Partida Rol por web

- ¡Es en el monolito! El que está en la hondonada con forma de anfiteatro. ¡Os puedo llevar allí! ¡Pero es necesario darse prisa, porque sacrificarán a la chica...!

Derguín se había sorprendido de la valentía mostrada por su sobrina. Pero comentarios del tipo "no nos podemos perder el  ritual" le hacía pensar que más que valiente era bastante inconsciente.

Entonces el bandido dijo que no iban a sacrificar al caballo si no a una chica...¿Qué clase de persona haría algo así? Serían sectarios de Tubilok...El rostro de Derguín se ensombreció con ese pensamiento, pero no podían dejar que algo así se llevara a cabo.

De acuerdo. Llévanos al lugar. Eso si, como se te ocurra hacer algo raro...Dijo mientras llevaba la mano a la espada.

"No somos bandidos", dice. Claro, vosotros sois de los que sacrificáis gente...

Kratos logra detener al caballo tirando con fuerza de las riendas, de tal modo que el animal no puede ignorar la orden de su jinete. Entre tanto, el ladrón permanece en el suelo, con la flecha de Festus todavía clavada en el hombro. Parece que entre una cosa y otra el pobre ha quedado inconsciente.

Con todas las precauciones posibles para que no escape, os disponéis a permitir que el juglar os guíe hacia un lugar en el que no sabéis que clase de ritual se está llevando a cabo. Mikha desenvaina su espada de acero barato, tratando de parecer lo más feroz posible, que no es mucho, y tocando al tipo con la punta de la espada, le dice:

- ¡Venga, caminando!

Derguín, Lly y Mikha abandonan la posada llevando consigo a punta de espada a uno de los juglares que, al parecer, estaba compinchado con el ladrón. El hombre camina tembloroso y sudando copiosamente, a pesar del frío reinante a su alrededor. Pero hay que tener mucho temple para estar al alcance del filo de la espada de un ibtahan enfadado y no preocuparse por la integridad del propio cuello.

Mientras, veis que Festus se encuentra guardando su arco. Siguiendo la dirección de su mirada, a una distancia bastante considerable, veis que Kratos está deteniendo al caballo robado, que era precisamente el de Derguín, mientras que en el suelo yace una figura, aparentemente desmayada, y con una flecha clavada. Linar se dirige hacia allí cabalgando, para cerciorarse de si el hombre está vivo o muerto.

Festus acabó de guardarse su arco, a la vez que veía como sus compañeros salían de la posada junto con uno de los juglares amenazado por la espada de Derguín.

Derguín no te preocupes por tu caballo, alli esta el ladrón. Dice señalando a la figura inmovil que se encuentra en el suelo. Y Kratos ha sido capaz de agarrar y tranquilizar al animal.

Quien ese hombre que traéis? Tiene algo que ver con el robo del caballo?

Kratos volvió hacia la posada tirando de las riendas del caballo de su pupilo. Su cara, de naturaleza estoica no expresaba las emociones ni, especialmente, el cansancio que sentía debido a la aceleración aunque probablemente Derguín y Mikha, incluso puede que también Festus, fueran conscientes del esfuerzo que había supuesto la carrera. Mis huesos ya no son jóvenes ni tienen la resistencia de antes pensó con amargura.

- ¿Puede alguien explicarme qué ha pasado aquí y quién es ese hombre? - Su voz profunda resonó como un látigo - No me tomo especialmente bien las afrentas de este tipo...

Derguín dejó al "rehen" custodiado con Mihka y se fue directo al caballo mientras respondía.Este hombre parece estar compinchado con el que ha robado el caballo. Ha dicho algo de una especie de ritual para el cual necesitaban al caballo. Habló también de una chica y de una especie de sacrificio.

Mientras decía esto, el joven abrió las alforjas de su caballo y de ellas sacó una espada de Tahedo, bastaba con ver la empuñadura para saber que no era cualquier espada. El joven se quitó el sable que llevaba y se colocó aquella nueva arma con una clara expresión de alivio en su rostro.

Deberíamos ir a investigar.

A partir de ahora no te vas a separar de mi. Pensó mientras pasaba la mano por la empuñadura de la espada.

El mago se acercó al grupo. Había subido a su montura para perseguir al caballo robado, pero Kratos y Festus habían hecho que no fuese necesario, y ahora regresaba junto a los demás.

- Muchas gracias por recuperar el caballo, tah Kratos -dijo en su tono habitual, pero acompañándose de una respetuosa inclinación de cabeza que, en alguien como él, ya era una gran deferencia.

