Partida Rol por web

La tarde había pasado en medio de una modorra agradable que se iba intensificando a medida que pasaba el tiempo después de los pasteles. Y es que cuando el estómago se pone a trabajar, el cansancio parece que reclama con más fuerza.  Detlef ya iba medio dormido de camino a la posada de Jun- salvo por una discusión sorprendentemente ágil sobre la etimología de "espejo" (no dejaba de ser interesante que "specio", que simplemente quería decir "ver" pudiese abarcar conceptos tan dispares como "espejo", "especular" e incluso "espectro". Se preguntaba que pensarían las ánimas del Bosque del Peligro sobre eso...).

En principio no tenía muchas ganas de comer más, pero el olor de la comida de Jun era tan... tan... que al final acabó cenando y recordándose que un caballero no lame los platos, que si no, por falta de ganas no sería. Después de eso el mundo acabó reducido a una oscuridad blandita y mullida, como un buen edredón bávaro... qué recuerdos.

Tras la siesta, haberse puesto su muda limpia y sacado brillo a su colgante, y como era habitual de camino al castillo, se fue sumido en sus pensamientos. Por una vez no iba pensando en teoremas, recordando artículos sobre el conocido Espejo de Blancanieves o pensando en cosas similares. Se limitaba a disfrutar de la genuina curiosidad, de preguntarse qué se iba a encontrar cuando hablasen con el espejo. No se había parado a sentirlo en mucho tiempo. Se preguntaba por qué.

La sensación no hizo más que acentuarse al llegar al castillo. Ni Selene ni Sasha disimulaban la admiración que les producía, y el no podía ser menos. Cada rincón parecía tallado, estudiado y medido al milímetro para el máximo efecto de belleza y majestad. Los arcos y contrafuertes se solapaban y fundían de formas que no sabía que se pudiesen hacer. Cada arruga, línea y talla de las estatuas tenía personalidad y trazos definidos, y la luz que entraba por las vidrieras tenía varias gradaciones en cada ventana y en la sala en sí. Se podría pasar un mes recogiendo sus impresiones del sitio, y todavía le quedaría la mitad. Y de la Reina Blancanives en sí... de esa se podría pasar diez años observándola y todavía no sabría decir qué le inspiraba. Era como intentar ver todas las facetas de un diamante de Messner a la vez, cada rincón de piel visto o intuido parecía reflejar a otro, tejiendo una red por la que uno podía correr con los ojos hasta no saber ni dónde estaba.

Recuperándose un poco, y sintiéndose vagamente culpable al pensar en Helva por los caminos y Hilde en su pueblo, decidió presentarse formalmente, haciendo la reverencia típica de su región

Nada que añadir a lo dicho por mis compañeros, Majestad. Somos conscientes de que es una petición un tanto audaz viniendo de un simple grupo de viajeros, pero creemos de corazón que las circunstancias son lo bastante graves como para necesitarlo.

La reina era majestuosa y seria, pero se decía que también amable y justa cuando debía serlo. Desde luego tenerla ante sus ojos era algo que los viajeros normalmente lograran. No es que ella no les recibiera, es que era recelosa de su intimidad si el asunto no era importante. Estaba al tanto de todo lo que se decía sobre su juventud cuasi eterna. No le gustaban lo que decían otros sobre de dónde sacaba su secreto para ser joven, ella nunca se convertiría en la bruja negra como insinuaban.

-Bienvenidos viajeros- estiró los brazos, mostrando la cámara del trono y su hogar. Les acogía en aquel lugar y les daba la bienvenida. Esbozó una leve sonrisa cuando Kivo le ofreció aquellas flores y las olió en cuanto las tuvo en sus brazos. Olían a las más exquisitas fragancias.

Asintió ante las palabras de Dastan, sabía bien sobre el Reino del Peligro. Y sobre otros problemas a lo largo de los Trece Reinos.

-¿Morfeo os explicó?- sus ojos se abrieron con curiosidad. -¿La hija de Chronos?

