Partida Rol por web

La conversación era agradable y el príncipe disfrutaba de nuestras anécdotas. Habíamos hecho un amigo.

—Claro que sí, era lo que yo decía... —comenté a las palabras de Tenji sobre su padre. Parecía un rey inteligente y sabio... en esas, llegamos a un precipicio.

—Esto parece insalvable... ¿No habrá cuerdas para tender un puente lanzando unas flechas? —era arriesgado, pero no se me ocurría otra cosa para pasar. Busqué en los alrededores algo que nos permitiera pasar. 

—Aquí se libró una batalla... —dije mientras buscaba. 

Es...difícil de explicar... - respondió por el tema de la escama algo avergonzado - es como una escama de pez pero muchísimo más grande y pesada... incluso diría que tenía emociones propias, de ahí que se protegiera a sí misma.

En cuanto a Mechrow...yo nací y crecí en Lindblunt, la capital - caminó pensativo recordando su tierra - hay muchísmos ingenios, máquinas y herramientas, motores de vapor, engranajes.... esas cosas no las he vuelto a ver desde que salí de allí, supongo que sería curioso para un forastero, seguro que te resulta interesante e incluso quizá quieras conseguir algo de tecnología para tu reino - concluyó sonriendo a sus dos acompañantes.

Entre su conversación y la de Dastan apenas se percató de que el camino terminaba, y no fué sino cuando los dos se detuvieron que devolvió su vista al frente y  observó el panorama.

Buffff...¿y ahora? - musitó mientras observaba los restos de la batalla pasar ante sus ojos.

Kivo y Sasha parecían más hechos a las andadas por los bosques y por aquellas marañas de raíces y hojas, cosa que Hamo no había podido experimentar hasta que comenzó su viaje. Había sido el tercero en pasar bordeando al gólem y Detlef apenas había tenido tiempo a llegar al otro lado tampoco. La suerte no estaba con el artesano. Su pie se enredó en una de las raíces y la cara de Rizzo expresó con una cara de sorpresa absoluta. Sus ojos luego fueron a parar a aquella enorme mole de roca. Pasaron un par de segundos y no sucedió nada, lo que hizo a los viajeros respirar aliviados.

De repente, como si de un montón de bisagras viejas mal engrasadas se tratará, se oyó un chirriar procedente de la montaña de piedra. –Maldición… ¡Corred!- les instó el joven cazador, tomando la mano de Hamo para guiarle por el sendero y poder darse prisa. –Corred, corred- repitió y tomó el sendero con toda la velocidad que le permitían las piernas. Tras los viajeros, un crujir de ramas denotaba el despertar de aquel monstruo. –Os dije que tienen peor humor que el viejo Rumple y mucha fuerza, si nos damos prisa quizás no nos vea.

El príncipe escuchaba a ambos viajeros y asentía a lo que decían, compartieron ideas y emociones sobre los viajes. Kon y Dastan sobre lo que llevaban recorrido y Tenji sobre lo que le gustaría ver cuando emprendiera el suyo. Él quería visitar todos los lugares de los que le habían hablado, parecían lugares interesantes y apasionantes.

Kon encontró entre los restos de la batalla una cuerda muy larga, de cuyo final pendía un gancho metálico. Era como aquellos ganchos que se solían usar para escalar muros en los asedios, solo que este estaba roto. Le faltaba un par de puntas metálicas de las cuatro que llevaba en forma de cruz. Aquello no ayudaría de mucho si lo lanzaban, aunque la cuerda parecía resistente. –Esa cuerda nos puede ser útil…- señaló Tenji al descubrimiento de Kon.

Por su parte Dastan vio algo más entre los restos de la batalla. Allí empezaban a asomar brotes verdes del paso del tiempo y entre esos brotes pujaba una flor espectacular. Su color era blanco puro en el centro, tomando un color violeta los pétalos hacía las puntas. Era preciosa y tuvo que tomarla. Aquella flor le sonaba de algo, pero ahora mismo no podía discernir bien. Él no la ha había visto en su reino de origen, pero puede que le hubieran hablado sobre ella.

La había liado. La había liado a base de bien.

Se había tropezado y, por culpa de alguna magia ancestral, había despertado a la pétrea criatura. No tardó en despertar, y Rizzo tiró de él para salir de allí. Pero el muchacho era más pequeño que él y le hacía correr torpemente, tropezándose con ramas y piedras.

- ¡Ay! ¡Espera! ¡Yo... ouch! - alcanzaba a decir.

¡El monstruo se estaba despertando!

– ¡Para ser de piedra tiene buen oído! –exclamó Kivo, y no tardó ni un instante en salir pitando a toda velocidad– ¡Vamos!

Saltó un par de matojos, esquivó algunas raíces incómodas en el sendero y puso tierra de por medio.
 

