Partida Rol por web

El sonido de los de los siervos de Fátima vaciando los fardos de las caravanas rasgó la oscuridad. Hakón fue el primero en despertar a la nueva noche. Cuando levantó los tablones que lo ocultaba y caminó para dejar el carro comprobó que estaban parados en las afueras de una ciudad amurallada que lindaba con las oscuras aguas del Mediterráneo.

Nada más salir del escondite, el nórdico comprobó aquellas zonas de su cuerpo donde el fuego y resto de armas de sus perseguidores habían hecho mella. Asintió, satisfecho, observando que no había quedado rastro alguno de ellas. Si bien sus ropas, ya de por sí viejas, empezaban a exigir una renovación. 

Levantó la vista hacia las murallas de la ciudad, tratando de reconocer el lugar en el que se encontraban. Iba a necesitar Alimentarse pronto, pero prefería no tensar demasiado la cuerda de Fátima. Demasiado incómodas estaban las relaciones tras los acontecimientos de la noche pasada.

Aza se despertó con una sed irrefrenable, pero antes de nada quería hablar con Fátima para contarle con detalle todo lo que había visto la noche que pasaron en Venecia. Lo que oyó del Príncipe y sus consejeros, la emboscada... todo le rondaba por la cabeza como un picor que no podía rascarse, y necesitaba hablarlo con alguien. Le gustaba estar un paso por delante de sus enemigos, estar preparado, pero ahora se sentía totalmente vulnerable y a expensas del próximo movimiento que hicieran sus enemigos.

-Fátima, ¿podemos hablar?

Aza hubo de esperar un rato hasta que Fátima despertó. El joven Assamita supuso que no se podía ser una asesina con varios siglos de edad sin ceder parte del alma a la Bestia. 

Aguardó a que Lope se abandonara la caravana y conversó con su maestra cuando estuvieron a solas.

-¿Qué te inquieta, Aza? -le preguntó ella leyendo la expresión de su rostro.

Rosalía abrió los ojos con la mano todavía sobre la herida del cuello, como un doloroso recordatorio de la forma en que había terminado la noche anterior. Antes de incorporarse, atrajo parte de su sangre hasta la mordedura y aguardó a que se cerrara. Cuando notó que no quedaba ya rastro de ella, se levantó y salió al exterior.

Observó el lugar al tiempo que se sacudía la falda del vestido.

-Buenas noches -saludó a Hákon-. ¿Sabes dónde estamos?

No reconocía aquel paisaje. ¿Cuánto podían haber avanzado durante el día?

-Rosalía... -la miró, tras reconocer las murallas de la ciudad-, Yo diría que nos encontramos en Trieste pero... Hace casi cuatro siglos que no vengo por aquí. 

Desde luego, había crecido mucho desde aquellos tiempos jóvenes. 

-¿Estás bien? -volvió a mirarla-. Sabes que, pase lo que pase, puedes contar conmigo. Es cierto que en los últimos tiempos he tenido un comportamiento errático, pero todavía me estoy acostumbrando a esta situación mía. Por ello me disculpo. Pero nada de lo que suceda con mis cuitas personales cambia lo que vosotros, Thomas, Yurev y tú, significáis para mí.

Lope tardó en despertar. Su sueño su vio constantemente invadido por los rostros desconocidos de cientos de inocentes que morían entre llantos, súplicas y alaridos de dolor. Cuando los rostros se apagaban sentía como una aterradora y opaca oscuridad se ceñía sobre él, haciéndose casi tan densa que le impedía moverse o respirar.

Cuando consiguió la paz suficiente para volver a concentrarse en el presente se levantó. Sentía la boca casi pastosa, presa de una poderosa Sed, y el día anterior ya había abusado de su confianza con Fátima. No obstante estar bien alimentado era tan importante para un vampiro como para un mortal, era sin duda el primero de sus problemas a solucionar. 

El segundo bien podría ser cubrir la necesidad de buscarse nuevos atuendos: El Peregrino no era una persona vanidosa ni mucho menos, pero le gustaba tener el ropaje adecuado para cada situación... O al menos que éste no fuera un motivo para desentonar; dejar que algo tan trivial como una camisa rasgada supusiera una dificultad a la hora de establecer contacto con otros de la Estirpe le parecía una inaceptable falta de previsión, de recursos y en última instancia de inteligencia.

Salió de la carroza y se dirigió en busca de los que parecían los líderes entre sus compañeros de viaje.

Tras buscarles un rato pudo dar con ambos, les llamó: 

- Doña Rosalía, Señor Daister, si me conceden un momento... - hizo una pausa para que se acercaran, no quería hablarles a voz en grito como si fueran tres labradores apunto de pelearse por una cabra - Nuestra noche de ayer fue ciertamente confusa y sólo quiero agradecerles la confianza que tuvieron al no considerarme como uno más de sus enemigos, sino como un aliado. Ayer les acompañé con la intención de vigilarles en nombre del Príncipe, pero hoy me gustaría acompañarles al menos como camarada. 

