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La Cuarta Edad - El confín de Arda

El destino llama a la puerta (Escena 1)

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26/01/2015, 03:19
Gorman

Gorman pensó en la escena que habían presenciado hace tan sólo unos minutos. Como el mediano se había enfrentado a uno de los guardias y la bravura demostrada, quizá demasiada para un cuerpo tan pequeño. Parecía un espectáculo orquestado para la ocasión. Él nunca ha había visto criatura igual, similar a un enano pero más estilizado. ¿Qué hace un personaje así siendo dirigido a las mazmorras? Sea como fuera parecía un digno representante de una raza que, para él, debía ser salvada.

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26/01/2015, 04:47
Arphazel

Aquella mañana era límpida, cristalina. El cielo azul semejaba una seda impoluta que se extendía sobre nuestras cabezas y en su majestuoso esplendor ni una sola nube se atrevía a interrumpir su regia magnificencia.
A los pies de mi montura la Ciudad de los Reyes se estremecía como un ser vivo, los habitantes se agolpaban para ver a las comitivas pasar una tras otra, ansiosos de respirar el mismo aire que aquellos "héroes", de aquellos exóticos caballeros de lejanas tierras y malhechores que hoy dejábamos nuestra huella en aquellos pisos sobre los que ellos día a día transitaban.
Podía ver la admiración en sus ojos, el fervor; qué intoxicante y peligroso podía ser el poder para el corazón de los hombres...y de las mujeres. Debo admitir que no me importaba siquiera ir última en la procesión real de mi casa, al contrario, me divertía. Me divertía el hecho de que mis hermanastros me miraran sin disimulado recelo, me divertía más aún el hecho de que sintieran mis ojos añiles, casi tan azules como este cielo, vigilándoles las espaldas... y no justamente de sus enemigos, sino de ellos mismos. Sabía que mi sola presencia les causaba grima y cuando el pueblo comenzó a vitorear mi nombre la expresión brevísima de descontento en el rostro de Arathorn fue suficiente para arrancarme una, brevísima también, sonrisa.
Pero hoy no era un día para divagar ni para jugar juegos mentales a mis hermanos, hoy era el día en que Eru tejería y destejería el destino de muchos de los que estábamos allí y la presencia de Pallando era una evidencia de ello. No podía dejar de sentir una inquietud teñida de entusiasmo frente a la empresa a la que habíamos sido llamados: inquietud por aquellos que quedaban detrás, entusiasmo por lo desconocido que había por delante.
Me apeé de mi corcel acompañada del retintinar de mi armadura ligera de mithrill, brillante y plateada bajo el sol diáfano, llevaba el cabello recogido en una trenza al estilo élfico del bosque que me había ayudado a hacer Faervel, ya que tan poco dada soy a estos menesteres femeninos. Permanecí en el patio del árbol blanco cerca pero no tanto del resto de la comitiva real. Allí estábamos. En este mismo lugar hacía  mil años Aragorn II Elessar era coronado rey por Gandalf el blanco dando comienzo a la era de los hombres. Mi mente, tan adepta a las historias que durante mi infancia habían llenado mi soledad, regresó al recuerdo de aquellas gestas en las que se había jugado el destino de toda la Tierra Media.
Mis ojos no pudieron sino recorrer a todos los allí reunidos, ¿Acaso éramos dignos de nuestro pasado? ¿Qué dirían nuestros ancestros de nosotros? Mis pensamientos volvieron a los enanos y semielfos que había visto al costado de la valla de soldados, ¿Acaso ese era el destino de paz que la era del hombre tenía planeada para todas las criaturas?
Sí, yo era un instrumento de la guerra, yo era la sangre y el fuego por el que este reinado doblegaba a sus enemigos y, sin embargo, una parte de mí moría cada vez que llevaba uno de esos pueblos enemigos a la ignominia. Si tan solo yo pudiera ser la futura reina, qué distintas serían todas las cosas... Pero a la victoria se llega paso a paso y no de un salto.
Recorrí los rostros: mi padre y su eterna inestabilidad, mis hermanastros y su arrogancia, la princesa Pinaruti, que me dio la impresión de ser un pajarillo indefenso rodeado por lobos, la reina del hielo y sus palabras acertadas y desprovistas de la menor emoción, ¡Cómo la despreciaba! El el emperador Tal Hatak y su dignidad.
Elrohir. Mi mente de pronto quedó en blanco y solo pude sentir el latido de mi corazón en mis oídos, enmudeciendo todo a mi alrededor con su rítmico golpeteo. Me incomodó que inclusive después de todos estos años, la belleza de su rostro y la bravura de su mirada me convirtieran de nuevo en aquella muchacha que viajó a Rivendell y se quedó prendada de él con solo verlo una vez. Qué estúpida me sentía y qué indefensa, tanto que tuve que bajar los ojos para que nadie notara que se me iban a donde fuera que él se dirigía.
Tuve que hacer un esfuerzo para sacudirme su influjo de encima y poner atención a lo que venía: el príncipe Tanaka de Yamato, mi aliado, y Pallando se presentaron al rey. Las palabras del mago azul me golpearon directo al corazón: "Solo la unidad de todas nuestras culturas podrá garantizar el éxito de esta expedición". Casi di un respingo al oírlo: justamente en ello estaba pensando momentos antes pero la pregunta era ¿Cómo? ¿Qué sabría él que nosotros no?

