Partida Rol por web

- Me estrangulo con una máquina potenciada a motor.-contesto a la soldado con el mismo tono que a Yuki-san, moviendo involuntariamente la mano hacia el pequeño collarín que tenía en el cuello.- Realmente no estaba despierto cuando paso por lo que no sé cuanto tiempo paso de una a otra. Y sinceramente, no lo llamaría cura...

Cuando oigo lo de atravesar la niebla azul agradezco la máscara que tapaba mi rostro, era la opción lógica pero aun con toda la ropa que llevaba encima no es que me sintiera precisamente seguro atravesándola.

Sin embargo teníamos que darnos prisa y la niebla azul, aparte de evitar la mayoría de kabane, a lo mejor les curaba la infección. Por lo que preparo el arma y disparo contra cualquiera que se acercara... o al menos esa era la idea. La puñetera pistola volvía a fallar en el momento más necesario, no sé si sería por la niebla que me entorpecía los pensamientos o que la mala fortuna se había dejado de sutilezas pero esa puñetera pistola parecía maldita, así que suelto sin más mientras saco la guadaña dispuesto a rebanar a los que se agarraran contra el vehículo.

Isae sonríe cansada cuando ve como Suzume se recupera, pero poco más puede hacer. Casi cae desvanecida por el esfuerzo y le cuesta oír las voces alarmadas de su alrededor.

Con cuidado se pone en pie, negando con la cabeza ante la mirada asombrada de su compañera y se apoya un momento en el hombro de ella mientras comienza a caminar cada vez más rápido huyendo de allí. - No...huir...seguir adelante...no os pa...paréis.... - dice, agotada. Casi no puede pensar, y aunque reconoce el nombre del mosntruo kabane que le dicen, aunque sabe que algo hay en su mente que podría ayudarla, está demasiado exhausta para concentrarse.

Ahora mismo la pequeña Isae lo único que quiere es salir de allí, así que se encamina hacia la Hayajiro con toda la rapidez que puede, cada vez más según pasan los segundos. La poca lucidez que le queda le hacen buscar la cobertura más próxima para interponerla entre ella y los tiradores, esperando que el resto sean lo suficientemente inteligentes como para hacer lo mismo.

Ella ya no puede hacer más. Nunca ha sido una heroína y no cree que lo vaya a ser...o al menos es lo que ella piensa de sí misma. Ella siempre ha sido mierda, tratada como tal y vista como tal. - ¿Qué más da? No le importo a nadie. Ellos no harían lo mismo por mí, que se busquen la vida. - piensa, mirando a los supervivientes que antes había estado defendiendo.

Poco a poco, sus pasos la acercaron a su objetivo, y lo único que le importaba era que Suzume se había salvado y le seguía.

En silencio y con el ceño fruncido ayudo a a Mogami-sama a acomodarse lo mejor que pueda en la parte trasera del Dragoncito. Después le echo una mano a la chica soldado para que ponga al hombre inconsciente en una postura más o menos cómoda. Callándome un improperio uso mi chaqueta para que por lo menos el pobre chico tenga la cabeza apoyada en algo blandito.

Escucho la historia de Hideo mientras disparo, y dirijo una mirada de clara duda tanto a Tomohiro como al capitán inconsciente, intentando pensar en qué posibilidades tiene cada uno de sobrevivir a un estrangulamiento. Al final me muerdo con fuerza la parte de dentro de los carrillos para no decir lo que pienso y sigo disparando. El único momento en que dejo de mirar a mis blancos es para dirigirle una mirada al mecánico, haciéndole ver que estoy total y puñeteramente de acuerdo con él. No es una cura, es otro puto intento de asesinato.

-Yûki, ve todo lo rápido que puedas.- Digo con voz serena y tono bajo. Con determinación me pongo de manera que mantenga a los heridos protegidos de bandazos y golpes.- Todo va a salir bien.

Este plan es una mierda...

