Partida Rol por web

Mientras debatís sobre qué hacer con el semielfo, éste se aleja de vuestra vista. Es evidente que algo extraño había en él, pero a todas luces parecía sincero.

Vuestras opciones pasan por buscar un lugar donde pasar la noche y con suerte encontrar un buen medio de transporte para volver a casa.

Fenestir se siente un poco decepcionada ante la huida del semielfo , le hubiese gustado divertirse a su costa , pero bueno tampoco es cuetion de enfadarse pro no poder hacerlo , unas jarras podrian sustituirlo de forma convincente .

Va dejemosle , vamos a buscar unas jarras que hay que saciar la sed . Dice la joven bárbara olvidandose del semielfo con bastante rapidez

- Ahora hablas como a mi me gusta Fenestir, vayamos a gastar nuestras monedas que para eso estan. Y cuando ya no nos queden mas ya pensaremos en otras cosas. Vamos a ese sitio que dijisteis antes: El Palacio de las.....Hadas o algo asi, ¿no? -

Baern comenta:

- Bueno, pues, si estamos todos de acuerdo, vamos allá. Creo recordar que se encuentra por aquí...

Y entonces comienza a caminar  hacia el Este en dirección a la taberna.

Encogiéndose de hombros, Ingrid desiste en su intento de averiguar más cosas sobre el sospechoso.

-¡Lástima!--se guarda de comentar en voz alta la bárbara de la escarcha.

Luego la druida albina mira a la loba y sin articular palabra ambas se ponen en marcha casi al unísono a la retaguardia del grupo. Está claro que hay una conexión casi sobrenatural entre ellas y que comparten mucho más de lo que puede verse a simple vista.

Tras un breve debate, decidís hacer caso a las palabras de Baern y os dirigís a "El Palacio de la Guardia", esta posada tiene gran reputación más allá de los muros de Rookroost tanto por su calidad como por su elevado precio.

Las calles de Rookroost son silenciosas y lúgubres. No hay mucha actividad a pesar de ser mediodía y esto os inquieta considerablemente. Las nubes cubren el cielo, lo que da un aspecto más siniestro si cabe a las calles de la ciudad. Una emboscada podría estar acechando en cada esquina sombría.

Al cruzar la Puerta de la Cumbre, dos guardias os aconsejan que llevéis cuidado por las calles de la ciudad. Algo que no sabéis si tomaros como una advertencia o un simple consejo, la pobre reputación de la ciudad comienza a ser plausible.

Fenestir no se siente comoda en la ciudad , le gustan mas los espacios abiertos donde su vista no se ve bloqueada por ventanas y muros , donde los enemigos no parecen simples mendigos ni el sulo rechaza las huellas .

No me gusta esta ciudad , murmura sin ningun fundamento .

La advertencia de los guardias no podía ser más clara. Los asaltos en las sombras debían ser algo común allí, y más para un grupo de extranjeros como nosotros paseando por sus calles.

- Será cuestión de mantener los ojos abiertos y la mano en la empuñadura... - Tan pronto termino de pronunciar estas palabras así lo hago.

Miro hacia los lados pero no muy preocupado sino expectante - Me gustaria ver a alguno de esos "peligrosos bandidos" atacandonos, si son mas duros que los gigantes de las colinas con los que luchamos hace poco me como una de mis botas -

Comprendiendo la acuciante sensación que recorre la mente de la exploradora, Ingrid le pone cariñosamente una mano en el hombro para apretarlo con suavidad.

-Tranquila, pronto regresaremos a casa--trata de animarla.

Cuando atraviesan la puerta y son puestos en alerta por los guardias, los peores temores del grupo van tomando forma poco a poco.

-¿No se suponía que esto era una bulliciosa e incipiente ciudad? ¿Dónde diantres está la gente? Me pregunto qué estará ocurriendo en realidad--medita la bella druida en silencio mientras se dirigen a la posada.

 Observo al hombre alejarse del grupo con una expresión difícil de descifrar en mi rostro.

Hm, una lástima, ah bueno, me quedaré con la intriga - pienso mientras me encojo de hombros y camino distraída junto al resto del grupo - Un poco más de precaución y la presa no hubiera escapado - considero, divertida, antes de volver a la realidad - 

Oh, oh! - una sonrisa asoma en mi rostro - Una taberna! Que buena idea.

Sí, si, vayamos a la taberna, seguramente será más provechoso que estar siguiendo a un nerviosillo - digo con actitud alegre y sin importarme que la decisión ya hubiese sido tomada momentos atrás -

Camino unos metros antes de percatarme de soledad del lugar.

Ah, no me agrada esta lúgubre ciudad, ¿A quién puede agradarle una ciudad sin gente?...espero que este palacio esté un poco más concurrido, aún tengo ganas de escuchar algunos chismes - divago un poco y caigo en la cuenta de que los demás se estaban tomando esa falta de gente con un poco más de seriedad, por lo que pongo un poco más de atención a mi alrededor y avanzo a través de las calles ubicada en el centro del grupo - Ah, todo el mundo pensando en problemas como siempre - me digo a mí misma con un suspiro - 

Caminando hacia la posada, escucháis el inconfundible sonido del metal entrechocar del metal junto con los gritos y maldiciones típicas de un combate. ¡Hay un repentino destello de luz azul y un rayo mágico pasa por encima de vuestras cabezas!
Mirando dirección al combate, veis un par de luchadores vestidos con cota de malla atacar a alguien que se encuentra gimiendo y sangrando en el suelo, ante una figura vagamente familiar. Observando más atentamente, os dais cuenta de que la figura del suelo es el mago semielfo del templo de Zilchus.  Él solo no va a durar mucho tiempo contra dos fuertes guerreros, eso seguro.

La rápida reacción de la avispada loba, que agacha las orejas y comienza a gruñir peligrosamente, hace que Ingrid salga de sus pensamientos y se percate de la lucha que tiene lugar calle abajo.

- ¡Que pasa ahi, dejad a ese estudioso en paz! - grito mientras avanzo hacia esos matones con un hacha arrojadiza en la mano - no me gustan los sabiondos pero menos todavia los humanos abusones -

Algo me decía que el ataque al semielfo no era casualidad, y la mejor forma de despejar dudas era que este siguiese con vida, ya que los muertos no hablan... al menos la mayoría. Así, intento acercarme hasta la lucha para ponerle fin con palabras o, si no es posible, con acero.

 - ¡Deponed vuestras armas! - grito a los asaltantes, uniéndome a las palabras de mi compañero Stumred, mientras desenfundo mi espada.