Partida Rol por web

Minami rodea el campamento en dirección contraria a Yûki y Hideo mientras Takeshi empieza a disparar con la potente ametralladora. Guiado por las visiones de la noble pelirrosa Takeshi dirige la mortífera ráfaga lejos de la tienda central o del resto de sus compañeros. Las balas destrozan todo aquello que alcanzan, y el ruido hace que los bandidos griten de terror y corran de un lado a otro como pollos sin cabeza. Los pocos que se atreven a salir al paso del Chisai Ryu son rápidamente abatidos por uno o dos disparos de la ametralladora...

Un fugaz pensamiento le indica que Arisa definitivamente tenía razón, si bien tan pronto como pasó por la mente de Kotaro se desvaneció. La escena acaparó con egoísmo y ansia otros sentimientos mucho más negativos, los cuales se alejaban de los correspondientes al reconocimiento del mérito de la vidente tanto como el blanco dista del negro.

Los kabane mutilados y encadenados podrían ser impactantes de por sí, pero ver el deplorable estado en que se encontraba la pequeña no solamente con evidentes signos de tortura, sino con esos dos engendros a escasos centímetros de ella, amenazando con arrebatarle su humanidad, le quitaron cualquier ápice de duda que pudiera hacerle retener el convencimiento de deber actuar de inmediato.

Que junto a lo anterior se encontrara además un humano, un adulto consciente, autor y claro culpable de la inhumana situación que estaba sufriendo la niña, directamente despertó la más perversa faceta de su alma que había permanecido enterrada desde los últimos asesinatos que desembocaron en su ingreso en la Ryugujou.

No le extrañaría que sus enemigos, aquellos que de alguna manera le conocen bien, le tacharan de demonio. Sin embargo la definición era incompleta: él mismo se definía como un demonio, pero no uno sin más, sino devorador de otros demonios. Irónicamente, que su subconsciente hubiese comprendido que tenía carta blanca para asesinar a esta escoria sin temor a ninguna clase de represalia le hizo salivar, como si estuviera delante de un sabroso banquete después de largos meses sin probar bocado. Muy a su pesar, en el fondo de su corazón, no podía lamentar más el no poder recrearse descuartizando viva a su víctima, haciéndole pasar por el infierno que cree que se merece.

Sin previo aviso, mucho menos respondiendo a la pregunta del sucio torturador, Kotaro se abalanza fugazmente sobre él y la kabane que tenía apresada como una marioneta.

El primer objetivo es la kabane que sujeta el objetivo de la furia de Kotaro: cualquier paso en falso y la muerto viviente podría estar lo suficientemente cerca como para infectar a la niña. Por otro lado, el uso de los rifles era demasiado arriesgado debido a la cercanía del monstruo con la pequeña rehén, si bien ese hándicap era diferente contra el líder de los bandidos.

Como si de un rayo negro se tratara, la katana cubierta de carbón de la mano derecha de Kotaro silba levemente, directa a ensartar la cabeza de la kabane con el objetivo de ser ahora él su titiritero.*

Sin perder ni un segundo, de debajo del oscuro trozo de tela que le cubría saca uno de sus rifles y encañona con su mano izquierda al bandido, dispuesto a descabezarlo de un disparo casi a bocajarro.*

Nos vemos en el infierno, escoria – le espeta antes de apretar el gatillo.

Yûki agacha la cabeza para acelerar la motocicleta, por lo que la bala que pasa silbando por donde antes estaba su cabeza sólo consigue arrancarle un mechón de cabello...

La katana de Kotaro atraviesa el cráneo de la kabane con un desagradable sonido de metal contra hueso. Pero cuando el joven intenta dispararle al bandido con su rifle éste agarra el cuerpo desmembrado de la kabane con la otra mano y lo utiliza para desviar el tiro, que sale haciendo un agujero en el techo de la tienda.

¡MALDITO! - siguiendo el giro con el cadáver Maruo intenta golpear a Kotaro para derribarlo

Sonrío con seguridad sin apartar los ojos de la mira, un poco nervioso ante el hecho de que use sus poderes. Me muero de curiosidad por ver cómo lo hace.

