Partida Rol por web

Como una exhalación Shitsuro recorre la pasarela de la empalizada de parte a parte apartando a sus compañeros a su paso hasta llegar a la torre, donde hay una pequeña portezuela pero al abrirla una bocanada de fuego intenta atraparle entre sus dedos flamígeros de muerte. Al parecer la torre está siendo consumida rápidamente por el muro y empezáis a oirla crujir mientras os llegan los gritos del arquero que queda vivo y atrapado ahí arriba.

Al llegar corriendo a la empalizada se da cuenta de que aquella es una trampa mortal de la que el último hombre que queda no podrá escapar. Poco a poco mira a su alrededor y comprende que el combate ha acabado, el menos eso cree él.

Es probable que el shugenja haya huido o sea precisamente eso lo que esta pensando en este instante, si hubiese tenido el poder para vencerles ya lo habría echo, y en otro caso, sólo un loco se enfrentaria a tantos samurais con gran valor.

Shitsuro se separa un poco de la torre para que el fuego no le moleste. Todos sus enemigos han sido abatidos, sólo queda ese tedioso hombre que tanto problemas ha causado. Observa hacia el fuego, sin mucha esperanza de encontrarle.

...si huyes como un cobarde, te encontraremos, y pagarás por todo, te lo aseguro...

Con una ceremonia simple y rápida sacude la sangre de su katana con un golpe seco y guarda su katana de nuevo, ya la limpiará con más calma.

Mira a sus compañeros, y mira alrededor. Sólo una cosa queda por hacer.

Alzando su voz dice:

¿¡ALGUNO VE AL SHUGENJA O ENCUENTRA UNA MANERA DE PASAR AL OTRO LADO!?

Poco a poco busca reagruparse con sus amigos y si fuera necesario, bajar de la empalizada si esta parece empezar a quemarse.

Una mueca de cierta safisacción recorre su cara, no completa al menos aún, pero mira a sus compañeros con orgullo.

Tras dejar pasar a Shitsuro, Kaeshi vuelve la mirada hacia el muro de fuego que hay tras la empalizada. Parece que el fuego se está extendiendo por la misma, así que no es un buen lugar en el que estar. Dirige la mirada hacia el cielo, viendo el humo perderse en lo alto de las montañas: Pronto alguien sabrá que hay problemas en el paso, y mandaran a alguien a investigar. Vuelve a centrar la mirada en el muro de llamas, intentando encontrar al sughenja o alguna manera de sortear el fuego.

-Hace rato que el shugenja no hace nada, lo mas probable es que haya huido...

Kaeshi vuelve la mirada hacia el derrumbamiento, intentando ver como se encuentran el resto de compañeros. Eso le hace pensar en sus propias heridas, ya que la flecha que le ha impactado en el hombro aun se encuentra clavada. Pero eso puede esperar, lo principal es alejarnos del peligro inminente de la empalizada.

-¡Shitsuro! ¡Debemos dejar la empalizada, solo es cuestión de tiempo que esta ceda y nos lleve con ella! No podemos cruzar el muro de fuego,asi que lo mejor sera vovler con nuestros compañeros al lado del derrumbamiento y una vez el fuego se haya extinguido un poco, y el muro se haya apagado, cruzar y seguir nuestro camino.Y tendremos que tener precaución de aquí en adelante, pues seguramente el humo haya advertido a posibles aliados de los enemigos que aquí hemos encontrado.

Un simple gesto de asentimiento da la razón a Kaeshi-san.

Tiene razón, por lo visto no nos queda otra que bajar, y esperar a que el fuego se acabe, y mientras recuperarnos y prepararnos por si llegan más problemas. Aunque el fuego también puede traer aliados.

En este instante empieza a ser un poco consciente de sus heridas, nada grave desde luego, pero tendrá que sanar y descansar un poco antes de volver a estar en condiciones óptimas.

