Partida Rol por web

Finn era un mero observador en aquella pequeña incursión subterránea. Se limitaba a portar la luz que iluminaba a sus compañeros. Otro en su situación quizá se hubiera sentido fuera de lugar o culpable de ser un inútil... El semielfo sin embargo estaba contento de no haber tenido que recurrir a sus trucos, eso quería decir que su situación todavía no era desesperada.

No pudo evitar poner una mueca de desagrado al oir el desagradable sonido de metal contra metal que hizo la maza de la semiorca al aplastar la cabeza metálica del forjado.

- Esta no es la clase de anécdota que uno piensa al imaginarse a una dama sumergirse en las aguas... - Comenta alegre mientras sigue los pasos de Daisy Sue portando la luz.

- ¡Mierda! - Maldice.- ¡Cambiantes! - Exclama intentando avisar a sus compañeros y colocándose de tal manera que no estorbara al resto del grupo.

Con una mano ocupada sujetando el cetro solar, intento cargar la cinta de cuero que llevaba al cinto lo más rápido posible. Esa era su idea de ayuda... Tirarles piedras...

Regresa a tu mar y tu pod a cuidarte, hermanita.  Con un gesto libre Powaqqatsi regresó a la marsopa a la bahía desde donde había sido invocada.  Les debo una a tí y a tu mar.  Gracias.  Dijo, un poco triste por las heridas que había sufrido, pero sabía que él estaría ahí para su colonia cuando lo necesitaran. Era una correspondencia.

Sin enojo tomó su ballesta, la cargó, se asomó para tener suficiente ángulo y tiró hacia el más mal herido de los cambiantes que habían sido forzados a salir del agua por la marsopa.  Sabía que sus compañeros podrían pasar y echarse al agua o a la orilla sin él estorbandoles el paso, así que les dijo:  Aprovechen ahora.  La descarga de agua parece que sigue un ciclo, y ahora salió allá lejos.  Podrán avanzar, sólo cuidao.

El virote voló sobre la superficie del agua.  Que la sorpresa me ayude. -pensó al oirlo silbar.

Finn se mueve al tiempo que extrae su látigo. Se lanza al agua justo al lado de Daisy. El agua fría y maloliente es todo lo desagradable que prometía ser...

Los ojos de Demonfly brillaron de malicia. Hacía unos minutos, un cambiante les vigilaba en el Mercado de las Ratas. Ahora, dos salían a su encuentro. ¿Coincidencia? La coincidencia no existe cuando sabes interpretar correctamente las pistas. Aquella emboscada olía a cuerno quemado. Y en el agua de las cloacas, ningún fuego arde demasiado tiempo. Daisy Sue tomó el arco que llevaba a la espalda, ligero, manejable y casi sin retroceso, y en las distancias cortas, un arma letal. Dos dedos atrajeron hacia ella una flecha, montada en la cuerda que el brazo de Demonfly se regocijaba en tensar.

¡A tomar por culo!

La flecha salió silbando, con destino incierto. Viendo que no había sido el disparo más hábil de su vida, inspiró aire por una fosa nasal y escupió al agua.

Ese ha sío un disparo de advertencia. Si no os envía el Señor de los Filos a matarnos, más vale que sus vayáis por dónde habéis venío, sucias comadrejas.

Ese ha sío un disparo de advertencia. Si no os envía el Señor de los Filos a matarnos, más vale que sus vayáis por dónde habéis venío, sucias comadrejas.

El mismo fulgor azulado que anunció la llegada de la marsopa la despide cuando esta regresa a su hogar. Powaqqatsi siente como el animal, muy maltrecho pero con vida , le agradece el haberla retirado antes de su muerte. Los cambiantes, extrañados, rebuscan con sus garras en el agua aún ensangrentada.

La flecha impacta contra el agua sin dañar a ninguno de los cambiantes.Si han escuchado la advertencia parecen no hacerle caso. Ambos se mueven  hacia la semiorca. Parece que sonríen. Parece. Porque lo que parece una sonrisa es en realidad el rostro contraído de una bestia a punto de atacar.

El semielfo torció el gesto en una media sonrisa. Se habían metido de cabeza en una emboscada en aquel angosto pasadizo y sino fuera por los rápidos reflejos de la caza recompensas estarían en graves aprietos ahora mismo.

