Partida Rol por web

Uarda frunció el ceño mirando detenidamente la herida de Alma, por un segundo se arrepintió de no haber tirado por el barranco al tipo, vale que parecía que estaba regular de la cabeza y que no pensaba con claridad, pero que le hubiese hecho eso a la joven la enfurecía sólo con recordarlo al ver las rojeces.

Tomate eso si empieza a dolerte demasiado – Era una advertencia, pero más con el tono de una madre que intentando amedrentar. No sabía que podía ser, ella tomaba los potingues sin rechistar y sin saber realmente que eran, por lo menos la gran mayoría de los que habían en la casa de Asisa... tuvo que recordarse a sí misma que debía considerar que también era su casa, por lo menos de momento... -Le diré a Asisa que le eche un vistazo.

Suspiró negando con la cabeza, después de oír los lejanos improperios de los otros, no podía imaginarse una relación así con alguno de sus hermanos, mucho menos con su pareja. Ella no era la persona más agradable y simpática de Agavé, eso seguro, pero no insultaba ni agredía gratuitamente... y encima esos dos eran familia.

Durante un largo minuto se sintió profundamente afortunada, aunque todas sus pertenencias juntas no valiesen ni media llama.

Si necesitas parar, dímelo, vamos bien de tiempo -Eso no era estrictamente cierto (aunque tampoco una exageración), pero tenía la sospecha de que la chica se sentía presionada para estar a la altura y la zahorí se sentía responsable del empeoramiento de la curandera.

-Me lo tomaré si me duele mucho, gracias. De momento puedo continuar sin problemas.

Se siente mal sabiendo que está preocupando a Uarda pues el acuerdo táctico de ese viaje es que ella solo la tiene que guiar hacia Aku y a cambio de sus ungüentos protectores para el sol y nada más. Pero ahora es como una pequeña carga para la mujer que suficiente tiene con llevar días y días bajo el sol del desierto y con ganas de llegar a casa que, por como habla, parece su hogar.

Tendrá que compensarle todos los malos momentos vividos en esa jornada y la futura ayuda de su amiga curandera. Antes de salir de Amarna pensaba que ese viaje sería tranquilo y placentero, aunque un poco duro, pero ahora ve que ni tranquilo ni placentero, al menos en algunas partes del recorrido.

Tras cruzarse con varios viajeros más a lo largo del camino (esta vez menos problemáticos), está comenzando a anochecer y es difícil ver bien. Quizá si se hubieran movido un poco más rápido ya estarían en Aku, pero finalmente el esfuerzo del recorrido merece la pena y las dos llegan a Aku.

Amarna era una pequeña aldea de agricultores y pastores situada en el norte del Valle de Agavé, al comienzo de los montes Adhún. Probablemente nadie lo conocería si no fuera por que era el último pueblo antes de llegar a Aku, la Villa Colgante, a donde un número nada despreciable de personas acudía en busca de respuestas y de los servicios de Maba Gathra, así como para contemplar el sauce plateado que allí había, uno de los últimos y muy venerados árboles del Valle de Agavé. Por ello Amarna era el lugar en que quienes viajaban al norte se aprovisionaban antes de comenzar su viaje, y algunos de sus habitantes vivían de ello. Por este motivo había una bonita y cuidada taberna con sitio para dejar a las bestias de carga y habitaciones en las que dormir.

Tras dejar sus cosas los 4 viajeros se encuentran en dicha taberna, tomando algo de comer para reponer fuerzas antes de ir a dormir. No eran los primeros en llegar, había más comerciantes que venían o iban a Aku.

Una mujer que parecía tener mucho carácter debía de haberse tomado unas cervezas y estaba levantando la voz más de la cuenta. Estaba causando bastante alboroto.

—¡Y entonces la muy hija de puta casi me tira las llamas con toda la carga por el precipicio! —gritaba—. ¡Y todo por culpa de este gilipollas que tengo por hermano! —le da una colleja tan fuerte al hombre que tiene al lado que se cae al suelo—. ¿Para qué quiero yo que alguien así me acompañe? ¿Eh? ¿Para qué? Si al final casi tira a la muchacha por el precipicio. Lo peor es que la otra zorra tenía unas malas pulgas que ni mi tía. Si se llega a caer me iba a dar, que lo sé yo. ¡La próxima te meto un palo por el culo! —dijo la mujer en modo de amenaza, enseñándole el puño al que parecía ser su hermano.

Melek se había acercado al posadero y habían intercambiado unas palabras alegres, unos calurosos abrazos con golpecitos en la espalda y unas sonrisas de mercader de las que en silencio se decían "vamos a llevarnos bien, porqué tenemos cosas para intercambiar". Sí, parecían ser viejos amigos. Al poco rato Melek volvió hasta las alfombras en las que estaban sentados sus compañeros. Iba cargado con unos cuencos con frutas secas, algo de carne sazonada y una jarra de agua fresca. Girándose hacia el posadero le sonrió alegremente haciendo un gesto de agradecimiento con la cabeza y con la comida, mientras mirándolo y sin perder ni un ápice de la alegre sonriisa, por lo bajo murmuraba solo para sus amigos.- ¡Menudo pirata estás hecho! Un poco más y tengo que darte un ojo de la cara por cobijarnos en este antro. Sí, sí, ríete viejo ladrón.- finalizó Melek mientras se sentaba.

