Partida Rol por web

Los disparos de Hideo hacen que tres kabane se estremezcan con los impactos, pero sólo son el preludio del infierno que desata Takeshi con la ametralladora. Bajo la lluvia de balas los kabane son reducidos a pedazos de carne sanguinolenta que revientan cuando el coche les pasa por encima...

Una imagen se forma borrosa para desaparecer al instante siguiente: un kabane con ropas desgarradas y ensangrentadas de soldado que aún lleva en las manos su rifle de vapor. Al paso del primer coche levanta su arma y acierta en el pecho de Yûki reventando su corazón...

A pesar de que Arisa sintió algo de alegría al escuchar la voz de Ryushun, algo había cambiado. Ese no era su futuro, ni su pasado, pero sí el de Lyashi. Avergonzada pero obligada a mirar, Arisa se queda en silencio, conteniendo el aliento al ver la mordedura de kabane de la otra mujer. La visión se deshace, pero allí seguían Ryushun y Lyashi.

- Gracias... Debemos proteger a los demás... Te guiaré si puedo. - responde únicamente. La visión del kabane con el rifle hace que Arisa se estremezca un momento - No sabía que todavía podían manejar armas...

En el mundo real, Arisa oye la voz de Hideo gritando, y nota cómo alguien le hace que abra la boca.

- ¿Por q...?

Antes de que pueda preguntar, el sonido de la ametralladora le hace soltar un chillido de sorpresa, intentando taparse los oídos por el ruido. Alguien le da un pequeño empujón, pero ella sigue fija en el sitio, algo asustada, pero sentada todavía. "Tiene que haber kabanes por todas partes..." En ese momento, algo llega a la mente de la joven que hace que de un respingo y alce su voz por encima del ruido del motor.

- ¡Kabane con rifle! ¡Yûki, gira a la derecha!

La joven morena se encara a Kotaro con los ojos totalmente en blanco y una energía blanco-azulada desprendiéndose de ellos, como si fueran lágrimas que flotan en el aire quedando atrás como una estela marcando el camino por el que circula el vehículo. - ¡Oh Kotaro, pobre niño abandonado!....tú siempre diste lo mejor de ti por los demás...protector, responsable....cuidador....te condenaron...te condenaron injustamente....pero pagarán.... - la voz que sonaba como si fueran dos a la vez puso la piel de gallina a los que la escucharon, casi más que la visión de los Kabane lanzándose hacia el vehículo. Kotaro especialmente debería estar asustado, pero eso era cuestión de él. 

Lyashi se tiró a las piernas de Suzume, y ésta se agachó justo a tiempo para esquivar el ataque de un Kabane. Ahora la joven morena estaba en trance, y convulsionaba en esa posición de vez en cuando, mirando a un lado y al otro, hasta quedar su cabeza encarada al lateral derecho. - ¡Tienes que avisarla, avísala! - dijo mentalmente a Arisa.

Comenzó a gritar horrorizada y levantó su mano en esa dirección, inconsciente de cualquier peligro presente y gritando con la misma voz dual - ¡Yûki!¡NOOOO! - realizando un movimiento extraño, como si estuviera empujando o moviendo a alguien que, evidentemente, no estaba allí. 

Asumiendo y mentalizándose de que todo el trabajo lo tendrá que hacer él, Kotaro hunde la culata de su rifle en el cuerpo del kabane con el brío que le corresponde a una mole musculosa de más de dos metros, cabreada y con mucha mala leche.

Inútiles… -- piensa, entremezclando decepción con un poco de desprecio al ver que Suzume, la nueva, parece incapaz de arreglárselas sola -- Necesito aquí a mi gente y no a estos blanditos aburguesados.

Kotaro estaba reincorporándose cuando escucha a Lyashi. -- ¿Qué? ¿Pero qué cojones dice ésta? – En un principio no le habría prestado más atención, pero aquellas palabras le transmitieron una clara sensación de que amenaza. ¿Se estaba burlando de él? ¿Le estaba amenazando dando a entender que sabe de él más de lo que cree?