Sabía lo que era el mal humor por haber sido despertado de la siesta. Lo experimentaba en mi casi cada día, pero yo era pequeñita y padre me había enseñado a controlar el genio. En cambio, aquella criatura ni era pequeña ni había conocido en carnes la disciplina de padre. Es por eso que abro los ojos y corro a todo lo que puedo. Haciendo alarde de la agilidad felina de los de mi condición.

Como un rallo.

Se apresuró a reoger la cuerda ahora que Tenji había denostado su utilidad, la verdad es que sí parecía útil, pero el chico no tenía muy claro dónde podrían aferrarla tal y como se encontraba el garfio de escalada del final. 

Seguro que a Dastan se le ocurre algo.

Estaba a punto de mostrársela cuando le vió concentrado en algo diferente, había encontrado una flor extraña, la verdad es que era curioso cómo la naturaleza se abría camino independientemente de las circustancias, incluso en sueños o en tierras sin gravedad aparente.

Se acercó para echarle un vistazo más de cerca, no era un experto en la materia, pero le resultaba conocida.

Dastan tenía la flor en la mano. No había podido evitar cogerla. 

Se acercó a los otros dos —Mirad lo que he encontrado, esto nos puede ser útil porque... porque... 

Alguna razón había, el caso es que estaban en el mundo de los sueños y no se acordaba muy bien para lo que servía la flor...

Hamo parecía que no podía atrapar al resto, porque sus piernas no respondían. Y mientras que Sasha parecía correr demasiado rápido para lo que en principio cualquiera diría, con lo que le gustaba dormir, Kivo se defendía en la carrera. Y Detlef, que todo aquello le había pillado de improviso pasando al lado del gólem, también estaba quedando atrás, a la altura del artesano.

Rizzo se paró mientras el resto corría, como interponiéndose entre él y el monstruo. –¡Voy a usar la magia que me enseñó la bruja!- gritó a los viajeros mientras estos tomaban distancia.

Impuso las manos en dirección a la parte del camino que dejaban atrás, por donde se oían aquellos pasos pesados y ese alborotar de ramas. Donde se suponía que el gólem aparecería de un momento a otro. La magia chispeó y salió de la nada, formándose frente a él. Aquellos rayos empezaron a materializarse y formarse en espiral y dieron como resultado un muñeco. Una especie de peluche con la altura de Hamo y algo de su apariencia, pero con lana en lugar de pelo y botones en lugar de ojos.

El muñeco miró a los viajeros que huían, les saludo con la mano y se quedó en posición de combate, como esperando al gólem. –¡Él  les entretendrá!- gritó Rizzo tratando de atrapar a los Viajeros, aunque a Sasha apenas se la veía ya.

Corrieron y corrieron hasta llegar a un pequeño claro, donde tuvieron que sentarse en el suelo y retomar el aliento. El joven cazador estalló en una carcajada. –Casi nos cogen.

A Kon esa flor le sonaba, él sabía que se llamaba Gloria Coronada de la Mañana y que crecía en yermos. Sin embargo, era Dastan el que había oído historias sobre aquella flor. Él sabía que florecía cada año y que no era época para ello. También que se usaba para ayudar a dormir y a recuperar fuerzas para el día siguiente.

Tenji miró a ambos viajeros y luego abrió la boca al ver la flor. –Vaya… ¿Qué es? Es muy bonita…- luego cogió la cuerda. –Quizás pueda hacernos llegar del otro lado, si clavo una flecha con la cuerda atada. Las flechas parecen resistentes para sujetarnos si cruzamos, creo… Al menos mi puntería es buena- y así lo demostró apenas un minuto después. Ató la cuerda a la flecha y tiró. La flecha se clavó en uno de los árboles que había al otro lado, atravesando una rama. El príncipe parecía fuerte debido a su instrucción, para ser rey en un sitio como el Reino del Peligro tenía que estar bien entrenado, eso sin duda.

-¡Lo conseguí!- dijo dando un pequeño salto y buscó dónde atar el otro extremo de la cuerda.

Kivo corrió hasta llegar con los demás al prado. Se detuvo jadeando y se apoyó en sus rodillas.

– ¡Arf! ¡Bien! ¡Qué buena esa magia! ¡Ese monigote era como Hamo! ¡Quiero aprender a hacer eso! –exclamó Kivo, contento.

¿Cómo sería un peluche del pequeño oobi?

– ¿Y ahora por dónde?

Detlef se había pasado desde que salieron de la posada dándole vueltas a la cabeza. Pese a todo el tiempo que se había pasado leyendo acerca de ritos, maldiciones, enfermedades y en general otras cosas relacionadas con la magia, nunca se había encontrado con algo similar a esto, y eso siempre le dejaba en un estado mental de constante runrún, cavilando, comparando y cotejando posibilidades que le hacía quedarse un poco aislado del mundo exterior.

