Partida Rol por web

Jace se acercó a la puerta, envalentonado. Pisó unas tablones en el suelo y con su peso aplastó un montón de cristales que había bajo ellos produciendo un ruido y un crujido claramente audibles. Abrió una de los hojas de la puerta doble de entrada, de la que sólo quedaba el arco metálico. Quizás los cristales y maderos que había en el suelo antes formaban parte de ésta pensó. Hubiera podido entrar gateando por debajo del eje central del bastidor¹, pero no le pareció prudente ir a cuatro patas.

Caminó hasta el centro de la habitación, quedando junto al montículo de escombros y la antorcha que había arrojado. A su derecha encontró un mueble de madera corroido por múltiples puntos y cubierto de polvo, liquen y moho. Junto al mueble se encontraba la ventana tapiada que habían visto desde fuera. Detrás de este mueble bajo de madera a modo de mostrador y cubriendo casi todas las demás paredes, lo que parecían ser antiguas estanterías de madera y de metal, se encontraban en no mejor estado, con la mayoría de las baldas vencidas o en el suelo. El contenido de éstas hacía tiempo que había desaparecido. El soldado giró la vista en derredor.

Encima de Jace el techo parecía estar en muy mal estado. La parte central se había hundido completamente formando el gran montón de escombros. Los laterales del techo se mantenían aún en su lugar. Alcanzar el tejado desde el interior no parecía factible sin ayuda o sin apoyo. De todas formas apoyar peso en él quizás provocara su hundimiento.

Lo que más llamó la atención de Jace era la pared posterior de la vivienda, la pared contraria a la entrada. Se había hundido en parte. Atravesada por lo que parecía una gran pieza de metal aplastado, casi tan grande como un carro, que hubiera sido empleado a modo de ariete, penetrando en la pared y siendo aplastado por ésta. Por ello, la pared posterior, mostraba un orificio de 3 metros de anchura que quedaba tapiado sólo hasta la altura de la cintura o poco más.

En la fachada principal, a la izquierda de la puerta, Jace vió una ventana, semejante a la que tenía tapiada con maderas a su derecha. Esta ventana izquierda se encontraba cubierta por el exterior por ladrillos y piedras del techo y el soportal hundidos. Cubierta igualmente por escombros se encontraba la pared lateral a la izquierda del aventurero, en esta se abría un puerta, de madera o metálica, Jace no sabría decirlo sin acercarse más. Se encontraba entreabierta como un palmo de anchura, quizás bloqueada por los escombros que alcanzaban a ese nivel casi el nivel de la rodilla.

De las ratas, o lo que fuera que había chillado, no había señal alguna.

La voz de Jace se oye desde el interior del recinto medio derruido:

- Venga, ya podéis ir entrando, esto parece seguro pero vamos a necesitar mucho trabajo para reforzarlo...
 

Velocatus asintió ante las palabras de Jace. Algo en su rostro demacrado demostraba que no se encontraba del todo bien.

Atendiendo a la orden, descendió con todo el cuidado que pudo del carro.

Tomó algo de las provisiones del carro, no demasiado, pues se encontraba visiblemente débil para cargar. Además, no queria que la herida se le abriera por el esfuerzo.

Entró con parsimonia dentro de la construcción. Una vez dentro, dejó caer sobre el suelo las provisiones, con suavidad, y echó un vistazo alrededor, como intentando encontrar un lugar cómodo en el que postrarse.

Aquello que se mostraba ante los ojos era un auténtico desbarajuste.

Reprochándose sus propios escrúpulos, y viendo que Velocatus incluso en tan maltrechas condiciones se atreve a internarse en el edificio, Ursu se arma de valor y sigue los pasos de sus compañeros. Si lo que sea que les aceche allí dentro es hostil, o si la estructura decide derrumbarse sobre ellos, ésas serán circunstancias que habrán de afrontar cuando sucedan. 

El edificio no presenta mejor aspecto en su interior, al menos a ojos del hombracho. Es tal su ruina que parece a punto de desvanecerse con un soplido sin demasiado esfuerzo. Si Ursu estuviera dotado de inteligencia, se preguntaría cuánta historia y qué tipo de historias ha conocido este lugar. Pero Ursu no es inteligente, sino más bien un poco supersticioso, y lo que se pregunta es cuántos fantasmas les observan. A los fantasmas no se les hace daño con acero, es lo que decía el abuelo Gygax, piensa Ursu, al que invade cierta nostalgia cuando rememora al adorable viejo cascarrabias, el padre de su madre, al que un brote de peste se llevó. 