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26/01/2015, 16:03
Yuukimo

Minas Tirith... la Ciudad Blanca, el lugar donde moraban las almas de todas las leyendas entre las que me había criado. Mi corazón no cabía en sí de gozo al darme cuenta de que realmente estaba allí, de que no era un sueño ni una ilusión; había llegado, junto a mi maestro, y en aquellos momentos no sólo estaba recorriendo las calles de aquella legendaria ciudad, sino que lo estaba haciendo como parte de una delegación honorable de Yamato y a la par con uno de los cinco istari, algunos de los seres más poderosos que habían pisado aquellas tierras. Mis ojos brillaban con regocijo y mi corazón se revolvía de júbilo.

Miraba a todas partes, con los ojos bien abiertos, absorbiendo, aprehendiendo todo, como me había recomendado Pallando. Observaba a las personas de la larga comitiva, a lo lejos, a los guardias, a las personas que se agolpaban a nuestro alrededor, las casas, las construcciones, todo... Mis ojos recorrieron a la multitud de los laterales y sonreí a unos niños que nos miraban con admiración; me quité una de las flores que llevaba en el pelo y se la di a una de las niñas, la que más nos señalaba con la boca abierta, antes de seguir. Entonces recordé que estaba caminando al lado de mi maestro y allí él era casi una leyenda también. Continué entonces la marcha, erguida pero humilde, como él me había enseñado. Llevaba ropas limpias, más acordes a la ocasión, no las de viaje que en aquellos momentos se encontraban arrugadas al fondo de mi petate. Vestía una túnica típica de la Tierra de la Seda, de tonos violetas y tan sólo recogía mi pelo, largo hasta más allá de la cintura, con una horquilla sobre la oreja derecha, donde había colocado varias flores a modo de adorno. No solía arreglarme tanto, ni llevar el pelo suelto, pero aquello era una ocasión especial. 

Entonces la multitud comenzó a corear a la princesa Arphazel, nuestra aliada; vi cómo ella recibía los halagos sin variar la expresión de su rostro, solemne como debía, pero en sus ojos se veía alegría. Sin embargo, vi también la sombra de molestia que cruzó la mirada de su hermanastro, Arathorn, y la consiguiente fugaz sonrisa que destelló por unos instantes en el rostro de la princesa bastarda. La conocía y sabía que, a pesar de todo, estaba orgullosa de su condición, de lo que había alcanzado con tan poco, e incluso le divertía ver las reacciones de sus hermanastros. Pensé en lo que me había dicho mi maestro tiempo atrás, cuando emprendimos el viaje; aquella mujer sería importante para la historia de este mundo... sabía que sus ideales últimos no diferían mucho de los nuestros, a pesar de que sus métodos fueran distintos y, sin embargo, aún quería hablar con ella, todavía necesitaba encontrar un momento para hablarle a solas. 

Recorrimos varias calles donde elfos y enanos se agolpaban junto a los hombres y semielfos para observar a la extensa comitiva. Por lo visto, aquí aquello no era muy usual. Me pregunté si algún día la justicia de la que todos lo reyes hablaban sería completamente cierta... ¿era acaso justicia que se discriminase a las personas de aquella forma? ¿es que no podían los hombres vivir en paz con el resto del mundo? ¿y en qué desembocaba todo aquello, en definitiva? En guerras, en más y más guerras... Recordé una frase que había dicho una vez mi maestro, al parecer escuchada a su vez de su amigo Alatar: "las guerras seguirán, mientras el color de la piel siga siendo más importante que el de los ojos".

"Bueno" pensé "puede aplicarse también al caso... ¡¿pero qué..?!" mis cavilaciones se vieron entonces interrumpidas por un jaleo entre la fila de prisioneros que exhibía el rey -cosa que, por otro lado, tampoco me gustaba-. Al parecer uno de ellos, un hobbit para más inri, se había encarado con uno de los guardias pero todo había quedado finalmente en una patada en el culo y un par de capones... me dio pena pero en el fondo me alegré de que no hubiese acabado peor para el pobre mediano... a ese tipo de cosas me refería cuando reflexionaba...