La muchacha apenas esperó a que todos se colocaran para salir zumbando de allí. Sentia los latidos de su corazón martilleandole el pecho pero la determinación era tal que la mantenian seminclinada sobre el volante mientras sus manos deslizaban el volante a un lado y a otro, intentando ir atrapando los bancales azulados y esquivando los kabanes que no cejaban en su empeño de atraparlos

Al ver la reacción de Sachiko, Arisa le pone la mano sobre la que ella se lleva al pecho, entendiendo que la pequeña ha recordado todo lo ocurrido. Toma aire y esboza una sonrisa triste pero no deja de darle la mano hasta que se echa a llorar sobre ella. 

- No te preocupes, no ocurrirá... Te lo prometí allí y te lo prometo ahora. Haré todo lo que haga falta por evitarlo. - susurra, acariciando su cabeza - Todo esto pasará y podrás dormir sin miedo...

Arisa levanta la cabeza mínimamente antes de expandir su visión y ver que hay problemas más allá de lo que pueda pasar con Sachiko. Con cuidado, se levanta y le da las manos a Sachiko para ayudarla a levantarse. Por un momento piensa en dejarla allí, pero se recuerda a sí misma que si no llegaron a vencer fue por no contar con su ayuda. 

- Ven conmigo, Sachiko. Si hay algún problema lo resolveremos juntas, ¿de acuerdo? No voy a dejarte sola. - le sonríe tendiéndole la mano y esperando que la acompañe. Arisa avanza a pasos rápidos hasta llegar al grupo de soldados y abrirse un pequeño hueco entre ellos y dirigirse al grupo de refugiados con gesto firme - Mogami-sama no está disponible en este momento. Podéis dirigiros a mí como su representante y explicarme la situación. - dirige un gesto de cabeza hacia los soldados, esperando que ellos también se expliquen.

No siente,no ve,no escucha,sólo sabe que Izume se muere y que antes de convertirse en kabane él preferiría morir y ella preferiría verle muerto.Y sabe lo que debe hacer.No lo va a consentir,no puede ver a ese hombre tan dulce,tan fuerte e increíble convertido en un monstruo devorador de carne humana.El simple pensamiento de verle haciendo eso la hace estremecerse y la furia que siente hace que su dedo apriete el gatillo una y otra vez deseando acabar con todos aquellos seres asquerosos mientras unas lágrimas ruedan por sus mejillas sin que ella las sienta.Le gritó,le pegó y le amenazó.Eso fue lo último que hizo con él,pelearse

No podías meterte la lengua por el puto culo,Saku,tenías que ignorar su declaración y mandarle a la mierda.Eres gilipollas

Me estrangulo con una máquina potenciada a motor

Las palabras penetran en su cerebro lentamente insuflando algo de esperanza a su corazón.Si aquel delgaducho estaba vivo quizás su Izume podría ser curado también.Los disparos se sucedían sin parar desde el jeep y ella esperaba estar matando al máximo posible de bichos

El primer disparo de Hideo derriba a un kabane reventándole la cabeza pero al intentar disparar por segunda vez en rápida sucesión el fallo en la válvula de la pistola de Hideo hace que el vapor se acumule en el arma en vez de disparar el proyectil. En menos de un segundo el arma explota convirtiendo la mano de Hideo en un amasijo de carne y hueso destrozados... y abriendo un hueco para la niebla azul que hace arder en llamas el muñón ensangrentado.

Al mismo tiempo la ametralladora de Takeshi traquetea en sus manos mientras derriba a un kabane tras otro. El fusil de Sakura derriba a uno que por azar se había librado de la implacable lluvia de balas. Yûki hace culebrear el coche entre obstáculos y pasando por encima de los kabane derribados. Sin embargo uno de sus volantazos le hace embestir a un kabane que estaba en pie con el morro del vehículo. Se oye un gemido de metal torturado y cristales rotos cuando el kabane es brutalmente lanzado hacia un lado mientras Yûki maldice para recuperar el control del vehículo hasta que consigue volver a ponerlo derecho.