-Pues tu poder nos va a venir de perlas, Furuhashi-san, tómate todo el tiempo que necesites.- Mi tono de voz es tranquilo y mesurado, aunque me cuesta un poco no ponerme a pegar chillidos por las ganas que tengo de probar mi nuevo juguete. Desvío durante apenas un segundo mi mirada hacia la chica cuando me toca la mano, y mis labios se tuercen en una sonrisa. Me importa poco la cercanía, ya que acostumbro a trabajar en sitios angostos. Pero no es lo mismo para una jovencita, sobre todo si es noble.- No te preocupes por el decoro, simplemente asegúrate de mantener la cabecita agachada y de avisarme si empiezas a...agotarte o lo que sea que te pase si usas mucho tu poder.- Aún con la sonrisa en la boca vuelvo a centrarme en la mira.- Si te desmayas igual me da un infarto...

Cuando empieza a guiarme empiezo a abrir fuego buscando generar el mayor lío posible. Sólo busco matar cuando veo que se acercan a nuestro transporte para protegernos, aunque no tengo problemas en intentar dejar tullidos o malheridos al mayor número de mamones posible. Me acuerdo de una de las frases que Chihiro me dijo una vez, en un contexto muy diferente: “Un muerto está muerto y ya está, un herido es un gasto de recursos y retrasa a todo el grupo”. Sonrío más ampliamente mientras sigo gastando los recursos de los bandidos y generando confusión.

-Sigue moviendo el dragoncillo.- Otro que se ha quedado con el mote.- Hasta que veamos venir a alguien con la chiquilla, Minami. Yo continuaré vaciando el campamento.- Aprovecho un momento en el que tengo que recargar la munición para dirigir una mirada a la joven. Con gesto resuelto me muevo de manera que la proteja y mantenga más o menos estable en el sitio en caso de que el jeep dé un bandazo, porque es jodidamente diminuta. Oficial y caballero, eso soy yo. Pero no tonto, y se me escapa una sonrisita. -Es sólo para evitar que salgas disparada si frenamos de golpe, Hime-sama.- La miro un momento con cierto gesto de preocupación.- ¿Vas bien o necesitas un descanso?.

El empujón hace caer duramente a Kotaro al suelo, pero en su caída el chico se lleva el escudo improvisado del bandido, cuyas mandíbulas siguen chasqueando y vomitando fluidos apestosos. Sin perder tiempo el bandido lleva la mano hasta su pistola de vapor.

La niña observa cómo la cabeza de la kabane pasa demasiado cerca de su cara. Su rostro queda pálido, inmóvil, la boca inmovilizada en un mudo grito de horror infinito. Un frío glacial se apodera de la tienda cuando de la niña empieza a surgir un aura de pura oscuridad...

Mierda… -- piensa al ser derribado -- ¡Mierda! – exclama en su mente al ver que el desgraciado tenía una pistola -- ¡¡MIERDA!! – Que la niña comenzara a expeler un aura que se alejaba de ser algo humano no ayudó a que se calmara. Definitivamente, Kotaro sintió que en apenas unos segundos pasó de tener la situación bajo control a estar bastante jodido.

Aun con todo, ésta no sería la primera vez en la que se vea en una situación realmente contra las cuerdas, por lo que casi de manera automática supo actuar en orden. La amenaza más inminente era el jodido tipo de pelo verdoso; la kabane no podía ir más allá del guardamano de la katana, así que con ella no había problema. Y la niña… bueno,  la niña está atada y al fin y al cabo es una niña, por muy psíquica que sea… ¿no?

Por todo ello, harto de tener peleas callejeras en Kongoukaku, instintivamente supo que su mejor opción en ese momento era dirigir con todas sus fuerzas una patada a la zona de una de las rodillas de su contrincante: si acertaba, el cabrón lo iba a tener jodido para apuntarle con la pistola estando desequilibrado; con un poco de suerte le luxaría e incluso partiría la rodilla. Lo siguiente sería levantarse y reventarle la cara a puñetazos, pero por desgracia no estaba en un callejón oscuro y solitario con todo el tiempo del mundo.