Momentos después, escuchó a Yiroba despotricar de su hermano. Poniendo cara de preocupación, se dirigió de nuevo a sus compañeros de viaje, conspiradoramente.- Se llama Yiroba. Es una caravanista que en ocasiones ha venido a La Camella Preñada.- Meneando la cabeza, confesó.- Id con cuidado, pues tiene una lengua muy afilada y un humor de camello. Su pobre hermano es medio tonto, pero es muy buen chico y muy trabajador. Pobre chico. Hay que tener más paciencia que un fenec para aguantarla... De todas maneras esa mujer suele estar bien informada del camino, sería bueno preguntarle sobre el trecho que nos queda.- Volviéndose hacia Yiroba, la llamó.- ¡Eh, Yiroba! ¡Soy Melek! ¿Cómo va todo? Parece que has tenido problemas con el viaje...-

A mí me parece perfecto que Melek la conozca, no pasa precisamente desapercibida. No hace falta que hagas ninguna tirada. Eso sí, hasta el martes no escribo, que bastante tiempo paso ya escribiendo dos días a la semana :) 

Por cierto, aquí está el hermano. Creo que lo has descrito bien, jeje.

Como bien habían debido ver ya mis nuevo compañeros no es que fuera demasiado amiga de llamar la atención así que cuando llegamos al nuevo lugar simplemente me puse en un segundo plano, dejando que fueran ellos los que hablaran con todo el mundo y tomaran las decisiones. Yo era de las que prefería estar en silencio, escuchar y aprender todo lo que pudiera.

Desde luego que de aquella mujer a hablar al menos no iba a aprender, pues hablaba peor que cuando Melek se peleaba con lo camellos, pero me quedé escuchando, casi imaginando que Melek sería capaz de camelarse a aquella malhablada mujer tal y como lo hacía con los enormes animales.

- Con mujeres tan cantosas por aquí va a ser fácil que todo el mundo esté pendiente de otra cosa que no seamos nosotros... - Lo decía por Andy y por mí, pero éste parecía haber hecho voto de silencio o algo así y la verdad, es que ya sabía más de Ayub y de Melek que de él y eso que había venido con él. - Qué tío más raro! - Hombre no se lo iba a decir, pero vamos, no sé... si vamos a tener que estar allí tiempo juntos...

Esta era la especialidad de Melek, por eso resultaba tremendamente útil en los viajes. Ayub conocía también de vista a la mujer, pero no era lo que se dice "de su estilo", él era mucho más pausado.

Comía con expresión divertida, y aprovechaba para continuar con la enseñanza del lenguaje a Yuna y Andy, en esta ocasión con la comida.

Los caravanistas suelen ser gente dura y curtida, los viajes no son fáciles, y a menudo hay que sortear no sólo los peligros naturales de los caminos, sino también bandidos, pero suelen obtenerse buenos beneficios y la oportunidad de poder recorrer todo el valle, algo que mucha gente adora hacer.

Aquí se incluía él mismo, pues lo hacía no solo por la misión, sino por el placer de descubrir cuantos sitios pudiera.

Prueba esto Yuna.

Le tendió su cuenco, donde había dátiles sumergidos en una especie de líquido lechoso de color azulado y trocitos de carne flotando a su alrededor.

Soy consciente de que no tiene la mejor de las pintas, pero está riquísimo.

Quería que poco a poco fuera apreciando los pequeños detalles como ese, no podría volver a recuperar la vida que había tenido, pero estaba seguro de que sería capaz de ir adaptándose a lo que ahora tenía, por mucho que la comparación con lo anterior fuera complicada.

Dejemos que Melek hable con esa mujer.

Susurró, si, si alguien podía sacarle algo era él.

Aquello que decía Ayub sobre los caravanistas tenía sentido por lo que no dije nada y simplemente me limité a asentir, usando esa discreción que se me caracterizaba para observar y tampoco demasiado atentamente a aquella mujer y al resto de la gente del lugar. Mi intención no era molestar a nadie por quedarme mirando de manera demasiado fija o así, por lo que iba a vistazos cortos, más con curiosidad que otra cosa.

Al decirme que probara aquello miré al cuenco y su apariencia no terminó de convencerme, pero me parecía que en aquel lugar comía cosas con mala pinta o me moriría de hambre, así que hice un esfuerzo.

- Está bien, a ver a qué sabe... - Probé sobretodo porque ya tenía hambre y hubiera sido capaz de comerme una pata de camello asada. - Ummmm! - La verdad es que estaba sabroso, así que asentí mientras comía, como diciéndole que estaba bueno.

Volví a asentir de nuevo con eso de dejar a Melek hacer " vida social " pues si ese era su trabajo era mejor dejarle hacerlo sin molestarle.

- Mientras halla comida como si quiere tardar un rato... - Me decanté por beber también un poco de agua, eso era algo que agradecía con aquel clima.

