Partida Rol por web

La reina no parecía ofrecer nada como Kivo pensaba. Seguramente, cuando hubieran acabado aquella pequeña misión, ella sería más dada a invitarles a comer. Claro, siempre era mejor celebrar y llenar la tripa después a antes, uno nunca sabía cómo iban a acabar las cosas. Además, como decía la reina, la mayoría de la comida venía del norte del reino y no estaba llegando a la ciudad ni al castillo. Puede que no tuvieran los suministros suficientes para darles una comitiva como la que deseaban.

Los viajeros pensaban que esa joya quizás podría hacerles más mal que bien. Sobre todo en caso de no saber para qué valía. Por suerte Selenne tenía una idea y Detlef la información complementaria a esta. Parece que había leído lo suficiente sobre el rubí del miedo trémulo.

La salida del pueblo fue pronta, tras un breve paso por la posada. La reina quería que las cosas se hicieran cuanto antes y para ello mejor partir hacia el norte y las montañas. Allí era donde estaban las aldeas que proporcionaban suministros a la gran ciudad.

Desde luego el reino era de los más bellos, tanto por su cercanía del mar como por sus bosques y campos verdes. Aunque algo parecía no ir bien del todo. Komori enseguida se dio cuenta que aquellas nubes tenían forma rara. No se deshacían a capricho ni removían como debieran. Es más, parecían fijas. Todo el paisaje estaba fijo, como si de una pintura de tratara. Cuanto más se acercaban a las montañas, más evidente era.

¿Sería ese el mal que decía la reina? ¿Sería mejor acercarse o dejarlo estar? Parece que no muy lejos había un par de casitas, de sus chimeneas salía humo, pero este no se mezclaba con el aire hasta desaparecer poco a poco en el mismo.

El grupo no tardó en ponerse en camino. Dastan tenía razón, aún cuando las circunstancias fueran un poco raras, ¿qué podían hacer? No les quedaba otra que ayudar en lo que se pudiese, y no sólo por hablar con el Espejo. Dejar en esta situación a un reino entero supondría sufrimiento para mucha gente, y eso no era algo con lo que Detlef estuviese cómodo. Tampoco estaba especialmente cómodo siendo ellos mismos los que fuesen a investigar. No sabía los demás, pero el jóven desde luego no se consideraba a si mismo madera de héroe.

Pero de nuevo, ¿qué otra cosa hacer? Ya no era solo que fuesen compañeros en el Camino. Eran sus amigos. Se habían enfrentado a peligros juntos y le habían ayudado allá en el reino de Cronos. Uno no deja a los amigos cuando las cosas se ponen feas, se tenga madera de héroe o no.

Para distraerse, entre charla y charla con los demás y resoplidos varios, fue observando el paisaje. Era espectacular, sin duda, pero... se la hacía raro. No acababa de precisar qué, pero algo no encajaba. Komori rápidamente se dio cuenta y apuntó a las nubes. Era cierto, parecían pegadas al cielo, inmóviles. El grupo empezó a fijarse por dónde pasaba, y pronto se hizo evidente que no eran solo las nubes.  Todo, absilutamente todo, estaba inmovil, como si no fuese más que una pintura.

¿Soy yo o parece que todo se ha... detenido aqui? Es como si el tiempo no pasara y se hubiese quedado detenido en un punto concreto. Que, teniendo en cuenta lo que sabemos, podría ser exactamente lo que ocurra...

Seguramente no les había podido ofrecer comida por la falta de envíos desde el Norte. Dastan era un poco ingenuo pero creía que podían confiar en la Reina. 

A pesar la piedra preciosa esa misteriosa y aparentemente maligna. 

El lugar era 

—Sí, es verdad que el tiempo no parece pasar aquí. Es un suceso todavía más grave que los que estaban pasando en el Reino del Peligro... estoy seguro que está relacionado. Pero puede que nosotros podamos pasar sin que nos ocurra nada, siempre que nos dure la protección de Morfeo...

