Partida Rol por web

Sólo quería que pasaras por la sala de máquinas para que el mecánico te quitara las esposas - responde la doctora - Vamos, te llevaré a la cantina para que puedas comer algo.

La joven conduce a Kotaro al vagón que está justo detrás, donde se encuentra el comedor. El anuncio de Mogami Tomohiro pilla a Kotaro en la cola esperando su ración. El brutal tirón de la locomotora le hace trastablillar un par de pasos, lo que causa algunas risas entre los tripulantes más veteranos - No les hagas caso - dice Ueno, que tampoco parece haber tenido problemas para mantenerse en su sitio - En poco tiempo te acostumbrarás a estas sacudidas. La mesa de los soldados está ahí. Luego pasa por el arsenal para que te den el uniforme, las armas y la armadura. Ahora tengo que irme. Bienvenido a bordo. - dicho esto coge una bandeja llena de comida y se marcha.

No hay tanto espacio como para que Kotaro se siente solo en un rincón, pero aunque está rodeado de gente no podría sentirse más solo. Los otros soldados lo ignoran como si no estuviese ahí. No es algo que Kotaro no haya visto antes: hasta que no haya combatido y demostrado que se merece estar ahí ellos actuarán como si fuera invisible. Bueno, al menos no tiene que pelearse con nadie para tener derecho a existir. Además, la comida es buena, sabrosa incluso. Mucho mejor que la bazofia que le daban en la cárcel. El tal Mogami Tomohiro debe ser de esos raros nobles que no tratan a sus subordinados como basura.

Las conversaciones bajan un tono cuando Shimazu Kuma entra en el comedor acompañado de una joven con ropajes de noble y el pelo de un llamativo color rosa - Vidente - susurran algunos - Bruja - dicen otros - No la mires a los ojos o te convertirá en kabane...

Shimazu Kuma conduce a Arisa a la cantina, situada cuatro vagones más atrás. Durante el anuncio de Tomohiro y el arranque de la Ryugujou el soldado se prepara para contener la caída de la chica, pero ésta ya había previsto la sacudida y se sujeta sin problemas.

Eres buena ¡JAJAJA! - comenta Shimazu con buen humor.

La cantina está abarrotada de tripulantes de la hayajiro, separados según su estatus. A Arisa le llama la atención el buen olor que sale de la cocina. En este asunto Tomohiro es una rara avis entre la nobleza de Hinomoto, ya que opina que los tripulantes bien alimentados cumplen mejor su deber que aquellos que tienen que trabajar duramente por un mendrugo de pan y sopa aguada.

Mira, allí está - le dice Shimazu - ése chico de ahí, el del pelo plateado.

En cuanto él levanta la vista hacia ella la visión avasalla la mente de Arisa.

Dos ojos rojos brillando con furia en medio de una nada de color blanco. La cabeza cercenada del chico flota entre ambos ojos, su cuello sangrando y con los restos desgarrados de la tráquea y otras vísceras asomando por debajo a modo de grotesca cola.

Arisa no consigue evitar un respingo.

Vamos, seguro que no estan malo...

La noble se ha detenido un momento al ver a Kotaro. No es de extrañar, ya que la pinta que tiene es de todo menos agradable. Dos soldados se levantan para dejarle sitio a Shimazu y la chica cuando queda claro que vienen a hablar con Kotaro.

¿Qué hay? - Shimazu se sienta frente a Kotaro - Veo que ya te estás metiendo algo entre pecho y espalda ¿eh? ¡Mejor, porque a partir de ahora estás de servicio las veinticuatro horas del día. Tu uniforme y tus armas te esperan en el arsenal. Mira, quiero presentarte a alguien: Furuhashi Arisa-san, vidente, cartógrafa y consejera de Tomohiro-sama...

Al poco de que Yûki cuelgue el interfono la Ryugujou se pone en marcha con gran entusiasmo por parte de los operarios de la sala de máquinas. Takeshi y Hideo empiezan a hacer todo tipo de comprobaciones, pero los complejos motores parecen funcionar bien. Eso es bueno teniendo en cuenta el rendimiento que les exige Natori-san desde el primer momento.