Manteniendo a la ensartada kabane a pulso con la katana que sujetaba con su mano derecha, utilizó la otra carta que le quedaba en la mano: todavía le quedaban unos cuantos disparos al rifle de su mano izquierda antes de tener que recargar y, con un poco de suerte, si ha conseguido patear la rodilla del enemigo, esta vez lo tendrá bastante más difícil para esquivar el disparo.

Sin mediar palabra aprieta el gatillo, con el corazón a toda velocidad al sentir que aun en el caso de salirle todo bien, el tiempo se le estaba empezando a echar encima.

Las palabras de Takeshi hacen que Arisa frunza el ceño un instante, pero finalmente asiente más tranquila. "Le tomaba por un ignorante... Pero por lo menos sabe apreciar mi poder." 

- No te preocupes, no me desmayaré. He sido entrenada desde pequeña y aunque la clarividencia no es mi fuerte, es una tarea simple. Y ahora silencio...

A pesar de que los primeros tiros se desvían un poco de sus enemigos, poco a poco la psíquica se hace al mando del extraño cañón de Tomohiro. Ya sea virando la mano de Takeshi o murmurando "izquierda" y "derecha", la joven consigue guiar los disparos a aquellos que amenazan con acercarse a ellos. El movimiento del vehículo hace que Arisa se tenga que sujetar al asiento con la otra mano y que apriete los dientes cada vez que se dispara otra ruidosa ráfaga. 

Pero no es ese el motivo por el que le clava más de una vez las uñas a Takeshi en la mano. "Tú no puedes verlo, y aún así les estás matando..." A pesar de que intenta apartar la vista cada vez que las balas de la ametralladora alcanzan un grupo, vuelve para verlos morir, para ver su cara de horror antes de que alguna bala les destroce la mitad de ella, o un brazo o una pierna... Arisa apenas se da cuenta de que el noble se ha cambiado de posición para cobijarla de alguna forma, y tarda unos segundos en abrir los ojos, ahora algo enrojecidos.

- Voy... - al intentar hablar, se da cuenta de que tiene un nudo en la garganta. Tras echar un rápido vistazo a Takeshi, toma aire, traga saliva y asiente lentamente - Voy bien. No podemos descansar, estamos en medio de una batalla. Voy a ver cómo están los demás... Y aunque parece que se han retirado un poco por este lado, estate atento.

Volviendo a cerrar los ojos, y agradeciendo el contacto cálido de la mano de Takeshi, Arisa vuelve a concentrarse en ver el campamento desde arriba, buscando las posiciones de Kotaro y la motocicleta de Yûki. "Por favor, que alguno la haya sacado ya de allí..." 

¡¡¡¡KYYYYYYYYAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAH!!!! - grita la niña.

Un momentáneo momento de distracción en el que Maruo mira de reojo a su víctima es todo lo que Kotaro necesita para asestar una brutal patada que dobla la rodilla de su enemigo hacia atrás con un chasquido húmedo de hueso roto y carne desgarrada. Maruo cae al suelo aullando de dolor. El disparo del rifle le arranca de cuajo el brazo derecho, que se estrella contra la tela de la tienda dejando un reguero de sangre.

¡MALDITA ZORRRRAAAAAAAAA! - Grita enloquecido por el dolor

¡¡¡¡MUÉRETEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEE!!!! - contesta la niña. Su aura se desgaja en un enjambre de mariposas negras difíciles de distinguir debido a la velocidad a la que se mueven.

¡¡¡¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAARRRRRRRGGGGHHHH! - Las mariposas se lanzan en picado sobre Maruo y de las dos kabane entrando en sus cuerpos como fantasmas. Maruo grita y se retuerce durante los breves segundos en los que su sangre sale a chorro por las cuencas de sus ojos reventados, las extremidades mutiladas y todos los orificios naturales de su cuerpo. Kotaro se tapa por instinto con su capa, pero no puede evitar verse cubierto por la rociada de sangre, huesos desmenuzados y vísceras trituradas.

