Partida Rol por web

-¡El Shugenja! Grita la joven Grulla, entre la agonía de sus heridas. -¡Está conjurando de nuevo!

 Entre todo el el tumulto de gente y los ruidos que ahora rezonoban y hacian eco en las montañas, Emiko puedo escuchar las voz de Yugure, alertando del siguiente ataque del Shugenja.

 Rapidamente tomo la decicion de correr hacia su posicion e intentar acabar con el, de un solo, certero y elegante golpe.

Estaba tan poseida por su nuevo objetivo que lo unico que podia escuchar era el sonido de la nieva que sus pasos hacian.

Solo los dioses sabrian que pasaria si no detenia lo que el hechicero estaba conjurando.

Emiko se mueve gracilmente hasta la cornisa donde se encuentra Ukide ayudando a trepar a sus compañeros y se alza apoyándose en el para trepar a la empalizada, quedando justo a la espalda de Yugure. En el estrecho espacio de la pasarela ya no cabe nadie más.

Cuando trepas hasta la empalizada logras ver al shugenja a unos cuatro o cinco metros, sujetndo un pergamino del que lee una plegria a los kamis.

Atisbo con una simple ojeada el rápido movimiento de Emiko, dirigiéndose hacia lo alto de la empalizada - Parece que así van a ser las cosas - me digo al tiempo que sopeso cual va a ser mi próximo movimiento. Sin dudar me vuelvo hacia el jefe y cargo hacia él empuñando mi katana en una mano y el tessen* en la otra.

Cuando estoy a distancia suficiente asesto un golpe con la intención de terminar de una vez con la vida del jefe, lo que podría en el mejor de los casos asustar al resto de nuestros enemigos y en el peor... tener que preocuparnos de un oponente menos.

El líder de los soldados, que parecía derrotado, comienza a levantarse, y en ese momento Ryu salta sobre él con el acero dispuesto a acabar con su vida. Pero la carencia de un ojo le juega una mala pasada al táctico León y su enemigo lo aprovecha dando una zancada más larga de lo que parece hacia atrás. El filo de Ryu corta el aire a escasos centímetros de su objetivo.

Podéis ver el impresionante tajo de Shitsuro que ha partido parte de la armadura pesada que portaba el inmenso samurai y deja ver una herida roja tan oscura que parece negra. Sin embargo no parece tan profunda como pensó su ejecutor al principio.

Un ahogado sonido se oye entre el rumor de la escaramuza. De detrás de la empalizada de pronto se alza una luz roja, como si una fogata se hubiese encendido tras ella. Una fogata de luz brillante y que no exhala humo. Las llamas bailando arrancan destellos a la cristalina nieve de la pared de roca.

El shugenja, que se halla detrás de la empalizada a la que estáis subidas ambas bushi del clan Grulla, ha recitado su plegaria a los kami y de pronto un aura de llamas rodea su cuerpo y brota de él. La nieve se derrite bajo sus pasos que se acercan y os muestran su ígnea mirada fija en vosotras. El fuego aviva sus marcados rasgos y pero le da un porte terrorífico haciendo que ignoréis su avanzada edad (aparenta unos cuarenta años) y hace desvanecerse las cicatrices que surcan su cara con el halo de luz.

El espectáculo es aterrador y os sobrecoge la idea de tener que cruzar las llamas para llegar a él.

Natsuki vuelve a tensar su arco y apuntarlo hacia uno de los soldados de lo alto de la muralla, pero la herida que ha recibido le hace torcer el gesto de dolor al soltar la flecha y esta acaba pasando muy por encima de la cabeza del enemigo.

El tiempo parece relentizarse, y cada moviento cobra vital importancia. La situación empieza a estar peligrosa. Shitsuro pensaba que con el prodigioso golpe, que con gran habilidad, había dado a su oponente, hubiese sido más que de sobra para matar o al menos dejar fuera de combate a cualquiera. Estaba claro, aquel guerrero no era un cualquiera.

Tras el intento fallido de Ryu-san, parecía que todo dependia de él. Si no, aquél prodigioso combatiente, aunque ya muy debilitado, podría causar grandes problemas. Una vez más, sus movientos eran simples y elegantes. Volvio a hacer un pequeño quiebro, para ponerse frente a frente con él, a Shitsuro le gustaba mirar a los ojos cuando atacaba. Otra vez un golpe rápido y preciso volvio a tentar contra la vida del samurai...

El corte de Shitsuro atraviesa la clavícula de su enemigo, penetrando en su pecho antes de que éste pueda reaccionar. Un reguero de sangre oscura le mancha el rostro como una macabra máscara de guerra. El líder se desploma en la nieve teñida con un estrepitoso golpe al entrechocar el metal de su armadura.

El bushi Seppun alza la vista hacia la empalizada para trepar en auxilio de sus compañeros, pero en la estrecha pasarela ya no caben más y Emiko ocupa todo el lugar por el que es posible acceder con facilidad.