Inclinó la cabeza levemente como gesto de agradecimiento y, en cierto modo, también de cierta servidumbre... Quizá un reflejo de su modo de relacionarse con los poderosos, quizá debido a que como cuando se presentaba en una corte y ofrecía sus servicios en el fondo había una base de necesidad. 

- Decirles también que apenas pude alimentarme ayer, bien sea a través de Fátima o del Príncipe de cual sea esta villa, tengo intención de cazar para recuperar mis fuerzas.

¿Trieste? Tanto habían viajado durante el dia, entonces...

Su mirada recorrió los perfiles de la muralla y los tejados más allá, pero no reconoció nada. Es posible que hubiera visitado la ciudad antes, tal vez incluso que se hubiera detenido en ella cuando con Cayo Marco viajó desde Compostela hasta Constantinopla, pero no lo recordaba. Para ella era una ciudad extraña, en el tiempo y en el espacio. Mejor sería detenerse lo menos posible.

Se volvió hacia el Gángrel con una sonrisa sincera.

-Estoy bien, Hákon. Y no sé por qué sientes la necesidad de disculparte: ¿qué crees que has hecho que haya podido ofenderme? ¿Librarme anoche del fuego de los cazadores, tal vez? Sé que estás viviendo noches difíciles, pero no se me ocurriría culparte. Al contrario, quisiera ayudarte. Si supiera cómo... -Guardó un instante de silencio-. Me alegra que menciones a Yurev. También yo sigo sintiéndolo como parte de esta Cuadrilla y lo echo de menos. ¿Crees que sigue vivo? ¿Que quizá nos busca? Puede que no nos recuerde, o que haya intentado olvidarnos. Espero que viva, y que sea feliz. Tal vez en algún momento...

La llamada de Lope cortó sus siguientes palabras. Se volvió hacia el Lasombra un instante.

-Seguiremos hablando, Hákon. Me hace bien -dijo antes de alejarse en dirección al aragonés.

-Buenas noches tengáis, don Lope -lo saludó acercándose hacia él. La herida del cuello había desaparecido y por su expresión y el color de su rostro se diría que había pasado un día tranquilo-. Estamos en Trieste, según creo. Ignoro quién gobierna aquí, pero si habéis de cazar tratad de hacerlo discretamente y, por favor, no nos mencioneis. No quisiéramos detenernos más de lo necesario ni dejar más rastro de nuestro paso, por ahora. En cuanto a lo que ocurrió anoche, no tenéis nada que agradecernos, fuisteis un buen anfitrión y lamento que os hayáis visto enredado en nuestras tribulaciones. Consideraos bienvenido, nos alegramos de compartir camino con vos, aunque las circunstancias no sean las mejores.

Thomas abandonó el carro y contempló los alrededores buscando orientarse. Vio que Hakón y Rosalía hablaban entre ellos y optó por mantener la distancia. No se acercó hasta que Lope los nombró a él y a la Toreador.

Escuchó atentamente las palabras del Lasombra. Le sorprendió la rapidez con la que Rosalía le dio la bienvenida a su grupo y por un instante le recordó a la joven despreocupada de cuando se conocieron, hace ya tanto tiempo. Deseó poder permitirse abandonar todas las suspicacias que ahogaban su mente para poder regalar su confianza a un desconocido pero no podía hacerlo pues todavía temía la traición. Tuvo que reconocer la conclusión a la que sus atribulados pensamientos le condujeron. En el fondo tenía miedo. Esa ere el peor efecto de los recuerdos que habían trastocado en su mente.

-Personalmente si me viera obligado a Cazar en esta villa y dados los sucesos de Venecia, me abstendría de anunciar mi llegada -aconsejó a Lope- Aunque claro, eso es una decisión personal. Yo no tengo claro si la influencia Giovanni llegan hasta esta ciudad. Ni siquiera conozco su nombre -añadió esperando que alguien pudiera decírselo-. En cualquier caso no actuaría sin hablarlo antes con Fátima. Desconozco qué acuerdo tenéis vos y ella pero seguro que tiene algo que decir.

- Gracias a ambos por vuestras palabras, no sé cuantas noches nos quedan por delante pero procuraré en todas ellas ser un valioso compañero. Iré entonces a hablar con Fátima, si la leonesa está en lo cierto y esto es Trieste lamento decir que no es mucho mejor que Venecia.

Lope no conocía la filiación del grupo al que acompañaba y, aunque probablemente no tenían ninguna más que ellos mismos, no se permitía hablar más de la cuenta... Contrariarles era un riesgo que no podía asumir, necesitaba conocerles mejor para poder ayudarles; y ayudarse.

Se despidió y se fue en busca de Fátima, mientras avanzaba reflexionaba sobre si realmente podía confiar en alguien y de la delicada situación en la que se encontraba por ese mismo motivo.

Deambuló por el campamento procurando ver cuántas personas formaban parte de la caravana... Aprovechó para mirar detalles como la raza de los caballos, la manufactura de los carros, la cantidad y características de los víveres... No era sólo por que el conocimiento nunca estaba de más, es que Lope Garcés no era apodado "el Peregrino" por nada, en el fondo era un viajero empedernido y salvando la incómoda situación en la que se encontraba la realidad es que hacerse al camino siempre le mejoraba el ánimo. 

