Partida Rol por web

Al final el engendro que recuerda a un bebé colaboró con la mano para salir de la sala en la que estaban encerrados. Del frescor de la noche al aire libre solo les separaba un tunel lleno de aguas estancadas y heces... pero nada de eso importaba en absoluto. Solo la llamada cada vez mas audible de la libertad le motivaba, y le daba la esperanza de que la locura a la que se había visto obligada a sufrir cada día desde recordaba, iba quedando atrás con cada paso. 

Cuando notó la suave brisa la criatura se quedó atónita mirando el firmamento. Es cierto que poco se podía ver con toda la polución que soltaba la fábrica, pero ella no guardaba ningún recuerdo claro de haber visto el cielo, y aunque deprimente, era la imagen del fin de su exclavitud.

Fue entonces cuando bajó la mirada y un ser monstruoso, aunque con una apariencia más humana que sus compañeros de celda, apareció ante ella. Se fijó en que tenía algo que se asemejaba a un arma en cada mano. Pero por fortuna, el humanoide parecía igual de asustado que ella y comenzó a huir.

La Mano ocular al ver que tenían miedo de ella se relajó, haciendo ver que no quería hacerle daño. Sin embargo, sabía que los otros seres, los "privilegiados" eran a veces crueles y convenía no acercarse demasiado a ellos si no era necesario. Señaló a un lugar distante del que se dirigía el monstruo asustado, pero lejos de la alcantarilla apestosa que seguía siendo una señal de las penurias por las que habían pasado. Esperaba para ver si sus compañeros iban hacia esa dirección o hacia otra.

El intrigante gorila se dispone a contestar a la compleja pregunta que sorprendentemente has sido capaz de formular, cuando de improvisto, un amenazante y agudo chillido resuena en tus tímpanos, proviniente de algun punto cercano del laberinto de callejones donde deberías estar trabajando.

“Squeeeeeaaaaak”

El agresivo sonido cesa, y el simio, con el ceño fruncido y la cara llena de odio, ruge desde el tejado:

-¡¡¡Estúpido, si te niegas a acabar con Frankenstein morirás!!!, ¡¡¡TODOS MORIRÉIS!!!.

Acto seguido, la desconcertante criatura pega un increíble salto hacia ti… en sus ojos puedes ver a la furia y la locura danzando de la mano…

Tras el breve pero intenso encuentro que termina con un intercambio de gestos y chillidos amenazantes por ambas partes. El sujeto que blandía las poderosas herramientas se aleja con pasos poco armoniosos debido a la desigualdad de largura de sus piernas, perdiéndose hacia la derecha por el laberinto de callejones, mientras el grupo de criaturas surgidas del subsuelo se reagrupa una vez ve alejarse el peligro.

La mano señala en línea recta, ya que es la única alternativa para evitar seguir a la amenazante criatura. Una ruta que varios metros por delante gira a la izquierda, para llevar a quién sabe dónde… pero al fondo… imponente sobre los callejones, se encuentra el gigantesco castillo.

De pronto, ruidos de enfrentamiento llegan hasta vosotros provinientes de una zona cercana a la monstruosa nave industrial, por la derecha, camino que siguió el esbirro del Doctor, aunque parecen más lejanos de la distancia que le hubiera dado tiempo a recorrer desde que os cruzásteis con él.

Tras el breve pero intenso encuentro que termina con un intercambio de gestos y chillidos amenazantes por ambas partes. Te alejas con pasos poco armoniosos debido a la desigualdad de largura de tus piernas, abandonando el lugar girando hacia la derecha por el laberinto de callejones, mientras el grupo de criaturas surgidas del subsuelo se reagrupa una vez ve alejarse el peligro.

Apenas has girado un par de esquinas más avanzando siempre en la misma dirección, cuando de pronto, a tu derecha, quizá en el callejón de al lado o en uno muy cercano, la voz de Bonobo enfurecido te sorprende:

-¡¡¡Estúpido, si te niegas a acabar con Frankenstein morirás!!!, ¡¡¡TODOS MORIRÉIS!!!.

Después ruidos de enfrentamiento se escuchan en el mismo lugar.