Entrego las flores a uno de sus criados, que apareció casi por arte de magia a recogerlas para ponerlas en agua muy solícito.

-Es muy osado eso que pedís, mi espejo mágico es sabio, sí, pero a veces muestra verdades que no estamos dispuestos a aceptar- hizo una pequeña pausa antes de continuar. –Con gusto os dejaré hablar con él, si hacéis algo por mí. Hay un problema al norte de mi Reino. Un mal peor que el que Morfeo ha hecho caer sobre el Reino del Peligro como vosotros decís. Necesito alguien que vaya a comprobarlo, pues está retrasando la llegada de muchos cultivos a la ciudad. Sin esa comida, cuando llegue el invierno, tendremos problemas. Debo mirar por mis gentes y me gustaría que fuerais y ayudarais a los habitantes de Vege a traer sus productos y custodiarlos hasta la ciudad.

Hizo un gesto y otro de sus criados trajo un cofre que le tendió antes de desaparecer.

-Vuestra hazaña será bien recompensada, no solo podréis hablar con el espejo, sino que os pagaré con esto- abrió el cofre y lo mostró a todos los presentes.

Detlef se removió, incómodo, ante la mención de "verdades que no estuviesen dispuestos a escuchar". Había escuchado, por supuesto, alusiones a cómo la sabiduría del espejo había puesto en marcha los acontecimientos que hacían que ahora fuese Blancanieves, y no la bruja negra, la que los recibiera en aquel trono. Lo cual era de alegrarse, sin duda. Pero le daba cierta inquietud pensar que su caso pudiese acabar igual. A menudo la verdad podía llevarte por un camino más sembrado de espinas que la peor de las mentiras. Y ya para empezar, parecía que antes siquiera de hablar con el espejo les iba a llevar a otro lío.

Pero, ¿tenían opción?. Necesitaban saber algo lo más urgentemente posible, y la petición de la reina no era algo injusto. Al fin y al cabo, el Espejo era uno de los grandes tesoros mágicos del mundo.

Cuando mencionó otra recompensa, Detlef se inclinó a observar el contenido del cofre, a una distancia prudente y con cuidado de tener las manos donde pudieran verse. Aún así, tuvo que entornar los ojos para protegerlos del brillo. Incluso sin una lupa de joyero, parecía evidente que la talla era perfecta, o casi. La superficie era perfectamente regular, demarcada por unas líneas bien definidas. Los puntos de enganche estaban incorporados en el diseño de forma que prácticamente no se notaba. La forma era... peculiar. ¿Le recordaba a algo?.

Con mucho gusto cuente conmigo para ir.  No hay misterio más interesante para una meteomaga que el clima cambiando.  

Pero dígame reina, ¿que se sabe del fenómeno por parte de sus científicos y asesores?  ¿Cuales son las ideas o hipótesis que se barajan? 

Miró de reojo a ver si veía una silla para sentarse.  Estaba un poco cansada la Komori-san, pero se recargaba en su bastón para amortiguarlo un poco. 

Kivo se rascaba la oreja, pensativo. Se acordó de lo que pasaba en Ora, donde los cultivos no medraban. A lo mejor pasaba lo mismo allá donde decía la reina. Si era el caso, ellos sabrían solucionarlo. ¡Ya lo habían hecho antes!

Se acercó al brillante cristal que la reina prometía como recompensa. Era muy bonito, pero era una joya o algo así, ¿no? A él esa ostentación le daba bastante igual y no supo responder con cortesía al ofrecimiento. Así que se olvidó del cristal tan pronto como dejó de mirarlo. Para él significaba poco. Pero eso no quería decir que se sintiera mal pagado ni que quisiera otra cosa. Simplemente, no le encontraba valor y tampoco necesitaba una recompensa. Si la reina pedía el favor, por supuesto que él iría, ¿cómo no hacerlo?

— ¡Claro que te ayudaremos!