Se acerca a Yugure-san, que parece ser la que mayor malparada ha salido. Todavía nadie a ha examiado exhaustivamente las heridas, ya habrá tiempo. Se agacha en cunchillas y la susurra algo al oido. Ayuda a la pequeña mariposa, a bajar mientras espera poco a poco que sus compañeros vayan bajando con él y ayudanse unos a otros para no sufrir innecesarias heridas.

En un susurro:

Tranquila pequeña mariposa, todo pasó, estamos todos a salvo. Ahora descansa y relaja, has luchado valientemente.

Mientras todos bajáis de la empalizada que empieza a ser consumida por las llamas váis mirando para cver si sóis capaces de distinguir la figura del shugenja através d ela cortina de fuego, pero es imposible, tan sólo el anaranjado elemento se vislumbra. La madera cruje y crepita cuando echáis mano a vuestras heridas que gotean vuestra esencia vital.

Keiji, que permaneció junto a Tadayo, comprobando si respiraba, os da la mala noticia.

-Nuestro compañero del clan Escorpión ha muerto.

Su voz se quiebra al final sintiéndose culpable, pero no agacha la cabeza, si no que mira la destrucción causada a su alrededor en sus propias tierras y aprieta los puños firmemente.

De pronto el cansancio os alcanza, como si hubiese estado esperando hambriento a daros caza.

Malherida, cansada y triste, Yugure asiente al comentario del Seppun, a quien a pesar de todo dedica una sonrisa. Es ayudada a descender de la empalizada, imposible hacerlo por sus propios medios tal como está.

Con los ojos cerrados, y aguantando el dolor con estoicidad, no puede dejar de sentir un enorme vacío en su alma, por causa de la sangre derramada, de las vidas que se han perdido. Cuando los abre, a su alrededor la muerte y la desgracia se reflejan en cada mirada, en cada rostro. Se da cuenta de que el Escorpión ha caído, y en su mente la pregunta se perfila clara. ¿Porqué...?

Observo a Keiji al lado del escorpión muerto, y aunque este sea un miembro del clan escorpion y no agradara mucho su presencia, un sentimiento de desolación cruza por mi mente.

-Otro servidor del imperio que cae en los dulces brazos de la muerte...Tendriamos que haber estado mas atentos, la proxima vez no nos cogerán con las defensas bajas.

-Ahora esta con sus ancestros, esperemos que en nombre de su recuerdo, podamos llevar a cabo la misión para la cual el tambien se embarco junto a nosotros.

Tras unos instantes de silencio en respeto al compañero caido, me dirijo decididamente hacia la montura que lleva nuestras cosas, y empiezo a desempaquetar mi armadura para ponermela. La proxima vez contaré con mas protección frente a nuestros oponentes.

Con un rapido movimiento parto el asta de la flecha que aun tengo clavada, y con la resignación de saber que no puedo hacer nada mas, intento aguantar el dolor todo lo posible y no dejo entrever el dolor que me esta causando.

-Ahora que tenemos un descanso, tendriamos que intentar sanar un poco nuestras heridas... al menos a mi esta flecha me esta, y nunca mejor dicho, matando. ¿Alguien tiene conocimientos de medicina?

Me parece que ahora es tarde y seria un poco chapuzero por mi parte, tampoco es que sea un secreto, simplemente no doy una voz para hacerlo, si quieres, puesto que en realidad supongo que haya algún otro compañero mio al lado, escribele lo que he dicho a quienes estuvieran cerca en ese momento, lo que suponia era simplemente que dada las circunstancias dar un animo un poco cariñoso sin ser a voces, fue culpa mia que quise darle un toque así bonito peliculero y se me pasó.

Haz lo que veas conveniente, yo creo que lo más apropiado, es que si quieres modificas tu mi mensaje privado, añadiendo como destinatarios a quienes estuvieran cerca si es que eso te parece bien y ya deja de ser deshonroso, simplemente que sólo lo oyen quienes esten cerca, por que a lo echo mala suerte por mi parte, no era mi intención peeero culpa mia.