Bueno, vale, muy aislado.

De no haber sido por las advertencias de Sasha y Kivo se habría dado de morros con el golem. Aún cuando lo vieron durmiendo, en vez de avanzar como los demás, se quedó parado mirando. "Um, ¿un golem? Nunca había visto uno fuera de los límites urbanos tan de cerca. Me pregunto si es un constructo elemental, debería tener alguna marca que...- siguió dale que te pego, estirando el cuello para ver si distinguía alguna de las formaciones de maná cristalizado que habitualmente se daban en criaturas elementales naturales. Claro que también podría ser un constructo de tipo Meynck. La tosquedad parece la adecuada, quizás si se emplease el procedimiento Paracelsus con materiales más improvisados, y un... hmmm, no, a lo mejor un Corbulón más simple con cierto aire artístico, pero...

En esas Hamo, que trataba, con más seso que el jóven bávaro, de pasar desapercibido, acabó dandose de morros contra la criatura. Detlef la vió empezar a moverse, cerniéndose sobre él- instintivamente, se había acercado para ver. Se dijo que probablemente, si era un Meynk, bastaría con encontrar la palabra shem que...

Entonces el rugido de la criatura le pasó como una ola de sonido por encima, y Detlef regresó a la realidad y se olvidó de Meynck, Corbulón, Paracelso y de toda la Academia de la Ciencia junta, se dió la vuelta y echó a correr a todo lo que daban de sí sus piernas, que tristemente, no era mucho.

Pronto empezó a preocuparse seriamente. Sasha iba tan por delante, con la falda del vestido flameando tras ella de pura velocidad que llevaba, que casi ni la veía. Los botes rítmicos de la falda y de su pelo tras ella serían algo bastante bonito de ver, si no los persiguiera una masa probablemente homicida de roca viva. Kivo la seguía a cierta distancia, pero a un ritmo más que envidiable, zigzagueando por entre los árboles como si fuera una segunda naturaleza. Y cargado con la vara, que no era poco.  Detlef calculaba que apenas iba la mitad de rápido que ellos, y al rato de empezar su huída ya no había acabado dándose de morros contra un árbol porque los dioses no lo quisieron. El único que parecía compartir sus problemas era Hamo, y hasta el artesano parecía más ducho en esto que él.

En aquel momento, Rizzo saltó tras él y convocó algún conjuro. A Detlef se le abrieron los ojos como platos al ver aparecer al muñeco, una réplica tosca pero reconocible del cazador. ¿Un hechizo de creación de homúnculo? ¿La bruja había enseñado a un cazador común y corriente un hechizo de creación de homúnculo? El asombro le duró poco, pues el muñeco conjurado salió corriendo en dirección al gólem, y el bramido que se oyó desde esa dirección le recordó que este no era momento de maravillarse con teoremas taumatúrgicos.

Finalmente, lo perdieron. En cuanto llegaron a un claro Detlef, rojo como un tomate, se desplomó más que sentó sobre el suelo e intentó hablar.

Jggfffffsoasi... arf... arf...unffffffsmunclfffffghjss... arf... comsbsfffffff... cof, cof, cof...brfjjjjjjjjsldbsffffffffff... arf... eldndffffffffffffffffs... agh... afffffs...

Tras unos cuantos segundos de inspiraciones profundas, toses, sofocos y "perdón un momentfffffffffs" varios, el erudito recuperó un poco la compostura y la capacidad de respirar sin ahogarse.

Tengo curiosidad por conocer a esa bruja... debe de ser notable si sabe enseñar hechizos como ese de modo que cualquiera sepa usarlos. Pero bueno, primero tendremos que encontrarla... ¿tú sabes dónde estamos, Rizzo? Yo perdí la cuenta después de la tercera vez que casi me descalabro...

A su alrededor todo eran gritos y movimientos bruscos. Colores verdes, marrones y rojos pasaban ante sus ojos en un caleidoiscópico caos que impidió que el joven artesano tuviera algún tipo de pensamiento lógico que no fuera corre por tu vida. Sin embargo sí pudo apreciar, durante unos segundos que se dilataron en el tiempo de forma antinatural, la creación de Rizzo: su composición, el entretejido de la lana sobre el cuero y los botones, en una apariencia tal que parecía él mismo fabricado por manos divinas. Lamentablemente, todo se desvaneció rápidamente cuando el joven cazador tiró nuevamente de él para llegar a un lugar apartado.

- Lo siento, ¡lo siento mucho! - dijo, doblando su cintura todo lo que pudo, en un gesto tradicional de su tierra para mostrar arrepentimiento - Por mi torpeza casi salimos malparados, ¡he puesto en peligro vuestros Viajes por andar distraído por un lugar tan peligroso como estos bosques! ¡Perdón, perdón y perdón!