No fue fácil encontrar a Fátima, su oscura belleza se ocultaba a la perfección en la noche. Recordó Lope como una de las pocas veces que coincidieron en Aragón fue durante una noche sin luna donde él estaba vigilando el punto de encuentro para una reunión con un grupo de Assamitas. En esa ocasión ella se colocó a tan sólo un palmo de él, que no la vio hasta que sus ojos y su boca se abrieron, mostrando una dura mirada y unos dientes fieros. Lope cayó de espaldas por el susto y ella no pudo aguantarse y soltó una estruendosa carcajada. 

Divertido por ese antiguo recuerdo se acercó y le saludó como siempre hacía: 

- تصبح على خير صديقي. Me figuro, Fátima, que sabes que Trieste es un enclave peligroso... Años de guerras con Venecia y la mano de los Tremere hurgando entre los muertos no hacen de esta ciudad un lugar especialmente hospitalario para un grupo como el nuestro.

La filiación concreta de Fátima también era una incógnita, pero sabía de ella lo suficiente para saber que era fiel al clan Assamita... Y por tanto Lope sabía que podía confiarle la información que tenía sobre la ciudad.

Despidió al aragonés con un asentimiento y se volvió un instante hacia el Ventrue. Resultaba evidente que la repentina marcha de Lope la había pillado desprevenida y ahora, a solas con el sajón, se sentía incómoda.

-Buenas noches, Thomas -dijo antes de darle la espalda para dirigirse hacia el linde del campamento.

También ella deseaba hablar con Fátima, pero lo haría más tarde. Necesitaba limar asperezas y, al mismo tiempo, hacer comprender a la Assamita que ella los guiaba, pero no era su líder. Quería que los hiciera partícipes de los detalles del viaje: qué ruta seguían, en qué lugares se detendrían y cuándo preveía llegar a Constantinopla.

Se alejó lo suficiente para observar ampliamente el mar, oscuro y sereno. Casi podía imaginar las luces de Venecia al otro lado. ¿Los habrían seguido los Giovanni? Por su mente cruzó la imagen del cadáver decapitado de Rodrigo, que permanecería entre aquellos matojos hasta que solo quedaran sus huesos o las fieras lo devoraran. No había sentido por él un gran afecto, pero había sido un buen siervo y no merecía esa muerte. Se dijo que en adelante no atraería a nadie a su servicio hasta que su No-Vida fuera serena y estable. Si es que aquello llegaba a ocurrir.

Fátima saludó a Lope con un gesto de cabeza.

-Lo sospechaba -dijo en respuesta a la información que el Lasombra había compartido-. Por eso no tengo intención de atravesar esas murallas. Tan sólo nos detendremos lo suficiente para que mortales y animales recobren el resuello. Tengo intención de partir a mitad de noche para poner más distancia de por medio -explicó. Entonces se fijó determinadamente en él-. Estás muy pálido. Es obvio que el Hambre vuelve hacer mella en ti. Tendrás que resolverlo. Yo no puedo poner en riesgo a más criados tan pronto. Si entras en la ciudad a Alimentarte habrá de ser a tu propio riesgo. Aunque hay otro modo. Yo puedo ofrecerte mi Sangre hasta que quedes bien saciado.

Mi Sangre. El mero sonido de esa palabra acariciando los labios de Fátima hicieron que la Bestia salivara en la mente de Lope.

Rosalía se encaminó hacia la caravana de Fátima con urgentes cuestiones que plantearle. La divisó a lo lejos en un apartado rincón departiendo con Lope.

Thomas se acercó a Francesco con la mirada perdida. Permaneció callado unos minutos antes de hablar.

-Hay algo que no estamos haciendo bien. Hemos perdido mucho recuerdos pero más de allá de cuando despertamos en la mazmorra Tremere dudo que nunca antes nuestra situación fuera tan precaria. No podemos limitarnos a huir siempre. No será fácil, pero debemos recuperar la iniciativa. Mandar un mensaje a nuestro enemigos. Uno contundente.

-Oírte hablar así me llena de alegría, amigo mío. Me hace pensar que por fin has tomado una decisión para con nosotros, pese a que tus recuerdos te traicionen. Y, si bien es así, no puedo dejar de observar que tu mirada parece errática. 

Llevó la mano a la nuca de Thomas.

-Cuando todo lo demás falle, que sea tu intuición la que guíe tus pasos. No mis palabras, o las de Rosalía. Ni siquiera tus propios recuerdos. Por lo demás, estoy de acuerdo contigo: hemos de recuperar la iniciativa que hace ya mucho tiempo que perdimos. Lo que me pregunto es cómo vamos a lograr tal cosa...

Se cruzó de brazos, ceñudo y pensativo. 

-Quizá lo más sensato sea tratar de distraer a nuestros enemigos. Desviarles de nuestro destino. Como ya os dije, los Tremere disponen de vuestra sangre, y gracias a ella son capaces de seguir nuestros pasos. ¿Y si acaso estamos cometiendo un error yendo directamente a Constantinopla? No hacemos sino marcar nuestro destino...