—Ey, ¡Melek! —dijo Yiroba, sorprendida de encontrarse a Melek por allí—. ¿Qué haces tú por aquí? ¿Ya ha quebrado La Camella preñada? Nadie lo diría, se te ve más gordo, eso es que estás comiendo bien. ¡Joder! ¡Menuda panza has echado! Y te veo más arrugas también.  ¡Ja! ¿Si he tenido problemas me preguntas? Dos hijas de la gran puta han intentado tirarme las llamas en el camino de Aku, por el precipicio. A estas horas ya habrán llegado, si no se han despeñado, que ojalá lo hayan hecho. Menudas hijas de puta, de verdad. Si no llega a estar el imbécil de mi hermano —le da otra colleja, ahora que se ha levantado— igual les habría clavado el cuchillo en el coño. Pero vamos, por lo demás normal, lo de siempre. 

Ante las insinuaciones de sobrepeso de Yiroba, Melek puso su mejor teatral cara de mercader ofendido.-¡Yiroba! ¡Por el Creador! Me ofendes ante mis invitados. Sabes perfectamente que si engordase, aunque fuera solo un poco, la vieja Fadoua me haría correr de Aku hasta Uru cargando mi camello.- Sonriéndole de nuevo, y tocándose con ambas manos lo que empezaba a ser la prominente panza, le aseguró.- No estoy gordo, solo soy de hueso ancho.-

Melek le alcanzó un vaso de agua fresca a Yiroba. -Siento lo de tus llamas, si alguna vez necesitas algún camello a buen precio, pásate por La Camella Preñada. Por los viejos tiempos...- le dijo, alzando su vaso en señal de brindis.- Cambiando de tema. Me dirigía a Aku, para ver a la Vieja, pero no sé como está el camino hacia Aku. ¿Sabes si últimamente ha habido problemas? ¿Debemos contratar mercenarios?-

No me gustaría estar en la piel de la que ha cabreado de esa manera a Yiroba comentó por lo bajo a Yuna esa mujer es peor que una hiena vengativa cuando alguien la ofende, no es sólo palabras,  pero claro, seguro que la ha ofendido no es ninguna hermanita de la caridad sonrió a la chica que tenía enfrente, aunque a Ayub todo aquello le resultaba ligeramente divertido, no era una cosa como para reírse de ella en voz alta.

Con esto queda claro que no ha cambiado mucho la naturaleza de las personas, siguen enfadándose por tonterías y gritándose unos a otros, aquí la gente se grita mucho.

El hombre continuaba comiendo con calma, y asintió con la cabeza a las palabras de la oriental.

En eso tienes razón, mientras no falte plato en mesa, que los demás discutan lo que quieran.

Le caía bien aquella mujer, puede que no estuviera cómoda con la situación actual, pero desde luego era sensata y parecía más que dispuesta a escuchar, pero también había tenido iniciativa, y eso era algo que había que valorar en su justa medida.

Aku es un lugar precioso continuaba su charla con Yuna, hacia tiempo que no tenía “discípulos”, Melek había sido el último, aunque se adaptó bastante rápido al lugar ¿te gustaba la naturaleza y todo eso? Se refería en el mundo “antiguo”, de donde venían.

Escuchando las palabras de Ayub me quedé mirando unos segundos a la mujer, claro que disimuladamente y luego volví a mi comida, encogiéndome de hombros.

- No sé si sería el tipo de persona que incluyera ni tan siquiera entre mis amigos o conocidos, así que supongo que por eso es mejor que sea Melek el que siga con sus cosas.

A mí normalmente me costaba bastante eso de disimular cuando alguien no me caía demasiado bien y una mujer como aquella, como si hubiera sido un hombre hablando de la misma manera, no era alguien de mi devoción.

- Igual amordazada gana algo... - Murmuré para que no me oyeran más que los que Ayub y Andrew. Éste último empezaba a ser como llevar un fantasma. - Lo han mandado mono, pero es más soso que un cactus. Me dan ganas de darle collejas a ver si reacciona y al menos se echa a llorar.

Dejamos el tema de aquella mujer que en mi mundo sería luchadora de lucha libre por lo menos, quizás, incluso se habría cambiado de sexo y ahora se llamaría John y volvimos a temas más normales y sobretodo, que alborotaban menos.

- En realidad no. Soy una rata de biblioteca por así decirlo... Me he pasado la vida rodeada de libros y en hospitales - lógicamente esto último por trabajo. - Y ahora estoy aquí, en el culo del mundo espantándome las moscas...

—¿Mercenarios? Esos cobardes de mierda te cobran un pastón y salen corriendo a la primera que oyen un dromedario cachondo. No te preocupes, el camino está más o menos tranquilo. Ya me encargué yo de tirar al vacío al único que osó interponerse en mi camino, un pobre tarado, algo aislado.

Pasáis la noche en la taberna. Todo estaba tranquilo hasta que poco antes del amanecer a Andrew le entraron unas fiebres muy fuertes. Los demás tenían que continuar, pero él no podría emprender el viaje. El viejo Rashú se encargaría de cuidarlo.