Realmente no me percato de la quietud de todo hasta que los compañeros lo mencionan. Los antroponekos no caemos en lo que no se mueve. Solo el movimiento atrae nuestros sentidos. Mientras tanto, mi cerebro mitad felino mitad humano, se ha mantenido entretenido imaginando las ricas viandas que la reina pudo habernos ofrecido, y no  lo hizo, y el en tema del rubí. No me había sonado de nada, mas allá de su hipnótico brillo. Ni siquiera había conocido el nombre. Me parecia ideal que nos la diera, pero no creo que lo haga para que yo juegue con ella...(lastima) ¿entonces para qué regalar algo así?

- Bueno, es normal... creo - respecto al paisaje - Se ha detenido el tiempo, nada sigue su curso ¿no? - entrecierro los ojos.- Digo, si se paraliza una planta ¿porqué no ha de hacerlo una nube? ¿que pensáis los cerebritos? - yo no estaba hecha para hipotesis. Lo mio era el trabajo de campo. Olfateo el ambiente. 

- 

Hasta que Komori no señaló el cielo no se percató de nada. Por lo que alzó la mirada al cielo cubriéndose con la diestra. - Puede que estén quietas porque no corre el viento... ¿no? - Lo dijo por decir, sin estar demasiado convencida.

Conforme avanzaron se fue fijando en que todo estaba extrañamente quieto. - Supongo que si fuera peligroso acercarnos, la reina no nos hubiera enviado sin avisarnos de ello. No creo que seamos los primeros en venir. - Hizo una pausa quedándose pensativa y tras un suspiro puso una expresión de preocupación. - o sí, somos extranjeros, puede que no le importe mandarnos a algo realmente peligroso. - No quería pensar mal de la reina, pero la situación empezaba a darle bastante miedo y no pudo evitar ponerse en lo peor.

Aún con la mala sensación no cesó de caminar, deseando encontrar alguna persona o animal en movimiento y así sentirse más segura. 

Al final volvieron al camino, como era el destino de los viajeros. Recorrer los reinos para conocer lo que hay detrás de cada colina. Y detrás de la siguiente.

Lo curioso es que después de muchas colinas y muchos bosques y ríos, lo que había era un cuadro. Cuando Kivo se dio cuenta de que lo que tenían delante era como una estampa, se quedó parado rascándose la oreja.

—¿Esa es la última colina?—preguntó. Nunca había oído hablar de algo así, algo como un destino último que no puedes atravesar. Porque, desde lejos, aquel paisaje petrificado parecía un cuadro. Una pared pintada.

A lo mejor si seguían caminando se chocaban contra ese lienzo. ¡Entonces sería el final de todos los caminos. Kivo se preguntó si aquel sería el límite que un viajero puede recorrer, y se planteó que, a lo mejor, el mundo entero estaba rodeado de una pared pintada de nubes y montañas, todo recogido en un círculo. Una vez escuchó que el mundo era un disco plano. Él nunca se había preocupado por pensar en la forma del mundo y tampoco le importó que fuera plano o redondo. Pero si eso era el muro final, podría tener sentido que fuera un disco, como el sol y la luna.

Mientras se acercaban le preguntó a Detlef, que todo lo sabía, y luego a Mike, que sabía todavía más. Pero pronto se añadió otra duda, porque todos se pusieron a hablar de que el tiempo se había detenido.

...ah... pues eso también podría ser...

Aunque el tiempo detenido no invalidaba su idea que fuera la pared que señala el fin de todos los caminos, por supuesto. ¡Podía ser todo a la vez!

—¡Como en Ora! A lo mejor hay que buscar otro reloj mágico. Preguntemos en esa cabaña, ¿no, Mike?

mmm, dijo la meteomaga al analizar la inmovilidad de las nubes, y la no-dispersión del humo de la cabaña. 

Amigos, ¿no les parece chistoso que en nuestro idioma la palabra "tiempo" se refiera a dos cosas tan distintas y ahora relacionadas?   "El tiempo se ha detenido, en los relojes al detener el segundero, y en el clima, al detenerse el viento." -citó a uno de los poetas del país de las Maravillas, que, como todos sabemos, es muy... de las maravillas. 

Y, hay algo que les había querido decir desde que estábamos en el palacio, pero que no me atreví sino hasta ahora, que estamos a campo libre. 

Hizo una pausa.  No le gustaba hablar mal de la gente, así que lo fraseó de la manera más respetuosa posible, más realista también, pues hacía ver que a cualquiera le podría pasar.