Finalmente llegamos al último nivel de la ciudadela; el árbol blanco, inmutable, eterno, nos dio la bienvenida con sus ramas extendidas hacia  el azul del cielo, tan azul aquel día como la túnica de Pallando. Esperamos nuestro turno para las presentaciones mientras veíamos a los demás avanzar hasta el Rey y la Reina. Vi cómo se presentaban los enanos y los elfos de Elrohir, sin mayor incidente. Luego pasaron las delegaciones de otras tierras lejanas. Entonces, cuando el emperador Tal Hatak le dio las riendas de su pantera a uno de los hombres que lo acompañaban, me fijé en él. Vi cómo su mano se deslizaba sutilmente hacia la empuñadura de su espada y me temí lo peor. Traté de cruzar mi mirada con la suya, pero no hubo manera alguna de lograrlo. 

"No hagas nada absurdo ahora, por favor" pensé, con la esperanza de que mi deseo alcanzara su alma...

Sin embargo, de pronto el hombre miró a la princesa Pinaruti y se relajó, casi automáticamente. Suspiré, no sin darme cuenta de que mi maestro se había percatado de mi tensión momentánea. Lo miré y sonreí, pasado ya -o al menos eso creía yo- el peligro. 

Cuando nos llegó el turno de saludar, me adelanté tras mi maestro. Él y Tanaka, mi príncipe, avanzaron hasta colocarse frente a los reyes que nos recibían. Yo me separé también del resto de la comitiva, pero me detuve al llegar a la altura de la guardia personal del príncipe. No me gustaba quedarme demasiado lejos de Pallando, así que había cogido la costumbre -ya que me lo permitían-, de situarme junto a los guardianes de Tanaka que siempre se quedaban a una distancia prudencial, pero lo suficientemente cerca como para actuar si la situación lo requería. Cuando nuestros señor y maestro hicieron la reverencia, todos nosotros los imitamos automáticamente pues, en las Tierras de la Seda, nuestras cabezas no podían quedar por encima de la del príncipe nunca y, al fin y al cabo, no sólo ellos eran educados o estaban orgullosos de su tradición. 

Cuando volvimos a ponernos en pie y escuché las palabras del príncipe Tanaka -reflejo de las enseñanzas de Pallando- y del maestro, no pude evitar esbozar una amplia sonrisa. En un mundo marcado por la tradición de la victoria sobre los demás, aquellas enseñanzas eran tan necesarias como el agua de lluvia para las plantaciones. 

Notas de juego

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27/01/2015, 00:40
Director

Bajo la dirección del chambelán de palacio, el mayordomo y otros sirvientes, los invitados fueron ocupando las posiciones indicadas dentro de la gran sala del trono, junto a las estatuas de los reyes desde los tiempos de Elendil. Por deferencia, las familias reales de Khând y el reino ocupaban las posiciones más cercanas al altar donde estaban los tronos del senescal y el rey, que durante la ceremonia permanecían vacíos.

El resto de las comitivas, incluyendo a aquellos que venían armados, quedaron fuera. Y a ellos se sumaron los ciudadanos, a los que se dejó pasar para que contemplaran, al menos desde lejos, la ceremonia matrimonial. La explanada de la ciudadela estaba, pues, abarrotada.

Mientras el príncipe y la princesa se retiraron a salones opuestos, para prepararse para la ceremonia, la expectación iba creciendo. El maestre Wulfrid, que fungía como sacerdote de la orden del fuego sagrado y consejero real, se situó en el altar con sus mejores ropas litúrgicas, sentándose en la silla del senescal. Otros sacerdotes del culto le ayudaron, y el coro comenzó a entonar los primeros cánticos. El sacerdote miraba de vez en cuando al mago Pallando, ardiendo en deseos de hablar con el auténtico gran hechicero que debería estar oficiando aquello. Pero el protocolo le asfixiaba, y él era un recién llegado.

La ceremonia se inició cuando el príncipe llegó. Arathorn vestía ahora un impresionante y regio conjunto de terciopelo negro con brocado de plata, luciendo las armas del Reino Reunificado y la cadena de oro símbolo de los príncipes de Dol Amroth. Se situó frente al altar y se arrodilló un momento, comenzando la ceremonia con un rezo colectivo. Luego se tocaron unas campanillas, y el príncipe se levantó, así como el maestre. Las cabezas se giraron para ver llegar a la princesa, con un vestido y una joyería todavía más impresionantes con las que había llegado, caminando del brazo de su padre. Éste la llevó hasta el altar, y entregó su mano al príncipe, dando comienzo la ceremonia.

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27/01/2015, 00:42
Wulfrid

-Reyes y súbditos. Estamos aquí reunidos para certificar que éste hombre y ésta mujer, según las leyes y costumbres de los pueblos civilizados, se unen en sagrado matrimonio bajo el manto protector de Eru. Aulë y Yavanna, grandes entre los valar, fueron los primeros en contraer tan solemne vínculo, y muchos después de ellos. Elfos, enanos, hombres y aún medianos. Todos decidieron seguir la senda del amor, el respeto y la ayuda, que son fundamento y pilar de ésta sagrada institución.