Después de haber escuchado a Derguín, el mago se quedó pensativo.

- ¿Que clase de rutal requiere el sacrificio de una chica y un caballo? - movió la cabeza con disgusto - En otro tiempo, habría pensado que se tratan de majaderías de campesinos, pero ahora... tal vez sí debamos investigar. Pero extrememos las precauciones. Parece que están despertando fuerzas antiguas. No puede ser casualidad que entre todos los caballos robasen sólo el nuestro.

- ¡Linar! ¡Han dicho que iban a sacrificar a una chica! Aunque fuesen majadería de campesinos, no nos vamos a quedar cruzados de brazos sabiendo que una muchacha puede perder la vida dentro de unas horas... ¿O minutos? - añadió el muchacho, dirigiéndose al trovador que habían hecho prisionero.

- No se que tipo de supersticiones piden el sacrificio de una mujer y un caballo pero entiendo que, si nos han robado el caballo, ya tendrán a la mujer lista para el sacrificio. Creo que debemos darnos toda la prisa posible.

Los parroquianos que han salido de la taberna al darse cuenta de que lo interesante estaba ocurriendo fuera, se hacen cargo del juglar, que está gravemente herido, pero no muerto. Mientras, el resto del grupo suben a sus monturas para investigar ese extraño ritual.

Como el juglar que queda sano no tiene montura, Mikha se ofrece a compartir su caballo con él, para asegurarse de que no huye, pero también para que no les retrase. El muchacho es, después de Llywelyn, el más ligero del grupo, y su caballo no se cansará tanto por llevar a dos jinetes en lugar de uno solo.

Por el camino, el juglar os explica más detenidamente que el ritual no incluye sacrificar a un caballo y una virgen, sino a una virgen nada más

- Oímos hablar de ello en el último pueblo en el que actuamos, pero no sabíamos si tal cosa sería cierta o falsa. Sin embargo, somos juglares, lo nuestro es cantar y divertir, no pelear, y en caso de que aquello fuese cierto, nada podíamos hacer para impedirlo. Cuando os vimos, pensamos que vosotros sí podríais, pero temíamos que si os lo contábamos no nos creyeseis, o que si nos creíais y después resultaba ser falso, os enojaseis y decidieseis castigarnos. Por eso pensamos que lo mejor sería tomar uno de vuestros caballos para que lo siguieseis. Cuando llevásemos al animal al lugar adecuado, lo dejaríamos para que lo encontraseis, y una vez allí, podríais ver también el ritual, y, si os placiese y estuviese en vuestra mano, lo interrumpiríais... en caso de que tal ritual se vaya a celebrar en verdad, claro está

Mientras el joven hablaba, miraba temeroso a Derguín y a Kratos, e incluso a Llywelyn, que a sus ojos era mucho más peligrosa que MiKhon Tiq, su supuesto guardián.

Derguín escuchó lo que les contaba el juglar bastante incrédulo

Y supongo que el juglar al que le tocó robar el caballo fue al que le fue peor cuando lo echasteis a suertes, ¿no? No ha acabado muy bien y aún debería dar gracias a los dioses por seguir vivo. Dijo Derguín, con un deje de disgusto en su voz. Al menos habéis conseguido vuestro objetivo. De ahora en adelante yo me cuidaría de intentar engañar a maestros de la espada, aunque sea por una buena causa.

Vuestro guía baja apesadumbrado la cabeza ante el comentario de Derguín.

- La verdad es que no lo pensamos mucho... No se nos ocurrió que... La verdad es que fue una estupidez por nuestra parte.

Después de un buen rato, ya estáis muy lejos de la taberna. Habéis cruzado un río, y llegáis a un montículo desde el que se divisa el resto del panorama con bastante claridad. Por debajo de vosotros, hay un anfiteatro natural, en el centro del cual se alza una roca. Varias personas vestidas con túnicas y capuchas cantan alrededor, hasta que un grupo de cuatro hombres aparecen custodiando a una mujer, vestida también con una túnica.

Los hombres llevan a la mujer hasta la piedra, y una vez allí la desnudan y la atan alrededor. Ella se deja hacer sin oponer resistencia aparente. Sus movimientos son lángidos y un poco desmadejados, como si la hubiesen drogado. Cuando la atan, con los brazos extendidos en cruz, su cuerpo queda completamente expuesto a la vista de todos. Ella deja caer la cabeza, como si fuese incapaz de sostenerla erguida.

En ese momento los cánticos se reanudan, y comienza una especie de baile ritual.