El trato parecía justo, claro. Eramos desconocidos, y habíamos ido a pedirle que nos deje usar algo de su propiedad. Si que era osado... Por un momento había olvidado el motivo de nuestra visita. Pero ella, lejos de desterrarnos, acepta. Aunque con una justa condición.

No necesito hablar mucho, mas que confirmar con un asentimiento firme mi estado de conformidad respecto al tema. Y mas cuando acaba sacando esas cosas que brillan tanto... Y despiertan mi lado mas curioso. Casi que era mejor que una gran pelusa de los bosques. ¡Brillaba!

- Uy... ¿eso que es? ¿puedo tocar...? - extiendo un brazo, sin acercarme. Haciendo un gesto señalando una de esas cosas. 

Al igual que el resto de sus compañeros Selenne asintió animada. - Será un placer estar a su servicio hasta descubrir lo que ocurre en el norte. - A decir verdad poco sabía ella sobre cultivos y sobre el clima pero trataría de esforzarse lo máximo en su nueva misión, ¿Qué mejor que volver a casa con una recompensa y el favor de la misma Reina Blancanieves?

Al ver la extraña joya se acercó para poder contemplarla mejor, no sabría decir si la había visto antes. ¿Tal vez en el cuello de alguna mujer de la nobleza que pasaban por casa a tomar el té con su madre? ¿Alguna vez tuvo que estudiar algo sobre alguno? Si prestara más atención a las joyas lo habría recordado de inmediato, su brillo hubiera sido difícil de olvidar, pero nunca les dedicó más atención de la que le obligaba su madre. - Va a alucinar si vuelvo con algo así a casa. - Pensó animada.

La reina tenía que cerciorarse de nuestras buenas intenciones antes de mirar y preguntar en el espejo, consideró Dastan. Ya habían conseguido mucho simplemente logrando una audiencia el primer día. 

Después de todo, habrá gente que quiera hacer mal uso y seguro que ella querrá evitarlo. Le demostraremos que somos gentes de buen corazón y dispuestos a ayudar en nuestros viajes. 

—Emprenderemos la tarea que nos encomendáis —dijo Dastan tras escuchar a sus compañeros— es tan importante como la que nos dijo Morfeo y además seguro que nos ayudará a todos. Pero respecto a la gema...

Iba a decir que no hacía falta, pero vio como Sasha miraba el objeto brillante —Errm ¿No es mucha recompensa por el trabajo? Con hablar con el Espejo debería valer...

Komori no vio lugar donde sentarse, aparte del propio trono de la reina, lo cual sería considerado seguramente un ultraje. Blancanieves cerró de nuevo el cofre tras enseñar la joya y negó ante la petición de tocar de Sasha, así como a la pregunta de Komori.

-Nadie se atreve a viajar al norte, ni nadie ha vuelto de su viaje, es por eso que no tenemos ideas al respecto de lo que ocurre. Es un gran problema que la ciudad no se vea abastecida, pues es el núcleo del Reino y el lugar al que acudir si los pueblos alrededor tienen problemas- explicó la reina.

La reina negó a lo que dijo a Dastan.

-Ninguna recompensa es suficiente si se trata de que mi pueblo no sufra y no pase por hambrunas. Ayudad a los suministros a llegar al castillo y no solo os dejaré hablar con el espejo. Tendríais mi eterna gratitud- entregó el cofre de nuevo a uno de sus criados y les invitó a salir si no tenían más preguntas.

Parecía un trabajo fácil para los viajeros. Seguramente vagar por el bosque del peligro había sido algo más arriesgado que llevar unos suministros por las carreteras de aquel reino, ¿no?

Aquel era el rubí del miedo trémulo. Una joya legendaria que se decía que perteneció a la bruja negra, madrastra de Blancanieves

Aquel era el rubí del miedo trémulo. Una joya legendaria que se decía que perteneció a la bruja negra, madrastra de Blancanieves. Cualquiera que la llevara encima podía alterar momentáneamente su aspecto físico con el de cualquier otro humanoide, aunque al parecer solo se podía usar una vez al día. Aquel artefacto estaba muy bien, de no ser por el odio que tenía el mismo a la oscuridad, de ahí quizás su nombre. Decían que era imposible portarlo en lugares oscuros o llevarlo a sitios sin luz, pues un mal caía sobre el portador hasta que la joya conseguía volver a la luz.