Hobbard era un sujeto paciente. Quizás algo más que paciente.

Imperturbable.

O, al menos, eso parecía.

Prácticamente no había pronunciado palabra en todo el trayecto. Tan solo se había limitado a gruñir de tanto en tanto vagas indicaciones a los restantes miembros de la partida, o a intercambiar algún gesto de asentimiento o de preocupación a quien quisiera prestarle atención, pero nada que se asemejara remotamente a una frase clara y directa, ni mucho menos a una conversación.

De hecho, el hosco personaje no había modificado su actitud ni siquiera durante aquel ya lejano encuentro en el bosquecillo con sus camaradas leñadores, con quienes se suponía que debía de sentirse quizás más a gusto y en confianza. Unas pocas miradas sombrías y un rictus impenetrable habían bastado para que los amigables y esforzados trabajadores desistieran de sus intentos por ponerse al día con las novedades que podía traer su viejo Jefe... y, ya puestos, de procurar cualquier otro tipo de contacto con el grupo.

De todos modos, lo cierto era que el circunspecto leñador se había recluido en un silencioso y sombrío segundo plano desde que abandonaran la seguridad de la empalizada de Forbrag. Y ello aún cuando, quizás en algún sentido poco claro y bastante difuso, el misterioso sujeto parecía haber sido investido con el liderazgo extraoficial de la expedición.

Por supuesto, la repentina, sangrienta y brutal reacción que todos habían podido presenciar durante el ataque de los perros salvajes no hacía más que profundizar el aura de misterio e intranquilidad que rodeaba a aquel sujeto.

Quizás por ello, a la mayoría los tomó completamente por sorpresa cuando irrumpió de repente en el interior de la construcción, cargado hasta rebosar con cuanto bulto y petate había podido tomar del carro y con un llamativo y despreocupado semblante de tranquilidad y firmeza.

- Bien hecho. Parece que tenemos donde pasar la noche. – dijo con aire satisfecho tras echar una ojeada al lugar. – Aunque aún queda mucho por hacer. Terminemos de descargar las provisiones.

- Otra cosa... tal vez deberíamos soltar al viejo Bill y meterlo al edificio. Será mejor que duerma junto a nosotros. - agregó finalmente, dirigiéndose a Ursu sin ningún motivo aparente.

Ursu, avergonzado por ser precedido por Velocatus se adentró en el edificio, detrás de él lo hizo Hobbard y luego todos los demás. Al entrar, aplastaron algunos tablones que se quebraron con el peso aplastando cristales que había bajo ellos. De no haber estado haciendo ya mucho ruido al entrar, aquello hubiera sido claramente audible. Atravesaron la puerta de doble hoja de la que sólo quedaba el arco metálico

Una vez dentro pudieron ver lo que ya habían visto Jace y Velocatus.

En el centro de la habitación había un montículo de escombros sobre el que se consumía la antorcha que el guardia había arrojado. A su derecha había un mueble de madera corroido por múltiples puntos y cubierto de polvo, liquen y moho. Junto al mueble se encontraba la ventana tapiada que habían visto desde fuera. Detrás de este mueble bajo que bien podía hacer las veces de mostrador podía ver antiguas estanterías de madera y de metal que se extencían por gran parte de las demás paredes. La mayoría de las baldas estaban vencidas o en el suelo. El contenido de éstas hacía tiempo que había desaparecido.

Encima de sus cabezas el techo estaba en muy mal estado. La parte central se había hundido completamente formando el gran montón de escombros. Los laterales del techo se mantenían aún en su lugar. Alcanzar el tejado desde el interior no parecía factible sin ayuda o sin apoyo. De todas formas apoyar peso en él quizás provocara un mayor hundimiento del mismo.

En la pared posterior de la vivienda, la pared opuesta a la entrada, se había hundido en parte. Atravesada por lo que parecía una gran pieza de metal aplastado, casi tan grande como un carro, como si hubiera sido empleado a modo de ariete, penetrando en la pared y siendo aplastado luego por ésta al hundirse. Por ello, esta pared posterior, mostraba un orificio de 3 metros de anchura en una zona donde sólo se conservaba la pared hasta la altura de la cintura. Volviendo la cabeza, de nuevo en la fachada principal, a la izquierda de la puerta, había otra ventana, semejante a la que estaba tapada con maderos a la derecha. Esta ventana izquierda se encontraba cubierta por el exterior por ladrillos y piedras del techo y el soportal hundidos.

