Partida Rol por web

Al amanecer escuchaste voces en la casa, algo pasaba..

Tu padre habia regresado tras una semana cumpliendo una mision secreta de la que nada habia dicho. Los criados salieron al paso para saludarlo, algunos exclamaron de alivio al verlo. Era un buen hombre, querido y apreciado.

El capitan Corinthio entro en tu cuarto con una sonrisa, estaba sucio y tenia un vendaje en el brazo con sangre reseca pero estaba vivo.

- Hijo, ¿Que haces aun en la cama? ¿No vas a saludar a tu padre?

- ¡Padre! - Exclamó Pallantides al verle llegar al amanecer por la ventana que se situaba encima de su cama. Hacía una semana, y al niño le había parecido eterna, pues cuando más disfrutaba del entrenamiento era cuando su padre le enseñaba.

Salió corriendo entre los criados para abrazar a su padre, sintió el pulso de su progenitor cuando este le apretó contra su pecho en señal de cariño, al aflojar el contacto, la cara de Pallantides cambió a la preocupación, mirando desde el brazo vendado de su padre hasta la cara manchada por el viaje.

- ¡Te han herido! ¿¡Que pasó!? - Preguntó preocupado.

- No es nada, un rasguño.- dijo restandole importancia.- Un grupo de salvajes barbaros atacaron un pueblo de la costa, los hicimos correr como ratas, no creo que vuelvan.- dijo con una sonria.- Cuentame ¿Como han estado las cosas por aqui?¿Has cuidado de tu madre como te pedi?

Escuchó atentamente lo que le decía su padre.

Es un héroe, de mayor quiero ser igual que él. Pensó Pallantides, y para eso le estaban entrenando.

- Si padre, la he cuidado y ya se recupera, el médico ha dicho que está bien, y el niño también - Confirmó el niño, pues su madre había estado enferma semanas antes y se preocupaban tanto por su estado como el del niño que llevaba dentro, ya que estaba embarazada y Pallantides esperaba un hermanito - Un buen hombre cuida siempre de los suyos - Concluyó citando la frase que una vez le había dicho propio su padre.

- ¡Mira padre! ¡Quiero enseñarte mis escritos de la academia! Y lo que he aprendido de la espada, ¡Ven, ven! - Decía Pallantides eufórico tirando del brazo de su padre.

- ¡Claro que quiero! Ve preparando esos escritos, mientras ire a lavarme un poco y a cambiar el vendaje del brazo.

Te acaricio la cabeza y se dirigio directamente a su habitacion, esperando saludar a tu madre con todo el cariño del mundo.

Al cabo de un rato volvio limpio y peinado a interesarse por tus avances.- Lo has hecho muy bien, hijo. Tu madre me a dicho lo bien que te has portado y lo mucho que te has esforzado... tal vez sea hora de que tengas esto.- dijo sacando su daga favorita. En la empuñadura tenia una piedra de color rojo muy rara. Era una pieza antigua y extraordinariamente bien calibrada.- Esta daga a pasado de padres a hijos por generaciones, ahora es tuya.

Un escalofrío recorrió la espalda de Pallantides, el muchacho no sabía que decir, tomó la daga en sus manos y habló a su padre.

- Gra...gracias padre, es un honor, la guardaré lo mejor que pueda, y servirá solo para hacer el bien, te lo juro... - Seguido a estas palabras le dió un emotivo abrazo a su padre.

- Me alegra que te guste.-dijo con cariño. Estaba incluso mas cariñoso que siempre. Posiblemente le hubiera pasado algo por lo que valorase aun mas a su familia.- ¿Que te parece si ahora me enseñas que has aprendido?.-pregunto.-Podriamos coger unas espadas desafiladas, de esas con las que entrenas y hacer un pequeño duelo entre nosotros.

- ¡Sí!, me encantaría padre - Dijo emocionado el niño - pero antes dime, ¿Ha ocurrido algo grave en la misión?... - Pallantides quería saber qué le ocurria a su padre, no le molestaba que estuviera así, pero, sentía curiosidad.

Tu padre se puso serio pero no eludio el tema. Se sento en una silla y te levanto sentandote en su pierna.- Eres listo, eres el unico que lo ha notado. Los barbaros atacaron una aldea costera, estaban saqueandola, se llevaban a las mujeres y quemaban todo lo demas. Cuando llegamos cargamos contra ellos y estos nos hicieron frente. Eran hombres asombrosamente altos y fuertes, con espadas enormes que cortaban carne y hueso con la misma facilidad...perdimos a muchos antes de tocasen sus cuernos en retirada y volvieran al mar. La muerte me paso muy cerca hijo. Pensar que no volveria a veros me horrorizo como ninguna otra cosa.. puede que me este haciendo mayor para estas cosas.-bromeo.

- Pero tú eres el mejor, padre, nadie puede ganarte - Dijo el muchacho para animar al que veía ahora un poco decaido y serio. El joven no creía que su padre fuera capaz de caer ante un enemigo, le había visto en los entrenamientos, nadie le ganaba con la espada y la confianza de sus hombres era férrea.