¿Takeshi-kun? - dice una voz femenina medio ahogada por los furiosos siseos del vapor - ¿Takeshi-kun?

Yûki es la primera que se encuentra a la visitante, una joven de pelo negro recogido en dos largas coletas y vestida con un kimono de médico. Se trata de Ueno Chihiro, la médica del tren, a quien todos suponen emparejada con Takeshi.

¡Perdón, Koizumi-sama! - dice al ver a la guardaespaldas de Tomohiro - Estoy buscando a Fukui-kun y a Asano-san. Creo que tendrán hambre después del trabajo de reparar la Ryugujou - le muestra una bandeja a rebosar de comida. Que no se le haya caído nada pese al traqueteo de la hayajiro es una prueba de su veteranía...

Una punzada estremece el corazón recubierto de metal de Hideo, la sensación inconfundible de que hay un kabane cerca. No, espera, ahora ha desaparecido. Por desgracia la sensación ha durado demasiado para achacárselo a los nervios y el tren es demasiado grande para la capacidad de percepción del kabaneri...

La vidente observa al enorme hombre que ha entrado en la estancia. "Si fuese más joven, no habría duda de que es él." piensa, fijándose después en su barba cana. "La ola blanca... podría ser." Arisa levanta una ceja, algo sorprendida y halagada de que conozca a su familia y la trate de "ilustre", aunque su breve alegría se esparce por el suelo una vez la llama niña. "Responderle me haría parecer aún más infantil." se recuerda mientras frunce los labios, conteniéndose. Una vez terminan la conversación los dos hombres, Arisa se levanta y hace una pequeña reverencia a Tomohiro.

- Le avisaré de todo lo que consiga averiguar, Mogami-sama. Si necesita mis servicios más tarde, no dude en llamarme. 

Mientras atraviesan los vagones, Arisa no puede evitar preguntarse cuántos golpes se habrá dado contra el techo Shimazu-san, aunque al poco tiempo su preocupación es sustituida por la necesidad de sujetarse debido al leve temblor, que aumenta en cuestión de segundos. Permanece agarrada durante el anuncio de Tomohiro y espera a que las sacudidas se detengan por completo para reanudar la marcha. 

- Sólo soy precavida. - responde a Shimazu simplemente, dando por hecho que eso podría preverlo cualquiera.

En cuanto llegan a la cocina, se sorprende de notar el aroma que proviene de la cocina, aunque no le desagrada. Sigue la mirada de Shimazu y en cuanto lo ve, Arisa siente un escalofrío por todo el cuerpo. La visión le obliga a llevarse la mano a la boca, invadida por unas náuseas repentinas. El olor a comida no ayuda, pero Arisa consigue contenerse y para cuando parpadea de nuevo, todo ha vuelto a la normalidad.

En cuanto ve al chico, Arisa se lleva la mano a la boca un momento y cierra los ojos unos segundos antes de poder mirarle de nuevo. Siguiendo a Shimazu, se sienta a su lado y enfrente de Kotaro. Mientras deja que hable el hombre, Arisa pasea su mirada por el rostro y el cuerpo de Kotaro, como si estuviese buscando algo y no consigue encontrarlo. Se gira un instante hacia Shimazu, algo molesta porque la haya presentado sin su permiso, pero no dice nada.

- Encantada. - inclina la cabeza levemente y se queda en silencio unos instantes. 

"Hechas las presentaciones, no tengo mucho más que decirle... Y tampoco creo que sea capaz de entender la situación." piensa molesta, sin mencionar que el simple hecho de que estar frente a ese chico hace que se ponga nerviosa. Finalmente, Arisa toma aire y aprieta los puños sobre sus rodillas.

- Disculpa... ¿Podrías levantarte un momento?

Kotaro busca con la mirada un hueco en el que poder sentarse y saborear esa comida que olía tan bien. Hacía meses, quizá años que no daba bocado a algo que no pudiera confundirse con alimento de alimaña.