Vamos esa es mi opinión.

Seppun Shitsuro conocía a Soshi Tadayo, él es su amigo... era...

¿Que ha pasado? Ni siquiera nos dimos cuenta.

Su expresión de absoluta descolocación lo dice todo, es como si no lo hubiese asimilidado del todo.

Un gran peso cae en ese momento sobre sus hombros; las heridas del combate, el cansancio acumulado del viaje, golpean sobre su fuerte moral, y ahora, no un samurai cualquiera, un amigo, cae debido a ese maldito shugenja.

Ya era prácticamente algo personal, pero ahora tengo una razón más para darte caza y hacerte pagar.

Primero mira al resto de sus compañeros, después su expresión se queda fija en el horizonte. Sin saber que decir. Sin saber que hacer. En estos momentos necesita descansar, sanar interna y externamente, y aclararse.

Natsuki carga de nuevo su arco tan pronto sus compañeros empiezan a bajar de la muralla para cubrirles en casode que algún enemigo hiciese su aparición en el último momento. Cuando están todos a salvo y reunidos, descansa su brazo para examinar su propia herida, aunque más por instinto que otra cosa: Natsuki no tiene más conocimiento sanador que el de preparar excelentes tés y no le parece que sea el momento.

Cuando ve a sus compañeros acongojados por la muerte del shugenja, cree su deber dar algunas palabras de aliento. -No os lamentéis por él, más bien alegraos por su suerte. No todo samurai tiene la fortuna de morir en el cumplimiento del deber; la muerte nos llegará a todos, pero la forma de esta definirá el estado de nuestro karma. La suya ha sido la adecuada para un samurai. En esto, envidio a vuestra profesión, compañeros bushi.-

Por primera vez desde que le conocísteis, Natsuki abandona un instante su pose de eterna arrogancia para dejar un poso de nostalgia, de deseo insatisfecho en sus palabras. Por primera vez, os parece sincero al hablar.

Pero el momento pasa pronto. -Mi herida no es grave; si alguno de vosotros sabe tratarlas, puede esperar. Permitidme que me adelante unos pasos a observar si hay alguna forma de pasar sin tener que esperar a que termine de quemarse la muralla, lo que puede llevarnos demasiado tiempo. Quizá en esto me pueda servir vuestra ayuda, kenji-san, pues conocéis esta tierra mejor que yo.- Dicho y hecho, se adelanta a observar la ladera y la disposición de posibles senderos alternativos, poniendo así al servicio del grupo su aguda vista y experiencia viajera.

Keiji parece aún bastante afectado y afligido, pero reacciona ante las palabras de Natsuki como si por fin pudiese descorrer un velo que le estaba empañando los ojos.

-Éste es el único camino, por eso el puesto era tan importante para la familia y el clan de Keiji-san. Eran suss hombres y los de su padre los que deberían haber estado defendiéndolo. A Keiji-san le preocupa la suerte que hayan podido correr sus soldados, dado que su padre jamás permitiría que la torre hubiese caido en malas manos.

Después alza la vista hacia arriba, donde 30 metros de muro de llamas bloquean el camino y devoran lo poco que queda ya de empalizada.

-Su familia es de shugenjas, así que conoce lo suficiente los hechizos como para saber que tienen tiempo de descansar mientras el sortilegio se disipa. Podría tardar varias horas en ello.

Como dice el joven monje tatuado, no parece haber otro camino, el muro de fuego trepa por ambas paredes, la que sube y la que cae, impidiendo cualquier acceso. Y tal  y como están vuestras heridas, no sería bueno intentar escalar por la que sube para rodear el muro. Del shugenja no hay ni rastro ya que las llamas no permiten ver más allá.

Tras echar una manta sobre el difunto Tadayo, siempre evitando el contacto con el muerto, se dirige a Yugure, la que muestra mayores muestras de violencia y unas heridas más evidentes.

