Partida Rol por web

Unos pasos volvieron hacia la habitación.

-Esta dormida -dijo Marcello tras comprobar el cuerpo de la Toreador.

-Perfecto. Ana, Beatriz, llevadla junto al otro -ordenó Luca.

Con lentas pisadas alguien se acercó hasta Rosalía hasta que cuatros manos la cogieron bajo los brazos. En ese momento, un olor a podredumbre golpeó a Rosalía, quien tuvo que hacer un gran esfuerzo para mantener su actitud de fingida inconsciencia. Así, la llevaron a lo largo del pasillo.

-No estoy seguro de que esto vaya a resultar. El Ritual es claro -dijo Marcelo.

-Teniéndola aquí ha de funcionar mejor - respondió Luca.

-Tengo serias dudas. El medio de dar con la información es el inconsciente colectivo. En teoría tuvimos acceso a los recuerdos de todos los que los compartieron y estaban durmiendo en ese momento, yo...

-Sí, pero ella ahora está despierta y la tenemos aquí. Por fuerza eso ha de suponer un cambio. Además, hay muchas otras prácticas que podríamos intentar si la rememoración se interrumpe en el mismo punto que la última vez.

Tras detenerse, la Toreador pudo escuchar el sonido de unas llaves abriendo una puerta pesada. Después entraron en la habitación y la colocaron delicadamente, tumbada sobre una superficie dura y lisa.

-Regístrala.

-Vaya -dijo Marcelo sacando la daga bajo la manga-. Os dije que era una mujer sorprendente, tío.

-Buena factura. Refulge de extraña manera. Quizás esté relacionada con la reliquia. Luego la estudiaremos. Ahora ve afeitándole la cabeza... ¡No! ¡Espera! Trae una estaca primero.

-Cierto -dijo Marcello abandonando la habitación.

Entonces la aldaba golpeó la puerta. Alguien llamaba al pórtico.

-Maldita sea -se quejó Luca-. ¿Quién...? -espetó en un gruñido. Después rugió resignado-. ¡Vigiladla!

El Giovanni salió de la habitación cerrando la puerta con llave tras de sí.

¿De veras habían hurgado en sus recuerdos, en los de todos, mientras dormían? Para encontrar la maldita Corona, claro... En buena hora se le ocurrió a Yurev robarla. Se diría que desde aquel día la Corona y sólo la Corona había marcado sus destinos.

Pero en ese instante había algo que le importaba más que los malditos rituales Giovanni: "Llevadla junto al otro", había dicho Luca. ¿Podía 'el otro' ser...?

Cuando escuchó salir a Marcello y después a su tío contuvo el deseo de abrir los ojos e incorporarse, pues al parecer esas tales Ana y Beatriz seguían allí. No quería ni imaginar a qué se debía ese hedor... Sin hacer movimiento alguno, se concentró en los sonidos de la estancia.

Rosalía se concentró en los sonidos a su alrededor para tratar de conocer la situación de sus dos custodios. Por medio de su poder vampírico pudo atisbar una respiración pesada, totalmente asincrónica. Al instante escuchó otra similar, aunque algo más rítmica. El eco de las paredes de piedra viva hacía muy difícil determinar de dónde venían. Al menos una de ellas, la más clara, Rosalía apostaría que se escuchaba junto a la puerta, a uno dos metros más o menos de dónde ella yacía.

Debía arriesgarse. Si permanecía inmóvil Luca regresaría, la estacarían, le afeitarían la cabeza y diseccionarían su cerebro o algo peor. Y además, no podía esperar a saber si era o no era Thomas quien estaba allí.

Abrió muy levemente los ojos, despacio, tan sólo lo suficiente para atisbar a través de las pestañas, y buscó con la mirada a sus dos guardianas... y el cuerpo de Thomas.

A su derecha, junto a la puerta pudo ver a una joven de piel pálida y aspecto cadavérico, con el pelo rubio y ajado vestida con un camisón mortuorio.

Entornando los ojos hacia más el otro lado, pudo seguir la linea de una repisa de piedra que sobresalía a lo largo de todo el muro con extraños objetos sobre ella: pequeños cofres, libros y la daga de Rosalía.

Al final del muro otra muchacha con la cara deformada en un incipiente estado de descomposición miraba hacia un horizonte inexistente.

A la izquierda de Rosalía, tumbado e inmóvil había otro cuerpo. Era un cuerpo másculino, con un sudario cubriéndolo de cintura para abajo. No podía distinguirlo bien así que se estiró un poco... Y vio a Thomas.

Una estaca sobresalía de su pecho, también marcado con el surco de unas garras a medio curar. El pelo de su cabeza había sido afeitado y unos lacres de plata con distintos símbolos salpicaban su cráneo. Sus ojos estaban cerrados. El gesto sobrio y la palidez extrema lo asemejaban a una estatua de mármol.

Un lacerante rugido brotó de la garganta de la niña. Había visto a Rosalía moverse.

La niña cadáver la había visto, ya no tenía tiempo para pensar. Se incorporó casi de un salto y con una velocidad sobrehumana se abalanzó sobre el cuerpo de Thomas para aferrar la estaca que le atravesaba el pecho. Sabiéndose demasiado débil para extraerla invocó el poder de su sangre y tiró de ella con todas sus fuerzas.

Sintió cómo la madera abandonaba la carne, y sin detenerse a comprobar el despertar del Ventrue dejó la estaca a su lado y salió corriendo hacia el improvisado estante para recuperar la daga de Lucita.

Rosalía cogió la daga. Al hacerlo, algo llamó su atención en la repisa. Un colgante de oro con cadena de plana. El símbolo... aparentemente arcano... Rosalía había visto antes ese mismo colgante... ¿Pero dónde? ¿Dónde? ¡Sí! Como una centella la imagen voló a su mente. Lo había visto pendiendo del cuello de Audax cuando se vio a sí misma entregándole la Corona.

La muchacha que esaba justo a la estantería se lanzó sobre Rosalía dispuesta para golpearla pero no logró acertar.

Beatriz, todavía rugiendo trató de morder el brazo de la Toreador y así apretó sus dientre sobre el hombre de la vampira.

Ahogó un grito cuando los dientes putrefactos de la muchacha se cerraron sobre su hombro, no por el dolor, pues apenas sintió nada, sino por la repugnancia y el miedo. Con la mano que aferraba la daga trató de herirla en el rostro mientras estiraba la otra para hacerse con el medallón de Audax.

La daga cortó superficialmente la cara de Beatriz, quien dejó de hacer presa sobre Rosalía. En torno a la herida causada por la hoja se concentró un fulgor negruzco.

Ana intentó agarrar a Rosalía por el cuello, fallando nuevamente.