Poco le importa que le ignoren el resto de soldados, si bien pone atención a lo que pueda escuchar de los que tenga más cerca. Si la supervivencia se sostiene en varios pilares, no le cabe duda de que uno de ellos es la información.

--¿Bruja? ¿Vidente? Qué diablos… -- el placer de comer algo decente queda interrumpido cuando observa con incredulidad a los soldados, para después dirigir la mirada al jefe de guardias y a la joven noble que acababan de entrar en el vagón. Estaba claro que se referían a ella.

Como si algo en su interior hiciera fuerza para que le dejasen comer tranquilo, disimula volviendo la mirada a su plato para acabar maldiciendo a los mil demonios al ver que justo los dos soldados que tenía enfrente se levantaban para ceder sus asientos. –Joder… --Levanta la mirada y hace un esfuerzo titánico para que no se note la frustración en su expresión.

Saluda a Shimazu levantando ligeramente la cabeza y cejas mientras le mira a los ojos. Posteriormente asiente, dando a entender que ha comprendido las órdenes y no hay ninguna objeción.

Ante la presentación de la joven, la respuesta de Kotaro no es más que volver a llevarse algo de comida a la boca. Le importa bien poco que la chica se le quede mirando de arriba abajo; estaba acostumbrado a los “exámenes visuales” de quienes no se esperan encontrarse a alguien de su tamaño, sin embargo no deja de extrañarle que alguien de la nobleza de la hayajiro haya ido a sentarse justo delante de él, sin motivo aparente.

Mira al resto de soldados, sobre todo a los que tiene más cerca. Que evitaran mirarla a los ojos no hizo más que enervarle, haciéndole poner una expresión más dura de la que tenía hasta ahora – Panda de cobardes supersticiosos. Más me vale arreglármelas para que mi vida no dependa de vosotros.

Vuelve la mirada a Arisa, esta vez mirándola fijamente a los ojos. Ante su petición de levantarse vuelve la mirada a Shimazu, como si estuviera buscando una explicación, para terminar volviéndola a dirigir a la joven. La situación le parecía demasiado extraña, de manera que deja los cubiertos sobre la mesa, yergue la espalda sobre el respaldo de la silla, se cruza de brazos y empuja su silla ligeramente hacia atrás, buscando una sombra que le cubra el rostro.

--Qué queréis. –pregunta fría y secamente.

Aunque Arisa se había sentido aliviada al ver que el chico se movía, se pone aún más tensa al ver que no se levanta. Le cuesta mantenerle la mirada, más recordando destellos de lo que había visto al mirarle por primera vez, pero aún así se esfuerza por hacerlo. "No será tan fácil, ¿verdad?"

- Hay una visión... No, hay un futuro en el que un joven grande lleva a la Ryugujou a la catástrofe. Es algo que aún no ha ocurrido, pero que puede ocurrir y que debemos evitar a toda costa. - "No espero que lo entiendas..." es la parte que no debe decir. Ya eran bastantes las veces que la habían ridiculizado por sus habilidades - Sólo quiero conocer todas las posibles personas que puedan encajar en dicha descripción. ¿Sabes algo sobre una ola blanca?

Se había mantenido hablando en un tono neutro, sin importarle que los demás la puedan escuchar. Al fin y al cabo, es una advertencia para todos, aunque Arisa sabe de sobra que muchos la ignorarán o la tratarán de loca.

Mi primer impulso cuando la veo girarse hacia el interfono es detenerla pero no me da tiempo. Con cara de circunstancias la veo tararear alegremente y no puedo evitar llevarme la mano a la cabeza cuando la oigo decir lo de las comprobaciones. Con gesto de hastío me giro de nuevo hacia los controles para empezar con las pruebas, ya he tenido bastante de ardillas hiperactivas por hoy.