Cubierta igualmente por escombros se encontraba la pared lateral a la izquierda del aventurero, en ésta se abría un puerta,  metálica que se encontraba entreabierta como un palmo de anchura, pero bloqueada, sin poder ser abierta o cerrada, al menos no por una sola persona, por los escombros que alcanzaban a ese nivel casi el nivel de la rodilla.

Hobbard apoyó las provisiones que traía en brazos sobre el mostrador, lo que levantó una gran cantidad de polvo que hizo toser a todos. Obedeciendo sus órdenes, Iunus hizo un par de viajes más de vuelta al carro y dejó las herramientas y el resto de provisiones en el mismo mueble, que quedó ocupado por completo.

El espacio en el interior del edificio era suficiente para todo el grupo pero probablemente no estarían muy cómodos tumbados en el suelo que en parte se encontraba cubierto por los escombros de las paredes y del techo. Tendrían que despejar una parte del suelo de tejas, ladrillos y trozos de madera antes de poder tumbarse todos.

Dejar a Bill en el exterior quizás fuera poco prudente, pero habría que convencer al animal para que sorteara la puerta de la entrada y esperar que el animal no se lastimara una pata pisando sobre el suelo irregular y lleno de escombros, tanto de la entrada como del interior del edificio.

Meter el carro quedaba fuera de toda discusión, porque la anchura de este era algo mayor que la de la puerta y sin ampliar ésta sería del todo imposible. De hacerlo quizás pondrían en peligro toda la construcción y además el carro ocuparía más de la mitad de la sala incluso de estar ésta completamente despejada. Quizás podrían eso sí, dejarlo debajo del soportal, al menos debajo de la porción no hundida del mismo.

Hobbard, una vez transportadas al interior todas las provisiones y herramientas se puso a recorrer las paredes evaluando las posibles entradas y como bloquearlas. La labor parecía bastante difícil: la puerta doble, la pared mal tapiada con maderas y la mitad de la pared posterior en su parte más alta, por no hablar de la puerta medio bloqueada a la izquierda o del techo semihundido.

A falta de clavos o de material de construcción de calidad tendrían que recurrir a una opción: emplear los escombros, o bien las tablas caídas y rotas de madera y de metal de las estanterías y apilarlas precariamente en los huecos; eso o bien emplear lo trozos de teja y ladrillo para construir muros.

Ursu evaluó las paredes con ojo crítico, valorando hasta que punto resistiría el edificio y hasta dónde sería posible retirar escombros sin que el peso que éstos soportaban colapsara las paredes o el techo. Si tenían cuidado y seguían sus instrucciones, el techo no se vencería sobre ellos. O al menos eso pensó Ursu.
Quizás los Wirs sabían mucho de trabajar la madera, pero Ursu había trabajado en los muros mucho más que aquellos dos Wits juntos.

Alfabeticamente PJ, tirada, Atención:

Hobbard 3 +3 =6

Iunus 5 +1=6

Jace 10 +7 =17

Normoh 15 +4 =19

Ursu 10 +0 =10

Velocatus 15 +3 =18 (-2 por malherido) =16

Normoh, nada más entrar en la edificación se apartó de los demás y se sentó en el suelo apoyando la espada contra el mostrador. En las manos jugueteaba con la punta de la flecha partida, lamentando su mala suerte. Cuando los Wits empezaron a colocar provisiones sobre el mueble y a levantar polvo el cazador fue el más perjudicado, tosiendo incontrolablemente durante casi un minuto y cubierto del pelo a la ropa por una gran cantidad de polvo. Maldiciendo entre dientes se apartó un poco de donde estaba y se sentó en el suelo más atrás para lo que apartó una par de pesados ladrillos.

Al hacerlo pudo ver en el suelo, en el espacio entre el mostrador y la estantería tras éste una plancha de metal en el suelo, cubierta en parte por escombros. Normoh vió un asa que sobresalía de la plancha. Comprendió que se trataba de una especie de trampilla. Discretamente volvió la vista hacia el resto de la sala. Detrás de él, Velocatus, que se encontraba no muy lejos buscando sin éxito donde poder tumbarse, había visto como Normoh dejaba al descubierto la plancha. Al levantar la vista el cazador pudo ver como Jace clavaba sus ojos en los suyos. El guardia, inmóvil, con la antorcha en alto tampoco había pasado por alto el descubrimiento de Normoh

Velocatus había visto letras sobre la trampilla, pero el tiempo había borrado parte de ellas y no pudo entender qué era lo que decían. Quizás se tratara de un aviso, semejante al que habían visto en el exterior; quizás se tratara de una indicación o puede que se tratara de letras sueltas, que nunca tuvieron sentido alguno salvo para el que las pintó allí.