Los kabane siguen saliendo y ahora Yûki sólo dispone de uno de los faros.

¡ASANO-SAN! - grita Tomohiro - ¡RÁPIDO, APAGA EL FUEGO CON ESTO! - le tiende los restos de la manga destrozada de su kimono...

Los movimientos de Isae son lentos, apáticos, como si estuviera vadeando un río de melaza. Hasta que alguien la sujeta pasándose su brazo sobre los hombros.

No te dejaré morir, maldita sea - gruñe Suzume.

La soldado corre con Isae casi llevándola a cuestas, aprovechando la niebla para ocultarse de los tiradores wazatori. Un disparo pasa rozando el cabello de Suzume arrancándole un mechón. Otro disparo pasa silbando junto a la pierna de Isae. Sin embargo por algún milagro consiguen llegar hasta el vagón de oficiales de la Ryugujou desde el que Shimazu está dirigiendo la defensa de la hayajiro.

¿Qué está pasando? - les pregunta a Isae y Suzume - ¿Quién nos está disparando?...

Arisa sale de la Ryugujou con Sachiko firmemente agarrada a su kimono, encontrándose con más refugiados de los que ella había visto en un principio.

¡Furuhashi-sama! - dice un soldado inclinándose ante ella - Mogami-sama ha salido en el Chisai Ryu - Técnicamente el mando recaería sobre Kuma Shimazu, pero el jefe de guardias tampoco está cerca, lo que convierte a Arisa en la señora de la Ryugujou hasta la vuelta de Tomohiro.

Oe, oe - dice uno de los refugiados - Si no vais a dejar que nos pongamos a salvo en esa lata con ruedas ¿Para qué demonios habéis hecho sonar la sirena? - Se trata de un chico de la edad de Arisa vestido con un kimono de combate holgado y una bufanda. En una mano lleva una pistola de vapor y en la otra una katana de acero kabane.

¡Atrás! - grita un soldado apuntándole con su rifle

¡Que no estoy infectado, imbécil! - estalla el otro - ¡Si lo estuviera ya estaría ardiendo por culpa de esta porquería azul!...

Trastrabillando, respirando con pesadez y sin ver realmente bien lo que estaba sucediendo, durante muchos pasos tuvo que confiar completamente en Suzume, y esto era una situación casi totalmente nueva par Isae.

Hasta ahora, en prácticamente ninguna ocasión había tenido que confiar ciegamente en alguien, siempre tenía alguna salida o posibilidad de control...aunque fuera mínima. En ésta ocasión, se había tenido que fiar a ciegas de ella, poniendo totalmente su vida en las manos de ella. Durante poco tiempo, pero una eternidad para la joven muchacha, su corazón latió a una gran velocidad, sin poder controlar lo que había a su alrededor.

Era en momentos como éste cuando se forjaban los sentimientos por alguien, y ese alguien era Suzume.

Al llegar al tren, Shimazu les interpeló y la conductora casi no tenía aire para contestar. - Ka....kabane...unos más listos de lo normal...sab...saben manejar armas. Salgamos de aquí... -

Su respuesta era casi un resuello aullante, falta de fuerzas y de aliento como estaba.

Apenas soy capaz de mantenerme derecho mientras Yûki da bandazos con el coche, y sólo el estar aferrado a la ametralladora evita que me vaya al suelo en un par de ocasiones. Por encima del ruido que estoy haciendo escucho un estruendo y por el rabillo del ojo compruebo que finalmente Hideo ha conseguido que su pistola reviente. Lo miro un segundo incapaz de comprender lo que le ha pasado en la mano, y luego suelto un improperio.

Al notar el golpetazo me agacho, procurando evitar caerme y proteger a los heridos. Al incorporarme veo que sólo vamos con un faro y se me escapa una sonrisa irónica.