En busca del que hasta ahora ha sido el único sujeto al que podrías calificar como “compañero”, te encaminas hacia el nivel 1, siguiendo los pasos que tomó 1.144-X.

Atrás dejas a los extraños sujetos de la serie 3.000 que tras manipular el elevador se afanan ahora en buscar una salida que no cruce por la pasarela volcada.

La aparición del extraño simio te ha desconcertado… no es algo habitual que ocurra esto en tu puesto de trabajo, y ahora te sientes perdido, sin las pesadas cadenas ni los martilleantes timbres no sabes cual es tu misión… por eso buscas a 1.144-X, porque necesitas de su facilidad a la hora de tomar decisiones, para sentirte seguro en un mundo que desconoces.

Tras cruzar la chirriante pasarela y ascender por unos inestables escalones, alcanzas la salida de la nave industrial que va a parar a uno de los múltiples callejones embarrados de lodo del nivel 1. Todo es distinto aquí arriba… aire medianamente puro puede llenar tus pulmones, y se ve el cielo, aunque recubierto por oscuras nubes de humo negro que son escupidas sin descanso por las múltiples y gigantescas chimeneas de La Factoría.

De pronto, ante ti puedes observar una dantesca escena:

El sujeto 1.144-X, que permanecía con la espalda apoyada contra la pared del callejón, está a punto de ser alcanzado por el gran simio que apareció en el nivel 2, y que ahora salta desde un tejado cercano hacia él, mientras grita con furia:

-¡¡¡Estúpido, si te niegas a acabar con Frankenstein morirás!!!, ¡¡¡TODOS MORIRÉIS!!!.

Con una mezcla de miedo y curiosidad nada insólita en él, quizás la misma sensación que le hizo embarcarse en la horrible aventura de bajar hasta las negras profundidades de la fábrica, el sujeto no puede evitar acercarse a la esquina de la que cree que surge el sonido. El hijo pródigo asoma entonces la cabeza un pelín por la misma, con todo el subnormal sigilo que sus instintos de sastre son capaces de albergar, y echa un vistazo rápido al callejón para a continuación volver a esconder su podrido cráneo.

¿Habrá algo, no habrá nada? Si no hay nada no importa, pues nuestro amigo es inmune al desaliento, a la vez que un adicto de las tareas fáciles y repetitivas. Mirará por todos los callejones, uno por uno, hasta localizar... lo que sea que haya.

Y Dios iba allanando el terreno para que su hijo, que irónicamente tenía el cuerpo de un bebé, pequeño y puro...tan hermoso y a la vez voluble, siguiese sus pasos hacia la libertad definitiva.

La criatura que amenazaba con sus herramientas grandes se alejó cojeando, y cuando echaron los demás a andar, el bebé salió de su escondite, y siguió el camino con ellos.

El ruido de la pelea le hace buscar con la vista otro escondrijo, pero su parte más racional le indican que están lejos, que es mejor seguir adelante. Por si acaso se aleja lo más posible de la zona, pegado a la zona izquierda de la calle. Siguieron andando y la pared que lo protegía se acabó: Dios abría nuevos caminos ante sus ojos. Uno tenía un edificio feo, imponente, enorme...le daba miedo. El otro no mostraba peligro alguno...anda un par de pasitos hasta caer de culo, no se sabe si voluntaria o involuntariamente, en la entrada del callejón izquierdo, indicando su postura y decisión.

Finalmente se iría a donde fuesen aquellos dos, pero por lo menos, trataría de elegir su camino. No en vano, Dios todopoderoso lo estaba guiando por los verdaderos caminos.

La criatura huye. La contrahecha nariz del engendro roeador olfatea el aire, pero son sus oídos los que traen los ecos de golpes fuertes y gemidos, del caos que quizás en el interior de su cabeza, pudiese formalizarse como un razonamiento... o simplemente como un instinto de peligro. Luego observa a aquellos dos acompañantes, aquella extremidad y al bebé. Emite un chillido, amenazante contra ellos, y sin mediar más palabra  empieza a caminar lentamente hacia adelante.

