Partida Rol por web

Quan ve la nit i expandeix ses tenebres,                                                                                                                                                pocs animals no clouen les palpebres                                                                                                                                                          i  los malalts creixen en llur dolor

Ausias March

Un moribundo reclama ayuda en las últimas horas de la noche.

Estás durmiendo en tu cama cuando llaman a la puerta. Despiertas algo confuso (son las 3 de la mañana) y a las tientas vas a abrir. Es la sra Miatowicz, la portera:

- Padre, perrdone molestar en noche. Perro ha llamado prima de mi, mi prima de Innsmouth- te ha hablado alguna vez de su familia. Son emigrantes polacos, como ella, repartidos por toda la comarca, de Boston a Kingsport- Cuida de señorr viejo. Muy viejo. Dice que él está morrirse. Pide extrremaunción.

Te parece algo extraño que llamen a un párroco de otro pueblo para que asista a un enfermo, y no al local. Pero entonces recuerdas una conversación que tuviste con el padre Almond, de la parroquia de Santa María... en Innsmouth no hay culto católico. Supones que por eso te han llamado.

Como no puedes dejar morir a un anciano sin los sacramentos, te vistes, tomas el café que te ha preparado la sra Miatowicz y recoges los enseres de tu profesión. Antes de irte se te ocurre llamar a la joven Marla Halsey, una estudiante de medicina que vive cerca, por si acaso el enfermo no está tan moribundo como cree la prima de la portera y aún se puede hacer algo por él.

Te has quedado dormida otra vez sobre tus libros de medicina, entre esquemas de los riñones y intestinos. Eso tiene algo positivo, pues cuando llaman a la puerta a las 3 de la mañana, vas a abrir aún vestida.

El que llama es el hijo de la portera, Ben Miatowicz. Te pide que acompañes al cura que vive en la escalera, el padre Louis a un pueblo cercano. Al parecer hay un hombre enfermo, moribundo, y hay que asistirle.

Aunque no seas aún doctora, desde que le quitaste una muela sin dolor y sin cobrarle a la buena sra Miatowicz, te considera mejor que ningún médico que haya conocido en su Polonia natal o en América. Te recomienda a todos sus amigos y te deja por las nubes: buena chica, estudiosa, educada, buen partido, etc. COmo no vayas con cuidado te buscará marido. Es como una abuela adoptiva.

Coges tu maletín de médico y te subes al coche que conduce el joven Ben Miatowicz con el padre Louis.

Antes de bajar Louis prepara un pequeño maletín con oleo bendito y un rosario para poder aplicar la bendición llegado el momento.

-Buenas noches señorita Halsey, - dice como saludo mientras le tiendo la mano. Parece que esta noche toca servir en lugar de dormir  - abre la puerta del coche para permitirle la entrada y una vez dentro se interesa por el estado del pobre hombre.

- Ben, hijo. ¿Cuál es la enfermedad que sufre a este señor? ¿Y cómo es que habéis pensado en mí? No es que me importe ni mucho menos, servir es mi deber, pero me llama la atención.

Ben se encoje de espaldas:

- Ni idea pater. Supongo que no requiere mucho, pues creo que tiene como unos cien años... Se cae de viejo, como Arkham. 

Podéis tirar ahora psicología.

Con eso os ponéis en marcha. Al poco de recorrer las calles empedradas de Arkham, envueltas en un silencisio ominoso en esas horas de la noche, tan diferentes de por el día cuando siempre hay voces y gente. Casi os preguntáis que sueños y pesadillas tienen vuestros vecinos... qué cosas acechan su descanso, sean remordimientos o deseos.

Al salir de la ciudad, empezáis un traqueteante camino rural lleno de baches. Sólo los focos del vehículo son un faro en las tinieblas. Tenéis quizá 30 minutos antes de llegar a ese pueblo costero.

Intento discernir, por su forma de hablar y sus gestos, si sabe algo más de lo que está diciendo.

- Y bien hijo, ¿que puedes decirme del pueblo? Por desgracia no he tenido tiempo de ir allí en ninguna ocasión. ¿Tenéis muchos familiares allí? - me giro hacia Marla y extiendo la pregunta - ¿Acaso has estado allí tú alguna vez? Imagino será entrañable... un pequeño pueblo pesquero.

Se despabila al sentir la voz del Pater Louis y se da cuenta que, efectivamente, está casi durmiendose en el asiento, cabeceando de vez en vez, ya sin nada entretenido que ver.

Se gira hacia Louis y le sonríe levemente. La verdad es que no he estado allí nunca, pero he estado cerca, viendo a un amigo de la señora Miatowicz que tenía una alergia. No niego que pueda ser un pueblo entrañable... pero no es dificil tomarse cualquier enfermedad por esos lugares.