-Venga que vamos genial...- Abro fuego y después miro al mecánico, preocupado porque no haya podido cortar el incendio.- Aguanta un poco, enseguida te ayudo...

Arisa levanta las cejas sorprendida al oír que Mogami-sama ha salido pero simplemente asiente. No hay tiempo ahora para preguntar, si estoy yo al mando... Se gira por un momento hacia Sachiko y asiente, pensativa. Si está tan cerca, debemos asegurarnos.

- Sachiko-san, ¿puedes comprobar si nos traerán problemas? ¿El demonio blanco vendrá por ellos? - le pregunta a la pequeña en un susurro, acariciándole con suavidad la espalda. 

Luego vuelve a levantar la cabeza hacia los refugiados y frunce el ceño por el comportamiento de uno de ellos. La mención de la sirena hace que Arisa recuerde por un momento el horrible sonido que escuchó en la visión de Sachiko y sus hombros se tensan por un momento. No, espera. ¿Por qué han hecho sonar el silbato entonces? Si así lo quería Mogami-sama, aunque no esté... En ese momento hay algo que le llama la atención a la psíquica y extiende el brazo hacia el soldado que ha levantado el rifle.

- ¡Matte! Si ha sonado el silbato, será por orden de Mogami-sama. - se gira un momento hacia él para comprobar que no tiene intención de disparar y empieza a dar órdenes a los refugiados con gesto severo - Todas las armas al suelo. De inmediato. Si aparece algún kabane os protegeremos, pero si os negáis a ser registrados, se os negará el paso a la hayajiro y tendremos que alejaros de ella.  - espera a que cumplan las órdenes y luego habla a los soldados, sin perder de vista los movimientos de los demás - Registradlos y comprobad que no llevan nada raro encima. Informad de inmediato si encontráis cualquier tipo de líquido rojo o recipiente extraño. Las armas quedarán confiscadas por el momento. - tras dar las órdenes, vuelve a alzar la voz, dirigiéndose al chico de la bufanda. Sus ropas dejan claro que esa katana no ha sido comprada ni una herencia familiar. La psíquica se fija en la katana y busca en el pasado de la misma, el momento en el que llegó a manos de ese chico y los posibles crímenes que se han cometido con ella. - Tú. ¿Qué más sabes de la niebla azul? ¿Y a quién he de dirigirme como jefe de este grupo?

Si existe un Kami-sama este me odia con pasión...

Es lo que pienso junto a una gran cantidad de tacos, más de la mitad aprendidos de hablar con Takeshi sea dicho de paso, y un dolor lacerante en lo que queda de mi mano. De la impresión y la propia explosión de la jodida pistola caigo de culo con la suficiente fortuna para no quemar a Tomohiro-dono el cuál me ofrece una tela para apagar el fuego. Rápidamente la cojo y empiezo a intentar ahogar el fuego para que se consuma con rápidos golpes del pañuelo, el cuál uso después para taparme la herida no fuésemos a pasar por más de esa maldita niebla. Sinceramente no sé si la mano regeneraría pero peores heridas había tenido y aquí seguía...

- Tu céntrate en que Kouzumi-san tenga un camino por el que ir y así volvamos todos.- consigo contestarle al ingeniero que de alguna manera conseguía sacar tiempo para fijarse en mis estúpidos problemas.

Quería maldecir a los cuatro vientos, desgarrarse la garganta gritando de frustración, pero no... tenia que seguir centrada en el maldito camino y en los kabanes que no paraban de salir como setas. Y encima sentia el calor que emanaba de la mano destrozada de Hideo y que ahora era una antorcha viviente.

Cambió de marcha con furia mientras hacia otro quiebro antes de pisar el acelerador de nuevo - Aguanta - repetia bajito como un mantra.

