Partida Rol por web

El almirante de córdoba salió de la taberna. El hombre había desaparecido con su sombrero. ahora Enrique poseía otro sombrero que no era el suyo. En el interior del "Barril de Oro", de entre todos ellos, de entre esa amalgaba de fiesta y excesos, y viendo cómo sucedía toda la escena,  un hombre salió justo detrás del marino. comenzó a Hablarle.

Acaso os han extraviado vuestro sombrero, ¿no es así? Quizá este que tiene en sus manos no valga ni la mitad que una pinta, al parecer. No obstante, aquel obstinado iba con prisa... ¿Ha visto lo que yo, señor? ¿Ha examinado ese sombrero?

Miré al vagabundo de arriba a abajo. Era más que probable que estuviese ebrio, pero parecía el único que me daría alguna explicación de donde estaba el gorro de mi uniforme.

- Un cobre si me decís por donde se ha ido - ofreció el almirante, directo, rápido y con prisas.

Esa moneda era un precio ínfimo si tengo que mandarme confeccionar otro sombrero nuevo. Eso retrasaría el viaje. Los oficiales de la flota Española, deben ir debidamente uniformado. Y el almirante no debía ser menos.

No sabría decirle, señor, como ve estaba acicalando mi paladar... -dije mostrando mi jarra.

Mmmm... un cobre...? Le ayudaré a buscarlo si tan sólo e concede esa vieja montera con pluma... si el desdichado la quisiera ya habría vuelto a por ella.

- Un trato justo. La exploraré por si tuviera algo que decirnos y luego será toda suya. Pero por amor de Dios, dígame por donde se ha ido, para que pueda echarle el guante al malandrín robador - dijo con voz viril y una paciencia que se desmentía con sus palabras.

Al ver correr a Cross tras el almirante cordoba, mi sentido común me grita que no lo haga, pero salto sobre la mesa, adelanto a la pirata y salgo a la calle justo para oir la conversación del Almirante con el Vagabundo...

Si me permite la intromisión, Almirante, quizas ese sombrero valga más de lo que este desdichado pretende, aun poniendome en riesgo, me pongo a su alcance para advertirle... Soy Iñigo Montoya; seguramente me conozca, aunque no me recuerde, pero ahora mismo le interesa mas escucharme que apresarme, busquemos al marino con su sombrero, señor...

Miré al muchacho. Al menos había sido sincero y ponía su espada y su habilidad al servicio.

- Ciertamente podría ser más valioso de lo que pensamos, pero para mí, ahora sólo tiene importancia mi montera. Debo volver al barco debidamente uniformado - te contestó amable el hombre fornido, sin intenciones extrañas

Esperando indicaciones del viejo, me volví a mirar al muchacho casi imberbe. No era más que un joven, pero había algo en él que me sonaba.

- Enrique Fernández de Córdoba. Almirante de "La Rosa Española" que está fondeado en el puerto de Cartagena de Indias. ¿Íñigo Montoya, dijo? ¿Por qué me suena tanto su nombre - te preguntó pensativo

Ante el acontecimiento del sombrero y la turbación que causa, Rudolph pensó que ya se enteraría y no le dió mas importancia al asunto. Mientras, entablaba conversación con un viejo amigo que le estaba proponiendo un trato sobre su última adquisición: un copioso lote de armamento.

Sorana, el Almirante, el espadachín Íñigo y aquel indigente se encontraban en la salida de la taberna. Más que una salida era un patio exterior, una terraza trasera. La única forma de salir del recinto de la taberna desde allí era saltando la tapia. Quizá el hombre confundido que portaba el sombrero equivocado hubiera saltado por allí.

No obstante, la señorita Cross y algún que otro parecían tener interés en tal sombrero, en el que el Almirante tenía entre sus manos.

Mientras tanto, Rudolph y Van Rutte continuaban en la taberna, haciendo gala de sus dotes.

Miré al mendigo, esperando sus palabras por dónde había desaparecido el presunto robador de mi montera

- Cáspita, señor, hable ahora, o ... se escapará el rapaz - las palabras parecian apresuradas y en un tono poco prometedor

Viendo cómo el tal Íñigo se ofrecía ante aquel almirante, sería un agravio dificultar sus intenciones. No obstante no parecían malas personas... estaba claro que no parecían naturales de la ciudad. Aún así, las palabras de De Córdoba me alertaron.

Habrá saltado la tapia, yo he salido detrás de usted, ¿acaso no ve el patio vacío?

Apartaba la mirada, sin darme cuenta y a cada instante, a ese sombrero blanco.

- Eso no es una respuesta, ni una verdad. A esa suposición hemos llegado todos. He perdido un valioso tiempo esperando su respuesta, para resultar que no es más que una evidencia. Lo siento, pero no puede quedarse con el sombrero - dijo el almirante, serio

Acto seguido miré al joven Montoya.

- Si le interesa ayudar, salte la tapia conmigo y persigamos al ladrón - con voz autoritaria.

Me dirigí a trepar por la tapia del callejón, con el sombrero en la mano, sostenido por los dedos índice y corazón

En esos momentos aparecen por la puerta principal 5 malcarados sujetos. Lo hacen casi derrumbando la puerta principal de una patada. No se hace silencio, sino todo lo contrario: la gente ya está muy ebria y los cantos continúan.

Los cinco hombres pasan por los huecos de la taberna corriendo, y se dirigen a la puerta trasera de la misma, que se encuentra entreabierta. Van empujando a todos los que se cruzan en su camino y les estorban. Sin duda empujan a Rudolph mientras continuaba con sus negocios y al corsario Van Rutte, que se encuentra en la barra. Éstos casi caen al suelo por la impresión.

Luego desaparecen y comienza un jaleo en la parte exterior.

En esos momentos, unos violentos ruidos sacudían el interior de la taberna. Parecían caer al suelo sillas y gente insultarse y gritar entre sí, esta vez no por la péridida en las apuestas, sino más violentamente: cinco malcarados sujetos salen al patio exterior, por la puerta trasera de la taberna. Al parecer no llevan armas en la mano. Ven la escena: varios sujetos hablando, allí, a oscuras. Tras detenerse y mover la cabeza observan a Enrique de Córdoba, y ven que tiene un sombrero blanco en la mano.

Ahí está -dijo uno de ellos al resto- ¡A por él! Luego se lanzaron contra el Almirante.

El resto de los presentes estaban perplejos.

Intento saltar la tapia, pero está demasiado alta para mi avanzada edad. Si volviera a tener 20 años, ya vería ese malandrín.

- ¡Señor Montoya! Por favor, siga al rapaz que me ha robado el sombrero - te pide el almirante

Extrañado veo como unos caballeros se dirigen hacia mí. Finto para que no me puedan atrapar, puesto que esa es clara, su intención.

- Caballeros ¿que es lo que sucede? - pregunto molesto cuando veo que no puedo esquivarlos y que me rodean - ¿Es que no saben que es delito ir contra un miembro de la Real Flota de su Majestad Felipe IV?

Intento saltar la tapia para ir tras el ladrón...

Hago alarde de mi habilidad, saltando limpiamente el muro, e intento ver a alguien sospechoso o corriendo... pero el callejón no está tan iluminado como sospechaba y no puedo ver con claridad...

qué atributo ibas a comparar para ver al que saltó la tapia?... Se que no lo has conseguido, pero es pura curiosidad.

Percepcion... la tengo a 10