Cuando todo termina Kotaro se atreve a echar una mirada a su alrededor. De Maruo sólo quedan trozos de carne sanguinolentos. Las dos kabane yacen inertes con el tronco reventado. La carne de sus corazones ha desaparecido en una grotesca explosión dejando nada más que las jaulas cardíacas vacías.

Mué... re... te... - dice la niña antes de caer inconsciente...

Hideo dispara su rifle contra el bandido más lento. La pesada bala, diseñada para perforar el corazón blindado de un kabane, destroza con aterradora felicidad la cadera derecha de su objetivo en una explosión de sangre, hueso triturado y carne desgarrada. El bandido cae al suelo inconsciente o muerto. Su compañero huye gritando de terror dejándolo ahí tirado...

Mientras veo caer a uno de los bandidos y veo al otro huir empiezo apuntarle notando una frialdad dentro de mí que me asusta. Ese ínfimo miedo me hace dudar y no aprieto el gatillo, ya no era una amenaza y por la poca resistencia que habíamos encontrado aquí la mayoría debía estar yendo hacia el coche donde la munición haría más falta.

- Bueno, parece que al final somos el equipo de rescate y no de distracción...¿vamos a por la niña o buscamos a los bandidos?- le comento lacónicamente a la guardaespaldas aunque lo bastante alto para hacerme oír y me mantengo alerta a la espera que se decida.

Con una sonrisa vengativa, portadora de la clara intención homicida que iba a prepararle a su oponente por haberse atrevido a intentar encañonarle, Kotaro se levanta decidido a empalar al bandido con la misma katana chorreante de la sangre de la kabane ensartada. Quería verle rogar por una muerte rápida ante la condena de vagar como un kabane, solo si antes no era devorado lentamente por su “mascota” mutilada.

Y sin embargo, no lo haría. Con un agudo pero sonoro grito de la niña ordenando la muerte, Kotaro vuelve la mirada instintivamente hacia ella y, como un acto reflejo, rápidamente se agacha y cubre con su capa. Apenas un pequeño hueco le dejaba ver la escena de lo que estaba ocurriendo.

Q… Qué coño es eso. ¿Qué coño está pasando? – Nunca llegó tan siquiera a imaginarse algo como lo que estaba ocurriendo a escasos centímetros de él. ¿No se suponía que el mayor peligro para la humanidad eran los kabane? Esos descerebrados caníbales no eran más que un atajo de inofensivas criaturas en comparación con esto.

¿Es una bruja…? ¿La magia existe? – Si no fuera porque, para bien o para mal, ya no le sorprendían las carnicerías humanas, ahora mismo estaría temblando con el suficiente terror como para perder el completo control sobre sus esfínteres.

Cuando el chapoteo de vísceras y sangre sobre charcos de fluidos corporales ha cesado; cuando la niña parece que finalmente ha terminado de utilizar su “magia”, sus “poderes psíquicos” o lo que diantres sea lo que tenga, Kotaro comienza a apartar su capa de su cabeza.

Lentamente se levanta, alternando rápidamente la mirada entre la niña, quien ahora más que nunca no podía estar más que vigilada, y su propio cuerpo, comprobando que “todo está en su sitio”.

J-Joder… Hacía tiempo que no me sentía tan cerca de la jodida muerte – Dentro de lo que cabe se calma, consciente de que a pesar de todo, él está bien. Sin embargo ello no quita su sorpresa: ¿Por qué no le ha matado también a él? Tratando de empatizar todo lo posible con alguien capaz de hacer lo que ha hecho la niña, se imagina la dificultad de ser selectivo a la hora de decidir quién muere si se desata algo de ese calibre, más todavía si de él no conocía nada y su muerte no tendría por qué haber supuesto ninguna pérdida para ella.

Lentamente rodea caminando el poste al que está atada la niña, observándola, tratando de encontrar algo que le advierta de la clara amenaza que puede ser ante un paso en falso.