Al enfilar la última recta hacia el andén Yûki se encuentra con una auténtica horda de kabane que se abalanza del Chisai Ryu. Aunque el traqueteo del coche hace estragos con la puntería de Takeshi no ocurre lo mismo con la de Sakura, que derriba a un kabane tras otro disparando frenéticamente mientras les grita toda clase de maldiciones a los kabane. A pesar de eso aún hay un kabane que consigue agarrarse al costado del coche, que sólo consigue auparse a medias cuando Tomohiro le rebana un brazo a la altura del hombro y cae al suelo haciendo botar el coche cuando éste le pasa por encima con las ruedas traseras.

Cuando ya casi está llegando a los andenes una brutal explosión hace saltar por los aires el tejado de un edificio. Poco después llega el atronador sonido de otro disparo de cañón.

¿Por qué está disparando el cañón de vapor? - se pregunta Tomohiro en voz alta.

Pero los disparos del cañón de vapor no son la única sorpresa: grupos de supervivientes de la estación intentan entrar a los andenes por al agujero que antes abriera el cañón de vapor mientras los soldados de la Ryugujou disparan contra los kabane que los persiguen. El cañón de vapor sigue disparando, destrozando un edificio tras otro sin que desde el coche pueda verse el motivo.

¡ABRID PASO! - exige Tomohiro blandiendo su katana y levantándose para hacerse ver - ¡APARTAOS DE NUESTRO CAMINO!

La furia de la voz de Tomohiro y los cañones humeantes de la ametralladora de Takeshi y el rifle de Sakura hacen que la gente se aparte dejando entrar al Chisai Ryu. Cuando Yûki hace descender el coche algo se parte en sus entrañas. El motor traquetea con extraños golpeteos metálicos antes de detenerse por completo.

Lo conseguimos - dice Tomohiro.

¡Señor! - un soldado de la Ryugujou se detiene justo al lado de Yûki - ¡Hemos sido atacados por Wazatori, pero los estamos eliminando con el cañón de vapor! ¡Furuhashi-sama...!

Se interrumpe al ver a Tomohiro dando arcadas hasta vomitar un chorro de sangre rojo brillante - No me... encuentro... bien - dice antes de caer a las vías...

El jefe de guardias no necesita más explicaciones. Con sólo gritar una orden consigue que el cañón de vapor empiece a disparar eliminando a un wazatori tras otro y arrasando los edificios más cercanos a la estación. Los supervivientes que intentan entrar gritan aterrados bajo la lluvia de cascotes, pero el cañón sigue disparando implacablemente contra los muertos vivientes. Isae y Suzume se agazapan junto al vagón de oficiales hasta que se escucha el sonido de un motor procedente de más allá de los muros.

¡Mogami-sama ha vuelto! - grita un soldado.

¡Dejadle pasar! - ordena Shimazu

Poco después el Chisai Ryu entra en el andén iluminando el camino con su único faro entero. Los soldados corren a recibirlo, pero mientras uno de ellos se adelanta para informar alguien se cae de la parte trasera del coche y queda tendido sobre las vías...

Los dedos de Arisa tocan la hoja de la katana y su mente intenta sondear en el pasado del objeto...

Edificios en llamas, gritos y explosiones. El aire huele a sangre, a pólvora y a salitre marino. Sachiko llora de miedo encogida en un rincón, demasiado asustada siquiera para defenderse con sus mariposas negras. Pero no está sola: a su lado se encuentra la kabaneri de pelo blanco y ojos rojos cuya visión atormentó a Arisa al principio del viaje. La chica lucha frenéticamente contra enormes sombras que intentan alcanzar a Sachiko hasta que Kotaro se abalanza sobre ella portando una katana de acero tan negro como la que Arisa sostiene entre sus manos. Con un grito de júbilo ensarta a la kabaneri atravesando su corazón. Las piernas de la chica se doblan y la kabaneri cae de rodillas vomitando sangre mientras Kotaro se pavonea.