Siguieron un rezos y se volvió a tocar el órgano mientras los jóvenes pajes trajeron el yugo y los anillos. Primero, se arrodillaron y les pusieron sobre los hombros la pieza de tela, donde estaban sus nombres y heráldicas bordados al lado contrario, de modo que el de la esposa cayera sobre hombros del esposo y viceversa.

-Oh Eru que con yugo suave del amor unes mediante tu radiante luz a todas las criaturas vivientes -dijo, alzando las manos- Une aquí y ahora los destinos de éste hombre y ésta mujer para que, felices y gozosos, unan sus vidas hasta que perezcan sus cuerpos mortales.

Dicho ésto, recibieron los anillos. Primero él, de manos de un escudero de su casa.

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27/01/2015, 00:51
Arathorn

Para el príncipe era un día de júbilo. No solo era el protagonista absoluto de la jornada, si no que además ganaba una preciosa esposa y ser príncipe de un imperio entero, que gobernarían sus hijos después de él. Había bromeado mucho en los días anteriores sobre las cosas que pensaba a hacerle a su "exótica esposa bárbara", y ahora no podía disimular un apunte de sonrisa en sus despiadados labios.

-Yo, Arathorn, hijo de Gîmlad, de la casa de Dol Amroth -dijo, poniéndole el anillo en el dedo a su esposa- Te tomo a ti, Pinaruti, como esposa, para amarte y respetarte bajo la luz de los Valar.

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27/01/2015, 00:53
Pinaruti

Una dama de compañía de la princesa trajo acto seguido el anillo de su esposo, que ella tomó. Arathorn era para ella un misterio. Mucho había escuchado, y poco de lo que había oído le gustaba. Pero era éste el sacrificio último que su pueblo debía hacer para alcanzar la paz y la prosperidad en el futuro. Miró por encima de su hombro a su padre, que mantenía su vista fija en ella, y luego miró a su futuro esposo.

-Yo, Pinaruti, hija de Tal Hatak, de la casa de Hatak, te tomo a ti, Arathorn, como esposo -le puso el anillo con mano temblorosa- Para amarte y respetarte bajo la luz de los Valar.

Aquellas palabras sonaban como una sentencia, más que como una promesa. Quisiera el destino que no lo acabaran siendo.

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27/01/2015, 00:57
Wulfrid

El maestre alzó sus manos hasta colocarlas paralelas al suelo, con los brazos estirados y la palmas mirando hacia el suelo. Cerró los ojos.

-Por el poder que me concede la administración del fuego secreto de la llama de Anor, yo os declaro solemnemente y según vuestros propios votos, marido y mujer. Alzaos como tales, hijos míos, y dad fe de vuestro amor con un beso.

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27/01/2015, 01:00
Director

Arathorn la tomó por la cintura, y ella se vió sorprendida por aquel gesto enérgico, riendo con más vergüenza que felicidad. Y se besaron. O más bien, él beso a ella. Como habían estado esperando, los acólitos tocaron entonces la campana de la Torre de Echtelion, dando la buena nueva a aquellos que estaban fuera. Sonaron las trompetas de plata y se entonaron vivas a la pareja y aplausos. Ya estaba hecho, no había marcha atrás.

Después de los abrazos y felicitaciones con la nobleza, la familia y los amigos, la feliz pareja salió al exterior hacia los escalones que daban a la plaza del árbol blanco, y alzaron sus manos unidas para recibir la aclamación de los soldados y del pueblo que estaba detrás. Las campanas tocaron por toda la ciudad.

Después de darse un baño de multitudes, la feliz pareja, seguidos por el rey, la reina, el emperador del este y los príncipes del reino, se dirigieron hacia la Casa del Rey, donde iban a celebrarse los fastos y donde se alojarían los visitantes extranjeros. Trabajo que multiplicó la actividad del chambelán, el mayordomo de palacio y todo el servicio, incluyendo el que había sido contratado para la ocasión. Poco a poco, detrás de ellos, fue llegando el resto de invitados, y se fueron disponiendo entretanto las cámaras y aposentos donde los lejanos viajeros pasarían la noche. 

Hubo una copa de espera y bebidas refrescantes, que incluían nieve traída expresamente de los picos de la cordillera que terminaba en el llano de Pelennor. Los invitados tuvieron así oportunidad de asearse, descansar un poco y prepararse para el banquete. Los guerreros abandonaron sus armas en los aposentos, pues estaba prohibido tener en la corte más arma que un cuchillo con el que ayudarse a comer. Los guardias de la ciudadela vigilaban que nada malo hubiera de pasar, allí en el corazón de Gondor.