Se despidió Komori-san de la Reina Nieves de una manera cortés.  Estaba decidida en que había que ayudar.

Pues amigos, creo que tenemos una jornada interesante frente a nosotros.  

Dastán, esto hará historia entre los Meteomagos.  ¡Será maravilloso!  

Creo que iré a comprarme una frazada más amigos, dijo con su sonrisa llena de arrugas. 

¿Salimos?   Se dispuso a dirigirse a la puerta, y luego al mercado, pero los esperó para irse juntos mejor.

Parecía que la reunión se iba a acabar tan rápido como empezó, sin más explicaciones. Kivo miró a los lados, esperando que aparecieran algunos criados con bandejas llenas de algo suculento, porque tenía entendido que en los palacios todo era lujo y comer rico. Pero viendo las prisas de la reina Blancanieves empezó a sospechar que no les darían ningún aperitivo delicioso.

Se rascó la oreja.

—Bueeeenoooo... pues entooonces... ¡ejem! Sí. Eeehhh... estooooo... habrá qué ir haciendo como que vamos salieeeeendoooo, ¿no?—hablaba alargando la frase y las palabras innecesariamente. O, más bien, necesariamente: la cuestión era darle tiempo a los criados para salir con las bandejas.— Esstoooo, ¿sí? ¿Nos vamos ya? Ajáaa. Ya veo. Ummmm... ¿nadie tiene nada que preguntar? Eeeehhh... ¡pues naaaadaaa! Un placer conocerte, reina Blancanieves. Tienes un... palacio muuuuuy bonito. Sí. Ajá... ehm, sí. Sí.

Miró de reojo a los lados mientras hacía su reverencia. Nada, parecía que no había nada que hacer. Respiró profundamente con resignación y se encogió de hombros.

—No te preocupes, reina. ¡Nosotros lo resolveremos!

Y ya está. Se dispuso a irse. Con suerte podría descansar un rato en la posada y cenar algo rico.

La eterna gratitud de la Reina sonaba muy bien. Y además era por hacer algo para ayudar a la gente, con lo que Dastan estaba más que satisfecho. 

De todas formas no pensaba confiarse. Si algo retenía los suministros, ese "algo" podía ser muy peligroso. Komori también estaba entusiasmada con la misión.

—Si, mi señora Komori —siempre era muy amable— esperemos que todo salga bien y poder hacer esa historia para los meteomagos. 

Kivo quería quedarse algo más, se le notaba. Se despidió por todos de la reina. —Sí, ya nos marchamos. Ha sido un placer y un honor. Mañana a primera hora nos pondremos en camino.

Ha sido todo muy formal... supongo que es lo que pasa con los palacios y las Reinas. 

Detlef se inclinó y examinó la joya durante un rato largo. Finalmente hizo "Hum..." y se frotó distraídamente el mentón. Si tenía algo más rondándole la cabeza, se abstuvo de decirlo y por su expresión neutra no era fácil saber si estaba pensando en algo o simplemente ensimismado, como casi todo el tiempo. Se limitó a agradecerle a Blancanieves su paciencia con una respetuosa inclinación de cabeza.

Me parece más que justo. Además, si la situación es tal y como la habéis contado, está claro que por el bien de todos, alguien tiene que ir a ver qué ocurre, más pronto o más tarde. Haremos cuanto esté en nuestra mano, mi señora.

Viendo que Komori ya empezaba a irse- ya le gustaría a él tener esa energía a sus años-, Detlef empezó a retirarse también, aunque esperando a sus compañeros.

Pongo cara de pena cuando la Reina niega a mi petición y manda cerrar el cofre. Eso no hace más que ponerme los dientes largos y acrecentar mi curiosidad. Estoy un poco enfurruñada entonces para cuando nos mete miedo con el norte y nos despacha. Lo mismo no era tan amable esta Reina. Ni unas viandas de bienvenida ni nada. 