¡NAMI-CHAN! - grita Sachiko - ¡NOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO!

Por fin un significado claro para la llamada "ola blanca" (1)

Arisa es sacada de su visión por el estampido del cañón de vapor. Los sucesivos disparos, ejecutados con toda la rapidez y eficiencia de la que es capaz la tripulación de la Ryugujou, basta para que todos los refugiados pierdan cualquier interés en resistirse.

¡SEÑORA! - grita uno de los soldados para hacerse oír por encima del estruendo de los disparos - ¡Todas estas personas llevan armas de acero kabane!

¡Me tocó en una feria! - bromea el chico de antes.

¡Se las he dado yo! - un hombre se abre paso entre la multitud hasta plantarse delante de Arisa - Mi nombre es Arai Shakku y soy el maestre herrero de esta estación. Les he dado a estas personas todas mis armas de acero kabane para que pudieran defenderse.

Arisa no necesita más información para reconocer al hombre que ostenta el título del mejor herrero de Hinomoto, un hombre que combina el dominio de la forja con su telequinesia y su control de las llamas para crear armas únicas, tan hermosas como letales. El hombre sólo se permite una breve sonrisa al darse cuenta de que Arisa le ha reconocido.

Furuhashi-sama, la estación aún no está perdida - le dice apremiante - Con la ayuda de sus hombres todavía podemos eliminar a los kabane que quedan o atraerlos hacia los bancales de niebla azul. Créeme, hay demasiados supervivientes como para que quepan en esta hayajiro. Les pagaré... ¡les pagaré con mis mejores trabajos, pero ayúdanos!...

El fuego consigue apagarse y por suerte el pañuelo parece taparme lo suficiente como para que la niebla no me afecte demasiado. Sin embargo la situación estaba lejos de estar solucionada, aún así el vehículo consigue pasar de milagro entre toda la oleada de kabane y alcanzamos al fin el tren.

- Mantenerlo dentro de la niebla azul y a él también.- les digo rápidamente a los soldados en cuanto Tomohiro-dono cae al suelo a la vez que señalo a Izume-san - Y traed tanto Furuhashi-san como a Untenshu-san- no estaba seguro de si sus poderes podrían hacer algo, pero eran una apuesta bastante más apetecible que el doctor - además de a Ueno-san, por supuesto. Takeshi ya sé que debes estar cansado pero intenta mantenerlos con vida mientras llega la ayuda. Kouzumi-san- le llamo la atención a la mujer pues me imagino que debe estar en estado de shock al ver a su señor tan herido.- Intenta organizar a la gente aquí para que nadie se les acerque. Es lo que puedes hacer ahora y pase lo que pase ni se os ocurra llamar a Ohsumi-san, es como hacer un pacto con un akuma. Créeme.- esto último lo digo mirándola tanto a ella como a la loca de las bombas.- Yo voy ayudar a buscar a cualquiera de las tres...

No tenía ni idea de porque me había puesto tan autoritario pero veía el caos que nos podría caer encima si Tomohiro moría aquí o si le ocurría algo peor y además la situación alrededor no era precisamente segura. Lo que había dicho iba en serio pero la verdad es que era bastante probable que Kagura estuviera con Lyashi y necesitaba saber que al menos ella estaba bien.

Arisa permanece con la boca entreabierta los segundos que dura la visión y un par más después de ella, totalmente congelada en el sitio. Se gira hacia Sachiko, pensando si ambas han visto lo mismo, y luego hacia el chico de la katana, apartando repentinamente su mano, confundida. Si se trata de esta... ¿Nami-chan? Y Kotaro...

Aún algo tocada por la visión, levanta la cabeza al escuchar el aviso del soldado y le dirige un gesto severo al mentiroso de la bufanda. No es hasta que el herrero se presenta, que Arisa se lleva la mano a la boca, sorprendida, y hace una honda reverencia. 

- Shakku-sama, es un honor conocerle en persona... 