Poco a poco, los invitados se fueron sentando, y disfrutaron de los primeros platos mientras se tocaba música ligera. Habría representaciones y bailes, tanto propios de la tierra como cortesía de los invitados de lejanas tierras. La mesa de honor la ocupaban los novios, y junto a ellos los reyes sus padres, a cada lado. En una mesa auxiliar, más pequeña, estaba la alta nobleza y los invitados más insignes, como Arphazel, Pallando, Kârbazir, Tanaka, Thror, Elrohir o Nzinga. Poco más allá, dispuestos en las mesas, el resto de miembros de sus delegaciones y la nobleza del reino, sentados según su estátus e importancia.

De primer plato, sirvieron unas tablas de confite de ave, fruta y embutidos del país, incluyendo un plato élfico parecido al requesón, que se decía que abría bien el apetito. Se fueron hilvanando así las conversaciones particulares, y la comida se fue animando.

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27/01/2015, 01:14
Kârbazir

El príncipe miró a su hermanastra un momento, complacido y algo divertido por verla vestida ahora como una dama. Era algo infrecuente en ella.

-Siempre he dicho que no sois fea, princesa. Solo que se aprecia más vuestra belleza cuando vestís como una persona normal.

Dió un tiento al vino, un fabuloso clarete traído de la Comarca.

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27/01/2015, 01:16
Elrohir

El rey de los elfos intervino entonces con su habitual galantería y elegancia. Una elegancia verdadera, fruto de una exquisita educación y la nobleza de corazón. Y no una elegancia fingida e interesada, como la de los príncipes humanos.

-La princesa posee una belleza de tal magnitud que es desconocida en éstas tierras, príncipe Kârbazir. Una belleza que radica en la nobleza de un corazón valiente y voluntarioso.

Sonrió brevemente, y cambió de tema para evitar que por aquello comenzara una batalla dialéctica con fines poco claros.

-Rómestámo, es un honor estar sentado en la misma mesa que uno de los Istari. Mi padre, según creo, llegó a conoceros en la pasada edad, y me habló bien de vuestras hazañas en el este. De como derrotásteis a la Boca de Sauron y aún en brava lid a las arañas del linaje de Ungoliant. Honrado estoy, y honrado os saludo. Cualquier cosa que pueda hacer por vos o los vuestros, solo pedídmela.

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27/01/2015, 01:22
Director

Los guardianes, ahora desarmados, no tenían nada mejor que hacer para pasar el rato que conversar. Territorio generalmente desconocido en hombres de tal cuajo y valor, y asignatura obligada en momentos como aquel. Extraños compañeros de mesa, un haradrim semielfo, un inmortal y una hechicera del lejano oriente.

Comenzaron comiendo, escuchando otras conversaciones. Luego el silencio comenzó a hacerse molesto y pesado, y pensaron que alguien tenía que romper el hielo.

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27/01/2015, 02:05
Gorman

Permanecí fuera de la sala del trono, pues no se permitían armas en su interior y no seré yo quien esté desarmado en tierras del enemigo. Además debía permanecer con la pantera, pues para esos hombres era tan o más poderosa que la espada mas afilada, y en esto tenían razón. Pero porqué engañarme, lo que no quiero es ver lo inevitable. Esa función de sombras que si bien se considera para salvaguardar la vida de nuestro pueblo, jamás debería ser a costa de la felicidad de una persona. Y mucho menos de dos, la de mi princesa y la mía.

Me dirigí a un rincón apartado, pues las enfermizas figuras con nos rodeaban me daban lastima. Y muy posiblemente hambre a la pantera, como situadas ahí para su deleite. Empecé a pensar en momentos antes, cuando un destello de rabia me cegó y casi me obliga a hacer una locura, una locura que debe esperar. Recuerdo unos ojos, los de Pinaritu. Recuerdo una presencia, si no voy errado parecía venir de la oriental que sigue al mago. Recuerdo las palabras del mago... me gustó como habló de "las culturas", y sobretodo como se manifestaron en la cabeza de ese rey.

 

En las habitaciones discutí con mi rey. No quise presenciar ese espectáculo poniendo en riesgo la seguridad de mi princesa y siento vergüenza, Tal Hatak tiene razón. Por eso me veo obligado a compartir mesa con estos extraños, y de nuevo con esa oriental. -Todos pueblos conquistados ahora "reunificados" para la gloria del Reino de Endor.- Este pensamiento me produjo una arcada. O era la comida. Demasiado exótica... Quizá escuchando a estas gentes me haga una idea de lo que piensan el resto de pueblos de esta tierra. Aun así, mantengo los ojos unas veces en el plato otras, en el infinito. Evitando fijar la mirada en ese príncipe, ahora al lado de mi amada. Temo caer otra vez en la locura y que pese a no tener mis armas, haga uso de este cuchillo que con presión mantengo en la mano, y que cada vez esta más marcado en mi piel.