Guardo un silencio respetuoso mientras Mogami-sama habla, aunque no dejo de hacer las comprobaciones mientras planto los pies en el suelo para resistir los primeros momentos de movimiento. Adoro el momento en que todo se pone en marcha, con los gritos de apoyo que retumban por toda la  Ryugujuou, y mientras tanto yo intento recordar lo que sé de la estación a la que vamos y del científico que tenemos que rescatar. Espero que las largas diatribas de mi padre hayan dado un poco de resultado y me acuerde de algo acerca de Kuroda-sama aparte de que es EL experto en Kabane...por un milagro del destino parece que cuando mi padre me estaba explicando "eso" algo se me quedó, igual que con la fortaleza. Para nuestra tranquilidad (y a pesar de la tralla que le está metiendo Natori-san) todo está funcionando bien.

-Vale, todo está correcto. Bien hecho, Hideo.- Comento aún inclinado sobre los controles. Al oír la voz de la recién llegada me giro de golpe. Instintivamente doy un par de pasos hacia ella, alejándome del panel de control.- Eres muy amable, Chihiro.- Me giro un momento hacia el mecánico.- Asano, si crees que ya está creo que es momento de que comamos algo, si te apetece.- Me adelanto hacia Chihiro, ignorando ligeramente la presencia del resto, y empiezo a medio regañarla con amabilidad. Mi actitud ha cambiado diametralmente con respecto a cómo trato al resto. En silencio le tiendo las manos para que me pase la bandeja.- Esto pesa mucho. No deberías haberte molestado, ¿que habría pasado si con el traqueteo te hubieras caído?.- Lanzo una mirada de sospecha a la bandeja llena a rebosar de comida, y luego a la joven. Mi tono de voz no es afectuoso en absoluto, sino ligeramente cabreado. Para cualquiera que no me conozca bien, le estoy leyendo la cartilla.- ¿Has desayunado?. Vamos a algún sitio tranquilo a comer en condiciones.- Le cedo el paso y me giro justo en la entrada de la sala, mirando fijamente a la guardaespaldas y al mecánico.- ¿Venís a comer o esperáis una invitación por escrito?.- Pregunto con tono sarcástico.

Kotaro se mantuvo en silencio unos instantes, haciendo evidente que las palabras de la joven le hicieron pensar lo suficiente como para preparar una respuesta llena de cautela.

El flujo de personas con las que se había cruzado a lo largo de su vida incluía algunas que tenían capacidades fuera de lo común, por lo que se disipaba la tentación de considerar inmediatamente a Arisa una bruja o una noble con extrañas costumbres consentidas por su estatus. Sin embargo, justo por ello era consciente de la amenaza que podía suponer si de verdad era alguien con capacidades extraordinarias.

--Un joven grande lleva a la Ryugujou a la catástrofe… ¿apenas acabo de subir a la hayajiro y ya me queréis quitar de en medio, bastardos? –Kotaro siguió clavando la mirada sobre Arisa, aunque entre las sombras se podía apreciar que su expresión era mucho más dura, muy cercana al odio.

La sensación de encerrona se volvió angustiosa, pudiéndose notar en la manera en que Kotaro trataba de controlar su nerviosismo moviendo ligera y rítmicamente los dedos de sus manos entrecerradas.

Cogió aire de manera visible, como si fuese a decir algo en voz alta, pero finalmente para una fracción de segundo, reconsiderándolo. La pregunta sobre la ola estaba fuera de lugar si de verdad quería meterle en problemas; quizá, en el fondo, había una remota posibilidad de que no quisiera acabar con él.

Reordenando su pensamiento justo en el último momento, a pesar de que sus sospechas estaban lejos de disiparse, acabó respondiendo con el mismo tono seco que antes –No sé nada de ninguna ola blanca. Sigue buscando en otro lugar.

Ni siquiera le hago excesivo caso a la guardaespaldas cuando esta se comunica por el interfono, tenía trabajo por delante y no mucho tiempo por lo que se veía. Así que me concentro en exclusiva en revisar los niveles de agua, vapor y presión del compresor. Es entonces cuando empiezo a oír el discurso de Tomohiro-dono y noto como arranca la Ryugujuou. Genial, bueno si algo explotaba no pensaba hacerme responsable, lo arreglaría como si fuese fallo mio por supuesto pero nada más.

