Partida Rol por web

El profesor Olive tiene razón, se ha hecho muy tarde para ir a Bonanza. Sus compañeros deben estar ya de camino y lo único que conseguiríamos sería cruzarnos con ellos.- Añade el profesor Cabo.- Aunque creo notar en sus caras que ya saben donde buscar al profesor Zarramenov ¿Verdad?

Bueno, todo queda explicado entonces—pensó inocentemente Matthew mientras hacía un gesto de disculpa a Ernest. Sin interés miró a la anciana que había gritado el nombre del maligno. ¿Acaso en aquel país no tenían forma de tranquilizar a la gente como aquella mujer? Todo hubiese quedado ahí de no haber oído la descripción de los ángeles caídos que Monserrat les estaba dando. Le sonaban demasiado. En un gesto impulsivo agarró el antebrazo de Roderick apretando hasta el punto de que sus manos se pusieron blanquecinas. Sin embargo, pronto soltó al capellan temiendo hacerle daño con su fuerza (uno evitaba hacer daño a los colaboradores del altísimo, especialmente si era religioso, como era el caso del piloto) ¿Esa no es la descripción de los ... -no digas monstruos- de San Mateo? susurró procurando que no le oyese más que Roderick, puesto que no quería que aquellos extraños que  les acompañaban se enterasen de que alguno de los miembros del grupo ya había tenido un encontronazo con seres similares.

Las ganas por desentrañar aquel misterio hacían que Steffan fuera más impulsivo que de costumbre.

- Por supuesto pasemos pro el hotel primero.- ¿Habrían encontrado sus compañeros la ermita?- Lo que hemos visto es ciertamente significativo. Puede que tengamos una pista.- Dijo respondiendo al Sr. Cabo.

Ab estaba absorto con lo que estaba oyendo. Nunca había oído hablar de semejantes seres y menos que vivieran tan cerca de los humanos. Pero con todo lo que estaba pasando, su escepticismo se había esfumado así que escuchó con atención lo que decían sus compañeros.

Roderick no pudo evitar palidecer cuando aquellas dos mujeres se pusieron a hablar sobre aquellas cosas, de manera incosnciente echó mano a su pitillera y sacó un cigarrillo que terminó por encender con la mano más temblorosa de lo que había querido.

- Sí... esa es...- le contestó al señor Greywood con un súbito sudir frio, aquellos recuerdos que creía ya olvidados acudieron a él con total nitidez... aún no sabía como había conseguido salir con vida de aquel infierno, pero lo peor es que parecía que aquellas cosas lo perseguían...- Dígale a la señora María si sabe algo más sobre esas marismas, si ella los ha visto... si hay más cosas que rondan por ahí... si siguen saliendo aquellos seres de las marismas y cuando comenzaron a salir por primera vez...

Bueno...al menos sabemos que pueden morir a tiros ¿no? Daph me dijo que los abatisteis... comenzó en voz baja para luego añadir otra pregunta para aquella extraña anciana. Pregúntela también si hay alguien que viva aquí que no sea del pueblo de toda la vida.

Pues a mí el olor a salitre ni me va ni me viene. Soy de interior, ¿sabe? y las marismas me resultan... desagradables. —respondió a Ernest, en quien ya volvía a confíar por completo a pesar de que hubiese sonreído. Al fin y al cabo el no tenía que salvar a ningún hijo ni nada parecido y podía permitirse esos lujos. Le ofreció un cigarro. ¿hay alguna leyenda parecida en Providence? Si los seres eran parecidos a los que su mujer y amigos habían visto, no sería extraño que hubiese leyendas que lo asimilasen.

No compare la libertad del mar con una marisma llena de agua estancada señor Greywood, sería como comparar el cielo con el infierno.- Responde Ernest.- Nunca había oído una historia como esa, ni en Providence ni en ningún otro sitio.

Montserrat traduce la pregunta de Roderik a la tía María.- Dice que ella no, nunca en persona, nadie en su sano juicio se interna en las marismas. Pero su tío Eleuterio le contó que el sí que los vio en persona.

Roderick agudizó el oido cuando aquella anciana comentó ese nombre tan estraño y difícil de pronunciar, quizás ese caballero pudiera arrojar algo más de información... total de momento no tendría mucho que perder si decidían hacerle una visita.

- ¿Podría indicarnos donde vive ese caballero? El tal tio Elupedio... Ducrecio... Emupedio... bueno como se llame.

¿Ahora vamos a ver a otra persona.... un tal Eluterio? Pensó Ab sintiéndose cada vez más cansado, confuso y nervioso.

Su viaje a España él lo entendía como la guerra: llegar, disparar, coseguir el objetivo y marchar. Eso no implicaba tener que deambular de aquí para allá buscando no sé que, mientras su hijo estaba a saber donde... y sin siquiera encontrar una maldita pista.