Se da la vuelta con una expresión más cercana a la de un demonio enfurecido que a la de una persona, pero la sangre se le congela al ver los ojos de la muchacha. – Bruja… BRUJA. ¿Qué coño eres?

Sin saber qué decir ni cómo reaccionar, un volantazo de Sonbei es suficiente para desviar de nuevo su atención.

SONBEI, CÉNTRATE EN LA PUTA CONDUCCIÓN E IGNORA TODO LO DEMÁS – le grita, queriendo asegurarse de que no se distrae con lo que está sucediendo en los asientos traseros.

En cualquier caso no era el mejor momento para ajustar cuentas y pedir explicaciones. Ya llegará la ocasión si es que salen de ésta, pensó.

El aviso de Arisa permite a Yûki ver al kabane cuando éste todavía está levantando su rifle. En lugar de intentar esquivarlo la soldado acelera hacia un carro situado a un lado de la calle. Las endebles maderas de los lados se rompen como palillos mientras el coche utiliza el carro como rampa para saltar por los aires y acabar aterrizando sobre el kabane del rifle. Los amortiguadores chirrían y protestan mientras el coche rebota y culebrea por la calle dejando tras de sí al muerto en vida demasiado maltrecho como para poder moverse...

¡Eso hago, maldita sea! - vocifera Sonbei.

El culatazo de Kotaro rompe uno de los brazos del kabane, permitiendo a Suzume liberar su rifle y dispararle de lleno en le pecho. La bala sale rebotada por un costado junto a una pequeña lluvia de chispas. Aunque entre Kotaro y Suzume no han conseguido matarlo sí que consiguen que se caiga del coche y acabe rodando por la carretera...

Gracias a las indicaciones de Lyashi y Arisa ambos coches consiguen salir del barrio rojo atravesando varios puestos de avanzadilla de la guardia y reunirse en la carretera que lleva al norte de la estación. En esta zona los kabane ya han sido erradicados y el ambiente está enrarecido por las numerosas hogueras que los soldados incineran a los kabane antes de quitarles el valioso mineral de sus corazones.

El rastro psíquico de Gennosuke lleva hacia la zona noble de la ciudad, donde la plaga kabane resultó algo menos desastrosa debido a las numerosas guarniciones personales de las familias nobles. Aún así tampoco se libraron del azote de los muertos vivientes y aquí también hay carros recogiendo cadáveres para llevarlos a las hogueras de incineración.

¡AQUÍ! - gritan Arisa y Lysahi al unísono. Yûki y Sonbei detienen sus coches ante una gran casa amurallada. Sus recias puertas están custodiadas por una docena de soldados, de los cuales seis pertenecen a la casa y los otros llevan los colores de la familia Fukui, lo que indica que el señor de Mibu debe encontrarse en su interior.

Al ver detenerse a los coches todos los soldados levantan sus rifles de vapor y apuntan a los vehículos - ¡Bajad las armas! - les ordena el jefe de guardias de la casa - ¿Quiénes sois?...

Durante su infancia, Takeshi acompañó en no pocas ocasiones a su padre a esta casa, residencia de la familia Naraku. El cabeza de familia, Naraku Toshiie, siempre fue un buen amigo de Eiji ya que ambos tenían una filosofía de vida y una actitud muy parecidas. Eiji intentó que Takeshi se hiciera amigo del hijo de Toshiie, un chico grande y fuerte llamado Tadakatsu. Aunque entre ambos siempre hubo educado respeto, simplemente tenían intereses diferentes y ninguno de los dos intentó ponerse en contacto con el otro cuando Eiji se rindió y dejó de arrastrar a Takeshi a aquella casa.

Estoy agotado - dice Ryushun - Ya no puedo seguir manteniendo el contacto. Os deseo buena suerte a las dos.

Con la marcha de Ryushun el vínculo entre las tres mentes desaparece. Arisa y Lyashi salen de sus respectivos trances a tiempo de escuchar las imperiosas órdenes vociferadas por el jefe de guardias de la casa...

- Gracias, Ryushun, has hecho un gran trabajo. - se despide Arisa, abandonando también la mente de Lyashi.