Mi intuición de mujer mayor me dice que hay también una relación entre el hecho de que la reina Nieves no haya envejecido, que "no haya pasado el tiempo por ella" pues, como diría la frase de comadres que hace mucho no se ven, y que el tiempo-temporal se haya detenido aquí, en el norte de su reino. 

Y si yo tuviera un problema así, y no pudiera escapar de esa vanidad que me hace daño, buscaría que alguien me quitara de las manos el aparato mágico con el que logro eso.  Pues yo voluntariamente no renunciaría a ello. 

Aun así pues, esto es pura especulación de espejo, sólo una fruta con espinas para guardar en el morral en caso de que llegue el momento en que fuera necesario comérnosla.  Por lo pronto, vayamos a esas cabañas.  La gente de aquí seguro tiene una historia para contarnos.  Y diciendo esto, apuró el paso -a su manera- mirando siempre al cielo y el aire, bastón-uno-dos,  bastón-uno-dos, ....

  ¿Me pueden ir contando mientras como resolvieron lo del reloj ese en el pueblo de donde venían? 

Mike iba a responder, pero Kivo se puso firme e hizo una reverencia soldadesca.

—¡Sí, señora Komori! ¡Yo se lo cuento! Llegamos a Ora, un pueblo en del reino de Bavaria. ¡Y allí todo se había congelado en el tiempo! Los cultivos no maduraban y los frutos estaban todos verdes. La fiesta de la cosecha se estropeó porque no había nada que cosechar. ¡Un fastidio! ¿Verdad, Mike?

Eso le recordó que podría comer alguna fruta de los suministros del viaje. Era hora de picar.

—Nosotros queríamos ayudar. Éramos... Sasha, Dastan, Hamo, que se fue hace poco, Mike y yo. Y descubrimos un reloj de sol en el bosque. Nadie lo conocía, era un misterio, ¿verdad, Mike? Le faltaba una pieza, ¿sabe? La encontramos, se la pusimos y todo volvió a ser normal. La cosecha maduró y todos en Ora se pusieron contentos. ¡Nos hartamos de comer!

¿Una pieza, eh?  mm.  ¿Y cómo la encontraron? ¿Cómo era?

¿Había algún reloj en el palacio de la Reina Nieves, o alguna pieza de la joya que vimos que faltara?  -la actitud de detective crecía en ella, pero se contuvo, mejor dejarlos acabar la historia de sus otros viajes resolviendo este misterio. 

—La había cogido sin darse cuenta un chico. Pero para encontrar un reloj o lo que haga falta deberíamos acercarnos...  —Aquello era agua pasada y aunque daba para épicas historias como había hecho Kivo, Dastan no creía que pasara lo mismo. 

—Y Selenne, no creo que la reina nos mande a algo realmente peligroso... y si lo hace... ¡Tendremos que afrontarlo! ¿Vamos a esas casitas? Si alguien puede solucionar esto somos nosotros. 

Esperé a ver que decía el resto. Pero estaba deseoso de avanzar y ver que pasaba realmente. 

Proponen avanzar hasta las cabañas y asiento. Después de que expliquen el tema de Ora  lo del reloj, cosa que no me afano en explicar porque ya estaban haciéndolo. Mis pasos se encaminan para las casitas, atisbando en mi mente la posibilidad de que dentro sus habitantes nos ofrecieran algo para comer.

- Si esta gente vive aquí de siempre, podemos preguntar. Ellos mas que nadie están aquí viendo el paisaje como congelado todos los días.... De paso, quizá, hasta nos ofrecen algo de merienda... - merienda... Solo de pensarlo el estómago se quejaba. ¿Cuanto hace que no comía? ¿Dos horas? Uff, con razón este hambre... Merienda...

Tras cavilar las razones por las cuáles el otro tiempo se había parado, camináis hacia las cabañas. No parece haber nada alrededor, ni nadie. Ahora que os fijáis de cerca, ni el humo de las chimeneas se mueve, es como si se hubiera quedado fijo de alguna forma. Ninguno podía pensar en una magia tan poderosa como aquella, que congelara todo de manera general.