- ¿Sigue en pie lo de practicar con las espadas? - Dijo Pallantides con una media sonrisa en su cara, a modo de petición, se moría de ganas por entrenar con su padre.

-¡Claro! Ve por las armas.-dijo con una sonrisa.

Calentasteis un poco antes de que tu padre decidiera comprobar que habias aprendido.

-Te dejo atacar primero, adelante, sorprendeme.- Te pidio

Pallantides asintió con la cabeza y se colocó en la posición que le habían enseñado, el lado derecho del cuerpo un poco hacia atrás, con la mano libre hacia delante para poder maniobrar e impulsar mejor la espada.

Al principio dudó un poco, si fallaba, su padre podía estar decepcionado, además, era un gran guerrero, no le daría...aun así todos esos pensamientos se fueron de su cabeza, le demostraría a su padre todo lo que había aprendido para que estuviera orgulloso de él.

Agarró fuertemente la espada sin filo y realizó un tajo descendente desde la derecha, directo al hombro del brazo contrario a donde su padre estaba herido, no quería hacerle más daño si resultaba que lograba alcanzarle.

Tu padre espero tu ataque, penso que tendria menos fuerza pero le sorprendiste. Tal vez fuera por su brazo herido o porque no lo esperaba pero le desarmaste de un solo lance. La espada de tu padre cayo al suelo y su brazo se resintio pero su orgullo sufrio mas que su brazo. Desarmado por un niño...

Como pudo te sonrio pese a que viste algo muy distinto en sus ojos perplejos.- Has aprendido mucho... estoy orgulloso de ti....

Sin decir mas dio la demostracion por terminada, completamente humillado y levanto su espada del suelo dejandola en su lugar

Pallantides no podía creer lo que acababa de suceder, ¡Había desarmado a su padre!, había sido un buen golpe, estaba aprendiendo bien, una sonrisa le llegó al rostro, pero en seguida se puso serio al ver el semblante de su padre.

- Padre, ¿Te has dejado ganar?... - Le dijo algo deprimido por la posibilidad, el niño no se creía capaz de desarmar a su padre de un golpe sin ayuda.

Tu padre no te respondio, hizo como que no te habia escuchado. Herido en su orgullo nisiquiera podia pronunciar palabra.

Aun no habia salido del patio un criado llego corriendo.- Señor, señor...¡Los barbaros estan atacando la costa! llegan a cientos señor.

Tu padre apreto los puños y se giro acia ti.- Pallantides, cuida de tu madre, volvere pronto.

Tu padre salio de casa como una exalacion. No se despidio de nadie.

Su rostro cambio tornandose duro como las piedras del camino.

Pasaron horas largas de ausencia de noticias.

Algunos en la tarde hablaron de luces y fuegos en el este, columnas de humo vivo...

Nadie podia presagiar lo que paso mas tarde.

Tu madre ya te habia mandado acostar, angustiada por noticias que no te contaban debido a tu corta edad. Al poco de estar metido entre sabanas comenzaste a escuchar ruidos extraños, sonidos de pelea y cruces de espadas.

-¡Estan entrando!.- grito una criada completamente aterrada. Despues gritos y sonido de golpes. Al mirar por la ventana viste que la mayor parte de las casas ardia.

Hombres vestidos con pieles acercaban antorchas a todo cuanto podia prender.

Viste a un par de mujeres ser cargadas como mercancias sobre los caballos de los salvajes.

Algunos hombres les hacian frente, conscientes del riesgo. Los salvajes barbaros no tenian piedad con ellos.

Tu madre grito fuera y al salir encontraste a un hombre cargandola sobre su hombre igual que un saco, con su mano aferrada a las posaderas de ella con descaro.

Un hombre se percato de tu presencia y te encaro espada en mano.

El niño había estado inquieto y distraido toda la tarde, temía por su padre, por primera vez, pues se había ido algo triste, sin embargo, a veces recordaba la dura mirada que había puesto al aceptar que tendría que enfrentarse de nuevo a los bárbaros, y eso le reconfortaba.

Una vez despertó por el ruido no se podía creer lo que ocurría, vió cadáveres de gente que conocía, con los que había hablado, incluso ese mismo día.

Justo en ese momento recordó a su padre.

Habrá escapado...o estará viniendo hacia aquí, si, seguro... Se repetía a sí mismo, pero no conseguía engañarse, sabía que si no estaba aqui solo era por una cosa...unas lágrimas cayeron por la cara de Pallantides, se le hizo un nudo en la garganta y un dolor le apretó el pecho, pero en seguida, un grito le separó de sus pensamientos.

Pallantides salió de la habitación con la daga que le había regalado su padre al cinto. Cuando se encontró fuera, vió a aquel hombre llevarse a su madre, y solo recordó una cosa: Pallantides, cuida de tu madre...

La ira le apoderó y aún con las lágrimas asomando en sus ojos fue a desenvainar la daga para clavársela a aquel hombre, pero entonces otro se fijó en él y se le encaró en señal de duelo.

- ¡Vamos salvaje!  ... no...¡No te tengo miedo!- Consiguió decir algo entrecortado por todo lo que estaba pasando.

Miró rápidamente alrededor, buscando una hoja parecida a las de su entrenamiento para hacer frente a su enemigo.