Tras el susto producido por aquel kabane armado, Arisa puede concentrarse de nuevo en guiar el coche y no es hasta que los vehículos se detienen en la casa que la joven vuelve a abrir los ojos. Parpadea un momento, intentando acostumbrarse a la luz del mundo real y su mano se posa un momento sobre el brazo de Takeshi a su lado. Más que querer decirle algo, parece estar pensativa, asegurándose de que es de verdad y no es otra alucinación de el mundo del pasado. Tras un breve apretón, levanta la vista hacia él y la desvía inmediatamente, algo avergonzada por ese gesto. La psíquica echa un breve vistazo al otro coche y le dirige una sonrisa a Lyashi, feliz de que haya podido guiar su coche como ella. Sin embargo, ese breve momento de orgullo se desvanece al escuchar las voces de los soldados.

- Mi nombre es Furuhashi Arisa, y junto con los demás, pertenezco a la escolta de Fukui Takeshi, aquí presente. - dice levantándose con cuidado en el coche, mirando un momento a Takeshi. Por poco que le gustara, su nombre tenía fuerza allí y si les abrían más puertas gracias a él, no iba a renegar de usarlo - Por órdenes de la señora de Mibu, requerimos que se nos permita el paso a esta casa. - "Si Gennosuke sigue aquí, cuanto menos sepan lo que venimos a hacer, mejor... Aunque ya es inútil que intente huir." 

Con los dientes apretados y Arisa firmemente agarrada soporto la maniobra de nuestra conductora, maravillándome de que aún no hayamos tenido un accidente. Cuando el coche vuelve a tener las cuatro ruedas en el suelo miro hacia la parte delantera del vehículo.

-¡La combinación entre tu interés por mantenernos con vida y tu total falta de respeto a nuestro bienestar personal me tiene completamente encandilado, Yûki.!- Comento a voz en grito. Luego empiezo a mirar hacia la zona que estamos recorriendo y frunzo el ceño.- Espera un momento...este sitio me suena...

Debí habérmelo imaginado, y se me escapa un gruñido al escuchar al jefe de guardias. Estoy acuclillado entre la Gatling y Arisa, comprobando que la muchacha se encuentra bien. Por ahora es más importante eso que el hecho de identificarnos. Al notar la mano de la joven en el brazo uso mi otra mano para ponérsela en el codo, ayudándola a incorporarse despacio. Soy consciente de que Hime-sama me está mirando, pero apenas soy capaz de sonreírle ligeramente porque la casa en la que estamos me está preocupando. De todas maneras le hago un gesto ausente, ayudándola a levantarse y manteniendo mi agarre en su codo, por si necesita un poco de soporte. Mantengo la cara inexpresiva mientras ella se presenta, al fin y al cabo así nos será más fácil entrar, por mucho que me fastidie admitirlo. Lo que temo es la explicación de la presencia de Gennosuke aquí y la reacción de padre ante semejante intromisión, y tengo un escalofrío involuntario.

-Ve con calma, Hime-sama. No tenemos ninguna prisa.- Le murmuro entre dientes al apretarle con suavidad el codo. Después me giro hacia el jefe de guardias con un gesto sereno en la cara y miro a los soldados de mi casa.- Supongo que no hará falta demostrar mi identidad...-Dejo pasar un par de segundos, viva imagen de mi madre cuando quiere hacer constar una obviedad. De todas maneras mi tono de voz es tranquilo y frío, nada parecido al sonsonete sarcástico que suelo utilizar.-¿verdad?.

Los soldados levantan sus armas hasta la posición de descanso al reconocer al primogénito de la familia Fukui - ¡Bi... bienvenido a la casa Naraku, Fukui-sama! Le rogamos que nos disculpe, no le habíamos visto y ya hemos tenido problemas con saqueadores. Vuestro padre y su capitán general vinieron aquí anoche para descansar y recuperar fuerzas por invitación de Naraku Tadakatsu-sama. Por favor, entreguen sus armas de fuego para que podamos dejarles pasar (1)...

