Partida Rol por web

La hija de Chronos

Epílogo: Al otro lado del espejo

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26/01/2020, 18:41
Naga

El camino hasta por donde había venido Alicia no parecía fácil. Para salir de la madriguera del conejo usaron uno de los túneles que daba al inicio de un lago. Allí tomaron una barcaza para cruzar aquel enorme lago. Las aguas eran cristalinas y bajo ellos vieron peces enormes de todos los colores imaginables y que se comerían a cualquiera de ellos de aperitivo de tener oportunidad. Mike trató de no asomarse mucho por la borda, no fuera a volcar con su peso todo.

Llegaron a la orilla y tuvieron que cruzar unos campos llenos de flores e insectos enormes. Aquellas flores cantaban y murmuraban entre ellas pero tan pronto los viajeros se acercaban a ellas se callaban. No querían que oídos ajenos las oyeran cuchichear.

Y tras cruzar aquel extenso campo llegaron a una cueva oscura por la que tuvieron que avanzar en penumbra. La humedad hizo que a Sasha se le rizaran el pelo, incluso a Kivo le salió algún bucle en la frente. La cueva parecía ser algo lúgubre, pero caminando todos juntos el miedo no era una posibilidad.

Al final de la cueva encontraron un doble portón plateado, que tras cruzar llegaron a una enorme sala de espejos. De uno de los espejos crecían enormes espigas de hielo, como si se estuviera congelando algo poco a poco por su marco.

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26/01/2020, 19:14
Alicia

Alicia se dirigió a ese espejo, aunque antes miró a los viajeros.

-Volveré cuando pueda- dijo algo compungida y con lágrimas en los ojos. Procedió a despedirse de todos con un pequeño abrazo, sobre todo del Conejo que es con quien más tiempo había pasado. -Os echaré de menos...

Conforme la muchacha cruzó el espejo, aquellas formaciones de hielo desaparecieron, explotando en un montón de puntitos de luz.

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26/01/2020, 19:16
Naga

Komori entró al palacio con aquel pequeño anillo en sus manos. Ya no había rastro de la pesadilla, por lo que el paisaje alrededor cambió completamente y volvió a estar lleno de peces de varias formas y colores, así como de aquellas casas submarinas que Komori no conocía pues era un reino que aún no había visitado.

El palacio estaba hecho de grandes conchas y corales y no tuvo problema en atravesarlo, pues no vio guardia que le interrumpiera el paso. Sus ojos se maravillaban con las formas y colores de aquellas paredes, hechas al completo de cosas que uno solo podía encontrar bajo el mar. El pasillo principal llevaba a una gran sala del trono donde pudo ver a la reina sentada, mientras gritaba a un montón de sirvientes que no paraban de moverse de un lado a otro atareados.

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26/01/2020, 19:16
Nereida

-¡Todo debe estar perfecto para cuando llegue Cornelius!- les señalaba las cortinas, las mesas donde servían manjares y sin embargo se sentía que a la reina le angustiaba algo más.

Cuando Komori le dio el anillo sus ojos brillaron con ilusión y no pudo reprimir dar un abrazo a la meteomaga. Eso era lo que le faltaba, aquella humilde alhaja hecha con conchas brillantes era muy importante para la reina pues el futuro consorte Cornelius se la regaló cuando apenas eran unos niños.

Nereida quiso agradecer con unas palabras a Komori, pero de repente algo cambio...

Todos a su alrededor comenzaron a desaparecer...

¡Estaban despertando!

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26/01/2020, 19:51
Naga

No tardaron los viajeros mucho en saber que aquello había surtido efecto. El mal que aquejaba a los Trece Reinos se iba disipando poco a poco.

Ellos desconocían que los Trece Reinos eran invención del padre de Alicia, una serie de libros exitosos que hablaban de todos y cada uno de los rincones de aquel mundo que los dragones habían hecho posible hilando la imaginación del señor Lidell o Chronos como se conocía en los Trece Reinos. Pero tras marcharse Alicia, su padre cayó muy enfermo por la preocupación y el tiempo no pudo avanzar más pues él dejó de escribir. La vuelta de la muchacha traería la normalidad a todo.

Al volver al castillo de la Reina Roja pudieron comprobar que todo estaba como antes, que aquel que había sido congelado había vuelto a la normalidad y eso incluía a su compañera Komori. Pronto la reina convocó una fiesta donde pudieron comer y beber tanto como quisieran, así como les dio hospedaje por un par de días.

El viaje parecía haber acabado y quizás era hora de volver a casa, o buscar alguna nueva aventura.

 

Notas de juego

Este es el fin de la partida, más o menos porque todos podéis postear un último post donde explicáis qué hará vuestro personaje y dónde queda en el futuro.

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27/01/2020, 16:29
Dastan

Alicia atravesó el espejo de vuelta.