Por suerte parece que todo aguanta y haciendo las últimas comprobaciones puedo tranquilizarme y apartar por un segundo la mirada de los controles. Es entonces cuando me doy cuenta de que había llegado la doctora Chihiro. Siempre era curioso ver al jefe de ingenieros cambiar radicalmente en su presencia. Lamentablemente la diversión no dura mucho cuando cierta desazón invade mi cuerpo.

- Quizás sea mejor que comáis aquí creo que los otros vagones ya no son seguros, Fukui-san- le digo bastante serio antes de dirigirme a la guardaespaldas- Kouzumi-san, haga el favor de informar a Tomohiro-dono de que hay alta probabilidades de que se nos hayan colado varios kabanes. Si me nombras el señor lo entenderá.

Dicho esto me acerco al pasillo por si vuelvo a tener esa maldita sensación.

Los puños de la joven psíquica se habían mantenido apretados durante toda la conversación, como si intentase concentrar su tensión en ellos. Había poderes de los que carecía, comparados con los de su madre, y en ese momento empezaba a echarlos de menos. El silencio y la mirada del chico le indicaban que había algo más para él detrás de aquellas preguntas, pero era incapaz de saber qué era.

Arisa empezaba a sentir algo de pánico al encontrarse con esa mirada, pero su orgullo le impedía apartarla. "Yo sé lo que va a pasar y él, yo tengo la razón, soy superior aquí..." se recordaba, esa especie de letanía que se había transmitido en su familia y que le daba fuerzas en esos momentos. La tensión se rompe al fin cuando el chico decide hablar. Arisa relaja los puños y suelta un leve suspiro, casi aliviada, aunque una parte de ella teme que le esté mintiendo.

- Si la encuentras, no luches contra ella. - responde decidida - Si lo haces, ese futuro se cumplirá y la Ryugujou caerá en desgracia... No luches contra ella. - repite después de sacudir la cabeza un momento, esta vez más como una petición. Sus ojos tienen un aire algo triste esta vez, pero se gira rápidamente, cambiando la expresión de nuevo - Shimazu-san, ¿hay alguien más que pueda encajar con la descripción? Debo advertirle... Aunque tal vez se trate de alguien que ni siquiera ha subido a la hayajiro... - se queda pensativa unos instantes y se vuelve a girar hacia el chico, algo dubitativa - Puede que no seas tú... Pero por lo menos, ¿podría conocer tu nombre?

La respuesta desconcertó a Kotaro, haciendo que relajara su expresión facial. No sabía si creerle o pensar que, en el mejor de los casos, la chica había tomado algo en mal estado. Lo que estaba claro era que no parecía querer buscarle problemas, al menos de manera directa y aparente.

Ante la pregunta del nombre quedó dubitativo por unos instantes. Decirle su nombre real le daba la llave para volver a dar con él fácilmente, pero estando Shimazu al lado no tenía caso dar una respuesta falsa. Con tal de mantener su carácter firme ante los demás, responde una vez más secamente, sin dejar que se note inseguridad en su voz – Kotaro Zweihänder.

A pesar de que lo que le quedaba de su sabrosa ración le esperaba provocativamente sobre la mesa, Kotaro resiste la tentación manteniéndose a la defensiva en su actual posición, sin intención de moverse hasta no ver a la joven marcharse.

La joven se acercó a Ueno cuando Takeshi le quitó la bandeja y le alzó un brazo, luego otro, para después rodearla mientras la observaba de arriba abajo. Luego se plantó delante del mecánico con gesto confuso.

- Acaso está enferma o lesionada? Porque yo la veo estupendamente como para que la trates como una flor desvalida e inútil - iba a propinarle un golpecito en la nariz pero las palabras de Hideo provocaron que su rostro se endureciera de forma totalmente contrapuesta a lo que había mostrado hasta ahora.

- Gracias Asano-san - dijo con firmeza y seriedad mientras desenfundaba su arma. Pero antes de salir corriendo del vagón en busca de su señor, Yûki cogió uno de los dulces y se lo metió en la boca