Se refriega levemente los ojos.

Espero esté fresca la brisa marina...

Sonríe de nuevo al Pater, y se dirige a Ben.

Crees que este buen hombre vaya a fallecer?

Creo que me equivoqué =P

Ben se encoje de espaldas como diciendo "yo que sé". Es un hombre rudo de pocas palabras. Se dedica a conducir, pues la carretera está tan descuidada que tiene su riesgo.

Tras casi una hora traqueteando a tumbos, Innsmouth, una ciudad colindante con una marisma, aparece al fondo de la llanura costera. Es una noche tan negra que casi no veis el cartel que anuncia el lugar.

La impresión que produce el lugar, aunque la oscuridad impide entrever detalles, es de pobreza: no hay un solo fanal encendido y ni un coche aparcado en las oscuras y embarradas calles. La impresión es tan lugubre que casi os alegráis de saber que no hay que entrar ahí: la casa del enfermo está a las afueras.

Una vez allí, os recibe a la puerta la prima de la sra Miatowicz con una lámpara de petróleo que desprende un olor desagradable. Es una mujer bajia y robusta. Se santigua al ver al padre Louis.

En su inglés entrecortado, os cuenta que el sr Lamont, de 96 años, lleva tres días sin levantarse de la cama, y está muy mal. Se ha negado a llamar al médico de Innsmouth y también a que le llevaran al hospital de Arkham.

Sin más, os pide que la sigáis al dormitorio del enfermo.

Bajo del auto, un poco más despabilada, y le dedico una sonrisa amable a la señora. Le tomo las manos entre las mías para saludarla y pronuncio un leve "Permiso" mientras entro en la morada.

-Dios la tenga en su gloria señora. Ha hecho bien en llamarnos, pero no nos demoremos, vayamos a atender al señor Lamont.- dicho esto acompaño a la señora y a Marla al interior cediéndoles el paso. Si bien antes de cruzar el umbral de la puerta me giro hacia fuera y le comento a Ben - Por favor hijo esperanos aquí, si bien no se cuanto tardaremos podríamos necesitar de ti y te agradecería que estuvieras, en tal eventualidad.

Sin más dilación entro en la casa y sigo a la señora hasta la habitación del señor Lamont.

Mientras andais por el pasillo hasta el dormitorio, podéis oir ya la respiración baja, sibilante, del enfermo, como el aire escpando de un fuelle roto.

Al entrar, veis una pequeña habitación con una cama, iluminada entre las largas sombras que proyecta un candil. Allí está la arrugada figura del un anciano cubierto de mantas. Con una barba blanca desmadejada cubriendo su pecho. Sólo el ligero ruido de su respiración indica que sigue con vida.

La señora Miatowicz toca un momento la mano del sr Lamont y parece revivir un poco cuando le dice que ha venido un capellán. Os deja a solas con él.

- Padre...- tienes que sentarte a su lado para oírle-... Tiene que confesarme... Quiero la absolución... por mis pecados...

Me acerco a Marla y hablo con ella discretamente. - Por favor hija, déjame un momento a solas con el señor Lamont para apaciguar su espíritu. Seré breve - le digo mientras le cedo el paso hacia la puerta.

Sonrío levemente a Louis y salgo, pero procuro quedarme no muy lejos de la habitación. Repaso con el pensamiento qué afección puede estar afectándolo.

Cierro la puerta según sale Marla y me vuelvo hacia el señor Lamont. Cojo una de las sillas de la habitación y la coloco frente al cabecero de su cama, para acto seguido sentarme en ella.

Ave María Purísima - digo mientras recojo su mano entre las mías y escucho su respuesta.

Sin pecado concebida - responde con dificultad.

Cuéntame que pecados afligen tu alma y no tengas reparo. Dios es bueno por naturaleza y siempre sabrá perdonar nuestros errores como humanos que somos - mantengo mi voz en volumen cálido y confidencial para que se sienta agusto en estos duros momentos y escucho atentamente su historia.

- Padre, he sido... un hombre cobarde toda mi vida... dejé que este pueblo maldito... me convirtiera en uno de ellos. Que Dios me perdone... tome los tres juramentos. Incluido el tercero... - solloza-Participé en sus impías ceremonias... Esos malditos Marsh trajeron el mal a Innsmouth, antes era un pueblo de Cristo... Ellos... Trajeron el Demonio a mi ciudad... y lo he visto... lo he visto... ¡Tiene que absolverme, padre!

Marla, te das cuenta que poco se puede hacer por este hombre. Tiene el corazón muy débil.