Con la katana todavía en su mano, parte de él no se siente capaz de dilucidar cuál debería ser su siguiente movimiento. La pequeña podría ser la solución para muchos problemas, pero también el origen de otros tantos. En cualquier caso, a pesar de que pudo haberle asesinado, le mantuvo intacto ante la escena que tuvo lugar unos segundos atrás. Quizá haya sido casualidad, pero pudo haberle matado perfectamente. Quizá la pequeña sepa distinguir qué o quién es una amenaza mejor que muchos adultos; tal vez, en realidad, simplemente no tenía ninguna maldad: al fin y al cabo no es más que una niña.

Sin embargo, quizá, si la niña hubiera tenido unos años más, Kotaro no habría sido tan comprensible ni empático.

Poniéndose delante de ella en cuclillas, la abraza con su brazo izquierdo para asegurarse de que no se cae. Con su brazo derecho rodea el poste y corta cuidadosamente las cuerdas que la atrapan. Tras ello toma a la pequeña en brazos, sujetándola con su brazo inquierdo mientras la cubre con la capa, listo para escapar de manera furtiva una vez más. -- No hagas esa mierda otra vez ahora que te sujeto… -- le dice “mentalmente” con cierta inquietud.

Justo antes de salir de la tienda, ya con cierta tranquilidad recuperada, cae en la cuenta de las dos jaulas cardíacas de las kabane. Las había descartado desde un principio por el tiempo que tomaría descuartizarlas, ¿pero ahora? El trabajo sucio ya estaba hecho y solo quedaba recoger el botín.

Hundiendo la punta de la katana en las hendiduras de las cajas cardíacas, las toma del suelo y las guarda en su bandolera.

Hum… -- …Buena chica… -- le vuelve a decir de nuevo “mentalmente” a la niña, esta vez con algo de humor para sí mismo.

Sale de la tienda y se marcha a toda prisa por el mismo camino por el que vino. Sin embargo, se mantiene atento a la niña, sobre todo si se despierta. Le gustaría hablar con ella a solas antes de llegar a la hayajiro o dar con el resto de compañeros de misión.

Arisa ve a vista de pájaro lo que sucede en el campamento: de repente se escuchan gritos procedentes de la tienda del líder poco después de que Kotaro se cuele en su interior. Poco después la gruesa tela es sacudida por una rociada de sangre que se abre paso por la entrada. Eso es más de lo que los bandidos pueden soportar. Arrojan sus armas al suelo y echan a correr en dirección contraria al ruido de los motores y las ráfagas de ametralladora.

Yûki y Hideo siguen rodeando el campamento en la motocicleta. El kabaneri no parece encontrarse muy bien después de haberle volado la pierna a un bandido que intentó detenerlos. Para la tranquilidad de la noble el chico está conmocionado por lo que ha hecho ¿Qué mejor prueba de humanidad que ésa?

Poco después, con el campamento ya vacío y destrozado, Kotaro sale de la tienda con la capa cubierta de sangre y pequeños trozos de carne. En sus brazos lleva a la niña de sus visiones. La pequeña está inconsciente y tan pálida como si estuviera muerta. Tiene el rostro ojeroso y demacrado por las palizas y el agotamiento. Sobre su pecho ve una mariposa hecha de pura oscuridad moviendo lentamente las alas. Kotaro no logró evitar que esa maldad pura e indiscriminada se despertase dentro de ella ¿Por qué sigue vivo Kotaro?...

Kotaro sale de la tienda con su capa chorreando sangre medio coagulada y pequeños trozos de hueso y carne. Podría lavar esa capa mil veces y seguirá oliendo a matadero. Las jaulas cardíacas tintinean suavemente en el interior de su bandolera.

En sus brazos, la niña está tan quieta y tan fría como si estuviera muerta. Sólo el hecho de que respira indica que está viva. Viva y agotada. Quizá el hecho de que Kotaro siga con vida se debe a que quedó inconsciente antes de poder lanzar esas mariposas sombrías contra él. No hay duda de quién es el culpable: Maruo cogió a una niña inocente y la maltrató para aprovecharse de sus poderes hasta que despertó todo ese odio. Porque Kotaro no tiene ninguna duda: las mariposas negras son puro odio concentrado. Una emoción familiar para Kotaro.

