Partida Rol por web

Kratos no terminaba de creerse lo que contaban los juglares pero al tiempo no sentia que estuviesen mintiendo. Escuchando las palabras de Linar no pudo estar más que de acuerdo con él, a fin de cuenta era un experto en temas mágicos.

- Creo que Linar tiene razón. Deberíamos investigar, tampoco creo que nos suponga mucho tiempo.

Pobres... No tenían culpa. Hicieron lo que creían correcto. Supongo. - No sabía muy bien cómo sentirme en este momento. Casi apuñalo a un hombre que sólo buscaba mi ayuda. El mundo es duro y confuso fuera de casa. Más de lo que me cabía esperar. 

Una vez llegamos al lugar contemplo horrorizada la escena, tapándome la boca con la mano y ahogando un chillido. Por todos los ríos...  

No te suena que el ritual corresponda a ninguna clase de culto religioso que conozcas. A pesar de que hay muchas leyendas sobre como los dioses enseñaron cosas a los humanos, ya hace mucho que no se dignan a bajar, por más rituales que se hagan. Desde luego, ningún ritual religioso admitido incluiría sacrificar gente a la luz de la luna...

- Tal vez es buen momento para que actuemos, la muchacha más que voluntaria parece drogada.

Kratos estaba convencido que no sería muy difícil dispersar a la multitud aunque fuesen pocos. Por la experiencia que tenía, un pequeño grupo armado podía causar el terror y múltiples estragos ante un enemigo mal preparado.

Avanzo por uno de los laterales, intentando no hacer mucho ruido y preparándome para actuar después de los maestros de la espada. Sería muy imprudente que fuese yo quién empezase el combate.

Derguín observó la escena durante unos instantes.

Ahora que han empezado con esa especie de baile parecen bastante distraídos. Podríamos acercarnos por separado, y mientras que se los entretiene lo más alejados de la chica posible intentar soltarla. Luego pondríamos pies en polvorosa.

No parece que sea un gran problema para alguien acelerado el entretenerlos, y no parece que vayan a reaccionar muy rápido tampoco.

Mikha. Dijo dirigiendose a su amigo. Ignoro las habilidades que poseeis tu maestro y tu pero cualquier cosa que los distraiga sería de gran ayuda.

Linar inclinó la cabeza ante la sugerencia de Derguín

- Bien, vosotros cuatro dispersaos y aguardad. Mikhon y me ayudará a crear una distracción. Pero antes, acercaos y desenvainad vuestras espadas- volviéndose hacia Llywelyn, como si supiese exactamente donde está, a pesar de que esta prácticamente se ha fundido con las sombras en un instante -. Tú también, joven iniciada. Muéstrame tu arma.

Mientras os preparais, dos figuras, un hombre que oculta su rostro bajo una mascara demoniaca, y una mujer, se acercan al monolito. Ambos, sin dejar de bailar, se arrancan las ropas hasta quedar desnudos y escenifican una rabiosa cópula jaleados por los concurrentes en tono cada vez más rabioso y obsesivo. Cuando parecía que todo iba a estallar en una explosión de gritos, se oyó una voz más estridente y se hizo un silencio absoluto.

Linar se quedó con la mano alzada, a unos centímetros de la espada de Kratos, como paralizado. El mago temía que si se movía o hacía cualquier gesto, sería escuchado. Casi parecía que podía escuchar los latidos de los corazones de sus compañeros.

El ritmo del tambor se reanudó a una cadencia lenta y rítmica. Un hombre alto, vestido de pieles y ataviado con una cornamenta de ciervo, sale de entre las sombras y se acerca a la mujer desnuda, completamente expuesta ante él. La mujer, al verle acercarse, se debate unos segundos, hasta que comprende que no podrá librarse de los grilletes, y nuevamente se queda inmóvil.

El hombre-ciervo comienza a entonar con voz potente un canto que los asistentes responden a coro, repitiendo un estribillo en sílabas guturales que ni siquiera Linar llega a entender.

El mago recuperó el movimiento. Pasó los dedos sobre los filos desnudos de las armas, mientras salmodiaba un sortilegio initeligible. Las espadas vibraron como diapasones.

- No las envainéis. Ahora, acercaos al borde del claro y esperad mi señal. Cuando la oigáis, debéis cerrar los ojos, protegerlos con las manos y cubriros con los capotes. Luego contaréis hasta diez, os destaparéis y correréis hasta el monolito. Nadie os saldrá al paso. Tan sólo tendréis que acercar el filo de la espada a los grilletes, y estos se abrirán. ¿A qué esperáis? ¡No tenemos toda la noche! 

Derguín prestó toda la atención que pudo, teniendo en cuenta la escena que se producía antes sus ojos, a las palabras de Linar. Ignoraba totalmente cual era el plan del mago pero se propuso hacer exactamente lo que decía, como para negarse a algo que dijera aquel hechicero...

El joven se adentró en la espesura con intención de acercarse lo máximo posible al monolito sin ser visto. Esperaba que el ruido de los propios sectarios evitará que lo descubrieran.

Derguín, Kratos, Llywelyn y Festus se dispersaron entre la maleza, tal y como el mago les había ordenado, mientras Mikha y Linar se quedaban atrás, haciendo quién sabe qué. Los jóvenes avanzaron con sigilo sin dificultad, pero Kratos, que no estaba acostumbrado a ese tipo de maniobras, hizo rodar algunas piedras, que llegaron hasta los pies de un par de hombres que no participaban en el ritual. Al parecer, hasta los invocadores de demonios tenían la precaución de colocar algunos guardias.

Sin embargo, los vigilantes no dieron la voz de alarma. Probablemente pensaron que no debían interrumpir la ceremonia. En la hondonada, los cánticos eran cada vez más hitéricos y ya no se entendían las palabras de la invocación. Las pisabas retemblaban en el suelo como un corazón a punto de estallar...

Los dos hombres intercambiaron unas palabras y decidieron ir a mirar qué ocurría, tras desenvainar cada uno una espada recta. No eran practicantes del arte de la espada.

A Derguín se le paro un momento el corazón al ver que los vigilantes descubrían a Kratos. Se tranquilizó un tanto al ver que estos no daban la alarma. Kratos tenía nueve marcas de maestría, esos dos guardias no habían tenido suerte.

El joven decidió que su maestro era perfectamente capaz de despachar a esos dos y continuó para acercarse lo máximo posible a donde se encontraba el altar.

¡Maldita sea! murmuró Kratos por lo bajo por su torpeza, estaba claro que estaba ligeramente desentrenado en las artes del sigilo después de tanta batalla. Su movimiento había causado que unas piedras se desprendiesen y alertasen a un par de guardias que, contra todo pronostico, no dieron la alarma, simplemente desenfundaron sus armas y avanzaron hacia él. Al menos en eso había tenido suerte. Pronunció la fórmula de la primera Tahitéi y preparó su arma para una Yagartei contra el primer guardia...

Al ver lo que pasaba, Festus cargó una flecha en su arco y apuntó hacia uno de los hombres. No es que le preocupase que fuesen a hacer daño a Kratos, pero sí que alguno de ellos diese la voz de alarma y alertase al resto de... de la... lo que demonios fuese aquello.