Allá se lanzan dos imponentes estructuras, pero ella, la mujer-rata, no detalla, no analiza, no piensa, se guía por la oscuridad y por el refugio, su cabeza ha pasado tanto tiempo entre la penumbra, alimentándose de desperdicios y luchando por sobrevivir, que quizás los breves destellos de una vida pasada, cuando fuese una criatura normal, simplemente se extinguían, ya ni siquiera el maternal esplendor que la hizo dudar más atrás en la travesía, parecía detenerla. Ese bebé, era tan solo otra criatura despreciable.

Emitió un largo chillido, y sin una vista atrás, echó a correr hacia el medio de ambos destinos, en el fondo, la lógica malsana de su enferma mente, la llevaba al sitio que consideraba más seguro y apropiado, a internarse en el laberinto que unía ambas construcciones, no era exactamente libertad, buscaba un sitio donde vivir y donde alimentarse... y para ello, no necesitaba compañeros... tan solo necesitaba su artificial instinto, su regresión a un estado salvaje.

El instinto de la rata...

Fue así como en desenfrenada carrera, entre el miedo a encontrarse con más peligros, y el salvajismo inherente a una bestia, mueve sus patitas con gran ahínco para perderse entre los contenedores más adelante, para internarse sola...

La Mujer rata era un ser huraño, prefería la soledad y la seguridad que la libertad o la venganza. El amo debía haber destruido el espíritu del extraño ser, eliminando todos los vestigios de humanidad, si es que los tuvo alguna vez, y llenarle del instinto de los animales que han sufrido durante toda su vida y no se fían de nada ni tienen mas motivación que buscar carroña para vivir un día más.

La mano ocular no pensaba igual, y no es que conservara tampoco demasiado de su "vida anterior", pero ansiaba cosas, la libertad, el no tener miedo a nada, y si también se le  daba una oportunidad de vengarse del monstruo que jugó como un niño pequeño con seres antaño humanos para convertirlos en cosas, mejor que mejor.

Sin embargo, la venganza era un sueño lejano, simplemente al ver a una de las criaturas "agraciadas", con apariencia de ser de las más débiles, no había sabido reaccionar violentamente. Tanto por miedo, como por la duda de que quizá esos monstruos algo menos horrendos también eran víctimas sin culpa del creador. Por todo lo dicho antes, se conformaba con la libertad.

Así que aunque no le agradaba separarse de nadie por si se encontraba con una criatura más poderosa, siguió recta por el camino que torcía hacia la izquierda, esperando que al menos el horrible bebé le hiciera compañía.

Adaptando sus pulmones al aire que en este nivel se respira, ve al sujeto 1.144-X apollado contra la pared, y al mono gritando. Si primer pensamiento fue el trabajo que alli deveria realizar, pero al ver el ataque de la extraña figura, se lleva una mano a la cabeza, pensando qué deveria hacer. Él me ayudo a mi... ¿deveria hacer lo mismo?.... No quiero morir..... Podria ser el siguiente..... Despues de un tiempo de reflexion, avanza hacia la pareja e intenta comprender que ocurre. Se acerca al 1.144-X y al simio y empieza a prepararse para morir, pero deveria ayudar a su compañero.

Su último pensamiento... Voy a morir.

Inconsciente de la pregunta que acabo de realizar como si hubiese salido por sí sola de mis adentros por alguna extraña razón miro intrigado al simio.

De repente, me asusto al oír el extraño sonido “Squeeeeeaaaaak” aunque resultándome familiar. Debe haber sido alguna rata regocijándose en la mugre...

Intimidado por la velocidad con la que el simio se acerca hacia mí hago lo posible por mantenerme a duras penas en pie entre la pared y el punto de apoyo que me posibilita la pala. Mis piernas flojean y me escurro hacia el suelo y la pestilente alfombra que lo recubre.

Convencido en mis adentros por mí mismo y el simio que tengo ante mí pienso: De todas formas... no hay nada que perder...

Sobrecogido por el repentino ataque del simio, pierdes rápidamente el poco control corporal que te quedaba y te escurres hasta yacer tumbado sobre el fango. Pero quizá lo que en un principio pudiera parecer un grave error se convierte en tu salvación, o al menos en un retraso de tu muerte, pues el gorila estampa sus puños contra la pared, a la altura donde debiera haber estado tu cráneo, y dos hendiduras quedan como muestra de su poder destructor.