Por mucho que lo había intentado, la familia Furuhashi nunca había conseguido tal control sobre las llamas psíquicas y ese hombre era una eminencia tanto en las familias nobles como en la mayoría de las psíquicas. Aquel gesto de generosidad, o más bien necesidad, junto a las palabras confiadas de aquel hombre, son suficientes para que la joven se quede pensativa, llevándose la mano a la barbilla. Mogami-sama no está, pero si se pudiera salvar la estación... Sí, él seguro que lo intentaría. Y si despejamos la estación y conseguimos aliados será más fácil luchar con ese demonio. Pero no podemos dejar la Ryugujou desprotegida... 

- Bien. - dice finalmente, alzando la cabeza y describiendo una pequeña ola rosada al girarse al soldado más cercano - Dejad la mitad de tropas para defender la hayajiro. Si estáis en peligro o debemos marcharnos, que suene de nuevo la sirena. Si Mogami-sama vuelve mientras estamos fuera, contadle lo ocurrido y que Arai Shakku se encuentra en esta estación. La otra mitad que se prepare para la ofensiva. - dicho esto, se gira hacia el grupo que acompaña a Arai y levanta la mano decidida, intentando atraer su arco desde su camarote, sin mucho éxito. Pero no deja que eso acabe con su ánimo - ¡Vamos a luchar y a recuperar Shimonoseki! 

Mientras espera a que todos se organicen, le pide sutilmente a uno de los soldados que traiga su arco de su camarote, y se arrodilla frente a Sachiko, poniéndole las manos en los hombros con gesto serio.

- Estamos cerca del punto de inflexión, Sachiko-chan. - murmura pensando en el futuro que ha visto - No podemos dejar que acaben con la Ryugujou ni con la estación. Así que... Necesito que elijas. Si quieres venir y acabar con los kabane que queden o quedarte y explicarle la situación a Mogami-sama cuando vuelva. Yo volveré lo más rápido que pueda si ocurre algo. Pero debemos evitar ese futuro a toda costa, ¿de acuerdo?

Deja que Sachiko piense mientras se incorpora de nuevo y vuelve a hablar al jefe de los soldados, con gesto serio y grave.

- Una última cosa. Si aparece otra hayajiro, blindada y de tres vagones, no importa la situación, no importa si parece inofensiva: Tocad la sirena de inmediato y disparad contra ella. Si incumplís esta orden o alguien no avisa de que la ha visto, sufriréis un castigo peor que ser devorado vivo por los kabane. - dije fríamente, arrugando el rostro por un momento. Al instante, vuelve a su expresión habitual - Eso es todo. ¿Alguna pregunta?

El último tramo del maldito viaje lo paso con los dientes apretados, disparando a todos los Kabane que veo. Levanto la cabeza ante el primer estallido del cañón de vapor.

-¿Pero se puede saber qué...?.- Niego con la cabeza, no es momento de hacer preguntas.- Venga, sólo un poco más, jolines...

Al final el jeep decide dar el último suspiro (no sin motivos, ese pobre artefacto ha sufrido mucho...) y se vuelve a desatar el infierno. Mogami-sama se cae al sueloy le echo la mano para sostenerlo antes de que se golpee la cabeza. Con suavidad lo bajo al suelo en una zona con niebla azul y empiezo a atenderlo mientras asiento a lo que Hideo me dice. Con la mano señalo al capitán inconsciente y luego a un lado de Mogami-sama, indicando claramente que lo pongan ahí.

Se me escapa una sonrisa sesgada al mecánico.

-Han llegado muy lejos para que se me mueran ahora...- con suavidad pongo a Mogami-sama lo más cómodo que puedo y sigo atendiéndolo.- Oye Hideo...- Bajo la voz para que no me oigan los soldados. Por primera vez tengo un tono de duda y súplica en la voz. No soy un médico.- Daos prisa con la ayuda...