Partida Rol por web

El elfo la miró con agradecimiento y alivio, e incluso sonrió ante su broma. 

-Tengo un comunicador, no te preocupes. Tampoco estábamos tan apartados del mundo. El número es ARM.477.893. Puedes llamarme cuando lo necesites. Puedes llamarme... Cuidador. Ese era mi cargo en el templo, al fin y al cabo. 

No puedo expresarte lo suficiente mi agradecimiento por aceptar esta misión. Ten mucho cuidado, y que Weydan esté contigo. 

Kerry abandona el pequeño apartamento con una nueva misión. Siguiendo el camino indicado en el mapa que había en la unidad de memoria de los Caballeros, Kerry camina durante otras dos horas hasta alcanzar una de las impresionantes puertas de Qabarat. Se halla en un distrito rico, con enormes rascacielos de cristal y acero que reflejan el sol y cuyas puntas se pierden en las alturas. Enormes edificios blancos y acristalados albergan las residencias de los acaudalados y las oficinas de las corporaciones. Por la calle los lashuntas van vestidos con trajes elegantes y muy caros, y miran a Kerry un poco por encima del hombro, aunque la verdad es que miran a todo el mundo así. 

Las puertas son impactantes en su enormidad, alzándose diez metros por encima de las murallas. Las principales permanecen cerradas, y solo se abren en ocasiones especiales, pero a su lado hay otras, mucho más discretas, que se usan en el día a día. Están guardadas por la mejor tecnología que se pueda comprar, reforzadas con placas de aleación de adamantita y compuertas de plasma. Diez lashuntas armados hasta los dientes con armas que son a propósito grandes y evidentes la custodian a cada lado, y controlan la entrada de los viajeros, aunque no la salida, así que Kerry puede salir sin más problemas que una ligera mirada de los guardias. 

Finalmente, la espesa jungla de Castrovel la recibe. Caminar por ella es peligroso, de hecho se desaconseja en todo caso, ya que hay muchas criaturas poco amistosas entre su vegetación, pero ya sea bendición de Weydan o pura suerte, ninguna sale al paso de Kerry. Siguiendo el mapa, avanza a duras penas por la vegetación, tan espesa que Kerry lamenta tener por lo menos un cuchillo con el que abrirse camino. Sin nada para cortar las ramas y las lianas, el andar de Kerry es tremendamente lento, apartando con las manos la vegetación. El destino está algo lejos y entre eso y las dificultades de avance le lleva nada menos que cinco extenuantes horas atravesar la implacable jungla castrovelina. 

Por desgracia, su idea del reconocimiento se ve truncada por esa misma jungla. Es tan espesa que realmente sólo se ve un par de metros en cualquier dirección, y no hay lugares altos a su alrededor desde los que observar. Simplemente en un punto la jungla se abre y da lugar a un pequeño pasillo adoquinado y los muros que elfo describió. Al otro lado, puede oír las risas y la desagradable lengua de los goblins del espacio, además de algunos sonidos desagradables de masticación y huesos rotos. 

-Abrir recordatorio: Comprar cuchillo militar. Cerrar recordatorio.-  Estoicamente se abrió paso por la jungla de Castrovel con las herramientas que tenía, que sin duda demostraron ser insuficientes para el trabajo en cuestión. La ciudad no estaba tan fuertemente amurallada y protegida por nada, así que tuvo muchísima suerte de no toparse con más problemas de los que ya tenía. Eso era un buen comienzo, e intentaría mantenerlo todo lo que pudiera.

Lo primero era aprovecharse del factor sorpresa lo máximo posible. En la Academia Fantasma le habían enseñado más de un truquito, una de las tácticas de combate cuando estás superada en número más útiles que había aprendido, era la tan sencilla pero mortífera táctica de alejarse corriendo y disparar, alejarse y disparar, todo el rato. Pero correr y disparar precisamente no era una táctica que pudiera poner en práctica en la jungla. Sin embargo, gratamente pudo ver que aqui, en el exterior del templo, acorde con la descripción que le había dado Cuidador, las murallas del templo ofrecían no solo un buen lugar de tiro sino que eran espaciosas, lo suficiente como para poner en marcha su plan.

Lo primero era lo primero: la posición es vital para cualquier tirador, pero especialmente aún más para una francotiradora. Treparía el primer muro con sigilo, y buscaría esconderse detrás del segundo.

Tomó posición, agazapada en la pared de las escaleras, y sacó su rifle táctico de la Diáspora. Había una razón muy particular para Kerry por la que desde hacía tiempo ya no usaba uno de munición convencional. Con su tecnopatía, había descubierto una manera de amplificar los disparos, de forzar el arma en un sistema muy similar al del aumento de frecuencia u overclocking en los ordenadores tuneados. Kimberly, con su tecnopatía, podía simular un proceso muy similar, podía sobrecargar el arma aumentando la potencia del disparo un poco más, sin por supuesto reventar el arma. Se sobrecalentaba unos segundos, pero a los otros dos ya estaba lista para usarse otra vez. Y ya que las armas de francotirador eran aparatosas y potentes, con una fuerte potencia y retroceso que impedía dispararlos como armas automáticas... ¡no había pegas con su truquito! Bueno... casi. De algún lado tenía Kerry que sacar la energía adicional para el disparo, de la batería, claro. Forzar el arma así consumía el triple de cargas usuales, pero vaya si merecía la pena.

Con absoluta y fría concentración, la Francotiradora Fantasma puso el ojo en la mirilla, y apuntó a una de las criaturas, uno de los goblins espaciales que sobre la acumulación de varias manchas de sangre, tan tranquilamente masticaba los huesos de, probablemente, uno de los elfos del templo masacrados. Compañeros del elfo Veren. Servidores de Weydan. Una vez tuvo al objetivo en la mira, sin dubitar, y con pulso de cirujano, Kimberly disparó.