-Valiente Yugure-sama, creo que Keiji-san podría aliviar un poco el dolor de vuestras heridas, si así lo gustáis.

Su rostro, después de los turbulentos acontecimientos vuelve a mostrar la solemne y humilde quietud que ya estáis acostumbrados a ver.

-Desde luego, Keiji-sama, os estaré muy agradecida. Es un buen ejercicio de temple aguantar el dolor, pero reconozco que mi espíritu de sacrificio aún no esta suficientemente preparado como para seguir asi mucho rato. La muchacha habla con dificultad, pero intenta hacerlo con banalidad, como si sus heridas fueran en realidad menores de lo que son. Sonríe levemente al joven shugenja, aunque sus ojos siguen llenos de tristeza.

-Espero que vuestra Familia se encuentre a salvo. Decidme, ¿tenéis alguna idea de quiénes son estos hombres? ¿A quién sirven? Este paso es estratégico entonces, siendo el único por el que atravesar estas montañas. Pero, ¿quien desea tomarlo de las manos de los vuestros, y con qué fin? Es más que posible que este hecho esté relacionado con los ataques a vuestro Kyuden, imagino...

Poco a poco, Seppun Shitsuro va recomponiendose, la fatiga y el éxtasis del combate ya pasaron, y el dolor por la muerte de su compañero es suplantado por respeto, pues ahora sabe que está en un lugar mejor, sus ancestros estarán orgullosos de él, a llegado al fin natural de todo bushi, morir haciendo lo que debe y eso es lo máximo, casi un privilegio, mereció un poco más de tiempo para hacer más cosas, pero así son las cosas.

Nos veremos en otra vida

Mira sus heridas, no son graves, unas flechas. Si hay tiempo estaría bien dejarlas tratadas, para que acaben de curar sólas.

Mira al resto de sus compañeros. Una vez más un gesto de satisfacción recorre su cara. A pesar de todo, sonríe, sabe que así será más fácil todo. Se encuentra relajado.

Mira a keiji-sama, estas son sus tierras y le afectan directamente. En cualquier momento deberiamos hablar sobre como afecta esto a nuestra investigación.

Natsuki vuelve de su breve exploración minutos después. -En efecto, yo tampoco veo forma alguna de continuar que no sea esperando a que las llamas se apaguen y pasar por este camino. Reunamos el equipo de momento.-

Serio y parsimonioso, comienza a recoger los enseres que hubieran quedado dispersos o semienterrados por la avalancha para hacer recuento de lo que aún les queda disponible para el viaje.

El joven Dragón sin mediar palabra se acerca a la joven Asahina y extiende sus manos cerca de la principal herida de ésta, que aún no ha parado de sangrar. El tatuaje de su sien y lado derecho de la cabeza se ilumina tenuemente con un brillo verde mientras cierra los ojos y parece concentrarse. La herida parece cerrarse visiblemente y ante el asombro de todos y en su lugar queda un vistoso hematoma. Por contra en las manos del monje se dibujan de pronto pequeñas heridas, como si alguna fuerza le estuviese propinando latigazos en el dorso de éstas.

Sin embargo cuando ha terminado y alza el rostro hay una sonrisa humilde en su rostro, como si estuviese feliz de compartir la carga de las heridas de la joven Grulla. De una de las alforjas saca unas vendas con las que cubre sus manos y el resto las reparte entre los demás heridos.

Natsuki rebusca y amontona lo que queda del equipo que llevábais y a parte de vuestros efectos personales consigue recuperar comida para una jornada, dos tiendas y unas pocas medicinas que han sobrevivido a la avalancha. El resto ha sido brutalmente aplastado por las piedras o tirado al acantilado.

Es inquietante ver aún cómo se alza el muro de fuego, pero intentáis ignorarlo, pensando que ya desaparecerá.