. Tenía ganas de preguntar donde íbamos a permanecer cada uno de nosotros. No sabía si nos pondrían juntos, por pequeños grupos, o separados, pero creía que era mejor no preguntar por el momento.

Comencé a caminar por el Black Mist para curiosear;  quería conocer bien las instalaciones para luego no perderme con facilidad... Nunca había sido una persona con orientación, y, por muy pequeño que fuera el lugar, tenía posibilidades de confundir cada una de las áreas.

- No es exactamente un junco, pero desde luego ese es el tipo de navío que más se le aproximaría. - dice un enano bajando a través del puente que une el barco a los muelles. - Sorprende que aún haya aventureros que sepan algo de marinería.

El hombre se para al lado de Keks. Le llegaba un poquito por encima del ombligo y le miraba hacia arriba sin ningún tipo de complejo por su estatura. Entonces, le tendió la mano con un gesto brusco.

- Soy Walren. El capitán del "Black Mist". Veo que venís con Reginar. Supongo que entonces no me quedará más remedio que llevaros a algún sitio peligroso y recóndito. Pensaba que se lo habría pensado mejor y habría desistido de semejante locura.

De camino al puerto y tarareando una canción de cuna Quthari, Stan juguetea en el bolsillo con el escaso puñado de monedas que ha sacado de vender el mulo y todo lo que había dentro de la saca de viaje. A fin de cuentas, no parece que el cargamento de disfraces o la tienda de campaña le vayan a servir de mucho en un barco, y ni mucho menos será conveniente deambular de acá para allá cargado como el asno de un carretero, en medio de una isla encantada o algo mucho peor.

Si llegó a Tamran con las escasas expectativas de hacer algo de turismo y conseguir un poco de dinero tocando la flauta o contando alguna historia en las posadas del puerto, parece que finalmente la empresa que realizará será de mayor envergadura. Un amuleto poderoso que ha caído en manos de un mago y una secta. La posibilidad de que éstos sean capaces de invocar el poder de un antigüo liche. Parece ser material suficiente para llenar dos rollos de pergamino y aún no haber acabado la historia.

Las posibilidades de perder la vida son tan reales como en muchos otros lugares, pero hace ya tiempo que entendió que sus mejores días ya habían pasado y no volverían. El pasado estaba enterrado en lo más profundo de su corazón, y Stan no veía ningún inconveniente en acabar sus días embarcado en una empresa arriesgada y organizada con buenas intenciones. Tampoco estaba mal conseguir el oro suficiente para poderse construir un refugio en las islas de Trimere si, llegado el caso, sus afán de disfrutar del peligro daba paso a un espíritu más conservador.

Por eso sonríe al ver el escuchimizado aspecto del barco que ha de llevarles hasta la peligrosa isla. Observando los finos mástiles y el bajo perfil del casco, por no mencionar las escuetas velas, Stan piensa que una tormenta menor podrá partir en dos esa cáscara de nuez. Pero desde luego él no es un marinero ni nada parecido, apenas es capaz de evitar ahogarse en una bañera, y sus recelos se esfuman en cuanto ve al capitán del "Black Mist. -Tan frágil no será si alguien así lo comanda. Le tiende la mano al capitán del barco.

-Soy Stan. Supongo que estará acostumbrado a tratar con aventureros aficionados a los lugares recónditos y peligrosos. Quizás podría decirnos algo acerca de lo que encontraremos en Isla Terror...

Caminé junto a Reginar, mientras le susurraba unas palabras de llegar a la embarcación. Tengo un caballo, en una de las posadas que dan al camino norte de Tamran, me gustaría que avisase al posadero de que estaré fuera unos cuantos días. Lo que esto dure, así que le pagaré un mes entero para que mi caballo se quede allí. Si no he vuelto en un mes... ¿podría decirle que lo suelte? Le tengo demasiado aprecio. Comentaba el guerrero mientras metía su mano en la bolsa para sacar el dinero del establo.

No tardaron mucho en llegar todos hasta el barco. Robert sonrió al ver dónde se iban a montar. No, no es un bote... hasta que se partan las velas no lo será. Su sonrisa fue más amplia cuando vio aparecer al enano, el tipo que les llevaría a la isla Terror y capitán de la "nave".

Esperó su turno para presentarse, no siendo descortés interrumpiendo las presentaciones de Keks y Stan. Cuando llegó el momento se acercó y también le tendió la mano, mirando hacia abajo y sonriente. Encantado, capitán. Mi nombre es Robert, no tenga reparos en pedirme que le eche una mano si lo necesita, no sé mucho de la mar, pero en lo básico podré ayudar. Me separé de él y me metí en el Black Mist, levanté la mano cuando Reginar miró en mi dirección. No le dije nada, y esperé a que Walren y los demás estuviesen listos para partir, aún con la mochila en la espalda, buscando el momento de dejarla en la pequeña habitación que nos esperaría, si es que había alguna.

- Pues hijo, seguramente la muerte. - El enano lo decía sin ningún tipo de sorna. Lo decía serio, incluso apenado. - No sé ni me importa las razones que os llevan allí, pero yo pienso dejaros y salir navegando como alma que lleva el diablo.

Entonces pone como a dar saltitos.

- Pero no os quedeis ahi pasmados. Subid, subid a bordo de mi nave. No rompais nada y no bajeis a las bodegas que no quiero que me estropeeis las mercancias que tengo que transportar. Y no se preocupen por la ayuda - dijo mirando a Robert - Entre mi ayudante, Ewem y yo, podemos con él de sobra.

 Reginar parecía pequeño al lado del enorme guerrero, no obstante, se veía claramente que era un hombre fuerte y de una constitución envidiable.

- No te preocupes, Robert, soy bueno con los animales y vivo en el bosque la mayoría del tiempo. Me encargaré personalmente de que se cumpla lo que me pides.

Después vió como, poco a poco, ibais subiendo al navío.

- ¡Llévales hasta Fort Landing! - lo dijo con energía, casi divertido. El gesto del enano cambió radicalmente y se oscureció bastante. No parecía muy contento de tener que internarse tanto en mitad del lago.