Apenas temes por tu vida o tu destino, pero ello cambia cuando el simio salta sobre ti y comienza a retorcer con fuerza tus piernas intentando partirlas… entonces sientes el dolor, el sufrimiento y la impotencia de no poder controlar adecuadamente tu cuerpo al tener los tornillos aflojados.

Inesperadamente, como una esperanza al final del camino, la figura del sujeto 2.141-X aparece al fondo del callejón acercándose hacia ti con cara de no saber qué hacer.

El gran simio recoje del suelo tu pala y se dispone a rematarte con ella antes de que el sujeto pueda intervenir, mientras repite una y otra vez con potentes rugidos:

-¡¡¡Matad a Frankenstein o morid!!!, ¡¡¡matad a Frankenstein o morid!!!.

Quizá este sea tu fin.

1.144-X se escurre hasta caer de espaldas al suelo lleno de lodo, justo en el momento en que el gran mono salta y golpea la pared con sus enormes manazas a la altura donde debiera haber estado la cabeza del sujeto, dejando dos hendiduras como muestra de su poder.

Acto seguido salta sobre su cuerpo prácticamente inmovilizado y comienza a retorcerle las piernas con la salvaje intención de partírselas.

En ese momento te acercas, y 1.144-X te observa con su telescopio, pero en su rostro no ves más que desánimo, indiferencia por la vida o la muerte… sus tornillos aflojados no le permiten controlar bien su cuerpo, por lo que se limita a yacer tendido en el fango mientras recibe golpes por doquier.

El gorila clava su furiosa mirada en ti, y con rapidez y astucia echa mano a la pala de 1.144-X y la eleva con intención de dejarla caer con fuerza sobre el sujeto antes de que puedas llegar a intervenir, mientras repite una y otra vez con rugidos:

-¡¡¡Matad a Frankenstein o morid!!!, ¡¡¡matad a Frankenstein o morid!!!.

Un rápido vistazo hacia el callejón de al lado te permite ver la escena de salvajismo que se viven en él:

Bonobo, el gran simio, se abalanza desde lo alto de un tejado sobre tu compañero de trabajo, el sujeto 1.144-X, que yacía apoyado contra la pared del callejón y que se ha escurrido hasta caer de espaldas sobre el lodo del suelo antes de que el gorila le alcance.

A juzgar por su pésimo control corporal parece que lleva los tornillos aflojados, lo que le concede una importante ventaja la mono, que tras empotrar sus enormes puños contra el muro del callejón, rectifica sin riesgo alguno y salta sobre el desvalido sujeto retorciéndole las piernas en un brutal intento por partírselas.

Un nuevo vistazo te permite ver algo más… otro sujeto avanza hacia la trifulca desde el lado opuesto del callejón. Su enorme altura te desvela su identidad: es el sujeto 2.141-X, que tiraba de las cadenas del nivel 2 hace unos minutos. Aunque cada vez se acerca más al lugar del enfrentamiento, su rostro muestra inseguridad y duda.

Bonobo, consciente de la presencia del sujeto acercándose, echa mano con rapidez de la pala de 1.144-X, y alzándola en lo alto se dispone a dejarla caer con fuerza sobre el desgraciado, mientras repite una y otra vez con potentes rugidos:

-¡¡¡Matad a Frankenstein o morid!!!, ¡¡¡matad a Frankenstein o morid!!!.

Y así fue como el grupo de engendros fugitivos perdió a otro de sus miembros… otro más que se iba, pero éste por voluntad propia… la figura ratonil chillaba amenazante para después internarse en soledad y a gran velocidad en el laberinto de callejones, tomando la ruta que iba hacia la derecha, la misma por la que desapareció el desconcertante ser que portaba las herramientas.

Desprotegidos y abandonados, la mano y el bebé continuaban por el camio que ellos mismos habían escogido, aquél que avanzaba en línea recta para girar después a la izquierda.