Aún así, la imagen de dos cambiantes chorreando sangre de sus garras y bocas acercándose a él con una sonrisa de puro tarado psicópata no acababa de tranquilizarle. Parecía que al fin y al cabo, se iba a tener que ganar el oro Cannith.

Finn cerró los ojos un segundo, tratando de encontrar el poder que guardaba su marca del dragón. Casi le parecía un insulto tener que convocar la fuerza de los vientos en una alcantarilla, en vez de liberarlos en su medio natural.

Noto como un cosquilleo iba convirtiéndose en puro calor en el lado derecho de su pecho y hombro, allá donde la marca de Lyrandar reposaba. Furioso, agitó la mano como si empujara una puerta invisible, desatando las fuerzas de la naturaleza.

Una fuerte ráfaga de viento salió directamente de la punta de los dedos del semielfo, convirtiendo en un caos de viento y lluvia el pequeño pasadizo.

- ¡Nemo me impune lacessit! - Exclamó a los cambiantes mientras observaba el resultado de su acción

Finn alarga sus manos en dirección a los cambiantes. Invoca el poder de su marca la cual adquiere un brillo interior. Nota la fiebre de la marca ardiendo en su piel y como esta transmite su poder. Una ráfaga de viento crece rápidamente en dirección a los cambiantes. Sorprendidos alzan las manos para protegerse del fuerte viento cuando el agua, excrementos y restos varios saltan hacia sus caras.

Uno de ellos intenta moverse hacia Finn sin lograrlo. Es incapaz de avanzar ni medio metro. El otro, sin embargo, mira a Finn con auténtico odio en su mirada de fiera. Aunque parece sonreírle, a Finn no le queda duda que lo que está haciendo es mostrarle los dientes de forma amenazante.

El túnel en el que habían entrado parecía decir "entrar y morir" y parecían que intentarían cumplirlo, a no mucho tardar, el enano escucho como otra hojalata atacaba al grupo, desenvainó su escudo y su hacha pero no era necesario, el fuerte brazo de Daisy dio cuenta de la chatarra.

El ruido del cuerpo al caer escaleras abajo nos aviso de la alcantarilla en la que nos habíamos metido, al llegar a ella una nueva sorpresa, una que implicaba la furia en la sangre del paladín de la llama. -¿Cambia formas?- Exclamaba mientras intentaba llegar a la boca del túnel donde ya estaban luchando sus compañeros., quizás podría ser.... -Dejadmelos a mis, POR LA PLATA!!!!

Los latigazos de aire más externos del huracán del flaco hicieron palpitar el ala del sombrero de Demonfly, que había absorvido demasiada agua putrefacta como para desnudar la cabeza de su dueña. El flaco piensa distinto. El flaco está pensando en sobrevivir, en mantener el peligro alejado. Demonfly, por su parte, es peligro. Y astucia. Y tiene un plan.

Buen intento, flaco. Fue un placer haberte conocío.

Demonfly sujetó el sombrero con la mano libre y arrastró las botas por el fondo del canal en una lenta marcha, pasos ralentizados por el peso del agua en su ropa y la resistencia en el líquido fecal frenando sus rodillas. La espalda de Daisy Sue se mostró ante Finn como un eclipse rojo y mugriento, notando la fuerza del aire detrás de ella mientras se encaminaba hacia su muerte.

Se plantó ante uno de los peludos, con gesto serio, mientras la mano del arco se levantaba como el puño de un púgil, con la defensa alta. Y de pronto, sonrió. Fugazmente, ladeando la comisura por solo un lado. Ya estaba todo predispuesto para su plan. Ahora tan solo había que aguantar en pie, como un saco de arena, recibiendo golpes. Tarde o temprano, la válvula más cercana se abriría para soltar un fuerte chorro de agua sobre aquellos cambiantes.

Un estruendo recorre la escalera. El sonido del metal quebrando la piedra os hace pensar que una trampa debe haber liberado una inmensa bola de acero que cae desde lo alto de la escalera. Los que estáis en el canal pensáis en apartaros para no morir aplastados. Los que estáis aún en las escaleras os apartáis sin pensarlo. No es una bola de acero...¡Es Ariete!