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27/01/2015, 03:13
Pallando el Azul

No había hablado mucho durante nuestros encuentros con Arphazel, pero lo poco que había hablado con ella fue suficientemente profundo como para comprobar su corazón puro y sus nobles ideas. No necesité grandes discursos ni recurrir a sermones para intentar conducir su voluntad a un punto que no fuera peligroso para el devenir del buen destino.

Por tanto me sentía muy cómodo junto a ella, y la complicidad de los silencios, algo que tanto amaba de mi larga estancia en la montaña, eran para mí un baño pacificador cuando compartíamos lugar y momento.

Escuché con dolor las palabras de su hermanastro. Unas palabras impropias de alguien de su linaje, pero sobre todo cargadas en su interior de muchos más impropios pensamientos para quienes estaban previstos llevar las riendas del futuro mundo.
Un pequeño desasosiego recorrió mi espíritu. Los valores antaño inculcados habían vuelto a desaparecer en esta tierra.
Allí había un joven cargado de orgullo y odio. Alli había un joven capaz de usar a los hombres a su cargo en empresas sin razón con tal de engrandecer su propio ego. Allí había un joven cuya lengua podía causar más daño al reino que las armas de un ejército rival.

Prefirí permanecer callado a tal comentario, pero muy atento al proseguir de la conversación, por si la situación lo requiriese, interferir con sabias palabras para calmar la tensión.
Pero por suerte no estaba solo. Elrohir intervino, alguién qué es capaz de ver todo desde el mismo prisma que yo. Alguién educado en los valores imperecederos y en el respeto eterno.
Un verdadero líder.

No pude sino sonreir cuando empezó a hablarme. Jajaja. Reí fuertemente para enfatizar mi tono afable en mis siguientes palabras. Llevé una servilleta a la boca y limpié mis labios antes de hablar. Hacía mucho tiempo que nadie me llamaba Róméstamo, Elrohir hijo de Elrond. Es muy dulce escuchar la bonita lengua de los elfos a la que en nuestras tierras apenas estamos acostumbrados. Digo mirando a Tanaka, pues quiero hacerle partícipe de la conversación, para evitar posibles pequeñas riñas entre todos. Gran señor fue tu padre, uno de los más grandes en esta última era. Y según ha llegado a mis oídos, gran servicio realiza su hijo en Rivendel. Añado sonriendo nuevamente, arrugando todos los pliegues de mi cara. Ayudando a todas aquellas personas que lo necesitan. Alzando la vista a un plano más general y mirando a todos ya que me interesa ese sentido de unidad y recalcar esas ayudas entre razas. Pero no. No será aquí y no junto a tan valerosos guerreros dónde este viejo sabio hablé de sus lejanas travesuras. Puesto que los más importantes hechos aún están por escribir. Introduciendo un tono más solemne en mi voz, pero sin apartar la sonrisa para quitar importancia a mis palabras. Y meditando durante un segundo como mantener la conversación en ese estado de reposo, concluyo. Es un buen día para recordar éste, en que la melodía de tantas distintas lenguas pueden componer tan bella canción. Arphazel debeis estar orgullosa de lo que aquí habéis sido capaces de reunir.
 

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27/01/2015, 03:18
Arphazel

La ceremonia fue formal, como debía ser, atada a los rituales propios de tan sagrada unión. Presté atención a todos y cada uno de los detalles intrigada por los pasos y mecanismos de aquel rito. No se me escapó la sonrisa en el rostro de Arathorn, un escalofrío me recorrió las entrañas y sentí cierto temor por Pinaruti y creo que ella lo sintió también.
El tiempo concedido para el aseo personal fue justo lo que necesitaba, ya que tanto esfuerzo me costaba configurar en mi persona aquello que los mortales de este tiempo calificaban como "la apariencia de una dama de la nobleza". Después del baño, mis doncellas me enfundaron en un vestido de seda verde esmeralda con ribetes de plata, una pieza hermosa y trabajada con esmero. Como joyas llevaba el colgante en plata con el escudo del Valle, una gargantilla de perlas negras engarzadas en plata y una diadema de los mismos materiales que abarcaba mi frente y parte de mi cabeza; de ella surgía mi cabello trenzado con hebras de plata y recogido en un abultado rodete que me cubría la nuca.
Fue imposible dejar de notar que mi hermanastro me miraba y no se hizo esperar el comentario de mal gusto de su parte, mi boca se abrió en réplica pero en seguida la voz de Elrohir acalló mi ímpetu. Mis ojos se posaron en el rey elfo mientras sus palabras ardían en mi interior, por fuera hice mi mejor esfuerzo para no demostrar nada más que un leve pestañeo y una inclinación de cabeza en agradecimiento a sus palabras, Eru tuviera piedad de que el mala entraña de mi hermanastro supiera que estaba interesada en él... Era mi último deseo.
Sin embargo, no pude disimular el calor que comenzó a embargarme y noté que el rubor me subía a las mejillas, ¡Cómo odiaba cuando mi cuerpo me traicionaba! Tenía que disimular y al sonrojo solo podía confundírselo con la ira, así pues cuando el señor de Rivendell y Pallando hicieron su esfuerzo por poner en su lugar a Kârbazir y desviar la conversación en una sola jugada, deberían haber sabido que el asunto no iba a terminar allí, porque me gusta la caballerosidad pero también me sé defender sola.
Carraspeé y dejé la copa con vino frente a mí -Agradezco vuestras gentiles palabras señor mío -dije mirando a Elrohir fijamente -Pero lamento profundamente que las malgaste en Kârbazir, dudo que esté capacitado en apreciar otro tipo de belleza que la que resulta obvia a la mirada -declaré haciendo un gesto sutil de ironía, sonreí de lado mirando a mi hermanastro -Lamento no complacerle con más frecuencia príncipe, pero no puedo vestir como una persona normal cuando tengo que andar reconquistando partes del reino porque ustedes no pueden hacerlo -sonreí inocentemente -Ya ve, es difícil comandar un ejército con faldas -expliqué.
Luego me volteé hacia Pallando con una sonrisa plácida -Experimento muchos y variados sentimientos en este momento, aunque no estoy segura de calificarlos como orgullo -musité dándole una mirada gentil, el istari me transmitía una seguridad con su sola presencia impensada para mí -Este es el comienzo de una nueva etapa en nuestro mundo, no solo por lo conseguido, sino por aquello que está por venir -tercié y mis dedos jugaron con el cubierto al costado del plato, levanté mis ojos nuevamente -Eru quiera que este crisol de razas que tiene lugar hoy sea el preámbulo del verdadero reino de hermandad y paz que nos fue prometido.