—Sí, es muy bonita... dicen que ayudaba a dormir y a recuperar fuerzas para el día siguiente. Quizá con esto puedas dormirte aquí y despertar en tu lecho... ¡O igual podemos todos! —con lo que nadie podía era con el optimismo de Dastan. 

Dastan ayudó a atar la cuerda a Tenji a un árbol. 

—¿Quieres que pase yo primero? ¡Me ofrezco voluntario! Pero déjame un trozo de cuerda para atármela al cinto y pasarla sobre la que está tensada. Así aunque me suelte no me caeré.

El joven pretendía pasar colgado, con las piernas cruzadas sobre la cuerda. 

Según avanzo rápido me doy cuente que estoy dejando atrás a mis compañeros. Tampoco quiero eso, tampoco quiero huír y dejarles a su suerte. Es por eso que freno un poco antes de perderles del todo, siendo testigo del truco de Rizzo. Son graciosos sus mechones, como se mueven, mientras hace la magia... Y ese peluche.... Casi estoy tentada a ir y juguetear con él. Pero me tengo que recordar donde estoy y en que situación, ya cabo poniendo morros porque me perderé poder jugar con el peluche con apariencia de Hamo.

Hago caso a Rizzo y avanzo con ellos hasta para en un paraje, ¿habiendo perdido aparentemente al totem?

- ¿Ya estamos a salvo? ¿Seguro? ¿y ahora qué? - voy a jugar con los rizos de Rizzo.

El cazador no parecía preocupado e hizo un gesto de quitar importancia a Hamo. La verdad es que se habían dado una buena carrera, pero habían salido bien parados. –No pasa nada, a veces es casi imposible caminar por estos bosques de forma sigilosa. Recuerdo una vez, que vine con mi primo Trazo. Él es mucho más pequeño que yo en tamaño, ¿sabes? Pues se tropezó con una raíz que resultó ser una mandrágora chillona. Estuvimos medio sordos dos días enteros, casi nos rompe las orejas- dice con humor.

Luego se levantó, tras retomar el aliento. –La bruja es genial, sabe mucho de magia. Me enseñó el hechizo espanta-criaturas. No es difícil de hacer, pero cuando lo hago pasan varios días hasta que puedo repetirlo. Creo que es porque no soy muy bueno con la magia, quizás en un experto sea más fácil de hacerlo más veces. Puede que os enseñe también el hechizo.

–En realidad ya casi estamos- señaló la casa que se encontraba a varios metros de ellos. En unos instantes llegarían. Finalmente correr tanto no había sido tan malo, habían adelantado camino así. Incluso se podía ver a la bruja volviendo a su casa tras un paseo, solo que estaba demasiado lejos como para oírles si la llamaban.

El castillo estaba cada vez más cerca, o así lo sentían los Viajeros. Con ayuda de Dastan ataron la cuerda al árbol del otro lado. –No sé si servirá eso, lo de dormir aquí y despertar al otro lado. Yo he intentado dormir aquí un par de veces y no lo consigo, quizás sea porque ya estoy durmiendo.

Una vez asegurada la cuerda, Tenji tiro un poco tensándola y cortó un trozo sobrante, que le pasó a Dastan.-Yo puedo pasar sin sujetarme, solo con los brazos y las piernas. Me he entrenado para cosas así- aseguró el príncipe. –Pasad vosotros primero y mejor lo haremos de uno en uno. No sé cuánto puede aguantar la cuerda…

Sus compañeros no le habían dado importancia alguna a su torpeza, y para corresponder a su amabilidad, Hamo decidió mantenerse callado para no seguir removiendo el asunto. Como decían en su tierra, "intentar reparar una y otra vez la mancha de tu pintura termina rompiendo el lienzo". Afortunadamente, la carrera les había llevado cerca de su objetivo, aunque no le pasó desapercibido que Rizzo había insinuado que quizás Kivo podría aprender el hechizo. ¿Podría Dastan aprenderlo de igual forma? ¿Qué estaría pasando por su cabeza mientras dormía?

- Qué estructura tan formidable - afirmó, señalando cómo los pilares se entrelazaban y confundían con la propia naturaleza, los troncos y la pequeña colina. El musgo trepaba y sus ojos eran incapaces de distinguir qué era pared y qué suelo. Sin duda alguna, estaba diseñada para no destacar sobre el escenario, o quizás llevaba tanto tiempo en la espesura que se había vuelto una con ella - Dime, Rizzo, ¿lleva mucho la bruja en estos bosques?

Dastan trató de pasar por la cuerda. Se agarró a la cuerda, se sujetó pasando las piernas y comenzó a avanzar poniendo una mano tras otra, deslizándose por la cuerda. 

No mires abajo, no mires abajo...

Y por supuesto miró abajo. ¡No había agua! ¡Sólo había vacío! Dastan se agarró fuertemente a la cuerda, temiendo por su vida...