Por mi parte nos podiamos ir ya. Hablar con el espejo era algo que necesitábamos y tocar esas piedras brillantes también, así que no digo más. ¿Pero ni unas viandas?

- Cuanto antes partamos, antes volvemos - digo al grupo, mientras vamos saliendo. ¿Ni unas viandas?.

Observando la joya pensativa logró recordar de lo que se trataba, lo leyó en la juventud, en aquel libro de antiguos monarcas -  ¿Cómo se llamaba? que mas da, ¡no creo que nos obsequie con una reliquia! - No pudo contener su entusiasmo, alzó la mirada con una absoluta expresión de sorpresa para descubrir que la reina ya les había despachado y sus compañeros empezaban a despedirse. - ¿Cuánto tiempo he estado pensando en ello? - Siempre le pasaba igual, cuando se concentraba en algo, lo hacía de tal manera que se alejaba de todo aquello que le rodeaba y el tiempo se pasaba solo.

Miró alrededor algo confusa, carraspeó y se dispuso a despedirse de la reina con una elegante reverencia algo acelerada por las prisas antes de salir con el resto de sus compañeros. - Ha sido todo un honor, mi señora. 

Una vez fuera no pudo evitar comentar con el resto lo que sabía de aquella joya. - Chicos, he reconocido la joya con la que nos quiere obsequiar, sabía que me sonaba de algo. Se trata del mismísimo rubí del miedo trémulo. - Dijo como si todos los demás supieran de lo que hablaba, al ver las caras de indiferencia y confusión de algunos continuó. - Se trata de una legendaria joya de la misma bruja negra, puede que tenga algún poder y con ese nombre sumado a su antigua dueña me aventuro a decir que no sería para nada bueno. - Se acarició la nuca pensativa. - ¿Por qué querría obsequiarnos con una joya única en el mundo?
 

Sì, si que tiene que un podee- metió baza Detlef saliendo de su ensimismamiento con una sonrisa. Le agradaba que la caballero squerría de qué se trataba.La chica parecìa versada en varios temas- castillos, politica y leyendas para empezar. Siempre le gustaba intercambiar conocimientos e ideas, y parecía que Selenne iba a ser buena compañía para eso.Es el rubí del miedo trémulo, como has dicho. Es un nexo transmògrifo. Toma una imagen telùrica del portador y al activarse cruza referencias simpaticas con otro ser o memoria que.. el joven erudito se parò a si mismo. A fuerza de recibirlas, empezaba a percatarse de las miradas de 'ya empezamos'.
Bueno, es lo de menos. De lo que se trata es de que quien lo lleve puede cambiar su aspecto temporalmente por el de cualquier otro humanoide, independientemente de lo diferentes que sean. Y que el mineral es nictòfilo. O sea, que es peligroso llevarlo en un sitio que no esté a oscuras. Puede causar... bueno, para ser sinceros no lo se exactamente. Enfermedafes por irradiacion, supongo. Pero vaya, que no es bueno llevarlo cuando hay luz.
Me pregunto lo mismo que Selenne. Es una joya ùnica y probablemente muy cara, y siendo de quien fue, me imaginaba que Blancanieves lo querrìa tener controlado muy de cerca. Además... es peligroso si no sabes lo que es. Se me hace raro todo esto. ¿Quizás estoy siendo demasiado suspicaz?

—¿Permite cambiar su aspecto por el de cualquier otro humanoide? —Dastan estaba sorprendido. Lo que le decían era bastante perturbador. 

—En fin, tenéis razón, pero no veo que podamos hacer otra cosa que ayudar. Luego si nos da el rubí ese podremos comprobar si es otra persona o ha cambiado de aspecto. 

Si era otra persona no enseñaría ese rubí a unos cuantos aventureros aleatorios, ¿Verdad? Lo tendría escondido...