Pero su inquebrantable fuerza de voluntad se dejó ver y su sembrante no mostró nada de lo que rondaba por su cabeza.

Lo único que estaba claro en aquel lío era que la cosa iba para largo, lo cual era malo para nuestros intereses. Pero poco se podía hacer con aquella gente que parecían no tener prisa ni para respirar.

Cogí una de las sillas y me senté a la espera de ver en que quedaba toda esta negociación.

- Hay que ver que parsimonia tiene esta gente.

Una vez Montserrat le traduce la mujer mayor niega con la cabeza y tras unas palabras que desconocéis le da un beso al rosario que saca del bolsillo del delantal.

Su tío Eleuterio murió hace casi veinte años.- Traduce Montserrat lo que ha dicho la tía María.- Pero según ella su tío era bastante temeroso de Dios y jamás le escuchó una mentira.

Parece que no encontraremos ninguna pista más aquí.- Saca su reloj del bolsillo de su chaleco y lo consulta.- Deberíamos volver a Sevilla y contarles lo que hemos descubierto a los otros. ¿Están de acuerdo?

El camino hasta el hotel trascurrió sin sobresaltos, ni el coche negro ni tampoco nadie os siguió durante el trayecto desde la biblioteca de la universidad.

Pero cuando entrasteis por la puerta al hall de entrada uno de los recepcionistas salió desde detrás del mostrador y fue directo a hablar con el profesor Cabo.

El profesor parece algo preocupado cuando os cuenta lo que le han contado.- Durante nuestra ausencia unos desconocidos intentaron subir a las habitaciones. Al igual que hicieron con ustedes, el ascensorista les impidió el acceso al no estar alojados en el hotel. En recepción dijeron que eran amigos de unos americanos que habían quedado conmigo en este hotel y que se hospedaban aquí. No dieron sus nombres, aunque sí el mío. Querían entrar en sus habitaciones para esperarles, a lo que el personal del hotel se negó en redondo, recomendándoles que esperaran en el hall tomándose lo que quisieran. Por lo que parece se marcharon sin esperar.

¿Tienen amigos en España que pudieran haberles hecho una visita?- os pregunta cuando acaba de informaros.

Steffan escuchó extrañado a Jordi Cabo.

- No, que yo sepa. Bueno, tengo amigos en Francia de cuando trabajaba para un equipo ciclista, pero aún no he avisado que ando por aquí. No creo que ninguno hable español. Esto es muy extraño y tiene pinta de que sea peligroso.- Ojalá estuviera allí Matthew para ver que los españoles no eran tan incivilizados como creía. Afortunadamente los recepcionistas no habían permitido entrar a los extraños.- Tendremos que empezar a tomar serias precauciones.- Aún recordaba que habían tomado la matrícula del coche negro que los había seguido.- ¿Tiene algún contacto que pueda ayudarnos con la matrícula del coche?Era B-7727.- Después se acercó con Cabo a los recepcionistas para solicitarle que le dieran una descripción de los extraños para ver si coincidían con los hombres que conducían el coche negro.

Roderick dió una nueva calada a su cigarrillo y dejó salir el humo con un largo suspiro. Parecía que no sacarían nada más de allí.

- Estoy deacuerdo señor Urdish, no sacaremos nada más de aquí- miró a sus compañeros enarcando una ceja, esperaba que en ese punto coincidieran todos, quizás cuando el señor Wood y Claypole hubieran tenido suerte en sus pesquisas.

Parecía que todo esto no les conduciría a ningún sitio y que no encontrarían de este modo pistas que les llevara a localizar a sus hijos. Y esto le desesperaba a Abraham.

- Sí, volvamos a ver si tenemos más suerte allí- comentó un tanto frustrado el cabo.

¡Ni hablar! exclamó Matthew. La sorpresa le había hecho olvidar que estaban en medio de una apestosa taberna donde el olor del mar se mezclaba con el del asqueroso aguardiente, que en aquel país debía de ser legal. ¡No podemos irnos sin encontrar a Zamarrenov!! Él es el único que tiene pistas de los que han secuestrado a los niños, y si hay que entrar en las puñeteras marismas para encontrar la siguiente miga de pan que nos lleve hasta nuestros pequeños, os juro por el altísimo que lo haré.Si entró a esa asquerosa charca infectada de mosquitos y...lo que sea que diga esta mujer que hay allí, tenemos que buscarle
Matthew miró a Monserrat antes de continuar. Lo que me cuesta creer es que no haya ningún maldito medio de ponernos en contacto con Claypole y Wood. De verdad, señorita, ¿no se le ocurre ningún medio? ¿No hay ningún autobús o coche en linea que pueda llegar hasta allí? Quizás pueda ir usted y avisarlos para que vengan.