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27/01/2015, 03:37
Tanaka

El príncipe escuchó todas las intervenciones con gesto reflexivo. El vino occidental era traicionero. Entraba cálido, pero sus efectos se iban acumulando. Así que procuró no abusar de él. No había perdido detalle de todo cuanto había visto en aquellas tierras. Pero, en general, sus líderes le decepcionaron un poco. No es que no hubiera nobleza en ellos, si no que su poder era tan absoluto e incontestado que no veían la necesidad de contenerse. En Yamato sucedería exactamente lo mismo si las enseñanzas del mago azul y la fuerte presencia de la moralidad y el honor no empujaran a los hombres poderosos a, al menos, dar la apariencia de respeto a la ley y honorabilidad.

-Agradezco el ofrecimiento, rey Elrohir. Mucho hemos oído hablar de la nobleza de vuestro pueblo, de su sabiduría, de su modo de vida. En nuestra humildad, hemos intentado recorrer una senda semejante, pero mucho nos queda por aprender. Y ahora que estamos juntos, podemos hacerlo los unos de los otros.

Hizo un gesto y se acercó uno de sus criados, que aguardaba de pie, haciéndole una breve reverencia. Le indicó en su idioma que trajera "el presente", y el criado regresó en menos de un minuto con una botella.

-Este humilde vino de nuestra tierra, hecho de arroz, espero que sea de su gusto. Hoy, según creo, es día de celebración. Y en día de celebración no es buen augurio discutir. Así que celebremos.

Habían servido el vino en unos pequeños cuencos de porcelana, lo que daba justo para un trago. Era un buen sistema para no emborracharse demasiado. Cuando los llenaron, alzó el suyo y miró un momento al maestro de la montaña.

-Maestro, como habéis dicho, propongo brindar por que nuestras lenguas formen juntas una agradable melodía. Kampai.

Y lo bebió de un trago. Entretanto, los camareros comenzaron a servir el plato principal: pichones asados con guarnición sutil de verdura y salsa de setas.

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27/01/2015, 03:46
Kârbazir

Estaba claro que el príncipe no estaba acostumbrado a que le reprendieran de aquella manera. Y sin embargo, como astuto político que era, sabía que no debía enemistarse con príncipes tan poderosos de naciones lejanas. Algún día, si todo salía como debía salir, trataría con ellos de igual a igual. Así que era mejor causar una buena impresión.

-Me excuso ante vosotros si mis palabras han sonado inadecuadas. Eran más bien una broma, de las que suelen hacerse los hermanos en confianza. Brindo por lo que aquí se ha dicho, y reitero las palabras de mi padre, el rey. Sed bienvenidos al Reino de Endor, y sentid en él el abrazo de la amistad. Tendremos ocasión de hablar todos los temas, y entre ellos los peliagudos.

Carraspeó, jugando con dos dedos sobre una servilleta.

-Pero he de decir que hay algunas leyes y políticas de éste reino que no comparto, referidas al trato a las minorías. Creo que pueden aportar grandes cosas.

Sonrió mientras le servían aquel licor. Era un buen bebedor, y siempre gustaba de probar cosas nuevas.