Al llamar nadie respondió, peor, las puertas parecían estar abiertas. Los viajeros pidieron permiso para pasar, llamando a la puerta y elevando la voz, pero no vieron a nadie en su interior. Dentro había fuego en los hogares, encendido, pero a su vez congelado en el tiempo. Puede que esa fuera la razón por la que el humo tampoco se movía ni se perdía alto en el cielo. Extrañados miraron alrededor, buscando indicios de vida y se sobresaltaron al oír una voz a su espalda.

-¡Hola!- se oyó con tono animado. Al girarse vieron una muchacha de abundantes cabellos rubios, ojos claros y mejillas sonrosadas. Su sonrisa era tal que hasta sus ojos parecían estar alegres. -¿Sois viajeros?- su voz denotaba curiosidad. –Creo que no llegáis en el mejor momento, quizás debierais ir a la ciudad. En el castillo aún está todo bien.

Hola mi pequeña.  -le sonrió amplia la abuela Komori.  En parte porque le recordaba a una de sus nietas, por lo del tipo de cabello y la sonrisa. 

Si, somos viajeros.  Pero no, no queremos ir al castillo.  Queríamos venir justo aquí, donde hay problemas, porque los queremos resolver. 

¿Quieres un panecillo?  -le dijo, sacando de su bolsa una servilleta de tela envuelta alrededor de unos deliciosos cocoles.

Nos pensábamos sentar a almorzar ya, y con gusto compartimos estos contigo.  -miró de lado, sonriendo hacia Kivo, quien pensaba que era quien más disfrutaría con esta propuesta-  Para que nos puedas contar la historia de lo que ha pasado. 

¿Están tus padres por aquí?  Miró hacia los lados y al horizonte, por si los veía por ahí trabajando los campos. Para que se nos unan, si quieren.

Hasta el fuego estaba congelado, Dastan estaba comenzando a preocuparse en serio. Sin embargo, podían pasar por ahí por alguna razón. Quizás Morfeo les protegía, quizá su voluntad innata y su espíritu de aventuras. 

Sin embargo encontraron a una mujer, una chica, viva y moviéndose. Enseguida Komori le explicó que estábamos aquí para resolver los problemas. Y trató de sobornar a la joven con comida. 

No, no es sobornar, es ser amables y correctos. 

—Tus padres o cualquier otra persona... en realidad nos envían desde el castillo, para averiguar que pasa y ver si podemos resolverlo... ¿Desde cuando está todo parado? —dijo Dastan sentándose como decía Komori. La curiosidad y la ansiedad le podía, además de las ganas de ayudar a esas buenas gentes. 

—¡Uys!

Kivo saltó por el susto inesperado de la chica rubia. Había entrado a curiosear esa casa petrificada y la muchacha apareció de la nada, a sus espaldas.

Ella no estaba petrificada, no. Todo alrededor era extraño menos ella. Y precisamente por eso, ella parecía la extraña. No es que estuviera muy compungida, en apariencia, por vivir en un mundo que estaba congelando en el tiempo.

Se acercó a ella con curiosidad para observarla por todos lados mientras la señora Komori y Dastan se presentaban. La rodeó un par de veces, estudiándola.

—¿La gente no se queda de piedra aquí? ¿Entonces dónde están?—preguntó.

Le parecía todo tan raro, que tardó varios segundos en darse cuenta de que la señora Komori hablaba de merendar.

Hasta el fuego parecía estar sufriendo la misma suerte que el humor, y que las nubes... y que el paisaje en general. Ya habíamos visto las flores así, congeladas en un punto donde nunca llegarían a germinar. Pero era extraño verlo el fuego.... Cuando el fuego no cesaba de moverse, inquieto, de allá para acá. Bamboleando sus llamas de forma divertida y graciosa. 

Estoy a punto de pensar que esta casa está deshabitada, pero una voz a nuestra espalda contradice la apariencia de la que la casa nos arroja a priori. Aquella muchacha parecía contenta, pese a todo. ¡Pese a que las llamas ya no se mueven graciosa y divertida!

- Uy, yo si quiero... - abro los ojos como platos cuando Kimori ofrece panecillos. ¿Desde cuando los tenía ahí? ¿Porqué no los había ofrecido antes? ¡Yo también tenía hambre! A todas horas. 

Parece que Dastan explica un poco la cosa a la chiquilla. Qué diplomático aquel muchacho.