Metros y metros de embarrados suelos, esquinas e intersecciones laterales hubieron de recorrer con el aún presente ruido de enfrentamiento cada vez más lejano, hasta que por fin, sus ojos pudieron ver cómo el callejón que habían seguido, desembocaba en una plaza, tras la cual se encontraba el castillo, guardado por un torreón que refulgía continuamente con un ritmo azul de impulsos eléctricos, y cuyas puertas de hierro se encontraban abiertas de par en par en aquél preciso momento.

A la derecha de la plaza, la muralla que delimitaba todo el mundo que hasta ahora habían conocido era más baja, ya que en su mayor extensión permanecía semi-derruída, y tras ella tan sólo podía verse el cielo, como si estuviese construída sobre un precipicio.

La otra opción restante se encontraba a la izquierda de la plaza, donde la vieja muralla poseía un enorme portón tras el cual bien podrían esconderse los sueños y anhelos de libertad de las desdichadas criaturas…

Nada se imponía entre aquellos dos seres y cualquiera de los destinos que tenían a la vista… la plaza estaba completamente desierta.

Y así fue como el grupo de engendros fugitivos perdió a otro de sus miembros… otro más que se iba, pero éste por voluntad propia… la figura ratonil chillaba amenazante para después internarse en soledad y a gran velocidad en el laberinto de callejones, tomando la ruta que iba hacia la derecha, la misma por la que desapareció el desconcertante ser que portaba las herramientas.

Atrás quedaban las indefensas criaturas que la habían acompañado hasta la superficie. Mientras la rata giraba aquí y allá, doblando esquinas y recorriendo nuevos callejones sin un rumbo fijo que seguir, en busca de la seguridad de la oscuridad, donde poder instalar su nuevo hogar.

Y parece que al fin lo encontró… un lugar aparentemente ideal… un contenedor de basura situado al final del callejón, que terminaba bruscamente con un trozo de muro semi-derruído tras el cual sólo se veía el cielo, como si estuviese situado sobre un precipicio… el contenedor, situado en dicha zona marginal, contaba con un agujero en una de sus esquinas, perfecto para colarse con facilidad… pero cuando la rata se disponía a examinar más a fondo lo que podría ser su nueva madriguera, una voz, proviniente de la no muy lejana zona donde se desarrollaba el enfrentamiento que había escuchado antes, llegó hasta sus oídos… no podía distinguir las palabras de aquella voz, pero el tono le resultaba muy familiar… como si lo hubiese escuchado antes… y en efecto, al poco rato realizando el gran esfuerzo de recordar, llegó a la conclusión de que aquella voz era la misma que había escuchado sobre las mazmorras, momentos antes de que los muros estallasen y fuesen liberados… era la voz de su libertador.

Cada vez el grupo de abobinaciones que caminaban con el extraño miembro amputado era más reducido. Unos morían, otros seguían otros senderos y la abandonaban. Un ser con más inteligencia se preocuparía mucho ante la separación estando en un entorno hostil, pero para ella aunque veía que cuantos menos eran, más peligro corrían, conseguir la libertad era lo único que importaba. Sin llorar por los compañeros caídos, ni comerse las uñas por realizar la tarea en solitario por mucho peligro que ello implique si se tenía que hacer.

Pero varios eran los caminos, las posibilidades, un castillo siniestro con las puertas abiertas, un muro bajo y un portón extraño del que se desconocía a donde iba a parar. Decisiones que ella no sabía tomar bien, pues eran muchas las cosas  que desconocía.

Así que miró al bebé con sus ojos abiertos al máximo y señaló , como ya hizo antes, hacia la dirección que creía podía ser la idónea, pero de forma insegura, preguntándose a sí misma y al engendro que la acompañaba si realmente ese camino les llebaba a su destino, o si por el contrario los alejaría aún mas.

En un arranque de idiotez suicida, posiblemente motivado por algún sentimiento de su vida pasada, o quizás por una emoción de canibal avaricia producto del deseo de extirparle los miembros al monito y reimplantárselos a sí mismo, el sujeto 1.145 sale de su escondite y se acerca lo más rápido que puede a la trifulca, enarbolando sus pintorescas armas como si de una especie de psicópata de ultratumba se tratara.

La intención que puede leerse en su imbécil rostro es clara: una espeluznante furia subnormal.