Fuera, el campamento está en silencio. Los agujeros en los cadáveres, las tiendas y los carros hacen que parezca que ha sido atacado por todo un ejército descargando sus rifles de vapor. Si esto lo ha hecho una sola arma, no es ninguna que Kotaro haya visto en su vida.

El campamento ha quedado en el más absoluto silencio. Los pocos bandidos supervivientes han escapado dejando atrás todas sus posesiones y cualquier cosa que pudiera estorbarles en su huida. Los más listos han cogido los caballos y han salido al galope, pero ninguno tuvo la presencia de ánimo suficiente para coger alguno de los vehículos de vapor, poco más que chatarras con ruedas.

Cuando la motocicleta y el coche entran al campamento encuentran a Kotaro de pie mirando el destrozo a su alrededor. Su capa está cubierta de sangre y pequeños trozos de carne que ya se empiezan a coagular. En sus brazos lleva una niña de no más de diez años inconsciente y marcada por meses, quizá años, de malos tratos y privaciones.

Yûki, Hideo y Kotaro descubren con sorpresa el arma que ha causado el destrozo: un artefacto con múltiples tubos accionado por una manivela y alimentado por una cinta de munición que va montada sobre un arco situado entre los asientos delanteros y traseros del coche.

¿Está...? ¿Está muerta? - pregunta Minami señalando a la niña. Luego repara en que la tienda del líder de los bandidos que está detrás de Kotaro rezuma sangre por varios agujeros abiertos en la tela - ¿Qué demonios ha pasado?...

Al ver toda la masacre que ha azotado al campamento Kotaro no puede evitar sentir cierta desolación. Aprieta la mandíbula levemente, todavía con la corazonada de que en esa caravana había gente que habría aceptado unirse gustosamente a la hayajiro. Tal vez no sea  más que una ilusión disfrazada como sentimiento de hermandad en alguien que se considera dentro del grupo de los que viven “fuera de la ley”.

En cualquier caso, no puede evitar sentirse realmente molesto al ver que el resto de compañeros estaban más cerca de lo que creía. En apenas segundos veía cómo se le escapaba la posibilidad de advertir a la niña sobre cómo debe comportarse si quiere evitar que vuelvan a abusar de ella; viejos trucos aplicados ante tribunales de Kongoukaku para crear coartadas frustrantes.

Consciente de lo que podría ocurrirle si descubren lo que es capaz de hacer, ante la pregunta de Minami respecto a lo sucedido en la tienda Kotaro toma aire profundamente, aprieta levemente a la niña contra él y se prepara para responder, dispuesto a arriesgarse con una burda mentira por proteger a la pequeña.

Tras la pregunta del soldado, Kotaro levanta la sanguinolienta katana de su mano derecha y la apoya sobre su propio hombro, dejando que la luz de la Luna reflejara los espesos fluidos que recorrían y goteaban de la hoja metálica. -- Tú qué coño crees que ha pasado* – le dice con tono rudo, mirándole con cierta superioridad momentos antes de carraspear la garganta y escupir un enorme lapo a un lado.

Y sigue viva, sí. Llegué justo a tiempo, pero está agotada y parece que esa escoria – apunta con la mirada a la sangrienta tienda – la estuvo torturando una buena temporada.

¿Y ese armatoste qué coño es? – señala con la katana al novedoso artefacto -- ¿Con esa mierda habéis destrozado todo el puto campamento? ¿Ahora cualquier debilucho puede tener el poder de un batallón? ¡JA! – Se hace evidente que por su cabeza acaban de cruzarse multitud de pensamientos, y ello mientras observa la ametralladora de una manera que no se sabría decir si es con amor o con odio.

Larguémonos de una puta vez de aquí – se sube al vehículo con la niña en brazos. Destacable es la delicadeza que tiene al dejar que la asquerosa capa cuelgue fuera del vehículo con tal de no manchar los asientos.