El inmenso forjado se lanza escaleras abajo en cuanto escucha que hay enemigo ahí abajo. Sabiendo que no hay tiempo que perder incluso se lanza sobre el agua de cualquier forma. Un forjado de nombre ariete no hace ascos a un buen combate ni aunque sea en agua sucia. Una ola que barre el canal de este a oeste anuncia la llegada del enorme forjado...

Ambos seres arremeten contra la semiorca. Lanzan sus  garras contra Daisy en un intento de alcanzarle los ojos para cegarla. Pero la bocanada de aire de Finn y las dificultades de luchar con el agua al pecho hacen que los golpes puedan ser esquivados con soltura. Al menos de momento...

Casi al otro lado del canal una de las válvulas vuelve a abrirse lanzando una nueva bocanada de agua sucia.

Finn aún sentía un ligero escozor en el pecho donde se encontraba la marca de dragón. Había gastado casi todo el poder que tenía y parecía no haber servido de nada sino para salpicar a los cambiantes con aquella agua llena de inmundicias y enojarlos más.

Maldiciendo, se pasó rápidamente el látigo a la mano que sujetaba el cetro, manteniendo ambos objetos en un precario equilibrio. Con la mano libre sacó una ligera varita que parecía haber visto mejores tiempos y apuntó al espacio entre los dos cambiantes que no daban cuartel a la arrojada semiorca.

- ¡Aún me quedan unos cuantos trucos inútiles más para mostrar Daisy! - Comenta con una sonrisa intentando controlar su nerviosismo. - Debería haberme dedicado al circo y no a buscar reliquias... - Finaliza terminando de realizar el hechizo guardado en la varita mágica.

Debajo de la superficie que ocupaban los cambiantes, ya de por si farragosa y resbaladiza, una densa capa de grasa cubrió el suelo que pisaban sus enemigos, haciendo más difícil sus movimientos.

Es de todos sabido que el fuego griego, el fuego alquímico, prende sobre el agua.  Powaqqatsi sacó uno de sus viales y lo lanzó sobre el cambiante más cercano.  Una vez que le cayera encima le dijo a su hermano forjado.  Ariete, ¡muévete enfrente para bloquearle el paso!  Así arderían más, o se retirarían.  

El mismo druida dió un paso atrás, dejando espacio para que el enano paladín ocupara su lugar y, si así lo quería, tomara la lanza que traía a su espalda.  Con el alcance de esta no tendría el enano que meterse al agua para atacar al cambiante al que le había echado el fuego encima.

Ariete avanza con su lucero del alba alzado sobre su cabeza.A pesar de su tamaño y el material en el que está forjado Ariete es un guerrero y, como tal, es más rápido de lo que cabría pensar por su tamaño. El cambiante no puede hacer nada por esquivar el golpe. El lucero del forjado cae con fuerza inusitada sobre el rostro del cambiante. Un chorro de sangre, dientes y agua sucia caen al canal tiñéndolo de rojo.

Fuego. Las pupilas de Demonfly reflejaban las llamas con el ardor de la batalla. Tenía la posición ganada, tan solo debía  esperar a la apertura de la válvula adecuada. Sin embargo, siempre hay un método más rápido: el método de la sangre. Por debajo del nivel del agua, la mano de la cazarrecompensas desenvainó furtivamente su espada. Como un torpedo, el filo tomó impulso por pura fuerza bruta, abriendo camino en dirección a su atacante.

¡Ah, peludo! Enfrentarse a Daisy Sue Demonfly no ha sío la idea más brillante de tu carrera como criminal...

Daisy Sue hundió la punta en alguna parte carnosa bajo la cintura del cambiante, que el oscurantismo del agua sucia convertía en un espectáculo apto para todos los públicos. El resto era muñeca. Giró la espada y la retiró para poder rearmar su golpe y rematar a su rival... pero aquel viejo zorro aún tenía cosas por demostrar.

Finn extrae su varita y con un leve movimiento activa las energías arcanas que hay depositadas en este pedazo de madera. Una luz oleosa de color marrón y de aspecto espeso surgen rápidamente de la varita en dirección a los dos cambiantes. Estos miran, sin entender lo que sucede, como ese chorro espeso atraviesa el agua justo delante de ellos.Cuando de repente uno de ellos, el que está más al norte, suelta una exclamación. Pero su improperio no evita que se desequilibre completamente. Sus pies aparecxen flotando por delante de él cuando la grasa conjurada en el fondo del canal por el bardo le hacen resbalar.