—Gracias, Alicia... estás haciendo lo correcto. Esta siempre será tu casa. Mira a ver si puedes arreglarlo todo y siempre estarás en nuestro corazón. 

Al principio no supimos nada, aunque aquellas explosiones de hielo presagiaban un cambio. Luego poco a poco, al volver, comprobamos que todo volvía a la normalidad. 

Todos estábamos cansados pero en el Castillo de la Reina Roja todo volvía a la normalidad. 

—Gracias, su Alteza Real, entre vuestra sabiduría y la del Sombrerero, hemos logrado solucionar el asunto del tiempo. 

A sus amigos... sólo deseaba seguir el viaje con ellos. 

—Una vez solucionado esto... sólo espero que podamos seguir viajando. Quiero averiguar quién fue esa chica etérea que encontramos y por qué la Reina Blancanieves nos dió aquel Rubí o Gema tan extraña y sombría... y eso sólo lo averiguaremos si los dragones quieren en más viajes. 

Sí, todo aquello no había terminado las ansias de aventura del joven salido de aquel reino Atlante. 

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30/01/2020, 14:33
Komori-san

 

La Komori los vio de lejos y sonrió, -¡Regresaron!-  pues así funcionan los viajes de la vida. 

La celebración le cayó de perlas.  En ella, entre preguntarles cómo les había ido, la anciana maravillense les contó de su propia aventura en el mundo de los sueños, la derrota de la pesadilla con un arco bien templado, los delfines, la joyería de conchas sencillas, y todo para que alguien despertara (¿ella misma o la princesa nereida?, una nunca sabe.)

Mijos, creo que los dragones me llaman para continuar mi viaje.  -suspiró hacia el final de la jornada celebratoria, es decir, al segundo día.  

Como siempre, seguiré andando, para pasar a saludar a mis ahora 23 nietos, dispersos por todos los reinos, que esas son las rondas de las abuelas hoy en día, y las bisabuelas del mañana.   Quien quiera acompañarme, y si me aguanta el paso a bastón batiente, puede hacerlo y me dará mucho mucho gusto. 

Y son siempre bienvenidos de visitarme en casa en el País de las Maravillas, y hospedarse ahí, aunque yo no esté.  Sólo tienen que decir su nombre al revés y contar una anécdota de nuestro viaje y mi puerta os reconocerá. 

Les dió un abrazo a todas y todos.   A Dastán le dió un Atlas de nubes que había estado dibujando.   Todo buen meteomago debe tener uno.  -Le guiñó el ojo.  A Kivo le regaló un yo-yo, para entretenerse y que pudiera verse más rudo, puesto que era y se veía demasiado-demasiado tierno para el camino así como iba.  A Sasha le había horneado toda la noche anterior, lo que parecía pero no era, un sinfín de pastelillos.  Para tí mija, que te ves un poco famélica de tanto andar dando vueltas, mi linda neko.   Le dió un cariñito atrás de la oreja y sonrió con un poco de melancolía y más gusto por toda la compañía compartida, de todos.   A Selenne, simbólicamente, le hizo un respetuoso ojigi y dijo: Gracias campeona, por cuidarnos tan tan bien a todos.  Sigue protegiendo lo bueno y lo justo, ...y a la gente extraña, como nosotros. 

Y así, sin más, despidiéndose con su pañuelo y un beso al aire, la Komori-san se fue por el camino, paso, paso, bastón, paso, paso, bastón, e iba  cantando, cantando, la hermosa vida.

Bisi-Bisi araña, subió a su telaraña, vino la lluvia y se la bajó... 

 

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31/01/2020, 18:24
Sasha

El objetivo del largo viaje parecía haberse superado, y con con ello llegaba lo bueno de todos los viajes: ¡La fiesta final repleta de pastelitos! No estaba muy segura si sería así para todos, pero en mis sueños de niñez siempre imaginé algo así. Aunque también imaginé mi viaje pudiendo echar largas siestas en cada uno de los reinos... pero no me iba a quejar porque al menos se había cumplido la última parte. 

Mientras como y bebo en la fiesta de la Reina Roja, a mi mente llegan un sinfín de recuerdos, de todo lo acontecido en el camino. Sin duda, parecía haber pasado todo un lustro y las memorías de Kerpilean me parecen lejanas. Comenzaba a echar de menos su vida tranquila y la compañía de mi familia. Extrañaba las siestas colmena, cazar pelusas con padre… Estarían orgulloso de mi cuando les contase que había ayudado a solucionar el tema del tiempo.

No es que el tiempo fuera importante para los antroponekos, para nosotros ante una buena siesta no hay relojes que valgan… Pero del tiempo dependen otras muchas cosas, como las cosechas. ¡Y sin merienda si que no podemos estar!