-Pero no hablemos ahora de eso. Como dice su alteza el príncipe Tanaka, brindemos por la hermandad de ésta reunión. Salud.

Y se lo bebió de un trago. El sabor era exótico y fuerte, pero al mismo tiempo dulce. Era como comer de un trago un puñado de arroz destilado bañado en salsa de soja. Curioso, cuanto menos.

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27/01/2015, 03:51
Elrohir

El rey escuchó con atención las palabras de Pallando. Como otros tantos magos, era un ejemplo de modestia y cautela. Eso le hizo sonreír un poco y le agradó. Aquella clase de cautela a la hora de hablar era ahora y tan solo patrimonio de aquellos que deseaban medrar en la corte o de los diplomáticos que se enviaban para tratar de enfriar las relaciones tensas con buenas palabras.

Sobre lo que añadió Kârbazir, lo tomó con la cautela de alguien que conoce sobradamente la catadura del personaje. Una persona astuta que solo respondía a sus propios intereses. No obstante, era de agradecer que mantuviera las formas y la educación en una circunstancia como aquella.

Mientas probaba aquel licor, de sabor novedoso, la antigua magia de los elfos surtió efecto. Pallando la notó, pero no le disgustó. El resto ni se percató. Era un simple hechizo de "leer los corazones", pero el destinatario de ese hechizo era una persona concreta sentada en aquella mesa. Una persona a la cual miró acto seguido, conmovido por el pensamiento que acababa de captar en ella. Un pensamiento que debió haber interpretado correctamente hacía mucho tiempo en Rivendell. La profundidad e intensidad de la pasión de los humanos le abrumaba, y en realidad le hacía sentirse en menos, le intimidaba un poco. Pero como era hijo de quien era, no dejó que se le notara más allá de un breve parpadeo. Las imágenes tórridas de aquella sexualidad, debía admitir que le causaban curiosidad. Una curiosidad no exenta de cierto vértigo.

Carraspeó de manera graciosa con una sonrisa.

-Creo que no estoy acostumbrado a éste licor. A diferencia de los noldor, nosotros los elfos del linaje de occidente sentimos el cosquilleo del vino. Bueno, no tanto como los humanos. Pero no creo que emborracharse sea algo que me gustara experimentar. Los efectos de esa práctica no parecen ser muy beneficiosos para el que los sufre.

Parpadeó, mirándola de nuevo.

-¿Que opináis, mi señora?, ¿Creeis que debería dejarme embriagar por la potencia de éste vino? Solo por probar que clase de persona sería cuando mi mente estuviera atrapada por esa sensación...

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27/01/2015, 04:35
Arphazel

Las palabras del príncipe Tanaka contrastaron tanto con las de mi hermano y con las mías propias que de pronto sentí vergüenza por haber sido tan venenosa y por dejarme llevar por mi vanidad; si bien estaba tratando de dominar mi carácter todavía había situaciones, y sobre todo personas, con las que todavía me resultaba casi imposible contenerme, aunque por muy diferentes razones, y dos de ellas estaban sentadas conmigo a la mesa.
-Es muy amable de vuestra parte el ofrecernos este presente fruto de vuestra hermosa tierra, príncipe Tanaka -dije y asentí haciendo una breve reverencia -Coincido en que es un día para celebrar y para hacer a un lado nuestras diferencias, para concentrarnos en lo que nos une y no en lo que nos separa-. Me uní al brindis, había probado ya el vino de arroz en mis incursiones por Yamato pero este era particularmente fuerte, su sabor tan particular llenó mi boca y se esparció por mi pecho llenándolo de calor. Solo eso me hacía falta: más calor; entre mis pensamientos turbulentos generados por el rey elfo, las ropas que llevaba, la concentración de gente encerrada en un mismo lugar y el vino sentía que de un momento a otro estallaría en llamas. "Mejor no beber más", me dije mientras me abanicaba con la servilleta.
Entonces, mi atención volvió a Elrohir, que esta vez me hablaba a mí directamente lo cual me llenó de emoción, ¿Acaso me estaba coqueteando? No, no podía ser. ¿O sí? Sea como fuere, no iba a perder mi oportunidad. No pude sino sonreír, una sonrisa no exenta de picardía, al tiempo que dije -Tengo por experiencia que el vino solo magnifica aquello que ya está en nuestro interior, si cree que no le gustaría sufrir los efectos del alcohol pero su curiosidad lo tienta a hacerlo será mejor que encuentre un motivo digno de tal licencia -lo miré de lado y ladeé un tanto la cabeza mientras comía otro bocado de ave, si mis ojos pudieran sonreír también lo harían.

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27/01/2015, 10:19
Veremir Tuk
- Tiradas (1)

Notas de juego

Rebuscar en orco podrido:
9+8+7(tirada)+8 (agilidad)+2 (furtivo)=34

¿Está bien hecha la tirada?