Velocatus cruzó la mirada con sus otros dos compañeros, el soldado y el explorador, y ambos pudieron contemplar en los ojos del ayudante de curandero una mirada de terror.

Este, intentando que el resto de miembros del grupo no se dieran cuenta del descubrimiento, negó con la cabeza mientras clavaba los ojos en ellos.

A continuación marcó claramente con los labios, sin dejar que saliera sonido alguno de ellos, una simple y terrible palabra, la que un minuto antes había leído en una antigua inscripción:

IN-FI-ER-NO

Cuando su mirada se cruza con la del joven Culprit, un brillo de comprensión asoma a los ojos de Jace… pero inmediatamente le sigue un fugaz destello de rebeldía. La misma que le ha traído tantos problemas en la guardia de Forbrab, esa insana voluntad de seguir un criterio propio en lugar de obedecer las órdenes recibidas.

Y es que Jace no está de acuerdo en absoluto con lo que pretende el asustadizo curandero. Por supuesto que alberga sus mismos temores hacia lo que puedan encontrar, hacia lo que cuentan las leyendas… pero también sabe que es responsabilidad suya mantener este campamento seguro, y que la máxima prioridad cuando estableces un puesto avanzado es asegurar el perímetro. Todo el entorno inmediato. Dejarse un solo rincón sin explorar puede convertir un aparente refugio en una trampa.

Así que recoge del suelo la antorcha que arrojó al interior para abrir camino, antes de que se apague… se acerca a Velocatus y se la tiende mientras sostiene la segunda. Les conviene mantener la mejor iluminación posible para lo que van a hacer. Y mientras se inclina sobre él le susurra al oído:

- Lo siento, pero esta no es su decisión sino la mía…

Y a continuación se dirige al resto del grupo:

- Fijaos en esa trampilla metálica del suelo – señala a un punto entre los cascotes – Tenemos que abrir y comprobar que no hay ningún peligro ahí abajo, o será todavía menos seguro dormir aquí que a la intemperie… – y empieza a dar órdenes con tono imperioso – ¡Ursu, intenta levantarla tirando de esa anilla! Los demás rodeadla por si sale algo…

—¡Nooooo...!— El sudor perlaba la frente de Velocatus cuando hizo un esfuerzo para aproximarse al lugar de la trampilla, con la mano alzada en señal de alto.

 —Hubo una inscripción también en esta trampilla ¿véis?— Y señala hacia la misma — Aunque ahora es ilegible, ¡no dudo que seguramente habrá inscrita otra advertencia, como la de la entrada a la construcción! — El rostro del joven reflejaban auténtico pavor. Estaba de los nervios.

 —¡Hay algo terrible ahí abajo! Los habitantes de este lugar lo sabían, y por eso intentaron advertir a quien pasara por aquí. Deberíamos tapar este acceso con escombros. Pero por favor... ¡no lo abráis! — Le siguió una muesca de dolor acompañada de un gesto para taparse el lugar de la herida tapado por las vendas.

El movimiento brusco para llegar a la trampilla antes de que la abrieran sus compañeros le pasaba factura...

En respuesta al aviso de Jace, todos los aventureros pudieron ver que en el suelo, en el espacio entre el mostrador y la estantería que había detrás de éste se encontraba una plancha de metal con un asa en el suelo. Parecía una especie de trampilla, sobre ella había unas letras blancas muy borradas. Jace había señalado a Ursu que debía levantarla sin embargo, él mismo no había avanzado hacia ella ni un paso*, manteniéndose donde estaba en pie con una de las antorchas en alto.

Sobre la trampilla había aún bastantes cascotes que habrían de retirar si querían abrirla.

Hobbard se asomó a la trampilla que había señalado Jace y miró por encima del hombro de Normoh. Las letras estaban muy borradas y era difícil leerlas.

Hobbard leyó para sí pero moviendo los labios como siempre hacía. En la trampilla ponía, o eso creyó el jefe de leñadores:

CUIDADO

(¿con?) ¿TU MENTE/TU CABEZA?