Hablando de merienda, recibo con gusto el presente de Komori, la cual se acaba marchando pero yo me quedo todos los pastelitos. Para mí. Nada más.

-Yo también debería volver a casa. Pronto será Nap Time… Es la mayor fiesta en Kerpilean. Comemos, bebemos, se hace la cacería de la Gran Pelusa y luego dormimos siesta una semana – asiento un par de veces –  Creo que no podré acompañarte – añado a Dastan, ante sus expectativas de seguir viajando- Pero estáis invitados, será divertido dormir la siesta juntos.

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09/02/2020, 12:32
Kivo

 

Caía la tarde y Kivo subía la empinadísima colina, buscando las alturas. Las huertas de fruta dejaban paso a terrazas de plantas del té, escalonadas una sobre la otra, hasta que los prados de hierba verdísima indicaban el inicio del reino de lo silvestre. No tardaron en llegar los primeros bosquecillos, a cada recodo más y más densos, gruesos y sabios.

Tras la última curva, el camino entraría en un viejo bosque, donde apenas se verían las estrellas.

Kivo se detuvo un segundo ante los dos árboles que guardaban la entrada. Los saludó con un gesto mudo y se giró para mirar atrás.

Muy abajo y muy hondo, en el fondo del valle, las lamparas de papel y la música hablaban de fiesta. Desde la lejanía llegaba el canto de las campanas y con ellas subía, sorprendentemente limpia, la melodía de las flautas. Todos celebraban el retorno del Tiempo, allí y en todas partes, como si los Trece Reinos quisieran recuperar las horas que habían perdido para comprimir en ellas la alegría de muchos años. El Tiempo había vuelto a caminar, los amigos perdidos volvían y la Naturaleza recuperaba su ciclo infinito.

Pero en ese momento, la Naturaleza se quedaba quieta al paso de Kivo. Tras aquella última mirada a las luces de papel y a las fogatas, el pequeño oobi sonrió triste y se adentró en el bosque. Había flores a ambos lados, y muchos hongos y setas y muchas brillantes mariposas nocturnas que empezaban a despertar. Pero todas las criaturas se quedaron quietas, sin interrumpirle. Las flores lo dejaron pasar y callaron, respetuosas.

Esa vez él tampoco se paró a hablar. No podía detenerse. El nudo empezaba a aflojarse.

Miró arriba, donde en el cielo celeste, rosa y violeta abrió el ojo el Gran Farol, la primera luz de la noche, la primera estrella que aparecía al caer el sol. Las ramas de los árboles la interrumpían, cada vez más frondosas, hasta que desapareció del todo. El bosque se había cerrado sobre el camino y todo era penumbra, olor a musgo y frescor.

Siguió y siguió, arriba y arriba y, de pronto, el camino brotó al otro lado del bosque, como por sorpresa y sin ningún aviso de la luz. Estaba en la cumbre, donde seguir ya era bajar. Y justo ahí los árboles y las setas se acababan y miraban a lo lejos.

El sol se ponía y derramaba la última luz. Cálida, dulce, una caricia.

Ya está. Lo supo.

El nudo se diluyó y Kivo sintió como una gran y pesada gota que caía en un estanque subterráneo y plácido. Y eso le llenó de placidez y amor.

Había llegado el final de viaje.

Se sentó sobre la hierba, mirando la puesta de sol, y respiró profundo. Notaba algo distinto. Como un cambio, un crecimiento. Como si hubiera crecido de pronto y supiera más cosas. Y mientras se notaba pasar al otro lado, llevó la mano al corazón, sin dejar de mirar a lo lejos, y notó la Semilla tibia, vital.

Se sacó el colgante que la llevaba y notó que al separarla de su pecho quedó un instante encallada por un hilo invisible que la unía a su corazón. Con un «¡plin!», una gota inaudible y un reflejo inesperado, el hilo invisible se rompió, con pena pero sin dolor. Como la despedida de dos hermanos que deben tomar caminos distintos.

Tomó la semilla. Estaba viva y le sonreía, agradecida. Acarició su terciopelo blanco y se le saltaron las lágrimas. Se limpió los mocos en la manga.

Ella quería que la sembrara allí, justo allí y en ningún otro lugar. Y de ella nacería un gran kopu, un inmenso alcanforero lleno de sabiduría y misterios que viviría siglos. Ese kopu recordaría el viaje de Kivo hasta que las estrellas cambiaran de sitio.

El oobi observó un rato largo irse el sol mientras lloraba, apretando la semilla en el puñito contra el pecho. Hasta que algo pesado se derrumbó y se acomodó a su lado. Había seguido a Kivo.

El poni con jersey se sentó junto a él, en silencio, mirando al atardecer bajo su sombrero de paja.

—Qué bonito todo, ¿verdad, Mike?