Mi gesto cambia radicalmente y sonrío abiertamente al capitán de la guardia. Simplemente está haciendo su trabajo.

-No se preocupe, lo entiendo perfectamente.- Con gesto fluido aseguro el Gatlin y salto del jeep, poniendo ambos pies en tierra. Luego me giro y cojo a Arisa por la cintura, la levanto y la saco del vehículo, poniéndola con suavidad en el suelo. Le suelto la cintura en cuanto me aseguro de que se mantiene pero permanezco cerca, por si necesita apoyarse.- Son tiempos duros.

Hago un gesto con la cabeza indicando que no hay problema y me quedo esperando a ver qué deciden hacer el resto. O vienen desarmados o se quedan aquí, no voy a ser yo quien discuta eso...

-¿Qué pasaba con esta mujer y los vehículos que siempre acaba saltando por los aires?- es lo único que considero mientras me disponía recargar el arma y acabábamos otra vez sin tocar el suelo. Como eco de mis pensamientos puedo escuchar a Takeshi gritarle algo muy parecido y sin poder evitarlo me río a pesar de la situación.

- Acabas acostumbrándote, créeme. Y por ahora no se ha estrellado nunca así que no creo que puedas quejarte demasiado.- comento divertido, aunque esto dura poco. La situación de las calles seguía siendo horrible haciendo que el pequeño regocijo del momento se diluya rápidamente, no obstante la guinda del pastel se lo lleva nuestro destino.

Ni más ni menos que la casa de un noble de la ciudad y que al parecer tenía de huésped al padre de Takeshi. Lo poco que había visto de ese hombre no me había gustado nada, pero la verdad es que no le veía sacrificando su ciudad por unas convicciones como las de Kokuryukai, por mucho que hubiera dejado claro que las compartía.

Fuera como fuese la cosa, el apellido de Fukui y su comportamiento más pomposo y estirado que le había visto nunca nos sirve para poder entrar aunque fuese sin armas. Otra vez nos metíamos en reuniones con nobles que tan poco me gustaban pero había que aceptar las cosas como eran, así que me desato la caldera de la pistola y se la ofrezco al guardia para que las guarde.

Sin acabárselo de creer, de alguna manera habían conseguido salir de ese marrón ilesos.

Alguno de estos está tocado por los dioses o lo que sea. Nunca habría apostado con que todos sobrevivirían – piensa al bajarse del vehículo al volver a sentir una seguridad razonable hacia su integridad.

Ante la orden de los soldados de bajar las armas no le importó mucho seguirles la corriente. Prefería quedarse sin rifles pero con los pies sobre el suelo antes que volver a ese maldito vehículo a esquivar kabanes.

Sin embargo, para mayor sorpresa nunca se esperó que el canijo de Takeshi fuera directamente el heredero de este lugar. -- ¡JA! – suelta una carcajada; no solo por ver la manera en que los guardias le respetan, sino por lo “sobraíllo” que va el enclenque.

Sin decir nada Kotaro entrega las armas que le solicitan, conservando las demás*.

Por fin "aparcó" el vehículo una vez llegados a su destino. Se incorporó, pero en lugar de bajarse del vehículo, sorteó el enorme volante y se puso de pie sobre el capó, con las manos en jarras a los lados de su minifalda y observando aquel lugar con sus coletas medio despeinadas. Le salió un silbido de admiración mientras les escuchaba parlotear.

Se bajó de un salto y se acercó a Hideo, lo miró a los ojos antes de estamparle un beso en la mejilla y luego seguir avanzando con las manos enlazadas a la espalda, por debajo de la bombona de su rifle de vapor. - Caguica - le dijo a Takeshi mirandolo de reojo al posicionarse justo detrás de él y Arisa.

Cuando llegaron ante los soldados y les pidieron las armas la joven no tuvo ningún inconveniente en entregarle su rifle de vapor. Con sonrisa dulce y ojos alegres le entregó al soldado su pertenencia - Espero que lo cuides como si fuera tu propia vida. No quisiera enfadarme - en ningún momento se habia modificado su rostro ni su entonación.