- Nos envía la Reina - asiento - Toda información nos será útil, incluso si han pasado por aquí otro viajeros y os han dicho algo....

El fuego de aquella casa estaba parado, de manera totalmente antinatural. Selenne por curiosidad acercó la mano a la lumbre y para su sorpresa pudo notar el calor del fuego. - Espero que los meteomagos sean capaces de averiguar algo, porque esto se me escapa de las manos. - Pensó desanimada.

Encontrar a aquella chica fue un alivio, no pudo evitar suspirar profundamente de puro alivio al verla viva. El resto de sus compañeros tomaron la iniciativa de hablar con la niña por lo que ella se limitó a acercarse a Komori para poder disfrutar de la merienda. - Nos sería de gran ayuda todo lo que nos puedas decir. - Incluyó a las preguntas, a decir verdad no se le ocurría que más preguntar. - Hasta los detalles mas irrelevantes pueden ayudarnos.

Mei sonrió a Komori-san y sus palabras candentes. Asintió ante lo del panecillo, la verdad es que algo de hambre tenía tras días sin ver bajar ni un carromato desde las faldas de las montañas, donde se encontraban los cultivos.

-Gracias- dijo amable y negó ante la pregunta de sus padres. –No… La verdad es que hace un par de días que no los veo…- se lamentó levemente en voz baja y preocupada.

Volvió a negar a Dastan cuando insistió sobre sus padres o cualquier persona mayor que ella.

-Aquí solo quedo yo, mis padres fueron hace unos días, preocupados, a ver qué pasaba en la zona de cultivos. Está a media hora de aquí- señaló la dirección hacia donde sus padres se habían dirigido. –Fueron cuando se congeló todo, bueno, no congelar. Se quedó como todo parado. Papá y mamá pensaron que sería la razón por la cual hace más de una semana que no bajan con carretas de donde se recogen los cultivos para ir hacia la ciudad… Así que fueron y no volvieron aún.

Cuando Sasha habló, abrió los ojos sorprendida.

-¿La reina Blancanieves os manda? Guau… Debéis ser muy importantes. ¿La habéis visto? ¿Es tan guapa como dice la gente?

Después Selenne le pidió que contara todo y ella recapitula.

-Hace más de una semana no bajan carretas a la ciudad, pasan por aquí y les compramos algo antes de que lleguen a la ciudad. Está a media hora a pie el pueblo donde se cultiva todo… Mis padres fueron a ver cuando se quedó todo así como parado y no volvieron, de eso hace al menos dos días diría… Estoy aquí para que no se queden las casas solas. Mis tíos viven aquí- indicó una de las casas. –Pero trabajan en los cultivos y a veces tardan días en volver si hay mucho trabajo, por eso no pensamos nada hasta que todo se paró.

Trato de coger uno de los panecillos de Kimori. Quien no llora no mama, o eso dice padre. 

Parece que la chica estaba sola. Desde luego, era bastante preocupante que sus padres fueran a chequear hace un par de días y no hayan regresado. Es todo bastante sospechoso. Todo congelado... Me hace pensar que incluso se queda parado en el tiempo aquellos que van para la zona. O eso se me vienen a la cabeza.

- Quizá deberíamos acercarnos a la zona... Quizá la gente se quede atrapada de alguna forma allí. Como "congeladas" también. - miré al resto, para ver que les parece la idea. Vuelvo un poco la atención a la chica, que parecía tener tanta curiosidad por la apariencia de la reina, como tenía yo antes de verla in situ - Es muy guapa si. Muy bonita - asiento un par de veces.

De acuerdo Sasha -le dijo a la gatihumana- Debemos ir para allá.  

Mija, ¿nos señalas para donde es que están los campos de tus tíos y para donde se fueron tus padres?  Te traeremos noticias en cuanto podamos.  -trató de ocultar su preocupación entre las arrugas, que, como eran muchas, pudo hacer relativamente bien. 

Se levantó lento; eso de comer pancito debía tener su respeto, las migajas y moronas debían caer del vestido de una como una casada de piedritas al piso para que haya buena suerte. 

Vayamos pues.  -le dijo como hablandole a su bastón de madera con forma de dragón de primavera.