Tenía el plan de ataque preparado, pero necesitaba primero llegar hasta el lugar de tiro designado para ejecutarlo. Debía llegar hasta allí sin que los goblins la escucharan. El primer paso era trepar la muralla, con cuidado y sin hacer ruido... puede que los goblins del espacio fueran estúpidos, pero eso no les hacía menos peligrosos...

Kerry, haciendo uso de su buena forma física y del duro entrenamiento recibido en operaciones especiales, comienza la ascensión sin muchos problemas. Tal vez cuando el templo no había sido atacado habría sido más difícil, pero la pared está llena de desconchones, grietas y agujeros que sirven bien para escalar. Agradeciendo que su piel de grafito sea flexible y ajustada, llega sin problemas y sin hacer mucho ruido a la cima del muro, aunque un poco jadeante. 

Desde allí, por fin puede ver en su totalidad la escena, y lo que ve hace que se le encoja el corazón. Antaño debió de ser un lugar precioso, enmarcado por el verde de la jungla, pero ahora la hermosa fuente central, que normalmente lleva agua cristalina de lluvia, está ensuciada por la sangre, los huesos y los restos de cadáveres de los elfos. El suelo a ambos lados está lleno de sangre, allí donde los goblins y los reptilianos abatieron a los cuidadores del templo. El exocórtex de Kerry comienza a trabajar a toda velocidad calculando datos que aparecen en el borde de su visión: la altura, la distancia, la velocidad del viento... y también revelando que uno de los goblins está mejor equipado que sus compañeros, además de ser más alto y fuerte. Sin duda es el jefe, por lo menos de este grupo. 

Los goblins, totalmente ajenos a la incursión de Kerry, siguen con sus macabras diversiones: uno mastica lo que parece una pierna, mientras que otro clava su cuchillo agrietado en el cadáver de un elfo una y otra vez, disfrutando con la sangre que sale a cada golpe. Kerry puede identificar sus armas, las típicas de los goblins: sus cuchillos reciben el nombre de rajaperros, mientras que sus pistolas láser suelen conocerse como cachivaches láser. En ambos casos son armas hechas de chatarra y unidas con cinta y rezos, y cada disparo que efectúan sin explotar es un milagro. Sin embargo, no dejan de ser peligrosas en manos de un goblin. 

Al otro lado de la fuente, Kerry puede ver que han colgado a uno de los elfos de una columna y le han pintado una cruda diana en el vientre, usándolo como objetivo de tiro al blanco. El cadáver está agujereado por multitud de lugares, aunque las marcas de los láseres a su alrededor atestigua que no son buenos tiradores. 

Kerry se arrastra sobre el muro hasta quedar en posición, y apunta al primero de ellos, el que mastica la pierna de elfo. Con un zumbido, el arma se sobrecarga, y un mortal y potente disparo láser impacta de lleno en la cabeza del goblin, la parte más grande de su cuerpo, reventando su casco en mil pedazos y atravesando limpiamente su cerebro de parte a parte. La maloliente y verdosa sangre de goblin se mezcla en el suelo con la sangre escarlata de elfo en un instante, aunque no en abundancia ya que el láser cauteriza la herida por donde pasa, dejando solo un agujero en la frente del goblin. 

Antes de caer siquiera al suelo y mucho antes de comprenda siquiera que le han disparado, ya está muerto. 

¡Bien! Lo bueno que tenía sorprender a los objetivos era que tardaban unos segundos en reaccionar, primero al ver el cuerpo caer, después en buscar de dónde vino el disparo. Tiempo más que suficiente para que Kimberly pudiera una vez más, y sin siquiera moverse de su posición, apoyarse del exocórtex para analizar a un nuevo enemigo. ¡Ayudada por la telemetría, el segundo de los goblins no tuvo posibilidad de esquivar su siguiente disparo sobrecargado!

...¿¡O tal vez sí!? La mecánica se confió de más, y subestimó la velocidad de reacción y de movimiento de los goblins espaciales. La criatura se escurrió con rapidez, y el disparo no pudo acertar al objetivo. "¡Mierda!" exclamó la francotiradora. En su profesión, un simple fallo podía significar la muerte. No podía olvidar que la superaban en número.

Pocas cosas hay más ruidosas que un grupo de goblins del espacio alterados. En cuanto el disparo de Kerry abate al primero, hay un instante de silencio sorprendido, y tras él toda la plaza del templo explota en una algarabía de sonidos y desagradables chillidos, punteado todo por el chasquido de sus maltratados equipos al ponerse en funcionamiento, que zumban como si fuesen a explotar (y es probable que así sea). El jefe goblin corre hasta ponerse a cubierto tras unas columnas rotas, mientras que los demás corren hacia las escaleras que llevan a donde está Kerry, ya que sus cachivaches láser no tienen mucho alcance. 

"Heh." una mínima y corta carcajada surgió de la francotiradora mientras veía cómo los goblins corrían desordenadamente escaleras arriba. "Como moscas a la miel." murmuró, antes de ponerse en pie y echar a correr desde el muro en línea recta a la derecha, justo en dirección al lado opuesto de las escaleras por las que estaban subiendo los goblins espaciales. Saltaría el espacio que hacía de arco de entrada y llegaría a un punto idéntico a donde estaba pero desde el lado opuesto. La disposición rectangular de las murallas del templo jugaban mucho a su favor, y desde el perímetro que conformaban los lados de las murallas podría jugar al gato y ratón con sus adversarios, impidiéndoles alcanzarla y acribillándolas a balas mientras torpemente trataban de perseguirla. Sí señor, el plan estaba saliendo a pedir de boca.